Las
aguas costeras se agitaron con violencia. Las olas golpearon las rocas como
latigazos. Un cuerpo escamoso se batía en la costa. Era una enorme serpiente
marina, de preciosas escamas purpuras que relucían brillantes contra el
sol.
La
serpiente levantó su cabeza encrestada del agua y con sus poderosas fauces
envueltas en filosos dientes envistió de un salto la ciudad costera.
Los
lugartenientes corrieron para alejarse de la furia del animal. Pero no todos
lograron esquivar su pesado cuerpo serpentino o los edificios que se
derrumbaban a la fuerza de la criatura marina.
Mucha
gente murió de forma horrible.
El
gobernador miraba el sangriento espectáculo desde el balcón del ayuntamiento.
Le afligía aquella situación, y no sabía qué hacer al respecto:
―
¿Señor?― Lo llamó un anciano ligeramente encorvado.
―
¿Quién es usted?― Le preguntó el gobernador. Nunca había visto aquel hombre en
su vida.
― Un habitante al que le gusta
viajar― Le respondió ― Y en uno de mis viajes hacia el Asia he visto como los
hombres hipnotizaban a las serpientes con la música de una flauta.
― ¿Los encantadores de
serpientes?― Dijo pensando en voz alta. El gobernador tenía mucha cultura
mundial y sabía muy bien quienes eran esos encantadores de serpiente.
El gobernador entró en la sala del
ayuntamiento donde tocaba una banda musical interpretando exquisitas piezas de
obras clásicas. Se dirigió al flautista:
― Tu ciudad te necesita― Dijo
tomándolo por los hombros para darle aliento ― Como en el Asia un flautista
encanta una serpiente, tú hipnotizaras de la misma forma a la serpiente marina
que nos acecha― El suelo tembló ligeramente. Seguramente obra de la bestia.
La serpiente había saltado sobre
la ciudad aplastando con su pesado cuerpo purpureo las calles y casas que
quedaron bajo su peso. Abría sus enormes fauces para engullir de un bocado los
caballos de los lujosos carros:
― Ten cuidado― Le dijo
tiernamente la violinista, su compañera en la banda. Eran grandes amigos desde
hacía muchos años.
El flautista le dio un pequeño
abrazo de despedida. Podía no volverla a ver más después de lo que haría. Pero
valía la pena, era la única posibilidad de alejar a la bestia de la ciudad.
El flautista caminó hasta la cima
de una roca, donde el gobernador le explicó cuál era el plan:
― Tú atraerás a la serpiente hasta
aquí con tu música, donde la esperaran dos ballestas ― Dijo señalando dos
enormes ballestas de madera posicionadas fijas en la costa.
El flautista no hizo más que
asentir a todas las indicaciones del gobernador.
Cuando ya recibió todo el
instructivo, el gobernador se alejó escondiéndose con los tiradores de las
ballestas, para esperar que la bestia marina hiciera su aparición.
El flautista interpretó una
melodía que invitaba a bailar. Pero no era el baile la intención de esta pieza
musical, sino atraer la atención de la serpiente gigante.
Y funcionó, porque la serpiente
se deslizó de vuelta al mar y nadó en dirección al flautista. A unos metros del
músico se alzó imponente, llenando el cielo de reflejos purpúreos. Su mandíbula
se balanceaba al compas de la melodía como si estuviera bailando. Dejando así
su pecho fuera del agua, al descubierto.
Fue el momento indicado para
actuar. El gobernador dio la señal y las ballestas dispararon dos enormes lanzas
metálicas en dirección a la bestia. La bestia tenía reflejos agiles y antes que
las lanzas llegaran a ella las esquivó con destreza.
La serpiente se enfureció,
comenzó a agitar su cuerpo con fiereza. Con su poderosa cola destruyó las
ballestas de un latigazo y con su enorme boca se tragó al flautista de un solo bocado.
La serpiente volvió a subirse por
la ciudad y paseó con movimientos serpentinos sobre las calles destruyendo con
ímpetu todo lo que se imponía a su paso.
La bestia plantaba el terror a su
paso. Dejaba familias sin casas, maridos sin esposas, niños sin padres. Era una
escena envuelta y saturada por el terror. Por las calles se oían los gritos
desesperados y por detrás los gruñidos fieros del enojado animal.
De repente escuchó una melodía que
la calmó, relajando sus músculos, uno por uno. Era una melodía bellísima y
tranquila.
La bestia siguió el relajador
sonido encontrándose a la violinista tocando su esplendido violín sobre la cima
de otra roca. La rodeó delicadamente con su poderoso cuerpo apreciando la
tranquila música que tocaba para ella.
La mano de la violinista paseaba
a la perfección el arco sobre las gruesas cuerdas del instrumento mientras que de
sus ojos caían amargas lágrimas. Lloraba la muerte de su amigo, el flautista.
Rozaba de forma profesional las
cuerdas, generando notas dulces de ensueño que llamaban a relajarse. Una
canción de cuna.
