Una niña muy alegre de rizos dorados, y algo petisa, se paseaba por el parque cantando muy jubilosa una canción infantil. Llevaba entre sus manos a su mejor amiga, la cual era una muñeca muy guapa y de tela, envuelta en un vestido manchado por un color rosa, seguramente de algunas fibras para colorear.
La niña se sentó debajo de un enorme árbol, muy robusto y espeso con verdes hojas que danzaban a los compas del viento. La niña sentó a su amiga a su lado. Arrancó una flor blanca muy hermosa del suelo, y la acomodó en el cabello de lana de la muñeca:
― ¡Mina!... Que linda te queda esa flor.
La niña muy feliz se levantó nuevamente. Tomó su muñeca del brazo, y mientras corría la agitaba en el aire.
En un momento la niña tropieza y la muñeca se le resbala de las manos perdiéndola de vista. La jovencita se sentó en el suelo abrazando su rodilla. Le dolía mucho, casi tanto que quería llorar, pero no, se aguantaba. Ella pensaba que las niñas grandes son fuertes y no lloran.
Inmediatamente se incrementó y comenzó a mirar hacia todas partes. Al caerse había perdido su muñeca, y no la encontraba. Ya comenzaba atardecer, pero se rehusaba a volver a su casa sin su muñeca. No podría dormir si Mina no dormía con ella.
Comenzó a buscar por todas partes, y fue a la zona más alejada del parque. Nadie iba a ese lugar. Los compañeros de su escuela decían que un enorme árbol de allí estaba embrujado, pero a pesar de los rumores, la niña se atrevió a cruzar la valla que separaba esa parte encantada del resto del parque.
Al cruzar la valla de madera y dar unos cuantos pasos, se encontró con el gran árbol, el cual sus compañeros lo creían encantado:
― ¿Este es el árbol embrujado?― Pensó en voz alta― No lo veo muy extraño, parece un árbol común y corriente― Mofó burlona.
― Eso crees tú, pero te equivocas― Una vos delicada le respondió.
― ¿Quién es?― Peguntó la niña muy confundida.
― El hada del árbol― Respondió esta delicada voz dejándose ver de quien provenía.
Una delgada, pequeña y hermosa mujer vestida de ropas blancas apareció por detrás del árbol.
El hada le preguntó qué le sucedía, ya que notó que el rostro de la niña se veía triste y angustiado:
― ¿Qué cosa tan horrible te ha ocurrido para tener el rostro triste de tal forma?
― Mi muñeca a desaparecido…― Decía la niña comenzando a llorar.
― Comprendo que tan importante es esa muñeca para ti, y por eso te ayudare a tenerla de vuelta― La niña miró los ojos del hada, en ella encontró bondad.
― ¿Cómo lo harás?― Le preguntó la niña muy agradecida por que se había ofrecido a ayudarla.
― Al ser el hada del árbol tengo ciertos poderes sobre la naturaleza, se lo que hoyen los árboles, veo lo que el viento ve, y puedo entender a los pájaros que habitan el parque― Las palabras del hada parecían ser muy prometedoras, al igual que fantasiosas.
La niña sonrió esperando que el hada la ayude como sea, la mínima ayuda colabora en algo:
― Entonces… ¿Tú sabes que le sucedió a Mina?― Le preguntó la pequeña abriendo los ojos ilusionada.
― Yo no, pero el árbol si― Dijo señalando el árbol “encantado”.
― Y, ¿Qué sabe él?
― Dice que vió al Gato Negro robar tu muñeca― Dijo la pequeña mujer cruzándose de brazos.
― ¿Qué gato?― Dijo la niña girando sobre sí misma buscando algún felino a la vista.
― No es cualquier gato, ni tampoco es un gato negro― Dijo entonando una voz imponente ― Él es “El Gato Negro”.
La niña miró al hada confundida, no comprendía del todo lo que le decía.
El hada voló rodeando el enorme árbol, la niña la siguió por detrás. El hada se paró frente a una pequeña puerta que se escondía entre la áspera corteza del árbol:
― Escapó por aquí― Le dijo la criatura mágica abriendo la puerta al girar del picaporte.
La niña se arrodilló intentando traspasar la puerta. Pero fue imposible. La puerta era muy pequeña para ella:
― ¿No hay otra puerta más grande?― Le preguntó levantándose del suelo.
― No, es la única, pero…― Dijo el hada reflexionando― Puedo convertirte en un hada temporal.
La pequeña comenzó a saltar de entusiasmo. ¡Convertirse en un hada era algo sensacional!, aun que sea solo por un ratito.
El hada comenzó a elevarse por el aire. Parecía que saltaba sobre la nada y caminaba sobre escalones invisibles. El hada dio varios giros y pasos de bailes sobre la cabeza de la nena. Con cada movimiento sus alas despedían un brillo luminoso que caía en forma de polvo mágico. Este polvo inundó la cabeza de la pequeña. Tanto que ingresó por su nariz y estornudo.
