En las profundidades del océano se escondían las sirenas.
Con sus sedosos cabellos y sus glamorosas colas de pez.
Había una ciudad entera, utilizaban la madera de los barcos hundidos
para construir sus casas.
Coral era una sirena de cabellos oscuros, ojos perfectos y
hermosa cola, la más hermosa de las colas. Las escamas que recorrían su cadera
eran brillantes, tan brillantes que cuando el sol las reflejaba parecía que se
encendían como si tuvieran luz propia.
Vivía en una casa mitad piedra, mitad madera de proa, con su
hermana.
Su hermana era una delgada pero talentosa sirena que utilizaba
algas, tegumento de algún pez o todo lo que se le ocurriese para cocer corsé
para las sirenas de la ciudad.
Una mañana mientras buscaba en un enorme crucero hundido una
nueva silla para su cocina, encontró una extraña maquina que constaba de
carreteles y ajugas, que si hacía girar una rueda que parecía un pequeño timón
estas se movían. Arrecife, esté era su nombre, era una sirena inteligente, y no
tardó mucho en comprender la utilidad de dicho artefacto. Lo llevó a su casa y probando
distintos materiales empezó a confeccionar corsé, que debía admitir no estaban
tan mal, eran estupendos, toda la ciudad amo esta nueva invención, todas las
sirenas en poco tiempo ya tenían uno o dos.
En cambio Coral, no era como su hermana. Todas las sirenas
en la ciudad tenían sus trabajos y oficios, los cuales eran asignados
dependiendo sus habilidades. Había pescadoras, constructoras, incluso
guardianas, uno nunca sabe cuando un tiburón podría atacar la ciudad.
Coral era exploradora. Gracias a su poderosa cola, su tarea
se basaba en explorar los alrededores, descubrir nuevos barcos hundidos, avisar
si había visto algún tiburón merodeando cerca de la ciudad, y todas aquellas
acciones que implicaban alejarse de la ciudad y volver nadando lo más veloz que
pudiera, lo cual era su trabajo perfecto, ella era la más veloz de la ciudad.
Las exploradoras tenían prohibido acercarse a la montaña de
las cavernas, había mitos que relataban la existencia de horribles
criaturas.
Un día, mientras Coral se alejaba de la ciudad, como lo
hacía todas las mañanas. Divisó a la distancia un extraño reflejo en la
superficie. Nadó y sacó la cabeza fuera del agua, pero no vio más que olas y gaviotas.
Se volvió a sumergir y el reflejo seguía ahí, pero esta vez
se movía, se movía en dirección a la montaña de las cavernas.
Coral batalló en su cabeza que debía hacer, ¿Debía seguir
esa extraña luz?, ¿Debía arriesgarse y romper las reglas solo para saber de dónde
provenía aquel extraño reflejo?
Pensó un largo momento, pero debía decidirse rápido, el reflejo
se alejaba.
Al final se decidió por investigar aquel extraña luz, pero
se prometió a si misma que lo haría con mucho cuidado, al menor descuido o cosa
extraña que surgiera saldría nadando de vuelta.
Siguió el reflejo, y cuando se acercó descubrió muchos más,
¿De dónde provenían?
Los reflejos bailaban en vaivén sobre la superficie al
compas de las olas, venían y se iban. Estaba segura que debían provenir de algo
muy grande y brillante.
Giró su vista hacía las cavernas de la montaña, nunca había
estado tan cerca de tan aterrador lugar.
Sus ojos encontraron más reflejos, pero esta vez eran más
brillantes y en más cantidad, estos reflejos salían de una de las cavernas.
Sabía que por nada del mundo debía entrar en la montaña,
pero su curiosidad era muy fuerte, incluso más fuerte que su voluntad.
Mientras se acercaba lentamente hacía la caverna luminosa
pensaba en su mente las consecuencias. Si los mitos eran ciertos, en aquella
cueva podría vivir la anguila más gigante del mundo, según había escuchado era
más larga que un crucero, más ancha que la misma montaña, “lo cual es ilógicamente
imposible” pensó Coral. También decían que su mandíbula tenía la fuerza de
cincuenta tiburones, y que la electricidad que irradiaba a sus costados era tan
quemante como los rayos del sol, lo cual también era imposible.
Estas exageraciones en el mito le dieron a Coral, la
valentía que necesitaba para ingresar en la caverna, ya que semejante bestia no
podría vivir, era imposible, no era real.
Dentro la cueva era un largo túnel rocoso, las paredes eran
iluminadas por cientos de brillantes reflejos, era una sensación extraordinaria.
Se imaginó que así sería el famoso túnel que atravesamos cuando morimos, tan pacifico,
lleno de magia y de un extraño poder.
Impulsándose con su cola, aleteó un par de veces, y así fue
recorriendo la distancia del túnel brillante.
Lo que encontró al otro lado del túnel, era mucho más
hermoso que el mismo túnel. Era una enorme caverna que guardaba en su interior
miles de cristales de diferentes tamaños, estaban por todas partes, crecían del
suelo, brotaban de las paredes y surgían del techo.
