Mi amo se encuentra recostado sobre su silla con un gesto melancólico. Su esposa ha ido a la casa de su madre de visita. No es la primera vez que la señora visita a su madre, pero el amo parece no poder acostumbrarse a la ausencia de ella.
Sumamente preocupado, me acerco a mi amo
para consolarlo. Su sonrisa me indica que ha mejorado su humor, y yo estoy satisfecho
de serle útil. A mi lado, uno de mis hermanos también reclama los mimos del amo,
así que opta por apapacharnos a los tres.
—Buenos chicos… —nos halaga y luego se
incorpora de su asiento—. No importa lo mucho que la extrañe, los días siguen su
rumbo y el trabajo sigue acumulándose. Bien, volvamos al trabajo, chicos.
Puede que sea una mascota, pero eso no
significa que no pueda trabajar. Si tuviera que definir nuestro trabajo de forma
simple y precisa sería: perros guardianes. Mis hermanos y yo nos encargamos de asegurar
la entrada de la casa del amo. Nada debe salir ni entrar.
Este día el trabajo estuvo bastante movido,
tuve que espantar a un hombre que decía que su mujer estaba dentro de la casa del
amo. Pero algo me dice que pronto volveré a verlo por aquí.
—Bien hecho, Cerbero —El mejor momento
del día es cuando el amo me felicita por mi buen trabajo—. ¿Cariño?—El amo se distrae
al ver a una mujer con una maleta acercarse por el río en un barco con un anciano—¡Cariño!
¡Te extrañé tanto!