martes, 4 de octubre de 2016

Black Ronin


                Jun se encontraba camino a la prisión, según le habían reportado, debía encontrarse allí de inmediato.
                — ¿Qué es lo que ha pasado? — murmuraba para sí mismo mientras apresuraba el paso.
                Sus ojos se ensancharon una vez que se encontró con la prisión, había sangre recorriendo el piso de las celdas y manchando las paredes, ya no había prisioneros, solo estaban sus cuerpos sin vida, con heridas que abrían su pecho o cuello.
                — Una katana — susurró al ver la superficie fina de las heridas, cortadas limpiamente, seguramente con una hoja metálica fina y afilada. Podía recrear la escena en su mente, los ataques, la espada penetrando la piel, abriendo una hendidura mortal en su víctima.
                Jun camino por el pasillo, encontrándose con la misma escena una y otra vez, todos los prisioneros, sin excepción, estaban muertos.
                — ¿Qué sucedió aquí? — le preguntó a un soldado que había llegado antes que él. Este al ver a su superior primero lo saludo, y luego se dedicó a contarle lo que sabía.  
                — Cuando llegamos ya todos estaban muertos.
                — ¿Y los custodios de la prisión? — dijo mirando detrás del soldado, donde se hallaban dos hombres sentados sobre la pared, se los veía algo perdidos y adoloridos.
— Los encontramos inconscientes. No recuerdan nada, recibieron un fuerte golpe en la cabeza — respondió el soldado.   
Unos gemidos de dolor interrumpió la conversación de los militares, los jadeos provenían de una de las celdas. Jun corrió junto al soldado, hacía donde provenían aquellos lamentos. En la celda se encontraba un extranjero, agonizando, mientras intentaba decir cosas ininteligibles.
Jun se agachó junto al moribundo y exigió una respuesta.
— ¿Quién fue?
— Black ronin… black…black ronin…— el prisionero no dejaba de repetir aquellas palabras, mientras la luz de la vida que albergaba sus ojos, se iba renando lentamente con cada nueva respiración dada, hasta que finalmente murió, todavía con las palabras en la boca.    
— ¿Qué es un black? — preguntó el soldado, quien no conocía la lengua del extranjero.
— No lo sé — confesó Jun despreocupado — Pero por lo menos ahora sabemos que se trata de un ronin.
— Tukusama-sama, ¿Cree que el asesino sea un villano o un héroe?
— ¿Héroe? — preguntó Jun sorprendido.   
— Todos los presos eran enemigos del emperador. Tal vez esa sea su forma de llamar la atención del emperador. Actuando como un  justiciero.  
Jun se quedó en silencio un segundo, pensando en lo que acababa de escuchar.
Ahora mismo el reino estaba en paz, las guerras habían terminado, el emperador había ganado la guerra pero había perdido a su hijo en la batalla, y con él perdió a su heredero, ya no había nadie que pudiera heredar su trono. Entonces, luego de llorar semanas en el funeral de su primogénito, anunció a todos los reinos que conformaban su imperio que había llegado a una decisión, aquel que se casara con su hija, se convertiría en el siguiente emperador, pero él, el mismísimo emperador, sería quien eligiera al esposo de su hija, por eso mismo todos los jóvenes ricos querían resaltar de una u otra manera, para que el Rey los eligiera a ellos. Y seguramente este incidente de la prisión llegaría los oídos del Rey. Y así fue como sucedió, pero no solamente el emperador se enteró del misterioso ronin que había matado a todos los presos políticos, sino que también su fama se desparramó por los reinos, extendiéndose como una enfermedad mortal en un cuerpo, su hazaña estaba en boca de todos, todos los habitantes se preguntaban: ¿Quién era aquel famoso Black Ronin?    
