Alban Hamill
insertó la aguja hueca penetrando lentamente el tegumento escamoso del
hombre-lagarto que, recostado inconsciente, se hallaba sobre la camilla
metálica del laboratorio. Sus ojos, extrañamente turquesas, no despegaban su
fijación en el instrumento, estaba empecinado en hacer su trabajo a la
perfección, ya que por una extraña razón, su jefe, a pesar de haberlo aceptado,
seguía mirándolo con desconfianza, como si fuera un mocoso recién salido del
secundario que sólo tiene en la mente a chicas hermosas. Quería demostrarle lo
que en verdad valía, no por nada se había graduado con honores de la
universidad de ciencias de Londres. Tirando del émbolo con sus dedos, llenó el
recipiente de oscura sangre. Luego caminó a la camilla siguiente, donde
descansaba, en igual condiciones, el segundo espécimen. El hombre-alacrán
mantenía sus ojos de insecto cerrados.
A pesar de saber que aquellos
monstruos estaban inconscientes tras una fuerte dosis de anestesia como para
dormir un elefante, sentía la piel de gallina aflorando en todo su cuerpo, más
el miedo aferrándose a su pecho. Esas bestias eran horrendas a la vista, no
solo eso, eran altamente peligrosas. Ignorando lo que los especímenes causaban
en él, extrajo la sangre del alacrán en una segunda jeringa. Luego de volver a
las bestias a sus respectivas celdas, procurando internamente que no
despertaran antes de cerrar la puerta, volvió al laboratorio, para preparar las
pruebas para cuando llegara su jefe.
Un familiar sonido se hizo
presente en la habitación, era el giró del picaporte, y el rechistar de la
puerta al virar sobre sus bisagras. Natalia y Mark habían vuelto de la oficina
de René García, quien los había citado con un nuevo caso especial por resolver.
Natalia entró al laboratorio, seguida por Mark, quien caminaba con una carpeta
de folios colgando debajo de su axila.
Mark caminó hasta el escritorio,
dejando la carpeta sobre la tabla de madera, abriéndola en la primera hoja.
Alban caminó hasta el escritorio, parándose junto a Natalia.
— Buenos días, Alban, veo que hoy
has venido temprano al trabajo — lo saludó cordialmente Miller, con una enorme
sonrisa plasmada en su rostro.
— Sí, quería terminar cuanto
antes con las pruebas de sangre. Es prioridad avanzar con la cura— Alban dijo
eso, y miró de reojo a Mark, esperando ver una expresión de orgullo, o por lo
menos de asombro por su parte, pero no encontró nada de eso, apenas le estaba
prestando atención a lo que decía. Parecía que no importara cuanto se
esforzara, nunca ganaría el reconocimiento de su jefe.
— ¿Cómo están la muestras? —
preguntó Mark de repente.
— Eh, eh — tartamudeó un poco
antes de recobrar la compostura, su pregunta lo había tomado por improvisto.
Aparentemente si lo estaba escuchando — Solo debo prepararlas para el análisis.
— Bien, tenlas listas para cuando
vuelva.
— Sí — se agregó Natalia a la
conversación — René García nos encargó un nuevo caso especial — la muchacha
acarició su propia barbilla mientras pensaba — ¿No quieres venir con nosotros?,
la última vez ayudaste bastante en el caso.
Alban miró de Natalia a Mark, y
aunque en el fondo si quería ir, ya que era mucho más interesante que quedarse
en el laboratorio rodeado de pipetas y muestras de ensayo, pero Mark le había
encargado algo, y no quería que pensara aun peor de él. Es cierto que la última
vez hasta se había disculpado con él por juzgarlo tan tempranamente, pero sin
embargo, Alban no estaba satisfecho con ello, él era de aquellas personas que
aman el reconocimiento, que lo alaben y elogien, y no importaba cuanto le
costara, haría que Mark lo reconociera.
— Mejor me quedaré a terminar las
muestras, como dije antes, son prioridad.
Giró el rostro para mirar a Mark
esperando un “Bien dicho” o un “Me alegro que me hayan asignado a un aprendiz
tan responsable” por parte de este que nunca llegó.
— Oh, bueno — Miller se veía algo
desilusionada. Mark ante su reacción frunció el ceño, fue un gesto efímero, que
se disolvió un segundo después de estar allí.
