Estaba
en un bar hablando con mi mejor amiga:
― Conocí
a un chico― Le dije, ella me miraba con los ojos bien grandes, atenta a todo lo
que le contaba ― Arreglamos en vernos hoy a la tarde en un café para merendar―
Suspire exageradamente ― ¡No te imaginas lo guapo que es!
Ella
rió imaginándose en su mente al joven, según mis indicaciones:
― Tiene
el cabello entre rubio y castaño, es un color extraño, al igual que sus ojos,
no sabes si son verdes o azules― Volví a suspirar, no podía evitarlo ― Hemos
estado chateando durante meses y por fin lo conoceré en persona.
― Pero
¿Cómo sabes si es él en verdad y no un pervertido?, ¡Ten cuidado!― Dijo mi
amiga comenzándose a alarmar.
― Estoy completamente segura que
es él, hemos hablado una millonada de veces por video chat. ¡Es encantador!
Mi amiga dejó escapar la bocanada
de aire que estaba reteniendo, se preocupaba por mí.
La di un breve itinerario de los
últimos seis meses, sobre los chat, las conversaciones, sobre todo. Le mostré
algunas fotos que tenía guardadas en mi celular que copie de su perfil
personal:
― ¡Wau!― Exclamó mi amiga mirando
la pantalla del celular― Sí que es guapo, muy guapo.
De repente vi algo que me causo
mucha risa, no pude detener que la carcajada escapara de mi boca. Un hombre
ciego que caminaba hacia nosotras con su bastón tropezó con las baldosas de la
vereda, cayó al suelo dando algunas ruedas. Mi amiga se levantó veloz de su
asiento y lo ayudó a levantarse de vuelta y luego le recogió el bastón del
suelo entregándoselo entre sus manos. Yo no me moví de mi asiento, estaba muy
ocupada descosquillandome de la risa.
Mi amiga volvió a su asiento muy
enojada y me gritó como nunca antes lo había hecho:
― ¡¿De qué te ríes?! ¡No entiendo
cómo puedes reírte de algo así!― Dijo bufando enfadadamente.
― ¡Tienes que admitir que fue muy
gracioso!― Le dije haciendo un gran esfuerzo por detener la risa, pero no podía
pararla.
― ¡No puedo creer que te sigas
riendo!― Sacudió su cabeza incrédula ― ¡Odio cuando te burlas de los demás!, ¡Y
aún peor de gente con problemas graves e irreversibles!, ¡Eres una mala
persona!― Cuando me dijo eso inmediatamente dejé de reírme. Me sentía ofendida,
y mucho.
― No soy una mala persona, sino
que soy una persona con buen sentido del humor― Le aclaré frunciendo el
entrecejo.
― ¿Estás loca?, solo una persona
malvada puede reírse de algo así― Se levantó de su asiento efusivamente
recogiendo del respaldo de la silla su campera y cartera, y antes de retirarse
del bar me dijo ― La verdad no sé porque no termine con esta amistad hace mucho
tiempo, me he cansado de soportar tu estúpido sentido del humor. Pero no
olvides, la vida cobra venganza. En un futuro el karma caerá sobre ti, no sé
cómo, pero te demostrara lo mala persona que eres y te sentirás miserable y con
una conciencia intranquila. Eso te lo aseguró― Se cubrió con la campera ― Te
deseo suerte, porque la verdad sé que tu futuro será muy difícil. Cosechas lo
que siembras. ¿Y tú que has sembrado todos estos años?
― El karma no existe, no seas
ingenua.
Mi amiga no me respondió, ni
tampoco se defendió, simplemente caminó firmemente hasta el final de la vereda
y cruzó la calle sin mirar atrás ni una sola vez. Había perdido una amiga, y la
verdad no me importaba.
Miré el reloj de forma
despreocupada, pero me alarmé cuando vi la hora. ¡Ya tendría que estar de
camino hacia el café!, en media hora era mi cita con Brian.
Dejé el dinero sobre la mesa
pagando lo que mi ex amiga y yo habíamos tomado, ya que ella se fue sin pagar
su parte. Y luego salí corriendo cruzando la calle sin mirar, no tenía tiempo
suficiente para hacerlo, no quería llegar tarde a mi primera cita, quería que
tuviera una buena primera impresión de mí. Y eso significaba puntualidad.
Allí estaba, Brian, sentado en
una mesa interior del café. Lo vi a través de la enorme ventana. Era hermoso,
aun más que en las fotos que tenía. Era mucho más hermoso de lo que me lo había
imaginado en mi mente. Sus imperfecciones eran perfectas, mejor dicho, no tenía
imperfecciones.
Miré mi reloj nuevamente, diez
minutos de retraso. No estaba tan mal.
Entré al café caminando con
seguridad, no quería parecer nerviosa frente a él. Brian me reconoció de
inmediato cuando me vió. Se levantó de su asiento para recibirme con un abrazo,
un cálido e intimo abrazo. Era mucho más alto y fuerte de lo que aparentaban
las fotos. Estaba embobada. Podía sentir como mi corazón se llenaba de un
sentimiento embriagador, de amor.
Ambos nos sentamos con una enorme
sonrisa en nuestros rostros, no podíamos dejar de mirarnos.
Estuvimos una hora hablando. Su
voz se oía profunda y masculina, no como en el video chat.
La merienda estuvo deliciosa. Los
cafés rebosaban en exquisito sabor, y las medialunas sabían tan ricas como
olían:
― En mi ciudad no son tan ricas―
Dijo Brian sonriendo mientras le daba un bocado a una de las medialunas para
luego fruncir sus atractivos labios con deleite, como si aquello fuera lo mejor
que hubiera probado en toda su vida.