Tukusama Jun, uno de los  samurái de elite más reconocido y uno de los hombres más allegados al emperador, luego de que toda esa fiebre con respecto al Black Ronin estallara, había sido recomendado por el mismo emperador para llevar a cabo una investigación sobre quien podría llegar a ser aquel fugitivo. Solo tenía como pruebas la escena sangrienta que dejó, y el testimonio de los custodios, que por cierto no era gran cosa, solo recordaban haber sido golpeados por un samurái vestido de negro.   Con esa idea en mente se dirigió al templo de samurái donde se encontraban los jóvenes más prometedores del imperio, tal vez uno de ellos quería llamar la atención del Rey de aquella manera.
— Tukusama-sama, ¡Bienvenido! — Lo saludaron con una reverencia los jóvenes al verlo entrar.  
— Continúen con su entrenamiento.
Los chicos obedecieron y volvieron a sus anteriores tareas. Un veterano del clan se acercó a Jun.
— Jun-sama, tanto tiempo — Lo recibió con una sonrisa, ambos habían sido compañero de batalla— ¿Qué te trae a mi clan?
Jun observó a los jóvenes, eran tres, cada uno singular a su manera.
— Cuéntame de los pretendientes.   
El primero era un chico delgado, se lo veía débil, pero veloz al mismo tiempo. Estaba practicando su puntería en un blanco circular, y todas las flechas caían dentro del primer círculo.  
— Él es Shimizu Masaru, su técnica con la espada es muy mala, pero realmente destaca con el arco y flecha, además tiene una inteligencia sobre el promedio. 
El segundo aprendiz, era parecido al anterior, solo que algo más alto y corpulento, estaba sentado en una mesa leyendo unos pergaminos con mucha atención, mientras tomaba apuntes en otra hoja.
— Él es el hermano de Masaru, Shimizu Hideo, a pesar de que es bueno luchando, su fuerte es la medicina, sabe vendar heridas y curar enfermedades.
— Eso es asombro siendo tan joven — agregó Jun, contemplando al joven hundido en su estudio.
Y el tercer joven era distinto a los anteriores, le rodeaba un aura algo oscura, y su manejo del arma y las artes marciales era sorprendente.
                    — Ishinomori Isamu, es el hijo del Samurái Legendario, que luego de terminar muerto en combate su hijo se convirtió en el pretendiente favorito del reino, y la mayoría cree que él heredara el trono.  
— ¿Es decir que su fama se debe  a su padre?
— En parte sí, pero no se puede negar que es un luchador talentoso.    
La conversación entre los dos samuráis fue interrumpida por un joven, que luego de dar una reverencia, habló para llamar la atención del anciano.
— He terminado de limpiar el jardín.
— Muy bien. Ahora encárgate de pulir las espadas de la armería. Que queden brillantes y relucientes, tanto que pueda ver mi rostro reflejado en su metal.
En el rostro del joven se plasmó una expresión difícil de interpretar y luego de hacer una reverencia caminó hasta la armería más cercana, tomó una naginata y procedió a limpiarla con un trapo, frotaba el metal de la hoja, como si su vida dependiera de ello. 
— ¿Y ese chico?, ¿También es tu aprendiz? 
— ¿Quién?, ¿Eiji-kun?, por supuesto que no — se mofó el viejo samurái conteniendo una carcajada.  
Jun le envió una mirada analizadora al joven, era delgado, pero se veía que era fuerte, y su mirada irradiaba fuego, como si en su interior se estuviera quemando un sentimiento de hambre de lucha.  
— Es el hijo de Niimura-sama.
— ¿El traidor?
— Sí, luego del ritual seppuku de su padre, Eiji-kun ha insistido en unirse al clan, pero no es más que un chiquillo pretensioso, la traición se reciente en su sangre, no es alguien que inspiré confianza.
— En otras palabras no es más que un vagabundo. Un ronin.
— Trabaja duro, eso no lo voy a negar, pero no creo que este a la altura. Una persona como él no haría más que traer deshonra a nuestro clan.