— Vamos, tenemos trabajo que
hacer — Mark caminó de vuelta hacía la salida, tenía muchas cosas en mente,
este nuevo caso era distinto a los anteriores, tenía una corazonada que apenas
podía interpretar, no había pistas al respecto, solo testigos, lo cual lo
volvía más difícil de resolver, e incluso de verificar siquiera si era real.
El agente especial le dio unas
últimas indicaciones a su aprendiz y luego salió del edificio, junto a su
compañera, quien se veía mucho más enérgica de lo habitual. Subieron al auto, y
en él se dirigieron al destino de las denuncias, “Barrio Jardín”, donde todas
las calles habían sido bautizadas con nombres de flores o algún otro vegetal.
La primera parada era en “Camino de los Sauces, 2051”, el primer testimonio,
facilitado por una adolescente, que aseguraba que mientras volvía tarde a su
casa, se cruzó una sombra extraña en la intersección de calles a dos cuadras de
su casa. No pudo ver bien que era porque todo estaba oscuro, pero era una
bestia grande y de cuerpo redondo.
— ¿Cuerpo redondo?, no conozco
ningún animal así.
Mark intentó mantener su
carcajada al límite al escuchar la ocurrencia de Miller, sabía bien que ella lo
decía con una intensión irónica, a pesar de todos los casos especiales que
habían presenciado juntos, ella mantenía la esperanza de entre todos los casos
recomendados, que entre ellos se encuentre uno que no tenga que ver con
mutantes o cosas sobrenaturales.
— Todavía no te adelantes, nos
quedan una entrevista más todavía — decía mientras manejaba hacía la siguiente
casa.
“Calle de los Jazmines, 509”, era
una casa grande, de paredes amarillas y ventanas azules, algo extravagante, que
resaltaba sobre el resto de las casas de la cuadra. Una anciana los atendió
luego de llamar a la puerta, y los invitó a pasar.
Natalia sostenía la taza entre
sus manos, mientras soplaba el té disimuladamente, ya que un minuto atrás se
había quemado la lengua cuando había querido probarlo en un sorbo. En cambio
Mark había dejado la taza sobre la mesa ratonera, intentando interrogar a la
anciana, la cual tan ensimismada en su anécdota charlatana, parecía no
escucharlo con la atención debida.
— ¿Así que vienen de la casa de
esa niñita? — preguntó sin esperar siquiera una respuesta, para retomar la
palabra un segundo después — Pobre Clotilde, tener una nieta así, vuelve a
cualquier hora, falta a la escuela, y tiene unas amistades que ¡Madre mía!, se
llenan la cara de aros y se tintan el cabello de…
— Disculpe, señora, pero me
gustaría preguntarle sobre… — Mark intentó interrumpirla, pero la anciana ni
siquiera perdía tiempo para probar a que sabía su té.
— Pero yo le echo la culpa a su
madre, completamente. El otro día, cuando fui a comprar manzanas a la
verdulería para hacer un pastel, ya que mis nietos venían a visitarme…
— Eh, mmm, eh — Natalia intentó
interrumpirla, pero siquiera pudo formular una palabra, intentaban ser
corteses, pero parecía que no funcionaba.
— Entonces lo vi, Anna, su madre
estaba hablando con el verdulero, no sé qué le decía que se reía muy
coquetamente, ¡Esa mujer!, ¿Qué clase de ejemplo le da a su hija?, ¡Pobre
Clotilde!, y ¡Pobre su esposo, que de seguro no sabe nada!, en mis tiempos esto
no suced…
Natalia ya no lo soportó,
realmente no estaban allí para ese chismerío de personas que ni siquiera
conocían, y levantándose de su asiento la interrumpió fuertemente.
— ¡Disculpe señora!, ¡Pero no me
interesa la historia de Clotilde y de toda su familia! — Natalia al darse
cuenta que estaba parada y que había levantado la voz, sintiendo culpa de
inmediato intentó disculparse suavizando la voz — Eh, lo siento, no era mi
intención lo que pasa es que…que — no sabía que escusa dar al respecto, por
suerte Mark salió a su rescate.
— Lo que mi compañera quiere
decir es que estamos cortos de tiempo, si no le es mucha molestia necesitamos
hacerle unas preguntas.
La anciana miró a Natalia de
reojo, y embozándole una sonrisa coqueta a su compañero, por fin estuvo dispuesta
a escucharlo.
— Necesitamos escuchar su
testimonio con todos los detalles.