Coral paseó por la caverna muy emocionada, nunca había visto
algo más hermoso. Ya se podía imaginar la ciudad adornada por aquellos preciosísimos
cristales, o a su hermana confeccionando corsé adornados por bellísimas piedras
brillantes.
No podía esperar a contarles a todos que los mitos eran
mentira. La montaña no era la morada de una espeluznante anguila titánica, solo
escondía en su interior el más hermoso y valioso de los tesoros.
Sus pensamientos fueron interrumpidos por un reflejo que
quemó sus ojos.
Esforzó la vista buscando de donde provenía el reflejo, pero
no vió nada.
Luego vió algo más que un reflejo, vió un movimiento. Una
enorme sombra nadó por detrás de unos cristales, esta sombra parecía irradiar
luz propia.
El corazón de Coral se aceleró dramáticamente. Creía saber
que era aquello, pero deseaba equivocarse.
La sombra nadó esquivando los cristales, poseía un cuerpo
serpentino, y costados luminosos, era una anguila gigante, más de lo común, no
era tan grande como habían dicho los mitos, pero era la anguila más grande que
Coral había visto.
Coral reaccionó rápido, no esperaría a que la anguila la
cenara. Se dio media vuelta y nadando con todas sus fuerzas se adentró en el túnel.
La anguila la siguió por detrás nadando violentamente
chocando con su poderoso cuerpo las paredes del túnel. Estos golpes produjeron que
la montaña temblara.
Coral estaba cerca de la salida, solo deseaba que el túnel no
se derrumbara con ella dentro tan cerca de salir.
La montaña siguió sacudiéndose, y en un momento el túnel comenzó
a derrumbarse.
Unas rocas aplastaron a la enorme anguila quitándole la vida
en el acto.
Coral logró salir a tiempo del túnel antes que se derrumbara
por completo, solo había un problema, su cola había quedado atrapada debajo de
una enorme roca.
Había logrado salvarse del derrumbe en parte. Intentó mover
la enorme roca para liberar su cola pero era imposible, era muy grande y
pesada.
Coral sabía muy bien que si perdía su cola no podría volver
a nadar nunca más.
Comenzó a intentar sacar su cola haciendo toda la fuerza
posible, pero eso solo produjo que se abriera una herida en su membranosa aleta
y se perdiera mucha sangre, lo cual fue un error, los tiburones la estarían
asediando en cualquier momento.
Luego de varios minutos Coral podía ver como los tiburones
se acercaban, paseaban por encima de la montaña y daban vueltas alrededor de su
perímetro.
Coral debía actuar rápido, no quería terminar comida por los
tiburones, no hay peor fin, ellos te comen viva. No hay peor sufrimiento.
Cerca de ella había una larga piedra puntiaguda, si pudiera
tomarla podría usarla como arma, pero estaba fuera de su alcance. Estiraba su
mano pero no llegaba a tomarla.
Los tiburones en cada minuto que pasaba se animaban a
acercarse un poco más. Eso fue lo que necesito Coral para decidirse a actuar.
Lo que haría a continuación no solo le dolería mucho, si no
que sería su fin como sirena, seguiría viva pero no volvería a nadar nunca más.
Tomó toda la valentía que poseía, no pudo evitar llorar,
pero sus lágrimas se mezclaron con el agua que la rodeaba.
Hundió sus dedos en la arena del suelo, y comenzó a
empujarse con toda la fuerza que poseía.
Fue un sufrimiento horrible, de su garganta se escapó un horrendo
gritó de dolor.
La sangre fluyó a borbotones, lo que impulsó a los tiburones
a atacar.
Ahora Coral estaba libre. Tomó la roca puntiaguda y se
defendió de los tiburones. Coral luchó con todas sus fuerzas, no se dejaría
vencer.
Cuando los tiburones comprendieron que no podrían contra la
sirena, simplemente se dieron media vuelta y se alejaron nadando.
Coral no quería mirar su cola, pero sabía que debía hacerlo.
Bajó su mirado y concentró sus ojos en su cola, la cual ya
no estaba allí. Había perdido su amada cola.
Sintió el más horrendo de los dolores, no el físico, si no
el que se siente en el corazón a causa de una pérdida.
Con unas algas intentó detener la hemorragia, las ató con
fuerza alrededor de donde se escapaba la sangre, la cual se escapaba como si
fuera agua de un torrencial.
Como no podía nadar, se fue arrastrando con la ayuda de sus
manos. Fue perdiendo sus fuerzas, pero no se detuvo hasta que llegó a su
ciudad.
Cuando las sirenas la vieron todas dieron alaridos de
preocupación y horror, sobre todo su hermana Arrecife.
Tuvo una larga recuperación, pasaba todo el día recostada
sobre su cama.
Su hermana estuvo en todo momento cuidándola, era una buena
hermana.
