Un poderoso magnate había adquirido largas extensiones de un frondoso bosque, de árboles de poderosos troncos y fértil tierra.
Los ojos del magnate no veían en el bosque más que riqueza
material, no veía la vida que crecía y habitaba, ni el alma misma del bosque
que latía en cada hoja verde y en cada corazón de cada animal salvaje.
Con sus enormes bestias metálicas rodeó los límites del
bosque, y a su señal, las bestias arrancaron con sus brillantes dientes de
acero los árboles del bosque desprendiéndolos de sus raíces, y con sus garras
giratorias desgarraron sus cortezas. Pobres árboles, indefensos, incapaz de
defenderse por ellos mismos.
Pero los árboles no estaban solos, una multitud de gente se
congregó en el bosque para evitar semejante genocidio. Llevaban ropas
coloridas, vinchas de flores y carteles que profesaban frases de amor y paz.
El magnate desde el alto asiento de su máquina destructiva observó
a los manifestantes, los vió allí luchando por lo que creían, tan débiles, tan
ignorantes de que su lucha era vana, nadie lo detendría. Aquella escena le causó
gracia, no pudo evitar inundarse en una tormenta de burlescas carcajadas, asomó
su rostro por la ventana y reprendió a todos con despreciables palabras:
―Deberían marcharse ahora, y no perder más tiempo al
defender lo caduco y obsoleto, los viejos árboles deben ser remplazados por edificios
modernos, eso se llama progreso y civilización.
― La vida nunca pasa de moda, no es vieja o nueva, siempre está,
no pueden destruir algo inmortal, deben protegerlo― Decía una de las
manifestantes que vestía un largo vestido de muchos colores y sobre su cabeza
descansaba un enorme sombrero tejido.
Como el magnate comprendió que no podría hacerlos cambiar de
opinión con solo palabras, giró la llave del tablero y de inmediato el vientre
de la maquinaría rugió como lo salvaje que era.
Las maquinas reanudaron su marcha devorando la vegetación
que descansaba en su camino. Los manifestantes no podrían luchar contra el sólido
hierro, debieron apartarse de su camino.
Solo quedaba un árbol en una elevada colina de pastos verdes,
era la última alma viva del bosque. A su alrededor se extendía solo destrucción
y muerte, raíces rasgadas, troncos despedazados, animales sin vidas, aves sin
nidos y pequeños sin sus madrigueras.
El árbol que quedaba era inalcanzable para las maquinas, sus
ruedas no podían trepar la empinada colina. El magnate debía destruir la última
vida por sí mismo, con sus propias manos.
Tomó una afilada hacha que lucía el metal de su hoja
reluciente y virgen. El sol revotaba en la aleación de su dentadura filosa y se
proyectaba sobre los espejos y vidrios de las maquinas como brillante estrellas.
Escaló la colina para encontrarse con el último árbol. Él
creía que si quería progreso debía eliminar todo, incluyendo todo árbol y
vegetación, no debía quedar indicio de lo que alguna vez vivió allí.
Cuando quiso alcanzar la última vida encontró un obstáculo.
Todos los manifestantes rodeaban al árbol tomados de las manos formando una
barrera protectora.
El magnate se sorprendió al verlos todos reunidos y luchando
por una misma causa, no se rendirían a pesar de que todo el bosque estaba
destruido, solo un árbol quedaba, ya no tenía sentido seguir luchando. Pero allí
estaban formando una barrera para proteger al árbol.
La mujer de vestido colorido se adelanto y comenzó a protestar
mientras agitaba nerviosa las manos al aire:
― ¡Has destruido todo!, has ganado y sin embargo no estás
conforme, ¿Qué cambiaria conservar la vida de este árbol?
― Está ocupando mi lugar, yo page por el terreno y el árbol
esta estorbando, ¡Esta colina es perfecta para un observatorio!, estando el
árbol allí no podre construirlo.
― ¿Un observatorio para mirar la naturaleza que destruiste?,
la naturaleza está viva, tiene alma propia, y tú la destruiste, tus manos están
manchadas en sangre.
― ¡El árbol no tiene alma!, no siente dolor o sentimiento
alguno, ¡No seas ingenua!
― ¡Tu no deberías serlo!
Y al terminar de decir esto, el interior del árbol crujió y
se abrió una enorme grieta que rasgó a lo largo el troncó. De esta larga grieta
nacieron del interior feroces dedos que se sujetaron al borde y con tremenda
fuerza comenzaron a dividir la corteza, abriéndola como un capullo. De su
interior salió caminando una mujer de belleza inusual, su piel brillaba
radiante como un ser celestial, en su mirada nacían bellos ojos de extraño
color.
Aquella bellísima mujer de presencia sublime era el alma del
árbol, y se expuso ante el magnate para mostrarle que se equivocaba, y que la
naturaleza verdaderamente posee vida.
El cuento quedó fantástico. Una gran lección enseña. Además hay que aplaudir la tenacidad de los manifestantes, que no se rindieron a pesar de que quedó un árbol en pie.
ResponderEliminarSe dice que las plantas tienen emociones. Recuerdo que hace tiempo leí que en Estados Unidos ocurrió un asesinato en un pasillo de un hotel y el único "testigo" era una planta. Un helecho si mal no recuerdo.
Los peritos se llevaron la planta y le hicieron pruebas, "midiéndole" su actividad orgánica en una habitación. Cuando el supuesto asesino entró a la habitación los peritos se sorprendieron al ver que la planta mostraba signos de "estrés" y aparente "miedo". Por desgracia, esta prueba fue descartada por el juez en el juicio. (Era algo muy novedoso en ese tiempo).
Que culmines bien tu día. Me alegró haber hablado contigo. Muy buenas noches. ¡Saludos!
Es muy interesante lo que me cuentas, no estaba enterada. Sabía de que se dice que las plantas crecen mejor con musica, pero no sabía de cosas como estas. En fin son mitos, talvez algún momento sepamos la verdad.
EliminarGracias por leer el cuento. A mi tambien me alegro la charla.
Un saludo!
Hola Cynthia.
ResponderEliminarÉste es el segundo relato tuyo que leo, y el primero que comento.
Me pareció una bonita fábula, que encierra grandes valores, como el amor por la naturaleza y la vida.
Espero, volver a leerte pronto, y por supuesto comentar.
Por cierto, descubrí que mi amigo Nahuel ha leído y comentado muchas de tus entradas.
Saludos.
Bienvenido al blog!!
EliminarMe alegra muchisimo que te hayan gustado mis relatos.
Será un gusto recibir tus comentarios.
Saludo!
Me recuerda a algo de los mitos griegos, que tanta poesía tienen. Especificamente a las hamadriades, ninfas cuya existencia estaba conectada los arboles y dependía de la existencia de los arboles. Recompensaban generosamente a quien salvaba esos arboles.
ResponderEliminarAmo los mitos griegos. Estan llenos de magia y misterio. Las ninfas eran seres muy importantes en su religión. y si mal no recuerdo a las que pertenecian al mar se las llamaba nereidas.
EliminarUn gusto recibir sus comentarios. Me alegra que le haya gustado mi pequeño cuento.
Un saludo!