Siempre
lo veía pasar a la misma hora, yo salía a la calle, me sentaba sobre la
escalera y lo miraba manejar su Volkswagen blanco por enfrente de mi casa, con
la ventanilla baja dejándome ver su hermoso rostro, pintado con dos grandes
ojos celestes, y una cabellera castaña que bailaba siendo llevada por el
viento.
Esta vez fue diferente, porque
hasta ahora nunca me había notado. Esta vez volteó su rostro e hicimos contacto
visual, y aun mejor, me sonrió. No les puedo explicar la sensación que sentí en
aquel encuentro, no existen las palabras correctas para describir un
sentimiento de esta magnitud.
Al otro día, cuando salí
temprano, me encontré con un sobre que descansaba en la alfombra. Lo tomé
dudando, sin dejarme de preguntar de quien sería, aun que tenía mis sospechas.
“Ola linda. ¿Quieres salir
conmijo maniana a la noche a tomar halgo?
Pazo por ti a las 21hs. Ezperame
- M”
Sí, definitivamente las letras no eran su fuerte. Si la nota pertenecía
a quien yo sospechaba ya me parecía que tanta perfección era imposible, seguramente
debe ser un genio matemático, seguro que sí, algún contador de cartas o un
experto en computación. Bueno, dejando su ortografía de lado, me invito a
salir, me sentí muy contenta, al fin lo conocería, ya dejaría de imaginarme
como era, en que trabaja, que estudia, cuáles son sus hobbies, porque lo
escucharía por su misma boca, lo conocería al fin.
A las 20:30hs
ya estaba preparada, me bañe, peine, vestí y maquillé. Sólo quedaba sentarse a
esperar, pero con cada minuto que se acercaba a la hora acordada me ponía más
nerviosa, este día saldría con un chico muy guapo, ¡Ruego que todo salga bien!
Se hicieron las
21hs, miré expectante a la puerta, pero nadie llamó. Pasaron los minutos, y
comencé a preocuparme, ¿Por qué tardaba tanto?, ¿Le había sucedido algo?
Una hora
después tocaron a la puerta, sí, un poco impuntual, me levanté de mi asiento
entusiasmada y girando el picaporte abrí la puerta, encontrándome del otro lado
con un muchacho vestido con camisa gris y pantalones de jean, que me miraba con
una enorme sonrisa. Era el joven del Volkswagen blanco, como yo esperaba, era
alto y muy apuesto, pero cuando mis ojos se desviaron hacía la calle me di
cuenta que había venido caminando.
— Y ¿Tu auto?
M, por ahora no
sabía más que su inicial, suspiró como alguien que recuerda buenos tiempos pero
a la vez resentido.
— Lo perdí en
una apuesta — Me respondió sin dar más rodeos.
¿Una apuesta?, ¡Oh,
no! ¿Tiene un problema con el juego?
— ¿En el
casino? — Le pregunté cautelosamente, recién nos conocíamos, no quería parecer
muy entrometida.
— No — De los
labios de M se escapó una estúpida carcajada — No, era una apuesta de patineta,
unos amigos me retaron a hacer un flip
combinado con un frontside boardslide, obviamente
perdí.
Lo miré
incrédula, tal vez era una broma, pero su mirada me decía que no me estaba
mintiendo.
— Y ¿Tuviste
que apostar tu auto? — Le pregunté todavía incrédula.
— Era para
hacerlo más interesante — Dijo dándome una enorme sonrisa, para luego cambiar
de tema — ¿Estas lista? — Me preguntó.
— Sí — Le
respondí cerrando la puerta detrás de mí.
Caminamos
varias cuadras, hasta un resto-bar, de amplias ventanas y paredes pintadas de
color arándano, el ambiente olía delicioso, haciendo que mi estomago gruñera
con lujuria, tenía mucha hambre.
Nos sentamos en
una mesa y de inmediato se nos acercó un mozo.
— ¿Qué van a
pedir? — Interrogó sosteniendo una libreta y un lápiz listo para apuntar
nuestras ordenes.