La calma fue remplazada de forma
brusca por la ansiedad, la ansiedad de huir. Del violín se encapaban notas
rápidas y agitadas que invitaban a los presos de los teatros a fugarse de sus
prisiones. De la misma manera el corazón de la bestia se inundó de inexplicable
agitación. Dio varias vueltas sobre la roca y se lanzó al piélago alejándose de
la ciudad. Huyendo perseguida por la canción de fuga.
Cuando la violinista volvió a la
ciudad se encontró con el más horrendo de los espectáculos que alguna vez sus
ojos encontraron. La ciudad estaba destruida. Más de la tercer parte de las
casas derrumbadas. La muerte se sembraba por los anchos de las calles. Horror y
más horror.
El gobernador la recibió con un
apretón de manos:
― ¡Gracias!, eres la salvadora de
la ciudad― Le dijo risueñamente presionando sus manos con fuerza en forma de
gratitud.
― No he salvado nada, la ciudad
está destruida― Le dijo bajando el rostro de forma resignada.
― No hay nada que no se pueda
arreglar, tardara un poco, pero en unos años la ciudad volverá hacer la misma
de antes―Le dijo el gobernador embozando
una amplia sonrisa.
― La muerte no se puede arreglar―
Le dijo pesadamente pensando en todas las muertes ocasionadas en manos de la
bestia.
― Es cierto, no las podemos
recuperar, pero si recordarlas, nunca olvidaremos las muertes de hoy. Además recordaremos
que los que estamos vivos es gracias a ti, fuiste la única capaz de desacerté
de la bestia. Te debemos la vida.
La violinista dibujó en su rostro
una tenue sonrisa. No habían muerto todos, gracias a que ella actuó a tiempo. Y
los que quedaron restaurarían la ciudad honrando a los que cayeron
valientemente.
Me gustó el relato. Y me anticipé a lo que iba pasar, porque dejaste interesantes pistas.
ResponderEliminarCreo que el flautista falló, porque aceptó atraer a la serpiente para que fuera destruía. Y la ira que sintió la serpiente tal vez le impidió apreciar la música. Tal vez su paso destructivo se deba a reiterados intentos por destruirla.
La violinista no pretendió que fuera destruída, le trasmitió la emoción que sentía por la muerte del flautista. Tal vez por eso, la serpiente no quiso matar a nadie.
Por eso se salvó gran parte de la ciudad.
Muchas gracias por leer. Me alegro que le haya gustado.
EliminarMuchas gracias por su analisis. Es cierto, la violinista le transmitio por medio de la música su dolor (la música actua de forma comunicativa)
Muchas gracias por su visita al blog.
Un saludo :)
Me gustó mucho el relato
EliminarGracias por leer. Me alegro que te haya gustado mi relato. UN SALUDO
EliminarLindo cuento aunque también algo triste. Se dice que la música amansa las bestias y ésta no fue la excepción, aunque también puede que se deba a que percibió el lamento de la música de la violinista, la cual estaba triste por la muerte de su amigo y por el sufrimiento que padecían los demás por las muertes de sus seres queridos.
ResponderEliminarQuizá eso fue suficiente para que la bestia se diera cuenta del sufrimiento que causaba y se marchó. Además ella no debería estar tan triste porque como actúo a tiempo salvo a las personas que quedaban y éstas siempre recordarán a los fallecidos; si la serpiente hubiera arrasado con la ciudad nadie los recordaría.
Que tengas un lindo día, compañera. ¡Saludos!
Gracias Nahuel por tu lectura y analisis :P
EliminarMuchas veces uno espera más de lo que pudo lograr y por eso se lamenta. Pero en fin es importante hacerlo tarde que nunca. O simplemente hacerlo.
Un abrazo :)
Tienes razón. ¡Ah, sí! Se me olvidó remarcarte algo (tuve que escribir dos veces el comentario porque no se publicó y me olvidé de esto). Mira esta oración: "La calma fue remplaza de forma brusca por la ansiedad, la ansiedad de huir." Creo que te comiste la última sílaba de "remplaza", supongo que era "remplazada". No es nada grave pero me hizo ruido la leerlo.
EliminarAhora sí, me despido. ¡Un abrazo!
Jaja es verdad.. no me había dado cuenta y eso que lo relei varias veces antes de subirlo...jaja
EliminarGracias x el detallito, ahora lo arreglo. SALUDO
La violinista tuvo éxito porque transmitió con su música, lo que sentía con el corazón. El flautista sin embargo, sólo intentaba cazarlo. La bestia debió percibir en la música de ambos sus anhelos.
ResponderEliminarSaludos.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMuchas gracias Jose Baena por leer y comentar.
EliminarMe alegro que te haya gustado. La música extresa los sentumientos.
Un saludo :)
Es muy lindo me enamoro
ResponderEliminarse relato😍
👑🔛
Muchas gracias por leer y comentar.
EliminarMe alegra mucho que te haya gustado el relato :)