Clavel
Allí se acercaba Narciso. Siempre
tan hermoso y brillante, con su esplendorosa cabellera dorada. Voló hacia mí
con una enorme sonrisa en su rostro:
― Clavel― Me dijo ― Amapola ha
encontrado una plantación de girasoles a unos pocos quilómetros.
― ¿Cuándo partimos?― Le pregunte
sintiendo como el entusiasmo florecía en mi interior como un caudal. Me
fascinaba salir a recolectar, sobre todo si lo hacía en compañía de Narciso.
Amaba a Narciso con toda la fuerza de mi alma, aun que él seguramente nunca lo
sabría. Nunca seríamos más que buenos amigos.
― Tu no iras― Me dijo mientras
desaparecía la sonrisa de su rostro ― Algunos elfos dicen haber visto criaturas
gigantes― Suspiró perezosamente― No quiero que vayas.
― ¿Me estas prohibiendo ir?― No
sabía si sentirme alagada por su protección o herida por considerarme una elfo
débil e indefensa.
― Si, si compruebo que es seguro
la próxima nos acompañaras― Dijo tomándome de las manos cariñosamente y luego
depositando sobre mi frente un dulce beso. Siempre sabía cómo convencerme. Eso
era jugar sucio.
Luego vi como un grupo de
recolectores de cinco elfos se alejaban de la aldea volando por encima de la
copa de los árboles.
Sophia
Estaba
regando los girasoles de mi jardín cuando descubrí algo que volaba entre las
flores. Al principio creí que eran abejas, pero no eran tan pequeñas para ser
abejas, ni tan coloridos para ser colibrís. En realidad los había visto bien,
pero mi primer pensamiento fue que mis ojos me engañaron. Los elfos no existen.
Las pequeñas personitas aladas que visitan los jardines no son reales sino sólo
dentro de los cuentos de hadas.
No
estaba equivocada, mis ojos no me habían mentido. Había pequeñas criaturitas
con alas volando por mi jardín.
Narciso
Una sombra me cubrió
mientras intentaba guardar la última semilla en el costal.
Un
montón de posibles animales pasaron por mi mente: Perros, agilas, gatos, pero
lo que verdaderamente tapó la luz del sol era algo mucho más fiero y terrible
que un oso pardo. Era la bestia más temible de todas, y la más cruel, un
humano.
Mis
compañeros corrieron a esconderse, pero yo no pude. Una enorme mano con
extrañas uñas rojas se me sobrevino.
Sentí como todo se oscureció. Mi
mirada se esfumó, mi pecho se constreñía dificultando mi respiración. No podía
moverme. Finalmente mi mente también cayó en aquella oscuridad. Me desmaye sin
comprender lo que me sucedía.
Clavel
La
preocupación me abrumó. ¿Y si realmente había alguna bestia gigante en aquella
plantación? Me estaba impacientando, hacía más de dos horas que el grupo
recolector debería haber regresado a la aldea. Todavía no volvía ninguno de los
recolectores. Narciso todavía no volvía.
Luego
de tres horas de retrasó los recolectares volvieron. Pero entre ellos faltaba
alguien:
―
¿Dónde está Narciso?― Le pregunté a Amapola, la líder de los recolectores. En
su rostro pude notar preocupación.
― Lo siento― Me respondió con voz
apagada ― Ella se lo llevó.
Salí volando con todas mis
fuerzas aleteando mis alas lo más veloz que podía. Amapola intentó detenerme
pero la esquive, no dejaría a Narciso en las garras de un humano.
Volé hasta el campo de girasoles
y descubrí a un lado de la plantación una enorme pared de ladrillos y en ella
una ventana abierta. No pensé dos veces antes de aventarme hacía ella.
Sophia
No
podía creer lo que tenía entre manos. Seguramente
era la primera persona en el mundo que tenía tanta suerte como para ver y
capturar una de estas criaturitas. Ya podía oler mi glamoroso futuro de cerca:
Rodeada por importantes y celebres figuras científicas peleándose entre sí para
comprarme el espécimen, dando sus mejores ofertas. Asediada por micrófonos de
noticiarios o entrevistas, todos querrán saber cómo lo conseguí. Y lo más
importante abrumada en billetes.
Dinero, dinero, dinero. No podía
pensar en otra cosa.
Mire nuevamente al elfo, era muy
pequeño, le sería fácil escapar cuando despertara, pero yo no dejaría ir mi
oportunidad de hacer fortuna tan fácilmente.
Coloque a la criatura dentro de
un frasco vacio y lo cerré con el corcho de una botella de vino mientras con la
otra mano tomaba el teléfono para llamar a todas las cadenas de televisión que
seguramente les interesaría mi historia. Hoy mi vida cambiaría para siempre.
Narciso
Abrí
los ojos lentamente y solo me vi a mi mismo imitando cada uno de mis
movimientos. Vi mi pálido rostro lleno de estupor. ¿No entendía que estaba
sucediendo?
Estire
mis manos y ellas chocaron contra una extraña superficie transparente pero
reflejante al mismo tiempo.
Me seguía viendo y al lado de mi
reflejo apareció Clavel, siempre tan hermosa. Debía ser alguna ilusión, su
imagen aparecía en medio de toda esta confusión para acompañarme, pero para mi desgracia
no era real. Ella estiró su mano para tocar la mía, pero el vidrio nos las separaba
de por medio. Nunca había anhelado tanto tocar su piel, aun que fuera solo una ilusión
de la real.
