Hace quince años atrás:
― Una montaña existe oculta entre
la arena, el aventurero la verá a la distancia por su puerta de luz. Dicen que
en su interior, un gran secreto guarda, cualquier
deseo cumplirá, mientras no sea un deseo egoísta…
― ¡¿Qué?!― Preguntó el niño
interrumpiendo la lectura de su padre. El hombre de un poco más de cuarenta
años retiró la vista del libro para mirar a su hijo.
― ¿Qué es lo que no entiendes?―
Le preguntó con paciencia y amor.
― ¿Qué quiere decir con egoísta?―
Le preguntó su hijo, que probablemente no tendría más de diez años.
― Quiere decir que el deseo no
debe ser para uno mismo sino para otra persona.
― ¿Es decir que no podría pedir
dinero?― Le preguntó el niño sentándose en su cama muy perplejo.
― No.
― Y ¿Convertirme en el rey del
mundo?
― Tampoco― Le contestó el padre
riendo ―Todos esos deseos son egoístas, a la montaña solo entraría una persona
que ama a alguien y quiere hacer algo bueno por esa persona.
― Eso no tiene mucho sentido, si
la montaña no puede hacerme rico o poderoso es inservible― Dijo volviéndose
acostar tapándose con las sabanas hasta el cuello.
El padre volvió a reír cerrando
el viejo libro entre sus manos. Le besó la frente a su hijo, y deseándole unas
buenas noches cerró la puerta de la habitación.
En la actualidad:
A esteban le temblaban las
rodillas, no podía mantenerlas quietas en su lugar, las manos le sudaban y su
mente navegaba por una laguna de sentimientos preocupantes. Sus pensamientos
fueron interrumpidos cuando la puerta de la habitación de su padre se abrió, y
de ella salió el doctor cargando con una mano un pesado maletín negro:
― Tu padre está muy delicado―
Dijo el doctor sacándose los anteojos para guardarlos en el bolsillo de su
camisa ― Tuvo un paro cardiaco, y es probable que sufra otro― El doctor se
aclaró la voz, y poniendo su mejor cara compasiva le dijo ―Es un hombre muy
viejo, si se somete a una operación podría morir, pero…
― Pero si no lo operan también
morirá― Lo interrumpió Esteban.
― Si, es mejor que no lo
operemos, eso complicaría aun peor las cosas― El doctor tomó el hombro de
Esteban de forma consoladora ― No hay nada más que hacer― Le dijo lentamente.
Esteban asintió con su cabeza y
acompañó al doctor hasta la puerta, cuando este se fue, Esteban agregó para sí
mismo:
― Tal vez si haya algo por hacer―
Dijo y salió corriendo hacía su pequeña biblioteca de cuando era niño, del
tercer estante sacó un libro muy viejo, con tapa cocida en cuero.
Miró el interior del viejo libro,
sus hojas estaban amarillentas como el maíz, era el libro que estaba
buscando.
Antes de irse, se despediría de
su padre, por si no llegaba a tiempo.
Tocó a la puerta y la enfermera
le abrió. Su padre estaba inmóvil sobre la tierna superficie de su cama, una
maquina le ayudaba a respirar. Estaba dormido o inconsciente, Esteban no podía
decirlo con certeza:
― Está inconsciente ― Le
respondió la enfermera a una pregunta que nunca había formulado, pero si
pensado ― El doctor dice que está muy agotado por el paro cardiaco, pero dentro
de unas horas o incluso días puede despertar.
Esteban le agradeció por la
información y le pidió por favor que espere afuera en el pasillo un momento,
quería hablar a solas con su padre, la enfermera lo entendió, era un momento
muy difícil.
Esteban acercó una silla a la
cama, vió el lento respirar artificial de su padre, sino fuera por aquella
maquina su padre estaría muerto:
― Lo siento mucho― Le dijo
mientras su voz se quebraba ― Fuiste un buen padre, no te mereces este final―
Dijo y tocó la fría mano de su padre, fría como el invierno se hallaba. Un
escalofrió recorrió a Esteban, su padre estaba muriendo, y parecía que no había
vuelta a tras, a no ser que hiciera lo imposible por impedirlo― Lo intentaré.