Releí el menú
un par de veces y me decidí por una lasaña de carne, M, que al final resultó
llamarse Marcos pidió lo mismo.
Mi paladar se
degustó por el sabor exquisito del plato que resultó ser una excelente
decisión, no pude evitar que de mi garganta se escaparan varios gemidos de
placer al saborear mi cena como si fuera una ambrosía celestial brindada por
los mismos dioses. Sí que lo estaba disfrutando.
Mis ojos se
desviaron hacía Marcos, el cual parecía también degustar de la lasaña, no sólo
de eso, sus pupilas estaban clavadas en mi escote, me miraba de forma
pervertida y lasciva, seguramente imaginando vaya a saber qué cosa sucia. Me
sentí muy incómoda, mis mejillas se tiñeron de un rojo brillante. Me removí un
poco para ver si podía despertarlo de su trance, como seguía en su
contemplación vulgar me decidí en hablarle.
— ¿Marcos? —
Sin respuestas — ¡¿MARCOS?!
El joven sacudió
su rostro despertando de un sueño profundo, por fin logré romper su
concentración. Me sonrió ampliamente, casi cegándome con la luz que despedía su
dentadura completamente blanca.
— Eres hermosa
— Me dijo echándome una rápida mirada examinadora, sin importarle lo que yo
podía pensar de sus indiscretos ojos.
— Gracias—
Carraspeé un poco incomoda al ver como se mordía el labio
provocativamente.
Durante toda la
cena prácticamente mi participación en la conversación que sosteníamos
consistía en asentir ante sus palabras o parecer interesada en sus graciosas
anécdotas, que por cierto no eran tan graciosas como él pensaba. Cada vez que
abría la boca para decir algo debía cerrarla porque él se me adelantaba a
comenzar con otra de sus anécdotas, las cuales siempre rondaban en su grupo de
amigos y a todas las fiestas que asistían o de cuando tuvo una doble fractura
en el pie por caerse de una rampa al intentar hacer un truco con su patineta.
Cuando el mozo
trajo el suculento postre sentía un atisbo de felicidad renacer, la verdad la
cita no estaba saliendo como yo esperaba, me era aburrida, y algo monótona, sin
ninguna emoción encontrada. Lo único bueno que podía rescatar era el hecho de
que frente a mí se sentaba un hermoso joven, digno de admirar sus facciones
masculinas bien cinceladas, pero me estaba preguntando si realmente todo esto
valía la pena.
Cuando
terminamos de cenar, ya era bastante tarde y en el centro del bar la gente se
acercaba a la pista a bailar con sus parejas, los miré atenta ignorando
momentáneamente las palabras de Marcos, algunos se veían muy felices y
enamorados. Suspiré de forma soñadora.
— ¿Quieres
bailar? — Me dijo levantando las cejas seductoramente al darse cuenta como
miraba la pista con anhelo.
Le asentí
entusiasmadamente y dejé que me tomara de la mano para guiarme al centro de la
pista. Debo decir que era buen bailarín y que me hacía sentir como una mariposa
a punto de arrancar vuelo con cada movimiento que dábamos. Los parlantes
cambiaron de una canción enérgica a otra más lenta y melodiosa, y de repente
tenía su duro pecho contra mí, y sus fuertes brazos rodeándome, las cosas al
fin se ponían un poco más interesantes. Comenzamos a mecernos lentamente al
compas del delicado ritmo de la melodía.
Marcos se separó
de mí momentáneamente y se fue hasta la barra a pedir dos bebidas. Recibí la
mía con una sonrisa y mirando el contenido burbujeante lo lancé por mi garganta
sin titubear, sintiendo como quemaba mi carne al descender. Lance un gemido de
satisfacción y Marcos sonrió victorioso.
