martes, 30 de junio de 2015

Desde un palco elevado


Desde un  palco elevado,
ella lo espera,
ella lo anhela.

La vergüenza la embarga,
más la preocupación es peor,
se muere esperando solo su amor.  

Como puede el tiempo acallar,
los latidos de su corazón,
nunca se cansara de esperar,
nunca se cansara de amar.

La luna,
su única amiga,
la observa desde lejos,
regalándole sonrisas de desvelos.

Desde un palco elevado,
ella lo espera,
tal vez, algún día vuelva.   





martes, 23 de junio de 2015

El frasco de besos



Mi mente dijo que “sí”, pero mis labios dijeron “no”.
― ¿Por qué no?― Preguntó él decepcionado.
― Porque no te quiero― Mentí. Quería aceptarlo, pero no podía, tenía un secreto que no me lo permitía. 
Ken me miró con sus ojos llenos de tristeza, y se marchó sin decirme nada más. Sé que herí sus sentimientos, pero hubiera sido aun peor si supiera la verdad, la verdad de porque lo rechace.
Luego de que él se marchó, me sentí sola. Mi habitación solitaria y vacía solo me recordaba aun más mi desgracia.  
Me tiré sobre mi cama y abrazando a mi almohada, descargué sobre ella una humedad de amargura. Las lágrimas empaparon las blanquecinas sabanas. Me revolví entre la superficie nubosa de la cama y me encontré frente a la mesa de luz, mis ojos se enfocaron y vieron con nitidez un pequeño frasco de brillantina fucsia. Lo tomé entre mis dedos y de inmediato una oleada de recuerdos me embargó:  
Estaba en mi estudio de arte, Ken estaba allí también, y se acercaba cautelosamente hacía mí. Acarició mi mejilla mientras con la otra mano me tomaba de la cintura para acercarme a él. ¡Todo esto está mal!, pero estaba tan embobada que no podía pensar con claridad. Él se acercaba hacía mí sin dudarlo, colocó su mano detrás de mi nuca y de aquella forma me obligó a arquear la mirada, levantándola para mirarlo a los ojos. Me besó. Fue tierno y amable conmigo, jugueteó contra mis labios, y yo contra los de él. Su boca sabía a azúcar y ambrosía.
Nunca había sido besada, era una sensación nueva para mí:
― Quisiera guardar este beso para siempre―Le susurré.
Ken sonrió y tomando un frasco con brillantina del escritorio de pinturas me dijo:
― Entonces lo guardaremos aquí dentro― Dijo destapando el pequeño frasco.
Yo sonreí sin entender lo que haría. Me sorprendió cuando rozó la boca del frasco sobre mis labios y luego lo cerró de vuelta con su corcho de madera:
― Ahora lo tendremos atrapado aquí para siempre―Me explicó. “
Los recuerdos traían más dolor sobre mi corazón, nunca me esforcé por impedirlo, nunca me esforcé lo suficiente para evitar que Ken se enamore de mí. Estaba decepcionada. Por mucho que lo amara, él no podía estar conmigo, por su bien.         
Cuando desperté sentí la humedad bajo mi oído, la almohada había adsorbido mi lluvia de desconsoladas lágrimas.
Nunca en mi vida había sentido tristeza más grande. La vida es injusta. Mis fuerzas se habían ido y me dolía la cabeza, creo que tenía fiebre, pero no me importó, solo quería despegar mi mente. Por eso fui a caminar al parque, pero antes colgué de mi cuello el frasco con el beso, quería llevarlo conmigo.       
Caminé algunas cuadras y mis fuerzas decayeron aun más, pasé mi mano por mi rostro y ésta volvió con sangre. Me estaba sangrando la nariz. Mi mirada comenzó a esfumarse, intenté llegar al banco de madera más cercano, pero me desvanecí antes.  

