Les presentó a
Charly Smile, un jovencito muy delgaducho, pelo negro azabache, al igual que la
pupila de sus ojos, con manos delgadas, pero de dedos cortos. Era un chico
igual que cualquier otro, o por lo menos, antes lo era.
Un día como
cualquier otro, las cosas cambiaron. Camino al granero algo muy extraño le
sucedió. Les contaré como sucedió exactamente: Todas las mañanas, Charly se
encargaba de limpiar todo el excremento, que por cierto eran montañas, de alimentar
a las gallinas, a los conejos y a las vacas, y además de volver a llenar los
baldes con agua, que durante la noche los animales habían bebido.
Mientras
caminaba hacía el granero escuchó un ruido detrás de él, como si alguien lo
siguiera, pero cuando volteó para ver de quien se trataba, no había nadie.
Charly se encogió de hombros, seguramente habrá sido alguna gallina que se
escapó de su corral, o alguna curiosa rata.
Ya dentro del
granero, mientras llenaba un barril cortado por la mitad, con maíz para las
gallinas, una oscura sombra lo cubrió, se ramificaba con furiosas ramas por el
suelo hasta llegar a él. El niño quiso gritar pero una fría mano huesuda tapó
su boca, impidiendo la salida del grito:
― ¡Shhh!― Le
dijo el dueño de aquella sombra ― Vengo a sacarte de esta asquerosa pocilga
llena de estiércol― Él niño se sorprendió al escuchar aquella voz avejentada y
ronca, pero profunda y mística al mismo tiempo ― Tú chico, no estás hecho para
esto― Le dijo retirando la mano de su boca, el anciano se dejó ver por los
oscuros ojos del niño.
El niño retuvo
un gritó al ver a aquel horrible hombre, de rostro delgado, tanto que sus
enormes ojos parecían estar descansando sobre dos huecos vacios, su piel lucía
achicharrada por la edad, y el blanquecino vello que cubría su mentón y boca,
se veía grueso y áspero. Lo más extraño de él, no era su avejentado y demacrado
aspecto, sino en el par de sucios harapos en el que estaba envuelto, una pesada
túnica caía sobre su débil cuerpo esquelético, Charly no pudo dejar de preguntarse
si no le pesaría mucho aquella túnica gris al caminar, y su inusual bonete
viejo y puntiagudo. Sin mencionar el extraño colgante que llevaba al cuello y
el bastón que sostenía su viejo cuerpo, con una empuñadura de un cráneo, de
vaya a saber uno de que animal era.
Charly no hizo
lo que haría cualquier persona normal al encontrarse con semejante viejo frente
a uno, no salió corriendo, no intentó gritar para pedir ayuda, no intentó
defenderse de aquel anciano, sino que entabló una conversación:
― ¿A qué te
refieres con que no estoy hecho para esto?, es la granja de mí padre, y en poco
tiempo será mía― Le dijo mientras pensaba en su enfermo padre, que le prometió
heredarle la granja una vez que muriera, lo cual no faltaba mucho, teniendo en
cuanta su deplorable salud. Para heredar la granja debía probarle que estaba
hecho para trabajar en ella, por eso mismo se levantaba muy temprano todos los
días para cuidar de los animales. No quería decepcionar a su padre.
― Charly, tú
no eres un granjero, eres un mago― Le informó el anciano, haciendo énfasis al
decir mago.
― ¿Cómo sabes
mi nombre?― Dijo desconfiando del anciano, pero luego agregó muy confundido ―
¿Yo, un mago?
― Sí Charly,
sí.
― ¿Cómo es
posible?― Le preguntó el niño incrédulo, sospechaba que este viejo estaba loco.
― Como te
habrás dado cuenta, yo estoy muy viejo, y solo puede haber un mago por pueblo,
por eso mismo tú serás mi remplazo― Le dijo colocando su mano en el hombro del
chico, empujándolo de aquella forma para que se dirigiera a la salida del
granero.
― ¿Cómo se que
en verdad eres un mago y no un viejo loco que intenta raptarme?― Le preguntó
Charly clavando los pies en la tierra, no iría a ninguna parte sin una mejor
explicación.
― ¡Ya te lo he
explicado!― Le gritó el anciano exasperado ― ¿Tu quieres una demostración?― Le
preguntó, Charly respondió con un silencioso asentimiento ― Esta bien.
El anciano mago
se remangó la túnica, y levantando con lentitud su extraño bastón, apuntó la
calavera de la empuñadura hacia el balde sin agua.
― No queremos
que los animales mueran de sed, ¿No?― Le preguntó.
― No, mi padre
me mataría―Respondió el joven.
Los ojos de la
calavera se encendieron en una extraña luz roja, y el balde se terminó de
llenar de agua solo, en un momento estaba vacío, y al otro estaba lleno,
rebosante en cristalina y fresca agua. El niño se acercó al balde con los ojos
muy grandes, nunca había visto nada igual.