— Por supuesto, cariño — la
anciana hablaba como si su boca estuviera endulzada con miel — El martes a la
madrugada, me levanté temprano, como siempre para regar las plantas del jardín
de mi casa, entonces fue cuando lo vi, por supuesto había olvidado mis lente
adentro, por lo cual no lo vi bien, solo puedo decir que era una enorme masa
rosada que se movía como si fuera una gelatina, realmente sentí mucho miedo,
por lo cual volví al interior de mi casa y no volví a salir hasta la
tarde.
Mark la escuchó detenidamente,
¿Una masa rosada?, no había nada que se le pudiera ocurrir al respecto. ¿A que
se estaban enfrentando esta vez?
Mark se levantó de su asiento y
Natalia imitó su acto.
— Muchas gracias ¿Señora?
— Teresa, pero tú puedes llamarme
Teresita, como me llamaban mis novios de joven — la anciana pellizcó los
mofletes de Mark sin que él pudiera prevenir su muestra de efecto exagerada.
Natalia intentó reprimir su
carcajada, miraba la escena tapándose la boca con la palma de su mano, mientras
achinaba los ojos debido a su diversión. Era una ancianita bastante particular.
— Muy bien cualquier cosa que
sepa puede llamarnos — dijo Mark una vez que se libró de Teresa.
— ¡Esperen!, no se vayan. Hay una
cosa más que podría interesarles, en la carnicería de Amy, su esposo ha
desaparecido, ella dice que estaba enfermo, pero yo no le creo, todo parece muy
extraño, creo que deberían ir a investigar allí.
Mark y Natalia, tomando el
consejo de Teresa y se dirigieron a “Avenida del Álamo”, no tardaron mucho en
encontrar la carnicera a la que se refería la anciana. Entraron empujando una
puerta de cristal, dentro se podía oler la sangre fresca mesclada con el aroma
del lustra pisos. Una mujer de tez aceitunada atendía el mostrador. Parecía
matar el tiempo leyendo una revista ya que el local estaba vacío, pero cuando
vio entrar a los agentes guardo la revista y se dispuso a atenderlos con la
típica sonrisa brillante de comerciante.
— ¿En qué puedo ayudarlos?
— Estamos buscando al dueño de la
carnicería — le informó Mark de inmediato.
El rostro de la mujer se
transformó de un instante a otro, pero intentó ocultar su compostura detrás de
una mueca parecida a una sonrisa.
— Yo soy su esposa, mi esposo en
este momento se encuentra enfermo.
— ¿Cree que podamos verlo?, solo
será un momento — insistió el agente.
— No lo creo — respondió
secamente sin dar una explicación mejor.
— Entonces volveremos cuando se
sienta mejor — le aclaró Miller, al ver que Amy no daba el brazo a torcer.
Antes de dirigirse a la salida,
Mark buscó en el interior de su chaqueta y le entregó a Amy una tarjeta de
presentación.
— Este es mi número telefónico —
le dijo hablándole seriamente, estudiándola con sus ojos de forma almendrada —
Confié en nosotros, estamos aquí para ayudarla— Amy recibió la tarjeta con una
expresión asombrada, como si sus palabras tuvieran un significado profundo para
ella.
Luego de eso Mark y Natalia
volvieron al automóvil, y prendiendo el motor encaminaron el transporte de
vuelta al laboratorio.
— ¿Crees que nos contactara? — le
preguntó Natalia a su compañero.
— Eso espero.
De vuelta en el laboratorio Alban
los esperaba con las muestras terminadas, totalmente preparadas para ser
analizadas por Mark.
— Bien hecho — dijo Mark palpando
la espalda de Alban en un gesto amistoso.
Alban Hamill sintió la adrenalina
aflorarle en el pecho, era el orgullo embullando en el interior de sus
costillas. Esa manía, ese vicio de querer ser elogiado lo había ganado al
crecer en una familia noble de cinco hijo, y él siendo el hijo menor, debía
esforzarse el triple del resto de sus hermanos si quería algún tipo de
reconocimiento, su padre se atenía a las viejas costumbres, y sabía que al
estar en el último lugar que le correspondía dependiendo de su nacimiento, era
poco lo que su padre dependería de él, a no ser que le demostrara lo contrario,
que valía más que el primogénito y el resto de sus hermanos en conjunto. Por
eso mismo siempre buscaba la aprobación y la enhorabuena en los demás. Era un
defecto que no podía evitar, pero dicho vicio le había llevado a hacer grandes
cosas en poco tiempo y recibir un reconocimiento que naturalmente nunca
recogería de su familia.