Salí de la casa de Lea con el corazón por el suelo. No la entendía, en momentos parecía sentir lo mismo que yo, y en otros se volvía fría e insensible, como si escondiera su verdadera persona con una máscara. No la entendía, no entendía porque ocultaba sus sentimientos, por que se rehusaba a sentir algo.
Volví a mi casa dando pequeños pasos llenos de pesadumbre, mi mente deba mil vueltas, repasando todo lo que sucedió. Recordé sus palabras, las palabras más hirientes que alguna vez mis oídos escucharon: “Porque no te quiero”, sabía que era mentira.   
A la mañana siguiente tenía intensiones de quedarme todo el día  acostado en mi cama, sintiendo lástima por mí mismo, pero el celular sonó retumbando en mis heridos oídos. Estiré el brazo tanteando en el aire hasta que toqué el celular, atendí con algo de fastidió, pero mi fastidió se esfumó al instante convirtiéndose en desesperación. Llamaban del hospital, Lea estaba internada.
Me vestí lo más rápido posible y salí de mi departamento corriendo, rumbo al hospital. Allí, una enfermera me dijo que la gente del parque llamó a la ambulancia cuando la vieron desmayar.  
Lea estaba recostada sobre las sabanas blancas de la cama, se la veía débil, su brazo era el mar para un río de sueros que desembocaban en él. Sus ojos sutilmente entornados me miraron, no supe bien, pero creo que me miraron con vergüenza.  
― ¿Usted es el novio?― Me preguntó el doctor, quise contestar que sí, pero lamentablemente no lo era.
― Soy su amigo― Le respondí resignado.
― Bueno― Dijo aclarándose la voz, como preparándose para dar el peor de los ultimátum ― Lea está muy delicada, ha tenido una grave hemorragia interna. Tendrá que quedarse aquí por algún tiempo― No podía creer lo que estaba escuchando, mi corazón latía con fuerza y mi mente se llenaba de preguntas que temían encontrar respuestas.
El doctor se fue de la habitación dejándonos a Lea y a mí solos. Me senté al lado de la cama tomando la mano de Lea entre las mías en forma de consuelo:      
― Lo siento mucho― Le dije.
― No, yo lo siento― Dijo ella incorporándose con cuidado― Debí habértelo contado desde un principio, es la razón por la cual nunca debiste haberte enamorado de mí.
― ¿De qué hablas?― Le pregunté confundido.
― De la leucemia― Dijo entre suspiros de frustración ― Estoy muriendo, por esa razón no quiero que te enamores de mi.
Mi corazón decayó, chocando con un abismo de dolor, el peor dolor de todos, el miedo a perderla. Intenté mantener las lágrimas al margen, pero cayeron por mis ojos desobedeciéndome, no podía detenerlas, el dolor era insoportable:   
― Nunca debiste intentar evitar que me enamore, porque eso es inevitable. Es imposible que no me enamore de ti ― Le dije secando las lágrimas de mi rostro con la palma de mi mano ― Te amo― Le susurré tiernamente.
― Lo siento, hice todo lo que pude para evitarlo― Dijo sollozando, pero la detuve besando su rostro pálido, pero igual de hermoso.
― No, no lo sientas, es la sensación más hermosa que alguna vez sentí― Le dije enjuagando sus lágrimas con mis dedos. Su llanto se desbordaba hasta sus rosados labios, los cuales roce con la yema de mis dedos para secar su humedad. No pude resistir la tentación y la besé. Y al igual que la última vez, la besé con desenfrenada pasión. La amaba, no importara la enfermedad que tuviera, era la persona más hermosa que conocía.  
Ella me apartó suavemente para retirar de su cuello una cadena que le colgaba, para mi sorpresa era el frasco que guardaba nuestro primer beso. Ella me lo entregó diciendo:
― Toma.
― No, no― Musité por lo bajo, le pertenecía a ella.
― No, quiero que lo conserves― Dijo depositando el pequeño frasco en mi mano. Yo lo tome con fuerza, como si dentro guardara en realidad nuestro primer beso, tan valioso para nosotros.

