martes, 5 de octubre de 2021

Multidimensional (recorte)



La obsesión de Murphy había surgido una fría noche de octubre. Como acostumbraba, salía al pórtico de su casa de campo a fumar su pipa, mirando a las perennes y misteriosas estrellas.

Su contemplación fue interrumpida, cuando una estrella en particular llamó su atención. No, esta no era una estrella común. Tenía movimiento y su trayectoria era completamente antinatural. 

La luz bailarina desapareció de repente. Murphy se mantuvo expectante, pero la estrella nunca volvió a hacer acto de presencia.  

Esa noche, Murphy no pudo conciliar el sueño.

Murphy, como buen hombre de intelecto, no podía dejar pasar un fenómeno semejante como si no tuviera ninguna importancia.

Esa misma madrugada, el profesor Murphy se levantó de su lecho, asustando a su adormilada esposa en el proceso. Ignoró el regaño que vino de su cónyuge, y sin perder más tiempo, se internó en su laboratorio.  

Pasaban las horas, y sus labios se encogían con frustración, al borde de la locura, a un paso de resignarse y dejar aquella ambición de lado.

— En una hora estará lista la comida. Sino sales de esa pocilga, te sacaré yo a la fuerza y te llevaré a la mesa a rastras — Murphy frunció el ceño al verse interrumpido por su mujer. Entendía su enojo, cuando él se encerraba en su laboratorio era como si el tiempo se detuviera.

— ¿Tiempo? — se dijo a sí mismo — ¡Ahora no, mujer! ¡He encontrado la solución!

Su esposa rezongó unos minutos, pero no tardó en darse por vencida, sabía que cuando su esposo entraba en su papel de loco científico era imposible devolverlo a la realidad.   

Horacio Murphy giró su cabeza y clavó los ojos en aquel cuadro que colgaba en la pared. Un hombre canoso, despeinado, lo miraba divertido y le sacaba la lengua.  

Las ideas vinieron a su cabeza como un rayo.

— ¡Por supuesto! — se dijo — ¡La teoría de la relatividad plantea al tiempo como la cuarta dimensión!, pero si nosotros somos tridimensionales, ¿cómo somos capaces de percibir la cuarta dimensión? — Murphy abrió los ojos comprendiendo todo — ¡Percibimos su sombra! ¡Eso es! Los días, el pasado, el envejecimiento, son la sombra de la cuarta dimensión — el profesor se llevó los dedos al mentón, mientras terminaba de acabar la idea en su cabeza — Un ser cuatridimensional sería capaz de ver el tiempo por completo, no sólo su sombra. Vería el pasado, presente y futuro al mismo tiempo. Sería Dios”.   

Murphy se removió nerviosamente. Sentía que había hecho un descubrimiento que le estremecía las entrañas. ¿Acaso esa podría ser la explicación de un ser omnisciente? ¿Y qué fue esa luz, entonces?, ¿una sombra de un ser multidimensional?, ¿cuántas dimensiones más existían?, ¿los fantasmas podrían entonces ser sombras de seres que han trascendido la tridimensionalidad…?, Y lo más importante: ¿habría manera de poder percibir aquellos seres en su totalidad y no sólo sus meras sombras?     

Horacio volvió a clavar los ojos sobre aquella imagen del hombre sacando la lengua.    

— ¡Por supuesto! — gritó eufórico, y en un ataque de frenesí, besó al vejete del poster en la frente — ¡Gracias, Albert!

¡Lo había entendido!, ¡la respuesta eran los agujeros de gusanos!, por estos, supuestamente, se podría viajar en la cuarta dimensión, por el tiempo, en toda su extensión y dimensión. ¿Y si fuera capaz de abrir agujeros de gusanos a la quinta, sexta y séptima dimensión?

Sin perder más tiempo se puso manos a la obra. Volcó todo su cerebro y conocimientos de años en un sólo artefacto. Fue una trabajosa labor que le llevó décadas de culminar, pero al final, lo logró.  

Frente a él se hallaba el portal. Era como una puerta circular. Sólo necesitó activar el interruptor y del centro del marco, centelló una cortina que comenzó a girar sobre sí misma.

¡Lo había logrado!