Mark analizó las muestras en el
microscopio, estuvo varias horas sin detenerse, si bien el trabajo ya casi
estaba hecho, gracias a Alban, faltaba la parte más difícil, debía sintetizar
la proteína correcta, para facilitar la tan esperada cura, que ahora mismo
parecía imposible, pero él no perdía las esperanzas.
El gente pasó toda la noche
despierto, permitió que Miller y Hamill volvieran a sus casas a descansar, aun
que él último se negó al principio, necesitaba estar solo, porque en soledad
era cuando mejor se concentraba.
A la mañana siguiente, Miller
llegó una hora antes a trabajar, quería ver a Mark, quien conociéndolo desde
tiempo sabía que se había desvelado toda la noche. Cuando abrió la puerta del
laboratorio, se encontró con una escena que la dejó absorta.
Mark dormía plácidamente,
recostado sobre el escritorio, con la computadora encendida delante de él,
mientras un gráfico de proteínas se movía circularmente.
— ¿Mark? — lo llamó en un
susurro, mirando su rostro dormido, se veía tan pacifico e hipnotizante que
Natalia se quedó viéndolo como si no hubiera nada más alrededor.
Mark se removió en su lugar, y
con la voz algo ronca secuela del sueño, preguntó, con los ojos entrecerrados:
— ¿Agente, Miller? — se levantó
de repente mirando el reloj en su brazo — ¿Qué hora es?, me quedé dormido.
Al segundo entró Alban, saludando
como lo hacía habitualmente, con una sonrisa enérgica tatuada en su rostro,
pero esta vez lo acompañaba el jefe de la policía, René García.
— ¡Buenos días! — Alban al ver el
monitor de la computadora se acercó velozmente al escritorio — ¿Está terminada
la cura?
— Es un prototipo, pero no
tenemos donde probarla.
— ¿A qué te refieres, Johnson? —
le preguntó Miller algo entusiasmada sobre el tema.
— No podemos probar la muestra en
humanos, pero no tenemos animales al que podamos probarlo. Solo hemos
encontrado humanos mutados, ningún animal mutado, y por más de que los hemos
expuesto a radiación, todas las ratas han muerto.
— ¿Hay alguna manera de probarlo
en los mutantes humanos? — le preguntó Miller al jefe de policía.
René García se aclaró la voz
mientras presionaba su barbilla, era un signo de que estaba considerando sus
palabras.
— Tal vez podríamos pedir
autorización de sus familias, hacerles que firmen un comodato, donde no nos
hacemos responsable de los resultados y que ellos están conformes a que se
lleve a cabo el procedimiento.
— ¿Podrías hacer eso por
nosotros? — le preguntó Mark en confianza.
— Ahora mismo vuelvo a la oficina
para llamar a las familias, cuando tenga noticias les comunicaré al respecto —
René García volvió por donde había venido, después de despedirse de los agentes
y del aprendiz.
Los agentes tuvieron que esperar
un día más para recibir la aprobación por parte de René García para utilizar
las muestras en los mutantes que mantenían prisioneros en las celdas del
sótano.
Bajaron al recinto con una
jeringa en mano, habían obtenido la autorización por parte de la familia del
hombre-alacrán, sus padres habían firmado la autorización del ex convicto. Por
parte del segundo espécimen, el hombre-lagarto, no tenía familia, solo una
hermana quien había muerto hacía una década. Por lo tanto optaron por probar la
muestra en él último, el anciano que vivía junto a una laguna.
Le inyectaron el líquido
amarillento a través de la ventanilla de la celda de vidrio blindado, el enorme
lagarto se agitó furioso, reaccionando al pinchazo de la jeringa, se estrelló
contra las paredes de la celda, una y otra vez, mientras rugía nasalmente,
sacando la lengua bífida de manera amenazante.
Con cada segundo que pasaba, la
droga comenzaba a hacer su efecto en el cuerpo del anfitrión, la bestia se fue
calmando de a poco, mientras que iba perdiendo sus escamas gradualmente, y en
su lugar lo reemplazaba piel rosada y brillante, propia de un humano. Emilio
Díaz volvía a su forma anterior, al humano que una vez fue. Delante de ellos
aparecía un hombre anciano, sin cabello en su cuerpo, ni escamas, solo un
cuerpo de piel rosada. Pero sus ojos seguían siendo los de antes, como gemas verdes,
reptilianos, y su comportamiento sin razón, como un animal, había cambiado su
aspecto, pero en su mente seguía siendo un mutante, un hombre-lagarto.