Jun miró al chico, su misión era encontrar a Black Ronin, y todos eran sospechosos, ¿Acaso este chico podría llegar a ser quien buscaba?, pero él no era el único, miró al prodigio del clan, Isamu-kun, provenía de una familia de largo linaje de los más grandes samurái de la historia. Pero con mirar no podía hacer más que conjeturas que no llevaban a ningún lado, necesitaba conocer a los jóvenes más de cerca, y su instinto le decía que entre ellos se encontraba el samurái negro que estaba buscando. 
— Furukawa-sama, ¿Podría quedarme unos días?      
— Por supuesto — le respondió el anciano con una sonrisa sincera — ¡Eiji-kun! — llamó de repente, al chico vagabundo — Prepárale una habitación a Jun-sama, se quedara con nosotros unos días.  
— Por supuesto — el joven giró encarando al samurái — por favor venga conmigo —le pidió con una reverencia.  
Jun siguió a Eiji-kun por el templo, hasta una habitación deshabitada. Estaba vacía a excepción de un futón y unos viejos arreglos florales.        
— Cualquier cosa que necesite, no dude en llamarme.
Jun ignoró su hospitalidad, no tenía tiempo que perder, quería hablar con él chico, esperaba sacarle algo de información presionándolo un poco con una charla.
— Yo conocí a tu padre, Niimura-sama — Jun pudo ver como la expresión en el rostro del joven había cambiado, estaba teniendo el efecto que él esperaba — Luchamos juntos en las guerras, no puedo decir que éramos amigos, pero me sorprendió mucho lo que sucedió, realmente nadie se lo esperaba.
Jun se quedó en silencio unos momentos, sin despegar los ojos del rostro de Niimura-kun, estudiaba todo de él, cada palabra, cada gesto, cualquier cosa, por pequeña que sea, podía servirle.          
Eiji se quedó unos momentos en silencio, no parecía estar pensando, sino soportando algo, como un sentimiento profundo.
— No puedo defender a mi padre por lo que ha hecho, traicionar al emperador. Es imperdonable. Pero a pesar de haberse redimido y muerto con honor, las personas no olvidan que era un traidor que vendió información al ejército enemigo — las palabras en la boca del joven sonaron sin expresión o emoción alguna, como si estuviera hablando de un tema irrelevante. Esto le llamó la atención a Jun, no podía decir si el chico estaba fingiendo indiferencia o no. Era un joven misterioso.
— Su traición todavía te persigue a ti, fuiste rechazado de todos los clanes, obligado a vagar sin un maestro, a ser tratado como la escoria de un samurái con la esperanza vana que en un futuro te acepten — Jun intentó provocar al joven. La respuesta que diera ahora podría ser indispensable, podía delatarse a sí mismo, así que se abstuvo siquiera de parpadear, clavó los ojos sobre el joven, esperando a su reacción.       
Eiji contestó de inmediato, siquiera se detuvo a pensar una respuesta. Habló sin apartar la mirada del samurái veterano, a pesar de que se dejaba basurear por todos, continuaba manteniendo un aire de fortaleza que parecía ser inamovible de su persona.    
— Es algo que no se puede evitar, ¿Cierto?
Jun se quedó atónito ante su respuesta, esperaba que su respuesta fuera algo más violenta, pero fue todo lo contrario, incluso sonó resignada. Así que se arriesgó con una última pregunta.  
— ¿Has escuchado del incidente en la prisión?
— Por supuesto, ¿Quién no ha escuchado sobre el misterioso Black Ronin?  
Después de eso Eiji-kun se despidió de Jun con una reverencia y desapareció en la noche.
La conversación que habían mantenido había dejado a Tukusama pensando, apenas podía dormir, su mente se llenaba de ideas y conjeturas, pero no podía quedarse con eso solo, todavía debía investigar a los pretendiente, los tres jóvenes samuráis más prometedores del reino, incluso del imperio.