Bailamos varias
piezas sin detenernos, yo tomé dos tragos más y decidí detenerme, no quería
emborracharme en nuestra primera cita, siempre es bueno causar una buena primera
impresión, en cambio a Marcos no pareció importarle mi primera impresión sobre
él, perdí la cuenta en su quinto trago. Lentamente comenzó a arrastrar las
palabras y a reírse por cosas sin sentido, al principio me pareció graciosos,
pero luego cuando lo vi bailar tambaleándose y tropezando torpemente entre sus
propios pies me di cuenta que se había pasado de copas.
Marcos seguía
tomando, ignorando mi suplica para que se detuviera, esto no podía acabar bien.
— Marcos — Le
dije mirándolo seriamente — Creo que ya es suficiente — Le dije arrebatándole
el vaso espumante de entre los dedos, pero él me lanzó una mirada asesina y
recuperó su bebida entre mis manos de un brusco manotón, para luego vaciar todo
el contenido al lanzarlo por su boca, sin desperdiciar ni una sola gota.
— Ya entiendo
que pasa — Me dijo lanzándome una mirada coqueta, mientras intentaba mantener el
equilibrio— Te gusto tanto que quieres protegerme hasta de una resaca.
Me atraganté
con una bola de saliva, no puedo creer que haya dicho eso.
Me tomó
bruscamente del brazo y, prácticamente, me arrastró de vuelta a la pista de
baile, me apresó entre sus brazos y me hizo girar y danzar sin ningún sentido, mientras
inclinaba su rostro hacía mi, y sentí una arcada cuando el olor a alcohol llegó
hasta mi.
Sus manos
comenzaron a presionar mi espalda y descendieron hasta apresar mi cintura con
fuerza, realmente me estaba poniendo nerviosa, intenté zafarme de sus brazos
pero él era muy fuerte. Sus manos siguieron vagando por mi espalda, bajando cada
vez más, más y más y allí fue cuando realmente me enfadé, cuando sentí que
pellizcaba mi trasero, ¡Por Dios, era nuestra primer cita!, ¡No lo podía
permitir!
La palma de mi
mano voló hasta su mejilla, haciendo un ruido atronador que rebotó por toda la
pista, las parejas vecinas miraron la escena extrañados, algunos muchachos
parecieron querer interferir, pero ya era tarde porque logré zafarme de los
brazos de Marcos.
Caminé golpeado
con fuerza los tacos sobre el suelo, mientras mis mejillas despedían humo de la
ira que sentía. Abandoné el resto-bar y caminé hasta mi casa maldiciendo en voz
baja cosas inaudibles.
Al día
siguiente, cerca del mediodía alguien llamó a mi puerta. Giré la perilla
encontrándome del otro lado con un muy destruido Marcos, se notaba que tenía
una muy fea resaca, con el pelo despeinado, la boca reseca y unas oscuras
bolsas que caían por debajo de sus ojos.
— ¿Qué haces
aquí? — Le pregunté con despreció en mi voz.
— Venía a
disculparme, ayer me pase de copas, y te toq… — No pudo terminar la frase, se
notaba que sentía mucha vergüenza — Lo siento — Dijo finalmente — ¿Podrás
perdonarme?, salgamos de vuelta, te demostraré que en verdad soy buen chico,
sólo que esta vez…
— Sí, te
perdono — Le respondí, y pude ver como en su boca se formó una sonrisa
satisfecha.
— Bueno, mañana
paso por ti a las…
— No — Lo volví
a interrumpir, viendo como se borraba la sonrisa de su rostro — Te perdono pero
no volveremos a salir, ya no me interesas de esa forma.
— ¿Cómo que ya
no te intereso? — Pude notar algo de dolor en su tono de voz.
— Sí, te
prefiero como antes de conocerte, te prefiero platónico.
Los ojos de
Marcos se clavaron sobre los míos, se veían suplicantes, pero no me inmuté,
seguí firme en mi posición. Marcos se despidió de mí, pero antes se volvió a
disculpar, al final se marchó. A veces lo veo pasar por enfrente de mi casa con
un nuevo auto, a veces intercambiamos miradas, y otras veces saludos simples,
como un asentimiento de rostro o una pequeña sacudida de mano.