— ¿Funcionó? — preguntó Miller
mirando al anciano quien se encontraba encorvado sobre el suelo de la celda,
ocultando su mirada asustado, temblando ligeramente.
De un momento al otro, el mutante
comenzó a gritar, con voz humana, pero de una manera animal, como si estuviera
sufriendo. Se retorcía de un lado al otro, de su boca surgió espuma blanca y de
a poco, el espécimen perdió fuerza y se quedó inmóvil en el suelo.
— ¿Qué ha sucedido? — Preguntó
Alban preocupado.
Mark tomó la llave de su bolsillo
y abrió la celda adentrándose en ella.
— ¿Qué haces Johnson?, es
peligroso — por más de que Miller intentó detenerlo, Mark ya había llegado al
anciano.
— Está muerto — informó después
de tomarle el pulso. El rostro de Mark se oscureció, asimilando lo que la
“cura” había hecho en el mutante, no lo había curado, lo había matado, y no
podía evitar sentirse culpable al respecto.
Miller recargó su brazo sobre el
hombro de su compañero, de manera reconfortante, no necesitaba que dijera
ninguna palabra para saber qué era lo que rondaba sobre su cabeza.
— No hay que deprimirse, por lo
menos hemos hecho un gran avance — dijo Alban, mirando al cuerpo del viejo
quien yacía muerto.
— ¿Un gran avance?, ¡Está muerto!
— exclamó Mark levantándose del suelo de un tirón, sonando molesto — No hemos
avanzado nada, hemos retrocedido, no es una cura, sino que es un arma mortal.
— Yo estoy viendo a un anciano
HUMANO — dijo el joven enfatizando en la última palabra — no un lagarto
gigante.
Mark sacudió la cabeza con
fastidio incapaz de responder algo más, no quería discutir al respecto, le
parecía una falta de respeto hacía el muerto. Aunque lo que decía podía tener
un grado de verdad, de esta versión podrían mejorar hasta llegar a una
verdadera cura, ¿Pero cuántos hombres morirían en el camino hasta llegar a la
correcta?, no dejaba de asquearle la idea.
— Después de todo tenemos la
aprobación de René García — Alban volvió a argumentar, no era que la muerte no le
afectara, los fracasos siempre afectan de una manera u otra, solo intentaba ver
el lado positivo.
Mark lo ignoró y comenzó a subir
la escalera para volver a su laboratorio.
— Alban, encárgate del cuerpo, y
Miller, de organizar el funeral — y con eso desapareció por la puerta.
A la mañana del día siguiente
Mark recibió una llamada a su teléfono celular, cuando reconoció la voz al otro
lado de la línea se sorprendió un poco, pero se alegró de inmediato, era lo que
necesitaban para resolver este caso.
Miller, Johnson y Hamill, se
dirigieron en dirección a la carnicería, Amy tenía algo muy importante que
hablar, o por lo menos eso había dicho por el teléfono.
Amy los recibió en la carnicería
algo nerviosa, se podía ver en sus ojos inquietos que estaba dudando si lo que
hacía era lo correcto.
— ¿Quería hablar con nosotros,
Amy?, ¿Es sobre su esposo? — le preguntó
Miller amablemente intentando entrar en confianza para tranquilizarla.
— Sí, pero deben verlo por
ustedes mismos, yo ni siquiera sé cómo explicarlo con palabras.
Los agentes siguieron a Amy hacía
una puerta que tenía un cartel que indicaba: “Solo personal autorizado”, donde
los llevaba al interior de la tienda, ese lugar donde se preparaban los cortes
de carne o se guardaban las reces, fuera de la vista de la clientela. Y allí
estaba, Mark al verlo se olvidó de respirar por un segundo, la impresión era
muy grande, Alban sintió un frio helado recorrerle el cuerpo, mientras Natalia
miraba la escena sorprendida, con los ojos bien abiertos y el pulso algo
acelerado.
Los testimonios habían estado en
lo correcto en su mayoría, delante de ellos se encontraba una enorme bola de
piel rosada, con orejas gachas, nariz gorda y respingada, y un cigarrillo
encendido que colgaba de dos labios gruesos. Era un mutante, en eso cualquiera
podía verlo, pero era el primero que veían de esta clase, si bien tenía medio
aspecto de cerdo y su otra mitad de humano, se lo podía ver actuando con el raciocinio
propio de un hombre. Llevaba ropa de trabajo mientras dejaba caer el cuchillo
afilado sobre la carne, cortando una chuleta detrás de la otra. Sus ojos se
movieron asustados cuando se percató de la presencia de los extraños. Dejó el
cuchillo sobre la mesa de metal y luego hizo algo aun más extraño, habló.