Un año después, es lo único que me queda de ella, nuestro primer beso. Todavía la amo, aun que no esté conmigo. Nunca la olvidaré. Siempre llevó colgando del cuello el frasco de brillantina, que guarda en su interior el mayor de los tesoros: nuestro amor.       

miércoles, 17 de junio de 2015

¿Cómo saber si me amas?



¿Cómo saber si me amas?
a veces te encuentro mirándome,
pero no dices nada.

¿Cómo saber si me deseas?
a veces me tocas,    
pero nunca me besas.   

¿Cómo saber si me quieres?
a veces me hablas,
pero no para decirme lo que sientes.  

¿Cómo saber si me piensas?
a veces te veo sonreír,   
pero no soy yo lo que sueñas.      

miércoles, 10 de junio de 2015

La vida cobra venganza




                Estaba en un bar hablando con mi mejor amiga:
                ― Conocí a un chico― Le dije, ella me miraba con los ojos bien grandes, atenta a todo lo que le contaba ― Arreglamos en vernos hoy a la tarde en un café para merendar― Suspire exageradamente ― ¡No te imaginas lo guapo que es!
                Ella rió imaginándose en su mente al joven, según mis indicaciones:  
                ― Tiene el cabello entre rubio y castaño, es un color extraño, al igual que sus ojos, no sabes si son verdes o azules― Volví a suspirar, no podía evitarlo ― Hemos estado chateando durante meses y por fin lo conoceré en persona.
                ― Pero ¿Cómo sabes si es él en verdad y no un pervertido?, ¡Ten cuidado!― Dijo mi amiga comenzándose a alarmar.
― Estoy completamente segura que es él, hemos hablado una millonada de veces por video chat. ¡Es encantador!
Mi amiga dejó escapar la bocanada de aire que estaba reteniendo, se preocupaba por mí.
La di un breve itinerario de los últimos seis meses, sobre los chat, las conversaciones, sobre todo. Le mostré algunas fotos que tenía guardadas en mi celular que copie de su perfil personal:
― ¡Wau!― Exclamó mi amiga mirando la pantalla del celular― Sí que es guapo, muy guapo.   
De repente vi algo que me causo mucha risa, no pude detener que la carcajada escapara de mi boca. Un hombre ciego que caminaba hacia nosotras con su bastón tropezó con las baldosas de la vereda, cayó al suelo dando algunas ruedas. Mi amiga se levantó veloz de su asiento y lo ayudó a levantarse de vuelta y luego le recogió el bastón del suelo entregándoselo entre sus manos. Yo no me moví de mi asiento, estaba muy ocupada descosquillandome de la risa.
Mi amiga volvió a su asiento muy enojada y me gritó como nunca antes lo había hecho:   
― ¡¿De qué te ríes?! ¡No entiendo cómo puedes reírte de algo así!― Dijo bufando enfadadamente.
― ¡Tienes que admitir que fue muy gracioso!― Le dije haciendo un gran esfuerzo por detener la risa, pero no podía pararla.
― ¡No puedo creer que te sigas riendo!― Sacudió su cabeza incrédula ― ¡Odio cuando te burlas de los demás!, ¡Y aún peor de gente con problemas graves e irreversibles!, ¡Eres una mala persona!― Cuando me dijo eso inmediatamente dejé de reírme. Me sentía ofendida, y mucho.
― No soy una mala persona, sino que soy una persona con buen sentido del humor― Le aclaré frunciendo el entrecejo.
― ¿Estás loca?, solo una persona malvada puede reírse de algo así― Se levantó de su asiento efusivamente recogiendo del respaldo de la silla su campera y cartera, y antes de retirarse del bar me dijo ― La verdad no sé porque no termine con esta amistad hace mucho tiempo, me he cansado de soportar tu estúpido sentido del humor. Pero no olvides, la vida cobra venganza. En un futuro el karma caerá sobre ti, no sé cómo, pero te demostrara lo mala persona que eres y te sentirás miserable y con una conciencia intranquila. Eso te lo aseguró― Se cubrió con la campera ― Te deseo suerte, porque la verdad sé que tu futuro será muy difícil. Cosechas lo que siembras. ¿Y tú que has sembrado todos estos años?