Con cada estornudo sentía que su estomago se encogía extrañamente. Cuando pudo recuperar su aire vio una enorme flor blanca, y después otra y después otra más. Luego comprendió que las flores no eran grandes, sino que ella era pequeña. Y sobre su espalda se agitaban dos alas de mariposa, sus alas de mariposa. Era un hada.
La niña voló feliz, danzando y girando sobre el aire. Nunca había vivido algo tan emocionante:
― No pierdas el tiempo― Le dijo el hada ― ya que es limitado.
La niña dejó de volar para escucharla con atención:
― Cuando oigas a las luciérnagas cantar es hora de volver.
La niña se despidió del hada y luego ingresó por la pequeña puerta sin dificultad alguna.
Del otro lado sus ojos se abrieron impresionados. Nunca había visto un paisaje igual. Las flores eran enormes y hermosas luciendo extraños colores. El césped bailaba al compas de una invisible melodía. Las mariposas de enormes ojos volaban inundando el ancho cielo. Y un cristalino estanque era el escenario de una banda de ranas cantarinas.
La niña se acercó a una de las ranas, una que tenía una protuberante papada vibrante:
― ¡Buenos días, señor!― La interrumpió mientras cantaba.
― Baileeeeen, baileeeeen flores del jardín, baile…e… ¿Qué?, ¿Qué quieres niña?― Dijo mientras la banda interrumpía su canción.
― Estoy buscando al Gato Negro, ¿Usted sabe dónde encontrarlo?
― ¿Estas buscando a ese ladrón, embustero?― La rana croó fastidiada ― Claro que se dónde encontrarlo, aun que desearía no saberlo, ¡Ese gato se ha robado mi micrófono favorito!
― ¿Podría decirme por favor donde lo encuentro?
― Claro, solo rodea el estanque y te encontraras con su casa. La reconocerás de inmediato porque tiene sus paredes tejidas con lana roja.
La niña se despidió amablemente de la rana, la cual y su banda retomaron el canto de inmediato.
La pequeña rodeó el estanque como el reptil le había indicado, encontrando al final una casa tejida por lana roja. Era una casita muy extraña y bonita. La niñita sabía que a los gatos les gustaba la lana, pero no que la usaban para construir sus casas.
La nena traspasó la puerta de umbral de lana encontrándose en el interior de la casa del Gato Negro. Supo la pequeña de inmediato que el gato era un ladrón, ya que el suelo estaba cubierto por un montón de cosas, seguramente robadas. Zapatos, relojes, sombreros, medias, pelotas, cucharas, llaves, y un montón de cosas más que nunca se imaginó que podría robar un felino. Pero entre todas aquellas cosas no encontró su amada muñeca. Sintió como la decepción y la ira la invadía.
El Gato Negro apareció entre las cosas robadas agitando su cola con enojó:
― ¡Fuera de mi casa!, estas son mis cosas― Le dijo el felino negro como la noche mostrando sus dientes enojado. Sobre su cabeza llevaba un sombrero rayado.
― ¡Vengo por mi muñeca!― Le dijo le niñita intentando no aparentar miedo en su voz.
El gato pareció divertirse por que lanzó una aguda carcajada, mientras le mostraba donde se encontraba la muñeca perdida:
― Te la daré con una condición― Dijo ― Las muñecas son juegos de humano, y yo soy un gato, si consigues darme un juguete más interesante dejare que te la lleves.
La niña pensó un segundo. No perecía justo. No tenía el tiempo suficiente para buscar un nuevo juguete y regresar por Mina a tiempo. Necesitaba idear un plan de inmediato.
La jovencita paseó la mirada por las cosas robadas. El gato ya tenía muchos juguetes, pero quería uno nuevo. Entre las montañas de cubiertos y zapatos encontró una tijera. Allí fue cuando comprendió lo que debía hacer.
Tomó la tijera entre sus dedos y cortó el extremo de uno de los hilos de lana que formaban las paredes de la casa. Tiró con fuerza del cordón y este fue saliendo de la costura hasta quedar suspendido del techo.
El Gato negro miró el cordón suspendido con curiosidad, pero no se movió de su lugar.
La niña tomó el cordón y lo agitó con fuerza haciendo que este volara por la habitación. Esta vez el gato no se pudo resistir y saltó para tomar el cordón entre sus patitas. Jugó con el cordón con entusiasmo. Nunca se había divertido tanto en su vida gatuna.
La niña aprovechó la distracción para tomar la, ahora, enorme muñeca y salir de la casa del Gato Negro.
Dio algunos pasos y fue cuando escuchó a las luciérnagas cantar con sus melodiosas voces:
“La luz del sol, nos baña con calor,
La luz del sol, nos llena de color…”
Así cantaban las luciérnagas.
La pequeña tomó la muñeca con fuerza y voló veloz hacia la puerta de salida. Podía sentir como su estomago comenzaba a ensancharse.
Creyó que no llegaría a tiempo y se quedaría encerrada en aquel lugar de por vida. Pero no. Logró traspasar la puerta a tiempo.