A la mañana siguiente, Jun caminó por el jardín, donde encontró a los hermanos Shimizu sentados debajo de un cerezo. Jun se acercó hasta ellos y se sentó acompañándolos en lo que parecía ser su desayuno. Era una buena oportunidad para rescatar información de los jóvenes.
El hermano más joven le sirvió té, mientras se aventuraba a comenzar una conversación.   
— ¿Por cuánto tiempo se quedara Tukusama-sama en nuestro templo?  
— El tiempo que sea necesario — respondió Jun — Hay algo que debo resolver primero.
— Mmm — el joven lo miró fijamente, con la curiosidad brillando en sus pupilas. A simple vista se podía notar que el hermano menor era mucho más sociable que su hermano mayor, quien hasta ahora no había proferido ninguna sola palabra, se encontraba ensimismado sobre el té que sostenía entre sus manos — Entonces es cierto que estas aquí para investigar a los pretendientes — más que como una pregunta fue una afirmación, como si el chico no necesitara escuchar la respuesta de Jun, porque él solo ya lo había descifrado — Crees que uno de nosotros es el samurái negro.   
Jun se sorprendió un momento por la perspicacia del aprendiz, se lo veía tan joven, pero sus ojos brillaban con una extraña inteligencia que nunca antes había visto. El chico parecía saber más de lo que debía, o simplemente era bueno leyendo el ambiente e intuyendo las situaciones.     
— Eso trato de averiguar — respondió Jun sin obviar sus intenciones, no tenía sentido mentir o esconder la verdad, cuando Masaru-kun sabía muy bien que hacía él allí.   
— Suerte entonces, no me gustaría que un encapuchado se llevé el trono, cuando nosotros hemos trabajado tan duro para ganarnos el favor del emperador — a pesar de que sus palabras sonaban sinceras, Jun no pudo sacarse esa sensación de desconfianza que irradiaba el aura del chico.       
— Y ¿Tú? — dijo esta vez dirigiéndose al hermano mayor — ¿Qué piensas de Black Ronin?
El hermano callado se vio sorprendido e incluso confundido, como si acabara de llegar de un largo viaje, miró a Jun con ojos enredados.
— ¿Quién es ese? — preguntó, su voz era algo ronca y pausada, como si estuviera haciendo un gran esfuerzo por proferir palabras.  
— ¿Black Ronin?, ¿No has escuchado de él? — se sorprendió Jun, aun que le constaba creerse la desinformación del primogénito Shimizu, tal vez era su estrategia, fingir desconocimiento para que no desconfiaran de él, ¿Cómo alguien que apenas sacaba la vista de los libros era capaz de ser un luchador fugitivo?, ¿Pero si todo era parte de su actuación?, ambos hermanos eran sospechosos a su manera. 
— No, no lo he hecho — le respondió, sin preocupación alguna por su falta de información sobre el tema. Al parecer ni siquiera los rumores habían llegado hasta él.      
Jun creyendo que no podría sacarles más información, se levantó de la tierra y fue en búsqueda del pretendiente que le faltaba interrogar, el favorito, que para él resultaba ser el más sospechoso.   
Lo encontró entrenando juntó a la armería, golpeando un muñeco de madera con una tachi. Sus movimientos estaban cargados de una fortaleza y brutalidad poco antes vista, cargando en cada golpe una fuerza que lograba dañar el muñeco cada vez un poco más, que seguramente si estuviera vivo, cada golpe podría ser mortal. Era realmente asombroso, podía verse como la sangre había dejado en el aprendiz nada más y menos que la fuerza de generaciones y generaciones de cientos de los mejores samuráis, formando lo que era en ese momento, un niño prodigio, ahora un joven adulto realmente temible. Pero había algo que en su entrenamiento fallaba, los ojos veteranos de Jun lo percibieron al instante.      
Isamu detuvo sus ataques cuando se percató que Jun lo estaba observado.