― El karma no existe, no seas ingenua.
Mi amiga no me respondió, ni tampoco se defendió, simplemente caminó firmemente hasta el final de la vereda y cruzó la calle sin mirar atrás ni una sola vez. Había perdido una amiga, y la verdad no me importaba.   
Miré el reloj de forma despreocupada, pero me alarmé cuando vi la hora. ¡Ya tendría que estar de camino hacia el café!, en media hora era mi cita con Brian.
Dejé el dinero sobre la mesa pagando lo que mi ex amiga y yo habíamos tomado, ya que ella se fue sin pagar su parte. Y luego salí corriendo cruzando la calle sin mirar, no tenía tiempo suficiente para hacerlo, no quería llegar tarde a mi primera cita, quería que tuviera una buena primera impresión de mí. Y eso significaba puntualidad.
Allí estaba, Brian, sentado en una mesa interior del café. Lo vi a través de la enorme ventana. Era hermoso, aun más que en las fotos que tenía. Era mucho más hermoso de lo que me lo había imaginado en mi mente. Sus imperfecciones eran perfectas, mejor dicho, no tenía imperfecciones.
Miré mi reloj nuevamente, diez minutos de retraso. No estaba tan mal.      
Entré al café caminando con seguridad, no quería parecer nerviosa frente a él. Brian me reconoció de inmediato cuando me vió. Se levantó de su asiento para recibirme con un abrazo, un cálido e intimo abrazo. Era mucho más alto y fuerte de lo que aparentaban las fotos. Estaba embobada. Podía sentir como mi corazón se llenaba de un sentimiento embriagador, de amor. 
Ambos nos sentamos con una enorme sonrisa en nuestros rostros, no podíamos dejar de mirarnos.
Estuvimos una hora hablando. Su voz se oía profunda y masculina, no como en el video chat.
La merienda estuvo deliciosa. Los cafés rebosaban en exquisito sabor, y las medialunas sabían tan ricas como olían:
― En mi ciudad no son tan ricas― Dijo Brian sonriendo mientras le daba un bocado a una de las medialunas para luego fruncir sus atractivos labios con deleite, como si aquello fuera lo mejor que hubiera probado en toda su vida.         
En la mesa de al lado, se sentó una mujer con su hijo adolescente, éste parecía ser sordo, porque no hablaba, en cambio producía sonidos sin ningún significado y algunas señas que la madre le respondía. Otra vez sentí la carcajada ascender por mi garganta, intenté detenerla frunciendo los labios con fuerza, pero fue en vano, cuando más miraba a aquella mesa, más ganas de reír sentía. Al final no lo soporté y me atacó una lluvia de risas y alaridos. Solo escuchar al adolescente intentar decir algo y fallar caóticamente, producía que mi carcajada creciera con fuerza.             
Brian me miró sin comprender de lo que me reía. Con la respiración entrecortada le expliqué que era tan gracioso para que me acompañara en la risa, pero sin embargo no le causo gracia, sino que se levantó de su asiento sin decirme nada y arrogó algunos billetes sobre la mesa. Con la mirada de piedra abandonó el café. Intente detenerlo, pero ni siquiera me miró.  
¡No podía creerlo!, en un día me había quedado sin amiga y sin novio.      
Estaba enojadísima. Ya no tenía ganas de reír, sino de gritar. Me trataban como si mi corazón se alimentara de maldad. Solo me había reído de algo que me causo risa, ni siquiera era suficiente razón para enojarse y abandonarme. Así que decidí que no dejaría que se marchara así sin más, exigiría que me explique que había hecho mal.  
Salí del café echa una tormenta, estaba que lanzaba chispas. Lo alcance con un poco de trote y me paré frente de él obligándolo a parar su marcha. Él me miró, en su rostro había algo más que enojo, era frustración y tristeza. Su mirada provocó que mi temperamento violento declinara. Parecía que enserio había hecho o dicho algo malo que le afectó.  