Se adentró a dicho portal. Él sería el inventor y el conejillo de indias al mismo tiempo. La sensación, que su cuerpo experimentó al traspasar dicho umbral, fue inefable para la mente humana. Podía sentir cada partícula de su cuerpo descomponerse y componerse, sentir el tiempo en él y a su alrededor, ver el espacio de manera completa. Lo que tenía delante, detrás, arriba y debajo al mismo tiempo. Veía el principio y el fin de cada ser y objeto a su alrededor.    

Los ojos de su alma captaron el mundo entero, y allí vio seres que creyó parte de mitología, de ciencia ficción y de cuentos de hadas, pero eran reales, existían en esa dimensionalidad. Dragones, hadas, pequeños seres grises con cabezas grandes y ojos almendrados, ángeles, demonios, las almas de los muertos.

Pero hubo en toda esa dimensionalidad, algo que no pudo ver. Algo que ya no existía. El agujero de gusano se había cerrado. Sólo era un viaje de ida. El camino a la trascendencia no admite retrocesos. 

Había trascendido la tercera dimensión. Su cuerpo material se había perdido en el agujero de gusano y ahora quedaba sólo su espíritu multidimensional. Pero los seres dimensionales más pequeños, como su esposa, no podían verlo, no podían percibirlo ya.   

Su mujer lo buscó por días. Lloró, denunció su desaparición a la policía, incluso oró y ayunó, pero nunca fue capaz de encontrarlo. A veces creía percibir el fantasma de su esposo, asechándola, como si le gritara algo, algo que nunca podía comunicar. Eso la asustaba a horrores, ya que sólo podía pensar que él había muerto y su cuerpo desaparecido misteriosamente.


                                                   ... 


Esta es la versión recortada (897 palabras) que aplica para el CONCURSO DE RELATOS, XXVIII Edición: LA GUERRA DE LOS MUNDOS de H.G. WELLS.

La consigna consistía en incorporar al relato un ser extraterrestre. Y la pregunta que ha guiado el desarrollo de la trama se basó en: ¿de dónde provienen los extraterrestres?

Esa pregunta me llevó a pensar en todas aquellas criaturas y seres de los que algunas ves creímos ver. Talvez las hadas existen, sólo que se encuentran en otra dimensión, al igual que los ángeles, los extraterrestres y el mismo Dios. Tal vez no somos capaces de entenderlo aún porque nuestros cuerpos tridimensionales no poseen la capacidad de percibir las otras dimensiones. ¿Y si los mitos, leyendas y religiones son testimonios de aquellas sombras, que se dejan entrever en nuestra pobre tridimensionalidad?, nunca tendré una respuesta.

Pero de algo estoy segura, y eso lo teorizo al final del relato: de la muerte no hay retorno. Una vez que dejemos nuestro cuerpo tridimensional atrás, será tomar un camino de un solo sentido.

Pueden leer el relato completo en la siguiente entrada:

https://librospuenteaotrosmundos.blogspot.com/2021/10/multidimensional.html?showComment=1633473724165#c285138082297526536 



Multidimensional

La obsesión de Murphy había surgido una fría noche de octubre. Como acostumbraba, salía al pórtico de su casa de campo a fumar su pipa, mirando a las perennes y misteriosas estrellas. Había tomado dicha costumbre después de que su esposa asmática lo regañara un centenar de veces, por darse a su vicio dentro de la casa.

Sus ojos estaban tan acostumbrados a ver a aquella bóveda negra de puntos brillantes, que, si se propusiera, podría pintar aquella imagen nocturna de memoria sobre un lienzo limpio.

Su soliloquio fue interrumpido, cuando una estrella en particular llamó su atención. No, esta no era una estrella común, no, incluso dudaba siquiera que se tratara de una estrella en primer lugar. Tenía movimiento y su trayectoria era completamente antinatural y salida de cualquier lógica. 

— Sólo algo inteligente podría moverse de aquella manera — masculló aún sosteniendo la pipa con los labios.

La luz bailarina dio una última voltereta para desaparecer por completo. Murphy se mantuvo expectante, esperando por su segundo acto astral, pero la estrella nunca volvió a hacer acto de presencia.

Esa noche Murphy no pudo conciliar el sueño. La imagen de esa estrella y su extraño baile se repetía en su mente, una y otra vez.

Murphy, el profesor Murphy, mejor dicho, era un hombre de ciencias. Había tenido una larga trayectoria estudiando las ciencias exactas y otra más dando clases a alumnos de elevados intelectos. Y como buen hombre de intelecto, no podía dejar pasar un fenómeno semejante como si no tuviera ninguna importancia.