— Realmente eres bueno — lo elogió esperando a su reacción, no olvidaba para que había ido al templo.
El joven sonrió con fanfarronería. No era más que un muchacho engreído, podía saberlo de solo verlo sonreír de aquella manera.  
— Mi maestro dice que me convertiré en el mejor samurái de la historia — dijo sin una pizca de humildad. Este chico comenzaba a irritarle.  
— Tu maestro sí que te tiene en estima.
— Por supuesto, de alguien como yo, es lo menos que se podría esperar. 
Jun no pudo detener una carcajada. Es cierto que el chico tenía talento natural, pero le faltaba mucho por aprender, eso lo sabía solamente de haberlo visto hacía un segundo al entrenar.   
— Tus golpes son demasiados brutos — afirmó Jun al mirar las heridas en la madera del maniquí — Te falta precisión, eres fuerte de naturaleza, pero la agilidad no es tu fuerte.
El rostro de Isamu-kun se transformó, seguramente no estaba acostumbrado a recibir críticas semejantes. Frunció el entrecejo, obviamente más que ofendido. Sentía que su orgullo corría peligro.  
— La fuerza lo es todo. Al final siempre gana el más fuerte.
— ¿Estás seguro? — el joven no cambio de parecer —Bueno en ese caso, no tendrías miedo de practicar contra mí, ¿Qué puede hacer un anciano contra un joven de fuerza semejante?
Jun tomó un tachi de la armería. Y de un momento al otro chocaron metales. Jun podía sentir la fuerza de su oponente en cada golpe a su espada, en como vibraba la hoja al bloquear cada ataque. Realmente era fuerte, demasiado, pero sus ojos llenos de experiencia le decían mucho de su oponente, veía cada espacio, cada movimiento brusco y poco grácil, no necesitó más que un movimiento de espada para mandar a volar el arma de su contrincante.
El metal del filo acarició el cuello de Isamu, quien se estremeció al sentir el frio del metal. Había perdido a los pocos segundos de encontrar sus espadas.
— Eres fuerte, sí, pero todavía te queda mucho por aprender.  
El joven hizo una reverencia a modo de disculpa, se sentía avergonzado por sus palabras anteriores, nunca había estado en una batalla de verdad, y sin embargo había creído que era invencible. ¡Qué lejos estaba de la verdad!  
— Levanta la cabeza — le ordenó amablemente — No tienes que avergonzarte. De las derrotas te volverás mejor.
El aprendiz levantó el rostro, mirándolo seriamente.
Ahora que Jun había puesto al muchacho engreído en su lugar, tenía el camino libre para interrogarlo a su antojo.   
— ¿Qué opinas de Black Ronin?
— Qué no es más que un perdedor cobarde, si quiere ganar el favor del emperador que no se disfrace y salga a matar como un loco sin sentido. Que demuestre su fuerza y habilidades con la cara destapada.
Esas palabras le habían dado una idea a Jun, tal vez quien se escondía detrás de Black Ronin era nada más y menos que alguien que no podía ganar siendo quien era. Pero ¿Quién era esa persona?, ¿Quién era despreciado de esa manera para no ser tomado en cuenta? 
A la mañana siguiente Jun fue despertado por los murmullos que corrían por el templo, un rumor nuevo había aquejado a la ciudad y se había desparramado por el resto del imperio. Black Ronin había vuelto a atacar, pero esta vez en un camino que era propiedad del emperador. Había cortado la garganta a seis ladrones, que habían atacado al recaudador, para robarle los tributos recogidos de los países sometidos después de las guerras. Tributos que le pertenecían al Emperador.    
Jun observó la escena en el camino, el carruaje del cobrador había sido atacado. El recaudador y sus guardias estaban muertos. Los ladrones fueron encontrados muertos tres quilómetros más adelante. Según el relato de una campesina del lugar Black Ronin los había interceptado y matado a todos en pocos movimientos. La anciana no pudo verle el rostro por que llevaba un hoate, una máscara de metal que le cubría el rostro, además tenía un jingasa que le apartaba el semblante entre oscuras sombras. 