No esperó a que le preguntara nada, él habló primero:  
― Hace seis meses, antes de abrir mi perfil donde te conocí, tuve un accidente― Dijo levantándose el cabello que cubría una cicatriz en su nuca ― Desde entonces he perdido el cien por ciento del oído izquierdo y el sesenta por ciento del otro― Luego se sacó un audífono del oído derecho color piel, era casi invisible, por eso no me había percatado antes que lo llevaba ―Si me lo saco no escucho nada― Dijo y luego se volvió a colocar el audífono en su lugar.           
Mi pechó se sintió como si quemara, no sabía bien cuál era el sentimiento que en estos momentos me atacaba, parecía vergüenza y a la misma vez culpa, pero era mucho peor que eso, era mucho más doloroso que la tristeza misma. Quise disculparme con Brian, pero las palabras no salían, quería decirle lo mucho que lo sentía, que había sido una estúpida.
Mi amiga tenía razón, la vida cobra venganza, y estaba pagando mi deuda ahora mismo.  
Fue cuando comprendí todo lo que había hecho. Al burlarme de aquellas personas, que yo consideraba inferiores, resulté siendo peor que ellas. Yo era inferior a ellos, porque no era capaz de darme cuenta que ellos no lo eran. Eran capaces de hacer cualquier cosa que yo hacía. Brian era sordo, no se le notaba porque había perdido la audición y no había nacido sordo como el chico del café, lo que significaba que había aprendido a hablar sin dificultad, el otro chico debió aprender siendo sordo. No podía dejar de pensar lo difícil que le debe ser aprender a hablar, y yo me había estado burlando de él. Me sentía una basura. Ella, mi ex amiga, tenía razón soy una mala persona.
Las lágrimas amenazaron con salir, intenté detenerlas, pero se abrieron por los lagrimales como dos poderosos torrenciales:
― Soy una mala persona― Le dije lloriqueando como las niñas pequeñas.
― No lo eres― Me respondió sonriendo ― O por lo menos ahora no― Dijo lanzando una pequeña carcajada ― Al reconocer tu error te convierte en una mejor persona, y aun en una mucho mejor al intentar cambiar. Y por eso te admiró― Agregó sonriente.
― ¿Me darás otra oportunidad?― Le dije secándome las lágrimas con la manga de mi campera mientras fruncía con la boca haciendo puchero.
Brian se rió y regalándome una atractiva sonrisa me dijo:
― Por supuesto.
Al final, quedamos en encontrarnos al día siguiente en el parque. Esta vez no lo arruinaría, estaba intentando cambiar.
A la noche llamé a mi amiga disculpándome por todo. Ella al principio no me creía, pero al final aceptó mis disculpas y arreglamos para encontrarnos algún momento en el bar como solíamos hacer. Sé que no volverá a ser lo mismo, porque ya no tendrá la misma confianza en mí, pero le demostraré que estoy cambiando.         
En la tarde me encontré en el parque con Brian. Paseamos a través de los jardines y luego alrededor de las fuentes. Era un bonito día, los pájaros cantaban de fondo y el ambiente olía a ricas flores.
En un momento a una niña se le voló un globo rojo, e hice sin pensar algo que nunca antes hubiera hecho en mi vida. Corrí unos pasos hasta alcanzar el globo y se lo devolví a la niña, que para mi sorpresa tenía síndrome de Down. La niña me lo agradeció y salió corriendo a jugar con su globo colorado.
No podía creer que yo hubiera hecho eso, nunca antes hubiera ayudado a nadie, seguramente me hubiera reído viendo como la niña intentaba recuperar su globo. Pero esta vez no le vi el chiste. Realmente estaba cambiando. 
Brian me miró con aquella hermosa sonrisa que adoraba de él, una sonrisa de aprobación. Tomó mi mano de forma cariñosa y me besó. Me besó por primera vez. Fue un beso cálido y tierno lleno de una arrebatadora pasión.