―
Definitivamente quiero ser un mago― Dijo mientras corría con entusiasmo hacía
la puerta del granero ― Vamos― Le dijo Charly al anciano.
― Espera, no
olvides que estoy muy viejo― Le recordó mientras se acercaba al niño dando
pequeños pasos lentos.
El anciano
guió al niño por el bosque, se perdieron por las profundidades, atravesando
árboles, canales, claros y más arboles. Trepando algunas subidas, escalando
algunas bajadas, esquivando algunas piedras, era un camino muy escarpado. Al
final llegaron, una vieja casa de piedra, con ventanales grandes, y arcos que
rodeaban la entrada. Techos altos y paredes impenetrables. Una enorme puerta de
madera, era la entrada principal, el anciano tiró todo su cuerpo sobre la hoja
de la madera para abrirla. Ambos entraron al interior.
Los ojos de
Charly Smile se abrían con emoción ante todo lo que veía, estaba en la casa de
un mago, todo lo que le rodeaba era sorprendente. Armaduras vacías rodeaban el
pasillo principal, si las miraba con atención, a veces podías ver dos ojos
rojos en el interior de los oxidados yelmos, Charly no se aventuró a preguntar,
ya que le daba miedo saber la verdad.
Bajaron por
una ancha escalera de caracol, con escalones de piedra, que llevaba a la
biblioteca.
Las paredes
estaban colmadas de estanterías de viejos y gruesos libros, había mesas o cajas
que guardaban extraños artefactos, como relojes de arena verde, extrañas
calaveras, medallones y frascos con misteriosos contenidos.
El mago abrió
una de las cajas, de su interior sacó una pequeña túnica celeste y un pequeño
bonete anaranjado de estrellas.
― Póntelos. Para
ser un mago, primero debes lucir como un mago― El niño se colocó la túnica y el
bonete, que por cierto le quedaba muy apretado.
― ¿Por qué
usted tiene un gran sombrero y yo esté, tan pequeño que casi no me va?
El anciano no
le hizo caso a su queja, tomó de la librería un pesado libro de tapa roja, y se
lo entregó al niño:
― Ábrelo en la
primer página― El niño obedeció de inmediato, abriendo el libro con entusiasmo
y miedo al mismo tiempo.
― Manual para
el aprendiz― Leyó Charly el título que se mostraba en la primera pagina.
― Sí, tu eres
un aprendiz ― Le dijo el mago― Por eso tú tienes un gorro pequeño, cuando seas
un mago de verdad te ganaras el derecho de llevar un gran sombrero.
El niño
asintió a sus palabras con resignación, se sentía ofendido por tener que llevar
aquel estúpido bonete de bebé.
― ¿Y cuando
tendré mi bonete de verdad?― Preguntó Charly esperanzado.
― Cuando hayas
completado todas las pruebas del libro― Le respondió.
― Y ¿Cuántas
pruebas son?
― Cientos de
miles, depende.
― ¿Qué cosa
depende?― Preguntó confundido.
― De qué tan
buen mago seas, cuando mejor eres menos pruebas harás.
― Ah― Exclamó
Charly ― y ¿Cuál es tu nombre?
― Mi nombre no
importa, tú me conocerás como maestro― Le respondió tomando una lámpara de una
de las cajas.
― ¿Por qué no
importa?, maestro.
― ¿Acaso nunca
te callas? ― Le preguntó mientras encendía la lámpara, con la magia de su
bastón.
― Perdón,
maestro.
El anciano
rodeó los ojos con fastidio, este niño era exasperante.
― Lo primero
que tienes que aprender es a tratarme con el debido respeto, no puedes
asediarme con tantas preguntas, lo sabrás todo, pero a su debido tiempo,
¿Entendiste, Charly?
― Sí, maestro―
Le respondió el niño muy humillado, bajando la mirada hasta el suelo.
― Eso espero ―
El anciano tomó el libro de las manos pequeñas del jovencito, y releyendo en su
mente las primeras páginas varias veces, dijo ―La primer prueba es la más
importante, es la que nos dirá si en verdad eres un mago o no.
El niño moría
por interrogar al anciano, ¿Qué significaba todo eso?, pero se contuvo,
tragándose sus dudas y curiosidad.
El mago llevó
al niño hasta una nueva habitación, pero antes de ingresar por la puerta, le
vendó los ojos:
― ¡Ve niño!―
Le dijo empujándolo hacía el interior de la habitación, el niño no veía nada,
no sabía dónde estaba.
― ¿Qué debo
hacer?― Preguntó asustado.
― No puedo
decírtelo, en eso consiste la primera prueba.
El niño caminó
en la oscuridad, estirando sus manos, no sabía si debía encontrar algo, o
esquivar ese algo. No sabía nada de nada.
En un momento
sus manos tocaron algo, se lo sentía pesado y lleno, su superficie era de
madera. Sospechó que era un barril, por su forma redonda. Se aventuró a meter
su pequeña mano en el interior. Sus dedos se empaparon de inmediato, ¿Era
agua?, el anciano en ese mismo momento le retiró la venda de los ojos.