Encontrándose fuera y alta otra vez, abrazó a Mina con entusiasmo. La había recuperado.
Corrió a su casa de vuelta, encontrándose a su madre en la cocina:
― ¡Mamá!― Gritó la pequeña muy emocionada ― ¡Me paso algo mágico!, me convertí en un hada para salvar a Mina de un Gato Negro ladrón.
La madre puso los ojos en blanco con fastidió y reprendió a su niña:
― ¡Ya te dije, hija, que no digas mentiras!
¡Ese escepticismo maternal! Y aun si no fuera cierto lo que cuenta, hay una diferencia entre una mentira y una ficción, creada por la imaginación. Lo segundo hay que incentivarlo, no reprocharlo.
ResponderEliminarY me hizo acordar al caso de las hadas de Cottingley.
Eso mismo intento denunciar en este cuento, a aquellos padres que no incentivan a sus hijos en la imaginación, más allá de que si estaba jugando o en realidad le sucedio aquello, la imaginación abre la mente y madura el pensamiento.
EliminarGracias por leer. Un saludo
¡Ja, ja, ja, ja! Me mató el final. Je, je, je. Pobre de la niña porque su mamá no le creyó... a no ser que todo haya sido producto de su imaginación. Estos chicos y su imaginación, jue, je, je, je.
ResponderEliminarUn hermoso cuento y bien escogida la imagen. Va como anillo al dedo. Je, je. Que tengas un bello fin de semana, amiga. ¡Saludos!
Gracias Nahuel!!! que suerte que ta haya gustado, aqui por mis lares tengo algunos que no les gusto el final, les parecio muy cruel.
Eliminarjajajaj pero la cosa era denunciar a aquellos padres que no incentivan la imaginación, no importa si la niña estaba jugando o le había ocurrido en verdad, era pequeña, lo importante es que tenia una "graaan" imaginación... jejejeje
Gracias por leer. Un abrazo.
Cynthia el final es perfecto. A los padres sin imaginación que les corten la cabeza jeje
EliminarBuen cuento y buena moraleja
Muchas gracias por tu visista a mi blog!! Me alegro que te haya gustado mi cuento.
EliminarBuen domingo :)
¡Hola guapa!
ResponderEliminarHa sido un cuento precioso, recuerda muchísimo a Alicia en el País de las Maravillas (y eso que al ver el título no pude evitar acordarme del relato de terror de Edgar Alan Poe) con ese cúmulo de situaciones y personajes propios de la imaginación infantil y ese toque final de escepticismo propio de la edad adulta
Un beso muy grande, gracias por hacernos soñar
Muchas gracias amigo por tu lectura y tu comentario.
EliminarCierto el título se parece al de Poe. Talvez de forma inonciente he colocado el mismo título ya que he leido bastante de él. jeje
Me alegro mucho que le haya gustado mi cuento.
Te deseo un buen domingo.. Saludo!
Hola Cynthia. Gracias por tu comentario en mi blog, te devuelvo el saludo.
ResponderEliminarDe tu página me ha gustado mucho cómo escribes y las imágenes que acompañanan los posts, realmente muy bonitas. El cuento me encantó. Sigue así de feliz escribiendo relatos y cuentos. Un saludo desde España //
Muchas gracias por tu visita. Me alegro que te hayan gustado mis relatos.
EliminarUn saludo
Un relato que me recordó a ''Alicia en el País de las Maravillas'' que imagino fue en el que te inspiraste. No obstante, tiene tu toque y estilo, tu propia historia en la que una niña, jugando en el parque, pierde su muñequita tras caerse. A partir de ese momento, vivirá una pequeña aventura que, claro, como suele pasar, su madre no creerá y pensará que es mentira. Conoce primero a un hada (apareciendo así el primer momento de fantasía) que le dice dónde se encuentras su muñeca y quién ha sido el causante de su desaparición: el ladrón del Gato Negro. Este animal se encuentras en un mundo mágico al que hay que acceder a través de un pequeño agujero, y entonces, el hada convierte a la niña en un 'hada temporal'' (me gustó ese termino). La muchacha está viviendo un auténtico instante mágico en sus propias carnes. Al entrar en ese mundo fantástico habla pregunta a un sapo que habla, y luego entra en la casa del Gato Negro; una casa muy original que me encantó, hecha de lana, como no podía ser de otro modo. El hecho de que esté hecha de este material será decisivo para que la chica pueda recuperar su muñeca y regresar a casa, porque aunque sea un gato tan soberbio y ladrón, no deja de ser un gato. Esto y la respuesta final de la madre, hacen que el relato sea una excelente mezcla entre realidad y fantasía.
ResponderEliminarUn saludo, Cynthia.
Hola, Ricardo.
EliminarMe encanto tu comentario, lo leí con mucho entusiasmo. Resumiste mi cuento a la perfección, además le diste un toque analítico muy preciso.
Me alegro mucho que te haya gustado mi cuento.
Un abrazo :)