Jun procesó toda la información rescata, que por cierto no era de gran ayuda, no le decía nada nuevo del samurái negro que ya no supiera. Se sentía abrumado y desesperado, parecía que nunca podría llegar al final de esto. Y conocer a los pretendientes no le había hecho más que llenarlo de dudas. Todos eran sospechosos. Y si Black Ronin se encontraba fuera del templo, ¿Si estaba buscando en el lugar equivocado? Todas estas dudas lo enojaban.    
Acudió al palacio luego del llamado del Emperador. El Emperador estaba furioso, no veía al samurái negro más que como una amenaza, se negaba a seguir con este estúpido juego de acertijos y fugitivos, quería ponerle fin a todo esto cuanto antes. Así que el Emperador autorizó un duelo que se llevaría a cabo en el mismo palacio. Tenían tres días, los pretendientes se enfrentarían contra Black Ronin en el patio del palacio, y el ganador de ellos se convertiría en el esposo de su hija, por consiguiente, como había prometido, heredaría el trono también. 
La madrugada del tercer día llegó, y toda la ciudad se había reunido en el patio del palacio, nadie se perdería el duelo, solo esperaban que el samurái negro se presentara a tiempo.
Con la aparición de los tres pretendientes la muchedumbre se encendió en vítores, cada uno alentando a su favorito.     
Los aprendices se posicionaron en medio del palacio, con el sol despertando detrás de ellos, anunciando la madrugada, arrastrando consigo la mañana. Todos estaban expectantes, todo el reino, el Emperador, incluso Jun había asistido, esperaba ver a Black Ronin con sus propios ojos. 
El sol nació dorado en el cielo, la madrugada culminó con el comienzo de un nuevo día, y los corazones excitados se unían en una orquesta de palpitares sincronizados. Pasaron los minutos y el samurái fugitivo tardaba en aparecer. Algunos murmullos comenzaron a brotar en la muchedumbre, mientras la decepción florecía en Jun, ya que había albergado la esperanza de que Black Ronin hiciera su aparición.
— ¡Como lo suponía! — irrumpió el joven engreído en medio del murmullo — El fugitivo no era más que un cobarde. ¡No es dignó de enfrentarse conmigo!, ¡Ni siquiera se atrevió a presentarse al duelo!       
— No te adelantes, Ishinomori Isamu-kun — Irrumpió una voz, era Black Ronin, quien miraba a los pretendientes desde lo alto de la muralla del patio — No faltaría a mi propio duelo — Sonrió por debajo del jingasa, todavía ocultando la mayor parte de su rostro.   
— Al fin te dignas en aparecer ante mí — habló el emperador parándose de su asiento desde donde era espectador. Black Ronin con un ágil movimiento bajó de la muralla parándose en medio del patio, donde todos los ojos podían verlo— No sé cuál es tu intención al vestirte de esta forma, e ir impartiendo muerte donde nadie te ha llamado.  
— ¿No es obvio? — preguntó Black Ronin de manera irónica. Mientras llevaba su mano hasta su rostro. La máscara que le cubría la mirada se desprendió y cayó al suelo, y luego procedió a quitarse el sombrero en forma de cono, revelando por fin su identidad.   
— Eiji-kun — susurró Jun para sí mismo al ver el rostro de Black Ronin por primera vez, a pesar que siempre había sospechado de él, sin embargo de igual manera se sorprendió al verlo, envuelto en su armadura, con los ojos llameantes, nunca había visto a nadie con una presencia igual.  
—Niimura Eiji — lo reconoció de inmediato el Emperador — Tu padre era un hombre con uno de los cargos más altos en la milicia, sin embargo eso no le bastó. ¡Era un traidor!, y al parecer puedo ver que su sangre pesa mucho en ti, saliendo a impartir muerte por tu cuenta, sin mostrar la cara, no es una acción muy honrosa.
