Personajes:
Rivaldo
Señorita Elena (esposa
de Rivaldo)
Señor Rojas (amante de
Elena)
Hermano de Rivaldo
(La escena transcurre en una sala escasa de
luz, donde solo es iluminada por una pequeña ventana y una lámpara de gas. En
medio hay un escritorio de madera antaña, sobre el mismo se halla un arcabuz
recortado, cargado con pólvora y una bala de plomo)
Rivaldo. — No importa
cuántas disculpas escuche, no valen nada. Son falacias farfulladas con miedo,
con desmesura, con calumnia.
Elena. — Lo siento,
Rivaldo. ¡En serio lo siento!, perdóname por serte infiel. Busca en tu corazón,
aunque sea el más pequeño atisbo, yo sé que hallarás clemencia por mí. Después
de todo soy tu amada esposa. Aquella mujer a la que le confesaste el más
ferviente y grande de los amores. (Le da
una temerosa mirada al arcabuz que todavía yace en el escritorio)
Rivaldo. — Por eso
mismo, el engaño es más doloroso. Y lo vuelvo a repetir, no pidas perdón cuando
en verdad no te arrepientes de haberme engañado.
Rojas. — Rivaldo, no
culpe a la señorita. ¡Ella no tiene nada que ver!, toda la culpa recae en una
sola persona, y esa persona soy yo.
Rivaldo. — ¿Eso quiere
decir que Elena fue obligada a engañarme?, ¡Víctima de un ataque!, ¡No te
burles de mí!, ella parece tenerme más miedo a mí, que a usted.
Rojas, — Sí, yo la
ataqué. Soy el único culpable, el único merecedor de su venganza y de la
muerte.
Elena. — No mientas,
Señor Rojas. No te confieras toda la culpa, que para engañar se requieren dos
personas. Es cierto que engañé a mi marido, pero mi corazón me engaña a mí a
cada momento, al no corresponder a mi esposo, sino a otro hombre. Así que no
mientas, porque ya hemos sido descubiertos, y prefiero decir la verdad, y si
debo morir por confesar un amor verdadero, moriré con el corazón encendido de placer.
Rivaldo. — Señor
Rojas, usted no es más que un ladrón. No solo me ha robado el cuerpo de mi
esposa, sino que también se ha llevado con usted su corazón. Ya no tengo nada
en ella que me pertenezca. Sin embargo el orgullo es pesado en el cuerpo de un
hombre, y hace que sea difícil dejar ir lo que le corresponde. Porque no puedo
perdonar, por eso mismo morirá aquí mismo todo sentimiento que una vez tuve por
esta mujer, pero no morirán solos, se irán junto con la sangre, la vida y el
corazón de Elena. (Se apresura a tomar el
arcabuz y dispara)
Elena. — ¡Tenga
piedad! (se da cuenta que la bala se
incrusta en la pared dejándola salva)
Rivaldo. — Esta arma
no fallará una segunda vez (comienza a
cargar el arcabuz nuevamente)
(Se escucha el sonido de una puerta abriéndose,
el hermano de Rivaldo entra en escena)
Hermano. — ¿Qué ha
sido ese disparo?
Rivaldo. — Ha sido el
inicio de mi venganza. Cortaré con fuego un corazón mentiroso, y derramaré de
él la sangre que palpita por otro.
Elena. — ¡Detenlo!,
por favor sálvanos.
Rojas. — Por favor, no
nos dejes morir.
Elena. — Ruega por
nuestro perdón. Él te escuchara, siempre lo hace.
Hermano. — ¡Basta,
Rivaldo!, es suficiente.
Rivaldo. — ¿Cómo
puedes pretender que me detenga?
Hermano. — Baja el
arma.
Rivaldo. — No lo hare.
Siendo hombre deberías entender lo que se siente que hieran tu orgullo. Después
de esto ¿Cómo seguiré viviendo?, y solo hay una forma de recuperar mi vida, y
es deshaciéndome de aquellos que la han arruinado. ¡No existe otra forma!,
Hermano mío, harías lo mismo en mi lugar.