La habitación
estaba vacía, excepto por dos barriles idénticos, uno contenía agua cristalina,
y el otro, agua sucia. Su mano estaba en el interior del barril con agua
limpia.
― Muy bien― Lo
felicitó el anciano palmeándole el hombro. Había pasado la primera prueba.
Para la
segunda prueba entraron a otra habitación, en un costado había cientos de ramas
y leña, de diferentes formas y tamaños, en el otro, decenas de distintas
herramientas, serruchos, tijeras, hoces, machetes y otras extrañas herramientas
filosas, que Charly nunca había visto en su vida.
― Ahora,
Charly, te toca hacer tu propia varita― Al escuchar estas palabras el niño
lanzó una carcajada de emoción ― Elige una rama, y una herramienta para
tallarla, puede ser del tamaño que quieras y con la forma o dibujos que te
plazca.
El niño revisó
el montón de ramas, y eligió una delgada y elástica, no muy larga, ni muy corta.
Luego tomó un cincel, con el cual le sacó la corteza áspera a su rama, hasta
dejar la superficie lisa y suave.
El anciano
miró la varita muy sorprendido:
― Excelente,
yo a tu edad nunca se me hubiera ocurrido cosa igual― Dijo felicitando al chico
con una enorme sonrisa ― Tamaño perfecto, el grosor indicado, y la superficie lisa,
para que la magia no se atasque en ella― El anciano contempló la varita muy de
cerca, muy sorprendido.
El niño sonrió
orgulloso, no había nada que le gustara más que recibir elogios.
La tercera
prueba fue una de las más difíciles.
El mago llevó
al niño al bosque, y estuvieron caminando sin parar por horas:
― ¿Qué estamos
buscando, maestro?― Preguntó el niño con las mejillas rojas, hacía horas que
estaban caminando por el bosque sin ningún rumbo fijo.
― Cuando veas
algo, lo que sea, y lo sientas correcto, ¡Tómalo!― Le dijo el anciano ― Sí te
rindes ahora, ya no hay vuelta a tras, no puedes descansar hasta encontrarlo,
solo hay una oportunidad para demostrar que eres digno de ser un mago. Yo
estuve dos días buscando eso.
― Pero ni
siquiera sé que es eso que debo buscar― Dijo el niño fastidiado, estaba
planteándose que sería mejor abandonar la búsqueda, si ser un mago traía tantos
conflictos y cansancios, sería mejor volver a su antigua y simple vida de
granjero.
Estuvo a punto
de abandonar, de rendirse, pero lo sintió, aquello que esperaba sentir. Al fin
supo que era lo que estaba buscando. Charly Smile vió algo que brillaba
escondido entre la espesura de un arbusto, se arrodilló frente a él, e
introdujo su pequeña mano sobre las filosas espinas del arbusto, la hundió en
busca de aquello que brillaba.
Retiró su mano
del arbusto, toda ensangrentada, las espinas habían cortado la piel de sus
pequeños dedos, pero valía la pena el dolor. Había encontrado la empuñadura
para su varita.
Observó el
extraño medallón entre sus manos, nunca había visto algo igual.
― ¡Encontraste
la moneda de un duende!― Le dijo el mago abriendo sus ojos con entusiasmo ―
Simboliza riqueza― Le dijo ― Muchos piensan que simboliza la riqueza material,
pero se equivocan, simboliza la espiritual, ¡Bien hecho!― Rió el mago.
Charly posó la
moneda sobre el extremo de su varita, y esta mágicamente se fundió a la madera.
― ¿Qué es tu
empuñadura?― Le preguntó Charley a su maestro.
― Es el cráneo
de un dragón, ¿Sabes lo que simboliza?― Charley negó con su cabeza ― Poder y
sabiduría.
El mago le
dijo que lo había hecho perfectamente, que ningún mago en la historia, había
completado su entrenamiento en tan pocas pruebas. Dijo que faltaba solo una, la
última, y que esta marcaría su interior, su camino:
― Los magos
pueden tener distintos tipos de destinos, esta prueba, nos mostrara el tuyo.
― ¿Es muy
difícil?
― No, en
realidad, será la más fácil. Tu primer hechizo, es infinito, posible en
cualquier aspecto.
― ¿Eso qué
quiere decir?
― Que puedes
hacer cualquier cosa. Hasta la más imposible de las ideas, en este momento, es
posible. Así que elige bien cual será tu primer hechizo, eso delimitará tus
extremos con la magia, hasta donde podrás llegar, tu papel en la historia.
¿Cuál será tu primer hechizo?
Charly no
pensó mucho en su primer hechizo, sabía muy bien que era lo que más quería en
todo el mundo.
Volvió a su
granja, en busca de su padre, lo encontró durmiendo en su cama, débil, pálido y
cerca de la muerte. Extendió su varita sobre su padre, deseando su sanidad.
Aquel hechizo lo
convirtió en uno de los magos más poderosos del mundo entero, su magia no tenía
límites, al igual que su bondad.