No te mueras… hare hasta lo increíble por salvarte― Dijo mirando el libro, de
niño nunca le había gustado, porque aquella leyenda no podía darle lo que
deseaba, dinero y poder, pero ahora era diferente, no quería nada para él mismo,
quería todo para su padre.
Esteban podría quedarse todo el
día hablando con su padre en aquella habitación, pero no tenía tiempo, debía
actuar rápido. Se levantó de su silla y llamó a la enfermera:
― Me iré por algunos días. Cuida
bien de mi padre― Le dijo a la mujer dándole un abrazo cariñoso, algún tiempo
atrás aquella mujer fue su niñera, ahora era la enfermera de su padre, había
jugado el papel de madre durante su vida, ya que la suya había muerto hacía mucho
tiempo, cuando él todavía era un bebe.
Armó su maleta lo más rápido
posible, colocando en ella lo que le pareció lo más importante. Tomó los
ahorros de toda su vida, su intención era comprarse una casa e ir a la
universidad, pero le daría otro uso más urgente. No le importaba no ir a la
universidad si podía salvar la vida de su padre.
Llamó a un taxi por el teléfono,
y lo esperó en la vereda de su casa:
― Cuanto tarda― Dijo Esteban
comenzándose a fastidiar ― Lo llamé hace treinta minutos― Se quejaba consigo
mismo.
Pasaron quince minutos más y un auto negro con
amarillo se acercó doblando la esquina parando justo delante de él. Esteban
subió al taxi medio enojado por la tardanza sentándose en el asiento de atrás:
― ¿Hacía donde vamos?― Le preguntó
el joven conductor dándose vuelta en su asiento.
― Hacía la cordillera― Le dijo
acomodando su maleta en el asiento de al lado.
― ¡Uff!― Exclamó el conductor ―
Será un largo viaje.
― ¿Si?, no me digas―Dijo
irónicamente, pero el conductor no pareció captarlo.
El joven encendió el motor del
auto y haciendo algunas peligrosas maniobras, se metió entre el tráfico:
― ¡Qué te pasa!, ¿Sos suicida?―
Le preguntó Esteban sintiendo como su corazón intentaba escapar de su pecho por
el susto.
―No, soy Andrés, mucho gusto, y
¿Tu nombre es…? ― Le preguntó doblando en una esquina a toda velocidad,
esquivando a una moto por unos centímetros.
― Esteban― Le respondió
aferrándose a su maleta, como si ella pudiera protegerlo de un choque― ¡¿Puedes
por favor bajar la velocidad?!
― Está bien― Le contestó Andrés
riendo mientras su cabello negro semilargo se agitaba al compas de su
carcajada.
Fue un largo viaje, Andrés en ningún momento dejo
de hablar y contarle chistes o anécdotas que él consideraba graciosísimas, pero
Esteban no tenía tiempo para reírse, fingía escucharlo, pero su mente estaba en
otro lado, pensaba en su deseo, y en su padre, y le preocupaba si realmente
encontraría la montaña, solo tenía aquel viejo libro como guía.
En un momento Andrés dejo de
hablar para bombardear a Esteban con preguntas, lo cual lo puso muy nervioso:
― ¿Por qué quieres ir a las
cordilleras?
― Busco una montaña― Todas sus
respuestas eran cortas dando poca información.
― Ah, ¿Eres una especie de
científico o paleontólogo?
― No, tengo un libro muy antiguo,
mi padre dice que se lo regaló una nativa de la cordillera hace algún tiempo,
la mujer pasó al español todas las leyendas de su pequeño pueblo ahora extinto.
Ella es la última que quedaba, hace cinco años murió.
― Oh, que lastima― Dijo Andrés.
Pasaron más de veinte horas y el
sol comenzaba a salir por el horizonte, el paisaje urbano había sido remplazado
por el árido desierto. Sólo habían parado algunas veces en las estaciones de
servicio a comer o ir al baño. Esteban se negaba a dormir hasta que llagaran a
la cordillera.