— ¿Amy?, ¿Quiénes son ellos? — el
mutante se removió detrás de la mesa nervioso, seguramente los peores
escenarios se reproducían en su mente todavía humana.
— Cálmate, Cesar, ellos pueden
ayudarte — dijo Amy llegando hasta el mutante.
Los agentes estaban anonadados,
ninguno había dicho nada hasta que Amy había tratado de tranquilizar a su
esposo.
— Cesar, mi nombre es Mark
Johnson, pertenezco a la unidad de casos especiales, mis compañeros y yo
estamos aquí para ayudarlo — Mark hablaba intentando que no se notara en su voz
que todavía no había salido del shock de haber encontrado semejante mutante.
Tal vez era lo que necesitaba para su cura.
— De un día para el otro Cesar se
descompuso y comenzó a sufrir físicamente, su cuerpo cambio, se transformó en…—
Amy se detuvo, no quería decir algo hiriente.
— En un monstruo. No puedo
atender a los clientes, ni tampoco salir a la calle, nuestro hijo se asusta y
llora cuando me ve. Un monstruo, en eso me he convertido — Terminó la frase su
marido.
— Tú no eres un monstruo, sigues
siendo el mismo Cesar de siempre, solo cambio tu aspecto, no sé porque… — su
mujer intentó consolarlo, pero la situación se había tornado algo tensa.
—Por eso mismo estamos aquí—
Natalia Miller se acercó a Cesar sin mostrar una pizca de miedo, porque podía
ver la humanidad en los ojos del mutante, no tenía nada que temer.
La agente colocó su mano sobre el
hombro del hombre-cerdo, y esbozando un gesto de confianza le habló nuevamente.
Alban al ver su confianza en el monstruo se removió en su lugar nervioso, es
cierto que todavía era humano, pero sin embargo no podía deshacerse del miedo
que su imagen de mutante causaba en él y en la mayoría que lo mirara.
— Confié en nosotros. Vinimos a
ayudarlo.
— ¿Volveré a ser el mismo de
antes?
— No es seguro, nunca hemos
tenido un caso como usted, pero lo que puedo prometerle es que lo intentaremos
con todas nuestras fuerzas para volverlo a quien era antes— lo animó Mark,
siendo totalmente sincero — Estoy seguro que lo necesitamos a usted para poder
desarrollar la cura que devolverá a los mutantes su humanidad. ¿Por favor
trabajaría con nosotros?
Cesar miró a Mark con la boca
entre abierta, provocando que el cigarro se callera de sus labios apagándose al
tocar el frio suelo. Luego asintió con entusiasmo.
— Si puedo ser útil como para
ayudar a los demás, será un honor. Así que espero trabajar con usted — dijo
intercambiando un apretón de mano con el agente.
Ya en el laboratorio, Cesar
miraba en todas direcciones algo sorprendido y asustado, ¿Qué pruebas le harían
en ese lugar?
— Primero le haremos unos
análisis. Necesito recolectar datos sobre su condición, sobre que es aquello
que lo hace distinto al resto de mutantes como para conservar su conciencia —
Le explicaba Mark mientras que Alban preparaba el brazo del mutante para
extraer sangre.
Cesar siquiera sintió la aguja
penetrando su piel, ser mutante tenía ciertas ventajas, había aumentado su
fuerza considerablemente, su nariz le hacía oler aromas que nunca antes había
sido capaz de percibir, y su grueso tegumento era poco sensible, así que cuando
le extrajeron sangre casi no sintió dolor.
Luego le realizaron una
tomografía de cuerpo completo, donde fueron capaz de recoger además de los datos
sobre su sistema nervioso, se percataron que todos sus órganos internos habían
sufrido una transformación de tamaño, sólo el cerebro era el que se había
mantenido en su lugar, exceptuando algunas partes, como por ejemplo el órgano
de Jacobson el cual se encontraba más desarrollado de lo normal, seguramente
esa era la causa del aumento en la capacidad olfativa de Cesar. Los casos de mutantes anterior habían tenido
cambios drásticos en cuanto al grosor o tamaño del cerebro, inclusive habían
cambiado su forma, pero el de Cesar conservaba la mayor parte en su lugar,
¿Esto era lo que lo hacía conservar su humanidad?