En la mesa de al lado, se sentó
una mujer con su hijo adolescente, éste parecía ser sordo, porque no hablaba,
en cambio producía sonidos sin ningún significado y algunas señas que la madre
le respondía. Otra vez sentí la carcajada ascender por mi garganta, intenté
detenerla frunciendo los labios con fuerza, pero fue en vano, cuando más miraba
a aquella mesa, más ganas de reír sentía. Al final no lo soporté y me atacó una
lluvia de risas y alaridos. Solo escuchar al adolescente intentar decir algo y
fallar caóticamente, producía que mi carcajada creciera con fuerza.
Brian me miró sin comprender de
lo que me reía. Con la respiración entrecortada le expliqué que era tan
gracioso para que me acompañara en la risa, pero sin embargo no le causo
gracia, sino que se levantó de su asiento sin decirme nada y arrogó algunos
billetes sobre la mesa. Con la mirada de piedra abandonó el café. Intente
detenerlo, pero ni siquiera me miró.
¡No podía creerlo!, en un día me
había quedado sin amiga y sin novio.
Estaba enojadísima. Ya no tenía
ganas de reír, sino de gritar. Me trataban como si mi corazón se alimentara de
maldad. Solo me había reído de algo que me causo risa, ni siquiera era
suficiente razón para enojarse y abandonarme. Así que decidí que no dejaría que
se marchara así sin más, exigiría que me explique que había hecho mal.
Salí del café echa una tormenta,
estaba que lanzaba chispas. Lo alcance con un poco de trote y me paré frente de
él obligándolo a parar su marcha. Él me miró, en su rostro había algo más que
enojo, era frustración y tristeza. Su mirada provocó que mi temperamento
violento declinara. Parecía que enserio había hecho o dicho algo malo que le
afectó.
No esperó a que le preguntara
nada, él habló primero:
― Hace seis meses, antes de abrir
mi perfil donde te conocí, tuve un accidente― Dijo levantándose el cabello que
cubría una cicatriz en su nuca ― Desde entonces he perdido el cien por ciento
del oído izquierdo y el sesenta por ciento del otro― Luego se sacó un audífono
del oído derecho color piel, era casi invisible, por eso no me había percatado
antes que lo llevaba ―Si me lo saco no escucho nada― Dijo y luego se volvió a
colocar el audífono en su lugar.
Mi pechó se sintió como si
quemara, no sabía bien cuál era el sentimiento que en estos momentos me
atacaba, parecía vergüenza y a la misma vez culpa, pero era mucho peor que eso,
era mucho más doloroso que la tristeza misma. Quise disculparme con Brian, pero
las palabras no salían, quería decirle lo mucho que lo sentía, que había sido
una estúpida.
Mi amiga tenía razón, la vida
cobra venganza, y estaba pagando mi deuda ahora mismo.
Fue cuando comprendí todo lo que
había hecho. Al burlarme de aquellas personas, que yo consideraba inferiores,
resulté siendo peor que ellas. Yo era inferior a ellos, porque no era capaz de
darme cuenta que ellos no lo eran. Eran capaces de hacer cualquier cosa que yo
hacía. Brian era sordo, no se le notaba porque había perdido la audición y no
había nacido sordo como el chico del café, lo que significaba que había
aprendido a hablar sin dificultad, el otro chico debió aprender siendo sordo.
No podía dejar de pensar lo difícil que le debe ser aprender a hablar, y yo me
había estado burlando de él. Me sentía una basura. Ella, mi ex amiga, tenía
razón soy una mala persona.
Las lágrimas amenazaron con
salir, intenté detenerlas, pero se abrieron por los lagrimales como dos
poderosos torrenciales:
― Soy una mala persona― Le dije
lloriqueando como las niñas pequeñas.
― No lo eres― Me respondió
sonriendo ― O por lo menos ahora no― Dijo lanzando una pequeña carcajada ― Al
reconocer tu error te convierte en una mejor persona, y aun en una mucho mejor
al intentar cambiar. Y por eso te admiró― Agregó sonriente.
― ¿Me darás otra oportunidad?― Le
dije secándome las lágrimas con la manga de mi campera mientras fruncía con la
boca haciendo puchero.
Brian se rió y regalándome una
atractiva sonrisa me dijo:
― Por supuesto.
Al final, quedamos en
encontrarnos al día siguiente en el parque. Esta vez no lo arruinaría, estaba
intentando cambiar.
A la noche llamé a mi amiga
disculpándome por todo. Ella al principio no me creía, pero al final aceptó mis
disculpas y arreglamos para encontrarnos algún momento en el bar como solíamos
hacer. Sé que no volverá a ser lo mismo, porque ya no tendrá la misma confianza
en mí, pero le demostraré que estoy cambiando.
En la tarde me encontré en el
parque con Brian. Paseamos a través de los jardines y luego alrededor de las
fuentes. Era un bonito día, los pájaros cantaban de fondo y el ambiente olía a
ricas flores.
En un momento a una niña se le
voló un globo rojo, e hice sin pensar algo que nunca antes hubiera hecho en mi
vida. Corrí unos pasos hasta alcanzar el globo y se lo devolví a la niña, que
para mi sorpresa tenía síndrome de Down. La niña me lo agradeció y salió
corriendo a jugar con su globo colorado.
No podía creer que yo hubiera
hecho eso, nunca antes hubiera ayudado a nadie, seguramente me hubiera reído
viendo como la niña intentaba recuperar su globo. Pero esta vez no le vi el
chiste. Realmente estaba cambiando.
Brian me miró con aquella hermosa
sonrisa que adoraba de él, una sonrisa de aprobación. Tomó mi mano de forma
cariñosa y me besó. Me besó por primera vez. Fue un beso cálido y tierno lleno
de una arrebatadora pasión.