miércoles, 14 de marzo de 2018

El monstruo del subsuelo




            Estaba completamente solo. No sabía cuánto tiempo había pasado, pero mi padre había muerto. Con su último aliento, me dio vida. Y ¿es así como se lo pago?    
No me atrevía a abrir los parpados ni a mover cualquier parte de mi cuerpo, aun que fuera el más mínimo movimiento al menor tiempo posible, me negaba rotundamente. ¿Por qué?, la razón es muy simple. Tenía miedo. Pero no cualquier miedo irracional, no, tenía miedo de vivir, de ser alguien, de abrir los ojos y de esa manera adentrarme en aquel mundo que me esperaba. Sabía muy poco de mí, pero mucho de mi padre. Toda su vida para ser preciso. Tenía una película con los recuerdos de mi padre, quien antes de morir los grabó en mi cerebro. Podía ver todo lo que él vivió como si yo mismo lo hubiera vivido. Las calles descuidadas, las casas de aspecto lúgubre, el gato arisco del vecino, el cielo con sus nubes grises, la noche pintada en estrellas parpadeantes. Era todo tan real, a pesar de que nunca salí de este contenedor, era como haber vivido una vida sin moverme de donde estaba. Pero esos recuerdos, no eran agradables, al parecer mi padre no era una persona feliz. Peleas, vicios, desprecios, odios y soledad. Los sentimientos no se transmitían en aquellos recuerdos que eran sólo imágenes, pero los adivinaba en las expresiones y acciones de mi padre. Estaba solo, y eso era lo que lo volvía infeliz. Era enfermizo, enclenque, temperamental y de rostro grotesco. Sólo tenía una cosa a su favor, y eso era su inteligencia. Se creía inteligente, y sí que lo era, sino no estaría pensando esto ahora mismo.  
Por alguna extraña razón mi padre se privó de hacerme llegar los recuerdos que concernían a mi persona. Por eso mismo sabía poco sobre mí, casi nada. No sabía lo que era, de que estaba templado mi cuerpo, ¿Metal y baterías?, ¿Carne de animales?, ¿Otros cuerpos humanos?, ¿O era algo completamente nuevo nunca antes creado?, no lo sabía, y si no abría los ojos, seguiría sin saberlo.    
Mi padre pasó cincuenta años de su vida en crearme, se encerró en un laboratorio escondido bajo la tierra. Anhelaba una compañía, detestaba estar en su casa, oscura, fría y vacía, nadie lo quería. Él era difícil de querer y lo sabía muy bien. Estaba algo desquiciado, e incluso era violento con las personas que le rodeaban. Pero también era orgulloso, se negaba a doblegarse, a humillarse para cambiar para los demás. Se negaba a que no lo aceptarán tal cual era, ¿Qué sentido tiene cambiar para que te acepten?, si cambias, ya no eres el mismo. No te estarían aceptando a ti, sino a la nueva versión que ellos crearon de ti mismo. “Los demás serán estúpidos, pero por suerte yo no lo soy. Nunca me verán doblegado a sus ideales moralistas. Soy esto, mi única y verdadera versión. No crearán de mí, un títere con emociones infundadas” eso había dicho en una fiesta enfrente de todos sus amigos, luego de que le recriminaran su mal carácter. Esa fue la última vez que los vio. A pesar que ese fue el inicio de su soledad, no se arrepentía, y estaba orgulloso de permanecer siendo él mismo. Era una persona fuerte y de convicciones duramente arraigadas, ahora mismo yo me sentía de ánimo enclenque, y saber que si abría los ojos estaría solo en el mundo, me asustaba, yo no era como mi padre, le temía al mundo, a la gente y a mí mismo.  
Mi padre quería a alguien que lo acompañara y lo aceptara tal cual era, y ese era yo, había sido creado para amarlo tal cual era, con su violencia y su mal carácter. Y era doloroso saber que nunca lo vería con vida. Porque la vida de un humano no alcanzó para crearme. Son pocos días, y mi muerte se ve lejana, o incluso imposible. No sabía siquiera si algún día moriría. Como ya dije, no sabía nada de mí. Mi padre sabía bien quién era, y se negaba a cambiarse a sí mismo. El hijo que creó era su alter ego, completamente asustadizo, atemorizado de abrir los ojos y vivir. De verse a sí mismo.  
Lo único que sabía de mí era que era un monstruo. Se me permitió conservar ese recuerdo. No era un humano, ni nada parecido. Era un monstruo. Mi padre ya estaba anciano, y me miraba frente al contenedor de cristal que me guardaba. Obviamente yo no puedo verme en este recuerdo, solo puedo verlo a él. “Eres un monstruo” dijo “O tal vez el monstruo soy yo”, no entendí bien que quiso decir con eso último. Soy como un niño que no conoce al mundo, ni nunca ha hablado con alguien. Por eso mismo me cuesta entender el verdadero significado de las palabras cuando estas suenan ambivalentes.     
Otro de los recuerdos en los que estaba con mi padre, es el último antes de darme vida a mí para darse muerte a él. “Ya no tengo la fuerza de un joven”, mi padre se veía demacrado, tan viejo pero lúcido, “Esperé toda la vida para crear este momento, pero la fuerzas que requieres para dar inicio a tu vida, es probable que mi cuerpo no sea capaz de soportarla” lo veo ahogarse con su propia respiración, sus pulmones ya no son tan sanos como antes y suelen fallarle momentáneamente “¿Vale la pena acabar mi vida para dar inicio a algo que nunca veré vivo?”, estaba triste, frustrado y enojado consigo mismo, se culpaba por no ser lo suficientemente inteligente, tal vez si hubiera sido un poco más clarividente de lo que ya era, podría haberme terminado unos años antes, cuando todavía poseía la fuerza para soportar lo que estaba por hacer a continuación “Pero, si no te doy vida, mi vida no habría tenido ningún sentido. Dediqué mis últimos cincuenta años a ti solamente. Así que sé un monstruo que vive. Vive por mí”, y después de eso, mi padre hizo algo, pero el recuerdo está confuso, y cuando recién se vuelve claro nuevamente, me hallo a mí mismo, despertando de un subidón confuso y llenó de luz, que fue momentáneo, y le siguió una paz indescriptible. Entonces ya entendía todo. Los recuerdos de mi padre me dieron una lengua y un entendimiento. Y aunque no me atrevo a abrir los ojos, sé que mi padre está muerto a mi lado, y que no hay nada que hacer por él.          
Entonces, si él está muerto, ¿De qué me sirve a mí estar vivo?, fui creado para mitigar su soledad, darle sentido a su existencia, pero mi padre ya no era nada ni nadie. Estaba muerto. ¿De qué me servía abrir los ojos y vivir?