Luego de analizar las muestras de
sangre y sintetizar las proteínas del ADN, Mark llegó a la conclusión de que
había algo en su información genética, una proteína que se había activado a la
hora de la mutación y había actuado como anticuerpo, manteniendo el cerebro
protegido en su mayor parte. Fue un trabajo que le consumió muchas horas de
sueño, estuvo una semana entera encerrado en el laboratorio, durmiendo y
comiendo escasamente. Cuando creyó que la cura podría funcionar, que había
llegado a resolverlo por fin, llamó a Alban y a su compañera, prefería ver los
efectos de la droga con ellos presentes, no sería capaz de enfrentarse a otro
fracaso solo.
Los tres se encontraban frente a
la celda del hombre-alacrán, quien mientras era humano, Finn Ciofi, estaba
cumpliendo una condena de veintiocho
años por asesinar a su esposa. Tal vez la cura lo volvería humano de vuelta,
pero ¿Valía la pena devolverle la conciencia a una persona así?, tal vez sí,
todos merecen una segunda oportunidad, una oportunidad para redimirse de sus
pecados.
Mark insertó la aguja por la
ventana, y sin que Finn se percatase de ello, le inyectó el nuevo prototipo de
la medicina, rogando internamente que esta vez los resultados de la misma no
sean calamitosos como la versión anterior.
El mutante comenzó a actuar de
manera agresiva, salvajemente, se había sentido amenazado y como todo animal o
insecto había reaccionado de una manera violenta, corría alrededor de la jaula
y golpeaba sus tenazas oscuras sobre el vidrio blindado. Sus movimientos se
volvieron lentos pasado unos segundos, como si su cuerpo se sintiera
anestesiado, se quedó quieto en un
rincón de la celda, experimentando los siguientes efectos de la droga.
El caparazón oscuro que tenía por piel, comenzó a desprenderse, liberando la
piel humana que se escondía debajo, sus tenazas se desarmaron, dejando dedos
rosados en su lugar, y la larga cola con un aguijón venenoso, propia de un
alacrán, se desmoronó de su espalda, cayendo al suelo inerte e inútil. El
hombre cayó al suelo, inmóvil, sin hacer ningún movimiento, siquiera se lo veía
respirar.
— ¡De nuevo!, no funcionó — se
quejó Mark golpeando el cristal de la celda con su puño, sentía como un
sentimiento de impotencia se apoderaba de sus sentidos. Era inútil, no
importaba cuanto lo intentara, cuánto tiempo se desvelara, no había cura
posible.
— Mark — Miller presionó el
hombro de su compañero con fuerza, sin darse cuenta que lo había llamado por su
nombre de pila, pero no era momento de reparar su falta de profesionalismo,
estaba mucho más preocupada por cómo se podía sentir su compañero, podía sentir
como su hombro temblaba ligeramente — No te desanimes, ya encontraras la cura,
no te des por venci…
— Esperen — los llamó Alban
Hamill, quien todavía no retiraba sus ojos del hombre-alacrán — Se está
moviendo.
El cuerpo del hombre que yacía
tirado en el suelo, comenzó a moverse de manera casi imperceptible, sufriendo
leves espasmos en sus miembros.
— ¡Está convulsionando! — exclamó
Miller cuando se percató que los espasmos ya no eran sutiles, sino que su
cuerpo entero se sacudía con violencia.
— Es un paro cardiaco — Mark
entró en la celda y le aplicó al mutante sus conocimientos sobre primeros
auxilios una vez que su cuerpo se quedó inmóvil nuevamente. Presionó su pecho
con ambas palmas una y otra vez, durante un intervalo de cinco segundos.
Pasaron varios segundos y el
cuerpo de Finn Ciofi todavía no reaccionaba. Los segundos se convirtieron en
minutos, y el corazón del mutante no reaccionaba.
— Vamos, por favor — Natalia hizo
una petición en voz baja, mirando la escena con las esperanzas a flor de piel,
aunque parecía que sus esperanzas terminarían siendo en vano, porque el
hombre-alacrán no volvía de la muerte.
— Ya es suficiente — dijo Alban acercándose
a Mark, poniéndose de cuclillas junto a él, habían pasado más de quince minutos
y el hombre no respiraba, ya no había nada más que hacer. Pero Mark Johnson se
oponía a renunciar, no podía evitar sentir que era responsable de la vida del
mutante, él le había aplicado la droga, por su culpa se había detenido su
corazón.