Hermano. — Es cierto,
sí lo haría.
Elena. — No, no te
dejes convencer. Detén nuestra muerte, si no lo haces la culpa te perseguirá
por siempre, cada día, cada noche, pensando que con una palabra, un acción, un
simple movimiento, pudiste detener
aquella bala. Por ahora estas a tiempo, salvarte de la culpa. ¡No me dejes
morir!
Hermano. — Ya lo he
hecho. Ya has muerto. Elena y Rojas están muertos. ¡Entiende, Rivaldo!, han
muerto, por aquel mismo arcabuz, por aquellas mismas manos, manchadas de
sangre. Un esposo homicida, que por venganza mató a su esposa y amante.
Rivaldo. — No entiendo
que dices. ¡Ella está aquí!
Hermano. — No, no lo
está.
Rivaldo. — Sí, yo la
veo. Como siempre ha sido, hermosa, de piel aterciopelada, cabellos ondulados y
aromatizados a flores. Ojos como el jade, brillantes y misteriosos. Con una
sonrisa cálida y una mirada peligrosa. Manos suaves y pies delgados. La veo aquí,
como siempre ha sido.
Hermano. — La ves en
tu cabeza. Un corazón lastimado nunca dejará de amar, sino que cada vez que
quiera sentir, el amor vendrá acompañado de dolor. Para algunas personas el
olvido nunca existe, y en aquel vicio de recuerdos que no se dejan ir, surge la
locura. Nunca pudiste perdonarla, por eso la mataste, pero luego un sentimiento
mucho más doloroso te acató, ya no sentías la herida que su engaño te había
dejado, sólo estaba el dolor de su ausencia. Entonces fue cuando no te pudiste
perdonar por matarla, por arrebatártela a ti mismo. Enloqueciste. Y en medio de
esa locura encontraste la forma de revivirla, ella vive en ti mismo, pero ella
no vino sola, su amante la acompañó. Elena y Rojas conviven contigo mismo. Tres
personas en un solo cuerpo.
Rivaldo. — (apuntó el arcabuz hacía el pecho de su
hermano, con el rostro en lágrimas) ¡Mientes!, ella no puede estar muerta.
Mi Elena… mi Elena.
Hermano. — Cálmate.
Baja el arma.
(El hermano de Rivaldo intenta sacarle el arma
de las manos, pero Rivaldo le dispara antes de que pueda arrebatarle el
arcabuz)
Rivaldo. — ¿Qué he
hecho?
Hermano. — Rivaldo,
hermano querido. Mi mayor miedo fue verte sumergirte en aquella locura, y la
peor de las heridas fue no poder rescatarte de ahogarte en ella. No es mi
culpa, pero la siento propia. Y muero aquí, intentándote llevarte de nuevo a la
superficie, salvarte de ahogarte en tus penas y locura. Pero nos hundimos
juntos. Me has llevado contigo al fondo. (Muere)
Rivaldo. — (Llora abrazando el cuerpo de su hermano)
Mis manos, manchadas de la sangre fraterna. No soy más que un monstruo, que
arrebata y mata a quien quiere. No sirvo ni vivo. ¿Estaré maldito?
(Rivaldo camina hasta el escritorio y se sienta
en la silla. Se queda unos minutos en silencio, inmóvil)
Rivaldo. — Hermano,
tengo algo que contarte.
Hermano. — ¿Hay algo
que te preocupe, Rivaldo?
Rivaldo. — Creo que
Elena me es infiel.
Telón.
Justificado el título. Y es un ser que mató a todos. Se definió bien a sí mismo, siempre echando la culpa a otro.
ResponderEliminarBien contado
Gracias por leer y comentar.
EliminarUn saludo.
Guau, me encanta tu blog y vaya post. Te expresas super bien y das vida a tus personajes de manera que parece que tú mismo estás viviendo dicha situación. Me encanta. Te sigo. Un beso.
ResponderEliminarGracias Mónica por visitar mi blog. Me alegra mucho que te haya gustdo mi escrito y te hayas unido al blog. Espero ver tus comentarios seguido.
EliminarUn saludo.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
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