El taxi llegó hasta un precario
alambrado que indicaba el término de la ruta:
― Hasta aquí te puedo llevar, el
resto está prohibido el paso para la gente común, solo científicos pueden
entrar al desierto en reserva.
― Te agradezco que me hayas
traído hasta aquí― Le dijo Esteban a Andrés entregándole una gran suma de
dinero, fue la única forma de convéncelo de llevarlo tan lejos, debió pagarle
el doble de lo que en realidad valía el viaje ― Recuerda, mañana a la mañana espérame
aquí, no creo que mi celular tenga señal para llamarte.
― Por supuesto, no me olvidare,
no te preocupes.
Andrés encendió su taxi y girando
en U, volvió por donde había venido.
Esteban respiró hondo, y trepó el
alambrado saltando hacía el otro lado. Caminó varios quilómetros durante varias
horas, no tenía forma de medir cuando había caminado, pero le dolían los pies,
sentía todo su cuerpo agotado, y la garganta pedía a gritos una gota de agua.
Caminó, caminó y caminó.
Al final, cuando la noche comenzó
a caer, su energía también decayó con la noche, pero se resistió, presentía que
la montaña estaba cerca, y así era. Cuando la noche lo cubrió, una luz surgió a
lo lejos, parecía una línea brillante que quería cortar el desierto en dos
hemisferios.
Tardó un poco más de una hora en
llegar a la fuente de la luz, para su sorpresa era lo que buscaba, su corazón
saltó en su pecho ante tal espectacular imagen, sus muñecas temblaron ante tal
inmensidad. Una enorme montaña de solida roca se partía por el medio, como si
fuera filosa, una luz brillante la dividía creando una entrada a su interior.
Esteban no lo dudó, ingresó por aquella luz.
Dentro la luz lo cegaba, no lo
dejaba ver, sus ojos eran obligados a cerrarse. Esteban se arrodilló en medio
de la montaña tapándose los ojos con sus manos, se encorvó e intentó gritar
entre aquella divina confusión:
― ¡Montaña!― Le gritó, la cual no
pareció escucharlo o contestarle, pero si lo hacía ― ¡Concédeme este deseo!, un
hombre muy anciano, ¡Un muy buen hombre!, está muriendo, no merece aquella
muerte, merece la vida― Esteban comenzó a llorar, quería que funcionara, su
padre no merecía tan horrenda muerte, tan horrendo sufrimiento ― Si es
necesario que tomes mi vida en lugar de la suya ¡Hazlo!― Dijo levantando su cabeza,
mirando hacia el techo abrió su pecho con valentía esperando su final,
esperando su muerte a cambio de la vida de su padre.
Lo que sucedió a continuación fue
muy distinto a lo que Esteban se imaginó que sucedería. La luz del interior de
la montaña se intensificó, tanto que además de cegar sus ojos, quemaba
levemente la piel de Esteban, lo supo, la montaña estaba cumpliendo su
deseo, tomaría su vida en lugar de otra, y
espero aquel final con orgullo y fortaleza, extendiendo sus manos al
aire y gritando, como si su vida se escapara por su garganta con aquel grito.
Pero la luz de apoco comenzó a decaer, su intensidad disminuyó, al igual que su
calor, tanto que desapareció por completo. La montaña quedó vacía de luz,
Esteban había tomado su deseo.
Esteban se levantó del suelo y se
dirigió a la salida de la montaña muy confundido por todo lo ocurrido. Seguía
con vida. ¿Su padre?, ¿Qué habrá sucedido con él?
Estaba tan preocupado si su deseo
se había cumplido, que olvidado su dolor de pies y su tremenda sed, corrió todo
el trayecto de vuelta a la ruta sin detenerse una sola vez.
Cuando llegó a la ruta era de
mañana, el sol posaba su antaña cara sobre el horizonte, bañando así su hija,
la tierra. El taxi estaba donde había prometido, Andrés lo estaba esperando.