Clavel
Luego
de traspasar la ventana mis alas se enredaron en unas viejas telarañas. Volé
con dificultad hasta la mesa más cercana. Me senté encima de un enorme libro
intentando sacar los hilos arácnidos de mi espalda, pero no lo hice, porque mis
ojos lo encontraron. Lo encontraron a él.
Narciso
estaba encerrado dentro de una prisión transparente. Esas cosas humanas ya las
había visto antes perdidas o abandonadas en el bosque, creó que se llamaban
frascos o botellas.
Lo mire, se veía perdido, me
miraba como si no fuera real, como si fuera una aparición. Coloque la palma de
mi mano sobre la mano de Narciso, pero una pared fría nos separaba. Intente
retener el nudo de lágrimas dentro de mi garganta, no era momento de llorar,
debía sacarlo de allí cuanto antes.
Agite mis alas con dificultad y volé
hasta la parte superior del frasco, había una tapa de un extraño material,
parecía madera, pero no lo era del todo. Tome la tapa con mis manos e intente
sacarla con toda mi fuerza. Era imposible, yo sola no podía, estaba muy hundida.
Narciso estiró sus manos y las colocó por debajo del corcho y ambos empujamos la
tapa hacía fuera.
Narciso salió volando del
interior del frasco y me abrazó fuertemente:
― Gracias, gracias, gracias―
Repitió varias veces y luego cubrió mi boca con la suya.
Me estaba besando, algo que nunca
creí posible. Fue un beso tierno pero lleno de pasión.
Luego de aquel efusivo beso que
me dejo sin aliento, Narciso me ayudó con las telarañas que se enredaban en mis
alas, las retiró tiernamente. Luego tomó mi mano y me dirigió hacia la ventana
abierta, hacía la libertad.
Sophia
Los
periodistas ya estaban en mi casa. Podía notar el entusiasmo y la curiosidad en
sus rostros. No podía esperar a mostrarles al elfo y ya subastarlo por
millones.
Los
invite a pasar:
― Lo que
están por ver vale más que millones, es la prueba irrefutable de que cosas más
pequeñas que nosotros existen. Los cuentos de hadas que no los creíamos más que
leyendas son reales― Les dije abriendo la puerta de la sala con entusiasmo
sobreactuado― Aprecien al elfo, única prueba hasta ahora de su existencia.
Los periodistas entraron en la
sala atropelladamente, peleándose por ser los primeros en filmar con sus cámaras
al extraño espécimen. Pero donde debería haber un frasco con un elfo, solo
había un frasco vacio. ¿Dónde estaba?
Los periodistas se miraron unos a
otros. Creían que estaba loca y que había imaginado todo:
― ¡No lo entiendo!― Dije histérica
― Estaba aquí, yo misma lo encerré en el frasco.
― No son más que cuentos de
hadas, los elfos no existen― Dijo uno de los periodistas muy fastidiado ―No
vuelvas a llamarnos nunca más, y menos para decir mentiras.
Mi oportunidad de hacer fortuna
se había esfumado misteriosamente sin dejar rastro. Las cosas no salieron como
las planee, los científicos deberían estar ofertando millones por el elfo, no
deberían tratarme como una loca mentirosa.
Todos los periodistas abandonaron
mi casa de inmediato dejándome sola con mi frasco vacio.
Interesante manera de contar esta historia, Cynthia, cambiando el narrador y manteniendo la coherencia del relato desde sus puntos de vista. En un principio creía que ibas a contar una versión de la leyenda del Narciso (seguro que sabes cuál es, je, je), aunque me sorprendiste. Je, je, je.
ResponderEliminarY bien hecho por Sophia, por avara la mandarán la loquero, jue, je, je, je. Pero Narciso tuvo suerte que Clavel apareciera en el momento justo.
Que disfrutes tu domingo, amiga. ¡Saludos!
Gracias Nahuel por leer mi cuento.
EliminarLa idea de los cambios de narrador lo tome de Cortarzar, aunque él no te anunciaba cuando cambiaba de protagonista y se hacía medio dificil seguir el ritmo a la lectura, así que como soy una novata en estos temas de escreituras preferi especificar cuando cambiaba de narrador.
Si, conozco bien el mito alejandrino de Narciso, jajaj. En un principio no quería ponerle ese nombre, pero como eran elfos quería bautizarlos como flores, pero no se me ocurrio otro nombre de flor que suene masculino asi que le deje Narciso jejeje
Un saludo amigo!!!!
Me gusta la imagen que ilustra el relato.
ResponderEliminarY el relato me recuerda algo que tal vez te mencioné, las hadas de Cottingley, en que aparecieron unas supuestas fotos de hadas. En que creyó Arthur Conan Doyle.
Pero hubo desconfianza porque las hadas aparecían vestidas a la moda de la época.
Y el detalle que una de las supuestas testigos de las apariciones, había aprendido a pintar acuarelas en una escuela de arte y trabajaba en un laboratorio fotográfico, manipulando fotos.
Bien el recurso de contar desde distintos puntos de vista. Clavel rescató a quien quería protegerla. En cierta forma, ambos tenían razón. Clavel resultó se valiente pero pudo rescatar a Narciso, porque él no quiso que fuera la primera vez. De haber ido, Clave tal vez también habría sido atrapada y no habría podido rescatarlo.
Muchas gracias por leer y por tu comentario.
EliminarSi, ya habías nombrado a las hadas de Cottingley, busque por google las fotos, parecen photoshop.
Cierto, si clavel no se hubiera quedado no podría haber salvado a Narciso.
Un saludo :)