miércoles, 3 de junio de 2015

La princesa de dragones


Una ciudad era asediada por la furia de un poderoso dragón. Ganados devorados, plantaciones consumidas por el fuego, casas derrumbadas, mucha gente muerta por culpa de sus zarpas.
No solo debían defenderse de un dragón salvaje, sino que los pueblos vecinos amenazaban con la conquista. Las batallas se volvían frecuentes y una guerra se avecinaba inminente.   
La princesa de la ciudad, también era bruja. A pesar de ser joven tenía cientos de conocimientos sobre las magias. Ya que las rudimentarias armas de la milicia eran inútiles contra la piel del dragón, el pueblo había depositado su esperanza en ella, esperando que su magia sea tan poderosa como todos creían.
En una colina cercana a la ciudad, la princesa bruja y un arquero esperaban la aparición del dragón, había pasado unos días desde el último ataque, el dragón no esperaría mucho para su próxima cena. Y la princesa no se equivocó, al horizonte se levantaron dos amplias alas que se batían con ímpetu. El dragón se acercaba a lo lejos como una sombra, aterrador.
La princesa bruja le dio al arquero la señal para que se prepare, le había conjurado una flecha de diamante puro, por sus conocimientos sabía que aquel mineral era el más duro de la tierra, además de tener propiedades mágicas incalculables que le servirían para esta ocasión. Había una sola flecha de diamantes, por lo tanto el arquero debía ser preciso, el mejor de la ciudad.
Cuando la bestia se encontraba a una distancia razonable, el arquero lanzó la flecha impulsándola con la fuerza del tensó cordel del arco. La flecha viajó por el aire refulgurando luces de los rayos del sol que en ella rebotaban, alcanzando así, cortante,  uno de los prominentes cuernos óseos del dragón. Éste saltó de su cabeza cayendo sobre la hierba mojada.
La bestia se precipitó enojada al sentirse atacada, voló alto y veloz cayendo en picada sobre la ciudad, dejando a su paso, no más que estragos. Mucha gente murió quemada por su furia que parecía incesante. Los guerreros intentaron defender a la ciudad, junto con ellos el Rey, pero todos murieron superados por su fuerza. La ciudad se quedó sin milicia que los protegiera y sin Rey que los gobernara.  
A la mañana siguiente el dragón se fue de vuelta a su nido satisfecho habiendo cobrado venganza por su cuerno perdido.
La princesa estaba sola, y ella sola debía encargarse de una ciudad entera. Debía hacer algo al respecto, si en el próximo ataque el dragón no los exterminaba por completo, lo harían las ciudades vecinas. Debía crear algo que los protegiera del dragón y del los extranjeros, ya que no quedaban ni un soldado en el pueblo.
El arquero había fallado, se suponía que debía matar al dragón, no sacarle un cuerno y enfurecerlo aún más. La princesa estaba enojada y le gritó al arquero, él cual no encontró palabras para disculparse, se suponía que él era el mejor en toda la ciudad y les había fallado.   
La princesa bruja volvió a la colina, la verdad no sabía que buscaba, pero creyó que en algo la ayudaría. Tal vez solo a pensar. Pensar en que estaba sola, literalmente sola, todo el ejercito muerto, la ciudad desprotegida, su padre muerto, dejándole a su cargo la ciudad entera, a una niña sin experiencia en la gobernación de un reino. Mientras meditaba estas cosas su pie piso algo puntiagudo. Era el cuerno del dragón, el cual había sido arrancado de su nuca por culpa de la flecha de diamante. Fue allí cuando lo supo, supo qué hacer, como proteger a la ciudad.     
Levantó el cuerno del suelo y lo llevó a su habitación que constaba con un laboratorio de alquimia personal. Allí conjuró el cuerno, lo volvió un amuleto del cual colgó de su cuello. El cuerno se había vuelto de un extraño brillo mágico, en el existía un profundo poder.    