Eiji-kun frunció la mandíbula, aguantando una parda de insultos que tenía para decir.  
— He cubierto mi rostro para demostrar que la sangre de mi padre no carga en mí, matar a los enemigos del imperio es todo lo contrario a un traidor. No hago más que demostrar mi sincera lealtad a su majestad. Si lo hubiera hecho con el rostro destapado seguramente mis acciones hubieran tenido otra repercusión. Siquiera era tomado en cuenta antes de convertirme en Black Ronin, yo solo hago esto para recuperar la honra que se me fue quitada solo por ser hijo de mi padre, aun que él murió de forma digna, sus acciones no han sido olvidadas, y pretendo, después de hoy, que lo que ha hecho sea olvidado y ganar el orgullo que siempre merecí.   
El Emperador se quedó en silencio unos segundos, su mirada dibujaba una sensación excitada. Verdaderamente este chico le había llamado la atención, tal vez era el heredero que estaba esperando.     
— Si querías recuperar tu honor debiste haber muerto con tu padre — El joven engreído irrumpió en la conversación, se lo veía furioso, se negaba a perder contra un ronin. Desfundó su katana y con ella pretendió atacar a Eiji, pero el chico fue más rápido y bloqueó su ataque con ambas katanas que portaba.
Isamu atacaba a Eiji como una bestia rabiosa, impartía un golpe detrás del otro, sin medir sus acciones, solo pensaba en cortar y matar. En cambio Eiji mantuvo la cordura, bloqueó cada ataque satisfactoriamente, podía sentir como sus muñecas ardían a causa de la fuerza de su oponente al chocar contra sus katanas. Su contrincante era más fuerte, pero no le temía ni un poco, su padre lo había entrenado hasta el día de su muerte, e incluso después de ese día nunca dejó de adiestrarse, se había convertido en la basura del clan, no con la intensión de ser aceptado un día, porque sabía que nunca lo admitirían, sino porque tenía un lugar donde entrenar, cuando todos dormían, pasaba desvelado practicando sus movimientos, sus ataques y mejorando su defensa, esperando a que este día llegara.   
Esperó el momento justo, y cuando vio en Isamu un espacio, contraatacó, rasgó la carne de la cintura de su oponente, abriendo una franja roja que liberó un río carmesí. Pero el fanfarrón no se rindió, volvió a atacar, pero su golpe poco certero lo puso en desventaja, Eiji volvió a contraatacar de manera efectiva, abriendo una herida en su hombro. Black Ronin parecía intocable, se movía con sutileza y agilidad, ningún golpe parecía efectivo contra él. Al final la batalla terminó cuando la katana de Eiji atravesó la clavícula del muchacho, no fue una herida mortal, pero lo dejó fuera de combate.       
Eiji-kun giró sobre su eje y apuntó a los hermanos Shimizu con una de sus katanas, esperando a que le atacaran, porque el duelo todavía continuaba, pero ninguno de los dos se movió, estaban bastante aterrorizados como para hacer cualquier movimiento, la fuerza y agilidad de Black Ronin los había sorprendido, y sabían que los superaba por mucho, y que les sería imposible ganarle.  
— Veo que tenemos un ganador— irrumpió el Emperador. 
Eiji-kun se arrodilló frente al Emperador, quien lo miraba con las pupilas encendidas. Incluso Jun lo miraba de igual manera, ahora lo veía bien, entendía que el chico siempre había poseído esa aura, esa presencia que obligaba a los otros a respetarlo y admirarlo, sin importar cual sea su pasado, su espíritu lo superaba en gran medida.  
— Prometo cuidar bien de su hija, y de no decepcionarlo al heredarme su lugar. 
— Lo sé, Eiji-kun — le respondió el emperador, sonriendo sinceramente, mientras un sentimiento de devoción lo embargaba por completo.