Fue el viaje más largo que había
una vez hecho en su vida, parecía nunca acabar, no se preocupaba si Andrés
pasaba los límites de velocidad, no había nada que deseara más que llegar a su
casa lo cuanto antes.
Cuando llegó a su casa entró por
la puerta sin golpear y se dirigió directamente a la habitación de su padre,
pero la encontró vacía, sólo estaba el respirados artificial apagado a un lado
de la cama. Su corazón se aceleró, el peor de los pensamientos pasó por su
cabeza, ¿Dónde estaba su padre?, ¿Estaba en el hospital?, o aun peor ¿Había
muerto mientras él estaba ausente?
Se sentó en el borde de la cama tomándose
las sienes con preocupación, no podía pensar con claridad. Si su padre estaba
muerto, había desperdiciado sus últimas horas juntos, buscando una leyenda
antigua, que poco probable era.
Sus pensamientos fueron
irrumpidos bruscamente por un sonido musical, alguien estaba tocando el piano
de su padre. Se levantó de la cama hecho una furia para ver quién era el
irrespetuoso que osaba meter sus dedos en el sagrado piano de su adorado padre.
Cruzó el pasillo echando humo, a la misma vez que intentaba mantener sus
lágrimas al margen de su rostro.
Sus pasos se detuvieron al tocar
el umbral del living, la persona que tocaba el piano de su padre, era nada más
ni menos que su mismísimo padre, se lo veía despierto, saludable y feliz,
cantaba y reía junto con María, la enfermera. Esteban no pudo contener más las lágrimas
y dejó que corrieran por su rostro de forma desenfrenada, estaba emocionado,
podía sentir como su corazón bailaba frenético y sus dedos temblaban como si
entraran en hipotermia. Corrió y abrazó a su padre, encerrándolo entre sus
brazos. Lo amaba, por eso mismo buscó la montaña, para pedir un deseo
desinteresado, dedicado a una persona especial, una persona que amaba, por eso
mismo la montaña cumplió su deseo.
Por alguna razón, me hiciste acordar a La historia sin fin, la novela especificamente.
ResponderEliminarEstá el tema de los deseos.
Saludos.
Muchas gracias por leer y comentar. Puede ser que en eso se parezcan.
EliminarUn saludo y buen fin de semana. :)
Precioso cuento, Cynthia. De niño, Esteban creía que esa montaña sólo permitía un deseo "inservible", ya de adulto era la única forma de salvar a su padre del guadañazo de la Parca. Lo que de niño no comprendió, porque todavía era pequeño, es que los deseos buenos del corazón más importantes y tienden a cumplirse, a veces de la forma que uno espera y otras veces de una manera inesperada.
ResponderEliminarMuy lindo, pero hay detallecitos para mejorar. En el siguiente fragmento hay dos:
"Lo que sucedió a continuación fue muy distinto a lo que Esteban se imaginó que sucedería. La luz del interior de la montaña se intensificó, tanto que además de cegar sus ojos, quemaba levemente la piel de Esteban. Esteban lo supo, la montaña estaba cumpliendo su deseo, tomaría su vida en lugar de otra, (...)"
Puedes omitir los dos últimos "Esteban" ya que se sobreentiende que es a él que experimenta lo que sucede, pero hay que modificar las oraciones: "...tanto que además de cegar sus ojos, quemaba levemente su piel. Lo supo, la montaña..."
Lo mismo podría aplicarse al siguiente párrafo: "Esteban se levantó del suelo y se dirigió a la salida de la montaña..." Pero como ya se ha omitido los otros dos puede que este quede (me entró la duda, je, je, je)
Ya no te quito más tiempo. Ji, ji, ji. Que tengas un lindo fin de semana. ¡Saludos!
Jejeje muchas gracias Nahuel!!! ya arregle ese error... me alegro que te haya gustado el cuento.
ResponderEliminarBuen fin de semana:)
Genial cuento Cynthia. Me alegro de haberlo leído. Pasa un buen día, un saludo :)
ResponderEliminarMuchisimas gracias Fran Lorenzo por leer mi cuento y comentarlo.
EliminarMe alegra saber que te ha gustado.
Un saludo :)