En el museo había dos galerías. Eso lo sabía bien Gerardo.
Podía intuir que eran distintas, ya que había una batalla entre los fanáticos
de cada exposición. Los del pabellón colorido llamaban “esnob” a los del
blanco, y estos, a su vez, los apodaban “hipsters”. Él solo debía pasar el
trapeador y quitar el polvo de las narices de los bustos antiguos.
—Las pinceladas de este artista del expresionismo están
cargadas de gran conocimiento técnico y colorimétrico. Solo los sabedores son
capaces de apreciar una obra maestra como esta… —se escuchaba en el pasillo
blanco.
Gerardo remojó el lampazo. No entendía aquellas palabras,
pero coincidía en que era una obra maestra. El pintor había fotografiado un paisaje,
pero con lienzo y pinturas.
—En este cuadro vemos dos colores en un remolino
desenfrenado. Muchos creen que representa la batalla entre el bien y el mal,
pero para otros simboliza una tranquila tarde de otoño.
Gerardo frunció el ceño. Él solo veía dos brochazos al azar.
Después del cierre, mientras recogía el balde con los
químicos de limpieza, sucedió un accidente digno de una comedia televisiva.
Tropezó con sus propias piernas y voló contra uno de los cuadros de la galería
blanca. El agua sucia y maloliente cayó sobre el lienzo antiguo. Vio con horror
cómo el líquido borraba la imagen, arrastrando la sonrisa de tinta.
La desesperación lo embargó. ¡Perdería su trabajo! ¡Su jefe
le haría pagar una suma millonaria! Pero, de repente, tuvo una brillante idea.
Tomó la pintura destruida del pabellón blanco y la colgó en
la pared colorida. Salió del museo como si no hubiese pasado nada fuera de lo
común.
No pasó mucho tiempo hasta que dos noticias ocuparon la
primera plana: “Todavía no se halla al ladrón del famoso cuadro renacentista.
¿Qué fue de él?” y “Es furor la pintura de autor desconocido. ¡Tan intrépida y
misteriosa!”.
Lo más increíble es que podría haber pasado.
ResponderEliminarMuy bien contado.
Besos.
Hola, Cynthia, menudo marrón para el pobre hombre, fue resolutivo, pero al final la verdad saldrá a la luz (como se suele decir). Buen aporte.
ResponderEliminarMuchas gracias por participar en el microrreto del Tintero de Oro.
Un abrazo. :)
De hecho, ya ha pasado algún tipo de percance en museos por las personas que se dedican a dejarlo todo limpio y en orden.
ResponderEliminarSeguro que el autor "desconocido", si hacen una buena puesta en escena, alcanzará cuotas millonarias, todo depende de como enfoquen los gestores del museo y demás gente supuestamente entendida del gremio artístico-snobista. La pasta por la pasta, y lo peor es que hay creadores magníficos que pasan o pueden pasar desapercibidos.
ResponderEliminarAl freganchín o lo echan, lo fríen a multazos o lo ensalzan al Olimpo del Arte con Mayúsculas, así de ridiculo somos en ocasiones los seres humanos.
Un beso, Cynthia.
Muy buen relato Cynthia. Nos haces sentir la desesperación del pobre hombre. Y la resolución que toma es muy ingeniosa y nos habla de la relatividad con la que se miran las "obras de arte", pues todo depende del ojo que las mira. Y en estos tiempos no me extrañaría que un cuadro estropeado pueda pasar por algo excelso. Enhorabuena.
ResponderEliminarQué relato tan ingenioso y lleno de ironía. Me encantó cómo Gerardo, desde su rol aparentemente invisible, termina siendo el protagonista de una transformación artística inesperada. La escena del accidente es casi cinematográfica, y el giro final —donde el cuadro destruido se convierte en furor— nos recuerda lo subjetivo que puede ser el arte. A veces, lo que se considera “obra maestra” depende más del contexto que del contenido. Gracias por esta historia que mezcla humor, crítica y una pizca de magia cotidiana. ¡Un placer leerte!
ResponderEliminarBuenísimo, Cynthia. Un relato cargado de ironía que deja en evidencia las interpretaciones tan bobas que se hacen a veces en el mundo del arte. Me ha encantado.
ResponderEliminarEs por eso que es mejor que las pintras esten protegidas por escudos de vidio para evitar que la gente las cambie
ResponderEliminarJajaja, que bueno, me ha encantado, por un lado buscan al ladrón y por otro sin saberlo la obra estropeada se hace famosa, que ironía. Un abrazo
ResponderEliminarHola Cynthia!
ResponderEliminarEs lo que tiene el arte! Para gustos, los colores, dicen! Je je! Una historia muy simpática! Je je! Un abrazote!
eso ocurrio seguro y nadie se dio cuenta , que bueno me ha encantado felicidades
ResponderEliminarBravo, Cynthia! Me ha encantado y me arranca hasta cierta sonrisa burlona hacia los sbelotodo que tragan cuanquier cosa cada vez más alejado de la realidad. Bravo por vos y por tu personaje. Un abrazo
ResponderEliminarMuy buena crítica. Todo se ve del color del cristal con que se mira.