Murphy, era profesor de física y tenía una gran afección por los estudios científicos y las invenciones tecnológicas. Y, como nunca en su vida, sintió que por fin había encontrado el verdadero sentido a sus conocimientos y habilidades, no podía gastarlas sólo enseñándole a adolescentes, no, él estaba destinado a ser mucho más.

Esa misma madrugada, antes de que cantara el gallo en su gallinero, el profesor Murphy se levantó de su lecho como un poseso, asustando a su adormilada esposa en el proceso. Ignoró el regaño que vino de su cónyuge, y sin perder más tiempo, se internó en su laboratorio, del cual estaba seguro que no saldría hasta obtener una respuesta, que por lo menos, lo dejara satisfecho.

Sus estudios comenzaron por la astronomía. Revisó centenares de manuales y enciclopedias que desarrollaban estudios sistemáticos y profundo sobre el éter y todo cuerpo sideral que lo compone. Pero cuántas estrellas, planetas, materia oscura estudiaba más se convencía de estar errando en la materia. Murphy sentía que nada de eso lo convencía. Un planeta, un asteroide e incluso una estrella, nunca tendría un comportamiento tan errático e improbable.

Siguió con las matemáticas, era imposible hallarle una fórmula, una operación que diera una respuesta a dicha trayectoria. ¿Acaso dicho objeto era capaz de burlar a la gravedad?

Al final, y con menos interés, pues, nunca creyó que su respuesta podría hallarse en tales ramas científicas, le dio una oportunidad a la física.

Pasaban las horas, y sus labios se encogían con frustración, al borde de la locura, a un paso de resignarse y dejar aquella ambición de lado, pero algo en él despertó aquello que necesitaba para saber cómo estudiar a aquella estrella loca.  

— En una hora estará lista la comida. Sino sales de esa pocilga, te sacaré yo a la fuerza y te llevaré a la mesa a rastras — Murphy frunció el ceño al verse interrumpido por su mujer. Entendía su enojo, cuando él se encerraba en su laboratorio era como si el tiempo se detuviera.

— ¿Tiempo? — se dijo a sí mismo.

— ¿Qué? ¿Qué diablos dices, Horacio?

— ¡Ahora no, mujer! ¡He encontrado la solución!

Su esposa rezongó unos minutos, pero no tardó en darse por vencida, sabía que cuando su esposo entraba en su papel de loco científico era imposible devolverlo a la vida real hasta que este obtuviera su cometido.  

Tiempo, ¿qué es una hora?, se preguntó. El presente no es más que una sombra del tiempo.

Volvió a las bases dimensionales de la física. Un ser tridimensional es capaz de percibir la dimensionalidad a la que pertenece y a las menores a estas adyacentes. Pero, ¿qué sucede con la cuarta y la quinta dimensión?

Horacio Murphy giró su cabeza y clavó los ojos en aquel cuadro que colgaba en la pared. Un hombre canoso, despeinado, lo miraba divertido y le sacaba la lengua.   

Las ideas vinieron a su cabeza como un rayo.

— ¡Por supuesto! — se dijo — ¡La teoría de la relatividad plantea al tiempo como la cuarta dimensión!, pero si nosotros somos tridimensionales, ¿cómo somos capaces de percibir la cuarta dimensión? — Murphy abrió los ojos comprendiendo todo — ¡Percibimos su sombra! ¡Eso es! Los días, el pasado, el envejecimiento, son la sombra de la cuarta dimensión — el profesor se llevó los dedos al mentón, mientras terminaba de acabar la idea en su cabeza — Un ser cuatridimensional sería capaz de ver el tiempo por completo, no sólo su sombra. Vería el pasado, presente y futuro al mismo tiempo. Sería Dios — abrió los ojos y recitó de memoria — “Y en Tu libro se escribieron todos Los días que me fueron dados, Cuando no existía ni uno solo de ellos”.  

Murphy se removió nerviosamente. Sentía que había hecho un descubrimiento que le estremecía las entrañas. ¿Acaso esa podría ser la explicación de un ser omnisciente? ¿Y qué fue esa luz, entonces?, ¿una sombra de un ser multidimensional?, ¿cuántas dimensiones más existían?, ¿los fantasmas podrían entonces ser sombras de seres que han trascendido la tridimensionalidad…?, Y lo más importante: ¿habría manera de poder percibir aquellos seres en su totalidad y no sólo sus meras sombras que son dejadas por accidente en nuestra tercera dimensión?    