La princesa volvió a subir a la colina a esperar el dragón, pero desde allí vio también como un ejercitó se avecinaba, era un ejército de conquista que destruiría y subordinaría su reino por medio de la coacción.
Esperó en la colina impaciente rezando que el dragón apareciera de inmediato, se le acababa el tiempo. Fue allí cuando vió aquella sombra aterradora, devoradora de hombres, temible ante los ojos humanos y de cualquier animal.
El dragón voló y aterrizó en la colina agitando sus poderosas alas y rugiendo de forma amenazadora, se estaba preparando para atacar a la joven. Pero ella antes de que el dragón la envistiera sacó del interior del corsé de su vestido una joya violeta, del mismo color del tegumento y resto de cuernos del dragón. Era el amuleto que ella había conjurado a partir del cuerno que encontró escondido entre la verde hierba de la colina.
Cuando el dragón vió el amuleto de inmediato se humilló ante la princesa, no pudo evitarlo, inclinó su cabeza de forma sumisa, ella ahora era su ama.       
El dragón se dejó montar por la princesa y ella lo dirigió a la ciudad. Los plebeyos al principio creyeron que era otro ataque y corrieron a esconderse, pero cuando vieron que su princesa lo montaban la aclamaron entre gritos y aplausos. Renacía la esperanza.
El ejército extranjero había llegado a la ciudad, los barbaros marchaban estoicamente mostrando sus relucientes espadas de doble filo. La conquista había comenzado.
El rey comandaba el ejército y adelantándose comenzó a gritar entre las calles:
― Reino sin rey, ríndanse sin presentar batalla y los acogeré en mi ceno hospitalariamente, más osen atacarnos y nosotros los destruiremos y no dejaremos ni una sola casa sin calcinar.
La princesa escuchó la propuesta del Rey vecino, su voz rebotaba a través de las calles, no lo veía solo lo oía. Había un muro que los separaba. La princesa les respondió:
― Es cierto, somos un reino sin rey, pero tenemos una princesa que nos gobierna.  
― Seguro la tendrán, pero tampoco tienen de un ejército que los proteja. Una princesa no puede proteger a nadie. Los rumores corren rápido. No intente engañarme, decidan ahora mismo si presentaran batalla o se rendirán sin presentarla.      
― Es cierto, no tenemos ejercito, pero sin embargo decidimos defendernos, no dejaremos nuestro reino a huestes de extranjeros, de barbaros.
El rey conquistador se sintió ofendido, por lo tanto desenvainó su espada, esperando seguramente una turba iracunda de plebeyos con escobas y sartenes para defender su reino, sería la conquista más fácil que alguna vez allá cometido. Pero el muro no fue atravesado por un grupo de incompetentes plebeyos como él esperaba, sino que la princesa lo atravesó, pero no venía sola, montaba un poderoso dragón de cuernos amatista.
Todos los hombres aguerridos temblaron ante la feroz criatura, pero el rey no lo hizo. Estaba convencido que conquistaría la ciudad, cueste lo que cueste.
El monarca de los barbaros agitó su espada con solides y de forma amenazante. La princesa le respondió, lo envistió con las zarpas de su dragón. El rey esquivó y bloqueó las primeras zarpadas, pero el dragón era más rápido y más fuerte, al final terminó vencido por la presión de su mandíbula, el dragón apresó al rey entre sus dientes quitándole la vida lenta y dolorosamente. Luego ahuyentó al resto del ejército con el fuego de sus fauces.
La ciudad nunca más volvió a ser asediada por barbaros, y la princesa bruja se convirtió en la princesa de dragones, para más tarde convertirse en la reina más poderosa que alguna vez haya pisado el continente, señora de dragones.