ResponderEliminarLa imagen me encanta. No sé si es una foto real ni si el cuadro existe, pero la sonrisa zaid de satisfacción por el trabajo de limpieza bien hecho debe ser impagable para un limpiador.
Gerardo debería evaluar la posibilidad de desvelar la autovía y reclamar sus derechos de autor.
Abrszooo
Hola Cynthia una historia muy original y es verdad que en realidad ya han pasado historias de este tipo pero estas personas si las habían pillado. Esperemos que nunca duden con el autor de la nueva obra de arte. Un abrazo
ResponderEliminarMuy bien mostrado el dilema del arte pictórico actual, Cynthia. Me gusta que hayas elegido la voz del limpiador para contar, y la forma resolutiva del hombre para disimular la torpeza de un simple incidente laboral creando una nueva y misteriosa obra de arte.
ResponderEliminarMuy bueno.
Muy chistoso y bien resuelto. Gerardo debe estar orgulloso del arte que tiene para salir bien parado. Saludo.
ResponderEliminarLo del arte es algo muy subjetivo. Hay obras que más parecen un olvido de la persona encargada de la limpieza (me ha pasado) y que sin embargo reciben alabanzas incomprensibles (para mí). Pero esa subjetividad salvó a este hombre del despido y de la compensación al museo. Un micro muy imaginativo.
ResponderEliminarUn abrazo.
El final me hizo largar una carcajada. Aunque... ¿Cualquier similitud con la realidad NO es mera coincidencia? Je, je, je.
ResponderEliminar¡Saludos!
Buen micro. El pobre hombre no lo hizo con maldad pero tomó una decisión ingeniosa...Y como el arte moderno es muy sugjetivo...quien sabe... Saludos!
ResponderEliminarTu texto captura la pomposidad de los comentarios artísticos –desde las “pinceladas con conocimiento técnico” hasta los “brochazos” interpretados como batallas cósmicas o tardes otoñales– mientras Gerardo, ajeno a esas disputas, solo limpia bustos y trapea. El giro cómico llega cuando, en un accidente digno de una sitcom, derrama agua sucia sobre un cuadro renacentista, borrando su “sonrisa de tinta”; en un arranque de ingenio desesperado, cuelga el lienzo dañado en la galería colorida, transformando su error en un “furor” artístico de autor desconocido, mientras la prensa lamenta la pérdida del original. A mi juicio el relato brilla por su ironía mordaz, que desenmascara la subjetividad del arte y la arbitrariedad de su valoración, y por su capacidad de convertir un percance cotidiano en una hazaña accidental. Me encanta el personaje del conserje que, sin saberlo, se convierte en un héroe improbable.
ResponderEliminarSaludos
Con lo abstracto que se ha vuelto el arte, normal que ya nadie use pincel ni rollo renacentista. Ahora con un simple trapero guarro se hacen obras de arte que valen un pastón.
ResponderEliminarEs un relato surgido de tu imaginación pero eso aparece en las noticias cualquier día y nadie nos extrañaríamos.
ResponderEliminarCuando veo algún cuadro de lo que se llama ahora "arte conceptual" muchas veces pienso que al autor se le ha caído el bote de pintura y lo ha dejado así. Y lo peor es que esas mamarrachadas están colgadas en museos de postín.
Un beso.
El arte de vanguardia tiene el defecto que está en un estadio tan escorado de la concepción humana que desde la ignorancia puede parecer que todo puede valer. Eso también es defecto de una sociedad propagandística y de postureo donde hacerse el entendido es mejor que entender que no sabes o entiendesnada. Tú cuadro es una crítica magnifica a la sociedad del momento. Felicidades.
ResponderEliminarUn abrazo!
¡Hola, Cynthia! Un relato muy divertido que, desde luego, nos habla de la subjetividad del arte y de la imaginación del intrépido protagonista. ¡Me ha gustado! Un abrazo desde la Buhardilla de Tristán.
ResponderEliminar¡ Total ! Hay personas que ni se fijan en ciertos cuadros cuando van a los museos, podría haber pasado desapercibido tal cual nos narras.
ResponderEliminarEste hecho mas o menos ya ocurrió con ese rostro de Cristo que fue restaurado por una entendida ;)
Abrazo.
¡Hola, Cynthia! la verdad es que tu micro es pura ironía y denuncia social por donde quiera que se mire.
ResponderEliminarPrimero por lo de las diferencias del lugar de exposición de las obras, una muy blanca y otra muy colorida que de seguro le resta visibilidad a las obras. Segundo por los comentarios de los visitantes que suenan como un cliché. Tercero porque la seguridad, y la calidad de las pinturas quedan en entredicho tras el accidente. Cuarto, que es lo mejor del micro, cualquier cosa horrorosa es hoy arte en su mayor expresión, solo tiene que decirlo un supuesto entendido en la materia y ¡zas! lo repiten como papagayos, y se convierte en algo excelso.
Es muy cierto que el arte es subjetivo, pero por mas que se quiera implementar, cualquier cosa disparatosa definitivamente no es arte, es un momento de locura existencial, ja, ja.
Un micro divertido y bien narrado. Gratos días otoñales.