Cuando Coral se recuperó, debía moverse con la ayuda de sus
manos, sosteniéndose de las mesas o paredes. Era una situación muy frustrante.
Se cansaba muy seguido y pasaba la mayor parte del día sentada.
Deseaba salir de la ciudad, pero sabía que no podría,
gracias a la ciudad podía tener una vida normal. En el ancho mar no hay paredes
a las que sujetarse.
Al principió las sirenas se sintieron recelosas a la idea de
ir a investigar la montaña, a pesar de que Coral les asegurara que la bestia
había muerto.
Con el correr del tiempo las sirenas perdieron el miedo y se
realizaron pequeñas excursiones donde traían algunos diamantes. Estos los
utilizaban para crear hermosas alhajas, o decorar los corsés o muebles de las casas.
Un día Arrecife entró en la casa muy entusiasmada, traía en
sus manos un montón de diferentes pieles para hacer sus corsés.
El nuevo trabajo de Coral consistía en ayudar a su hermana
en la costura, no era lo que ella preferiría estar haciendo, pero era mejor que
pasar todo el día sentada mirando como las otras exploradoras se marchaban de
la ciudad.
Ayudó a su hermana a separar las pieles y una en particular
le dio mucho terror. Eran piel de tiburón:
̶ ¿Dónde Conseguiste esto? ̶ Le preguntó sorprendida.
̶ Las pescadoras capturaron uno ̶ Le respondió Arrecife.
No la siguió cuestionando y la ayudó en su costura.
Coral notó algo extraño en esté corsé nuevo, estaba
utilizando mucha más piel de lo que acostumbraba y las puntadas eran distintas.
Mientras pasaba la piel de tiburón por su máquina de coser,
Arrecife le hablaba:
̶ Es bueno innovar con nuevas pieles ̶ Decía girando el
tegumento de tiburón sobre las ajugas ̶
La de tiburón es más gruesa y fuerte que la de los demás peces.
Coral solo asentía. La escuchaba pero no le respondía, aun
que se preguntaba en su interior que estaba haciendo.
̶ ¡Listo! ̶ Dijo y lanzó un largo suspiró ̶ Ya está
terminada.
̶ ¿Qué cosa? ̶ Le preguntó Coral inquiriendo sobre la nueva
prenda de Arrecife.
̶ ¡Tu nueva cola! ̶ Le respondió su hermana extendiendo la
piel del tiburón.
En ese momento la mente de Coral comprendió la forma de la
prenda, era unas aletas de sirena, eran idénticas a las que ella había poseído
solo que de piel de tiburón.
Coral sintió mucha felicidad, su hermana le había cocido una
cola de tiburón. Pero su cabeza no pudo evitar inundarse de dudas:
̶ ¿Y funcionara? ̶
̶ Solo hay una forma de saberlo.
Su hermana tenía razón, debía probárselo.
Le dio un fuerte abrazó y le gradeció diciéndole que aun que
no funcionara igual estaría agradecida por su esfuerzo.
Se colocó la cola de tiburón y está calzó a la perfección.
Movió su cola y sintió como está empujaba con fuerza las
aguas. Podría funcionar, y funcionó a la perfección, porque con los primeros
aleteos pudo impulsarse y hacer aquello que había perdido y tanto añoraba
recuperar, pudo nadar.
Nunca había sentido tanta felicidad y emoción. Volvió a
abrazar a su hermana y a volverle a agradecer por su amor, por su esfuerzo y
por ser su hermana.
Ambas se tomaron de la mano y nadaron hacía la profundidad
del piélago.
Qué tierna historia. Es muy bonita. Coral ya estaba resignada cuando el amor de Arrecife, su hermana, le llevó a confeccionar una cola para ella. Es que aún en la noche más oscura siempre hay un punto de luz. El punto de luz de Coral fue su hermana.
ResponderEliminarYo creía que Coral moriría por el gran esfuerzo que tuvo que hacer para llegar a la ciudad, aunque sabía que no la matarías, je, je, je. (aunque no sé si en verdad quería que muriera... Perdón, soy medio rarito, jijijijiji)
Comparto con gusto. Que tengas una bella noche. Hasta la próxima. ¡Saludos!
Gracias por leer y comentar.
EliminarSi la verdad me cuesta mucho matar a mis personajes. Si lo voy a matar me tengo que mentalizar antes de escribir el cuento para no encariñarme, aun que aveces me encariño igual... jajajajj
Un saludo :)
Ah, claro. Entiendo. Eres muy tierna. Je, je, je. Yo no me encariño con ningún personaje. Si se tiene que morir, que se muera, pero hay que buscarle la "muerte correcta" en función de su desarrollo en la historia. No mato por matar porque me parece horrible.
EliminarUn saludo para ti también. Que tengas una gran y bella tarde.
Bonita historia, Cynthia. Saludos :)
ResponderEliminarGracias por leer. Me alegro muchisimo que le haya gustado.
EliminarUn saludo!