Horacio volvió a clavar los ojos sobre aquella imagen del hombre sacando la lengua.    

— ¡Por supuesto! — gritó eufórico, y en un ataque de frenesí, besó al vejete del poster en la frente — ¡Gracias, Albert!

¡Lo había entendido!, ¡la respuesta eran los agujeros de gusanos!, por estos, supuestamente, se podría viajar en la cuarta dimensión, por el tiempo, en toda su extensión y dimensión. ¿Y si fuera capaz de abrir agujeros de gusanos a la quinta, sexta y séptima dimensión?

Sin perder más tiempo se puso manos a la obra. Volcó todo su cerebro y conocimientos de años en un sólo artefacto. Fue una trabajosa labor que le llevó décadas de culminar, pero al final, lo logró.  

Frente a él se hallaba el portal. Era como una puerta circular. Sólo necesitó activar el interruptor y del centro del marco, centelló una cortina que comenzó a girar sobre sí misma.

¡Lo había logrado!, ¡tenía un pequeño y personal agujero de gusano en su laboratorio!

No tardó más en adentrarse a dicho portal. Él sería el inventor y el conejillo de indias al mismo tiempo. La sensación, que su cuerpo experimentó al traspasar dicho umbral, fue inefable para la mente humana. Podía sentir cada partícula de su cuerpo descomponerse y componerse, sentir el tiempo en él y a su alrededor, ver el espacio de manera completa. Lo que tenía delante, detrás, arriba y debajo al mismo tiempo. Veía el principio y el fin de cada ser y objeto a su alrededor.    

Los ojos de su alma captaron el mundo entero, y allí vio seres que creyó parte de mitología, de ciencia ficción y de cuentos de hadas, pero eran reales, existían en esa dimensionalidad. Dragones, hadas, pequeños seres grises con cabezas grandes y ojos almendrados, ángeles, demonios, las almas de los muertos. Se encontró con su madre y padre muertos y pudo verlos y hablar con ellos.

Pero hubo en toda esa dimensionalidad, algo que no pudo ver. Algo que ya no existía. El agujero de gusano se había cerrado. Sólo era un viaje de ida. El camino a la trascendencia no admite retrocesos. 

Había trascendido la tercera dimensión. Su cuerpo material se había perdido en el agujero de gusano junto con este y ahora quedaba sólo su espíritu multidimensional, capaz de ver y pertenecer a cada dimensión. Pero los seres dimensionales más pequeños, como su esposa, no podían verlo, no podían percibirlo ya.  

Su mujer lo buscó por días. Lloró, denunció su desaparición a la policía, incluso oró y ayunó, pero nunca fue capaz de encontrarlo. Sólo, de vez en cuando, creía percibir fugazmente el fantasma de su esposo, asechándola, como si le gritara algo, algo que nunca podía comunicar. Eso la asustaba a horrores, ya que sólo podía pensar que él había muerto y su cuerpo desaparecido misteriosamente.     

 


He escrito este cuento para el CONCURSO DE RELATOS, XXVIII Edición: LA GUERRA DE LOS MUNDOS de H.G. WELLS.

La consigna consistía en incorporar al relato un ser extraterrestre. Y la pregunta que ha guiado el desarrollo de la trama se basó en: ¿de dónde provienen los extraterrestres?

Esa pregunta me llevó a pensar en todas aquellas criaturas y seres de los que algunas ves creímos ver. Talvez las hadas existen, sólo que se encuentran en otra dimensión, al igual que los ángeles, los extraterrestres y el mismo Dios. Tal vez no somos capaces de entenderlo aún porque nuestros cuerpos tridimensionales no poseen la capacidad de percibir las otras dimensiones. ¿Y si los mitos, leyendas y religiones son testimonios de aquellas sombras, que se dejan entrever en nuestra pobre tridimensionalidad?, nunca tendré una respuesta.

Pero de algo estoy segura, y eso lo teorizo al final del relato: de la muerte no hay retorno. Una vez que dejemos nuestro cuerpo tridimensional atrás, será tomar un camino de un solo sentido.

Link del concurso: 

https://concursoeltinterodeoro.blogspot.com/2021/10/laguerradelosmundosconcursoderelatos.html