Ignoró las palabras de Hamill e
intentó otra reanimación, y fue cuando Finn Ciofi abrió su boca de inmediato
para tomar una bocanada de aire, llenando sus pulmones, que hacía minutos
habían dejado de funcionar. Se removió lentamente, totalmente confundido,
gimiendo por lo bajo, gruñendo como si estuviera adolorido.
— Está bien — dijo Mark
sorprendido, mirando como el mutante se retorcía debajo de él. Todavía no sabía
si conservaba su parte animal o si volvió a ser un humano. Así que actuó con
precaución — Salgan de la celda, no sabemos si es peligroso.
Alban y Natalia, quienes habían
ingresado a la celda junto con Mark para intentar asistirlo, pero solo se
habían limitado a mirar lo que sucedía, volvieron al pasillo del recinto,
mirando desde afuera lo que sucedía. Alban le alcanzó a su superior una jeringa
con anestesia, en el caso que el espécimen se volviera violento.
— Finn Ciofi, ¿Puedes entenderme?
— le preguntó Mark manteniendo una distancia prudente.
— ¿Dónde estoy? — preguntó el
hombre que yacía recostado sobre el suelo, su voz sonó despacio y ronca, casi
imperceptible, pero llegó a los oídos de Mark, agitando su pecho con emoción,
¡Estaba consiente!, ¡La cura había funcionado!
Finn Ciofi volvió a la prisión
una vez que se hubo recuperado por completo, volvía a ser el mismo Finn Ciofi
de antes, no tenía ninguna secuela sobre él, no había perdido ninguna memoria y
su cuerpo funcionaba perfectamente. El siguiente en probar los efectos de la
medicina fue Cesar, el carnicero, quien pudo volver a su vida habitual, ya no
debía esconderse de la sociedad, ni tampoco su animal figura asustaba más a su
hijo pequeño. Y estos resultados hicieron que la satisfacción fluyera en el
interior de Mark, estaba verdaderamente feliz, la cura había funcionado, ahora
sería capaz de devolverles sus vidas a todos aquellos que fueran afectados por
las mutaciones.
— Lo hiciste bien, Johnson— lo
animó Natalia mientras llevaba su cerveza a sus labios para tomar un largo
sorbo — Tu también, Hamill, gracias a ustedes podremos devolverle a Penynton
sus ciudadanos sanos y salvos.
Había sido un día largo, los
tres, después del trabajo, se habían dirigido a un bar a compartir unos tragos,
estaban agotados, y necesitaban un momento de paz.
Me gustó mucho. Lo del antidoto, la cura, y el personaje que conservaba su mente humana. Bien planteado.
ResponderEliminarBien la química de los personajes. ¿Seguirá la historia?
Creo que sería interesante ver como funciona la cura en otros casos.
¿Y que tal si un personaje no quiere la cura?
También podrían surgir otros casos extraños.
Me gustó mucho.
Besos.
Me alegro que te haya gustado el nuevo cuento. La verdad es que al haber una cura me abre un montón de nuevas posibilidades, y ya tengo varias ideas para escribir.
EliminarUn abrazo.
¡Hola! ¡Qué bueno que hayas vuelto! :-)
ResponderEliminarInteresante que hayan encontrado una cura y que no les haya salido bien a la primera. Je, je, je. También es interesante que un "mutante" aún conservara su "humanidad". Sin embargo, esa cura todavía no parece ser definitiva. No sea cosa que Finn Ciofi vuelva a su estado original o que con el carnicero suceda algo extraño porque no mutuo por completo. Eso abre opciones a hechos interesantes (y terribles. Je, je, je.)
Con esto nuevo, tal vez aparezcan otros casos más extraños. Empero, sigue la intriga sobre qué les provocó la mutación a esa gente. Puede que ahora se acerquen a la verdad.
Que tengas un bonito fin de semana. ¡Saludos!
No sé exactamente cuanto falta para que descubran la verdad sobre las mutaciones (ni siquiera yo lo sé, ya que voy creando la historia sobre la marcha) pero creo que falta bastante todavía. Tengo una vaga idea al respecto pero le falta más desarrollo todavia.
EliminarNo creó que la cura tenga desperfecto, o por lo menos Finn segira siendo humano, hay que ver más adelante que pasa.
Tengo pensado el siguiente cuento sobre Penynton, pero con todos los examenes de la facu, es posible que no sea capaz de ecribir nada por un tiempo.
Gracias por leer y comentar como seimpre. Me alegro que te haya gustado el cuento!! Un abrazo!