martes, 22 de noviembre de 2016

La cura


                Alban Hamill insertó la aguja hueca penetrando lentamente el tegumento escamoso del hombre-lagarto que, recostado inconsciente, se hallaba sobre la camilla metálica del laboratorio. Sus ojos, extrañamente turquesas, no despegaban su fijación en el instrumento, estaba empecinado en hacer su trabajo a la perfección, ya que por una extraña razón, su jefe, a pesar de haberlo aceptado, seguía mirándolo con desconfianza, como si fuera un mocoso recién salido del secundario que sólo tiene en la mente a chicas hermosas. Quería demostrarle lo que en verdad valía, no por nada se había graduado con honores de la universidad de ciencias de Londres. Tirando del émbolo con sus dedos, llenó el recipiente de oscura sangre. Luego caminó a la camilla siguiente, donde descansaba, en igual condiciones, el segundo espécimen. El hombre-alacrán mantenía sus ojos de insecto cerrados.
A pesar de saber que aquellos monstruos estaban inconscientes tras una fuerte dosis de anestesia como para dormir un elefante, sentía la piel de gallina aflorando en todo su cuerpo, más el miedo aferrándose a su pecho. Esas bestias eran horrendas a la vista, no solo eso, eran altamente peligrosas. Ignorando lo que los especímenes causaban en él, extrajo la sangre del alacrán en una segunda jeringa. Luego de volver a las bestias a sus respectivas celdas, procurando internamente que no despertaran antes de cerrar la puerta, volvió al laboratorio, para preparar las pruebas para cuando llegara su jefe.  
Un familiar sonido se hizo presente en la habitación, era el giró del picaporte, y el rechistar de la puerta al virar sobre sus bisagras. Natalia y Mark habían vuelto de la oficina de René García, quien los había citado con un nuevo caso especial por resolver. Natalia entró al laboratorio, seguida por Mark, quien caminaba con una carpeta de folios colgando debajo de su axila.
Mark caminó hasta el escritorio, dejando la carpeta sobre la tabla de madera, abriéndola en la primera hoja. Alban caminó hasta el escritorio, parándose junto a Natalia.
— Buenos días, Alban, veo que hoy has venido temprano al trabajo — lo saludó cordialmente Miller, con una enorme sonrisa plasmada en su rostro.
— Sí, quería terminar cuanto antes con las pruebas de sangre. Es prioridad avanzar con la cura— Alban dijo eso, y miró de reojo a Mark, esperando ver una expresión de orgullo, o por lo menos de asombro por su parte, pero no encontró nada de eso, apenas le estaba prestando atención a lo que decía. Parecía que no importara cuanto se esforzara, nunca ganaría el reconocimiento de su jefe.    
— ¿Cómo están la muestras? — preguntó Mark de repente.
— Eh, eh — tartamudeó un poco antes de recobrar la compostura, su pregunta lo había tomado por improvisto. Aparentemente si lo estaba escuchando — Solo debo prepararlas para el análisis.
— Bien, tenlas listas para cuando vuelva.   
— Sí — se agregó Natalia a la conversación — René García nos encargó un nuevo caso especial — la muchacha acarició su propia barbilla mientras pensaba — ¿No quieres venir con nosotros?, la última vez ayudaste bastante en el caso.
Alban miró de Natalia a Mark, y aunque en el fondo si quería ir, ya que era mucho más interesante que quedarse en el laboratorio rodeado de pipetas y muestras de ensayo, pero Mark le había encargado algo, y no quería que pensara aun peor de él. Es cierto que la última vez hasta se había disculpado con él por juzgarlo tan tempranamente, pero sin embargo, Alban no estaba satisfecho con ello, él era de aquellas personas que aman el reconocimiento, que lo alaben y elogien, y no importaba cuanto le costara, haría que Mark lo reconociera.
— Mejor me quedaré a terminar las muestras, como dije antes, son prioridad.
Giró el rostro para mirar a Mark esperando un “Bien dicho” o un “Me alegro que me hayan asignado a un aprendiz tan responsable” por parte de este que nunca llegó.
— Oh, bueno — Miller se veía algo desilusionada. Mark ante su reacción frunció el ceño, fue un gesto efímero, que se disolvió un segundo después de estar allí.      
— Vamos, tenemos trabajo que hacer — Mark caminó de vuelta hacía la salida, tenía muchas cosas en mente, este nuevo caso era distinto a los anteriores, tenía una corazonada que apenas podía interpretar, no había pistas al respecto, solo testigos, lo cual lo volvía más difícil de resolver, e incluso de verificar siquiera si era real.
El agente especial le dio unas últimas indicaciones a su aprendiz y luego salió del edificio, junto a su compañera, quien se veía mucho más enérgica de lo habitual. Subieron al auto, y en él se dirigieron al destino de las denuncias, “Barrio Jardín”, donde todas las calles habían sido bautizadas con nombres de flores o algún otro vegetal. La primera parada era en “Camino de los Sauces, 2051”, el primer testimonio, facilitado por una adolescente, que aseguraba que mientras volvía tarde a su casa, se cruzó una sombra extraña en la intersección de calles a dos cuadras de su casa. No pudo ver bien que era porque todo estaba oscuro, pero era una bestia grande y de cuerpo redondo.         
— ¿Cuerpo redondo?, no conozco ningún animal así.   
Mark intentó mantener su carcajada al límite al escuchar la ocurrencia de Miller, sabía bien que ella lo decía con una intensión irónica, a pesar de todos los casos especiales que habían presenciado juntos, ella mantenía la esperanza de entre todos los casos recomendados, que entre ellos se encuentre uno que no tenga que ver con mutantes o cosas sobrenaturales.     
— Todavía no te adelantes, nos quedan una entrevista más todavía — decía mientras manejaba hacía la siguiente casa.  
“Calle de los Jazmines, 509”, era una casa grande, de paredes amarillas y ventanas azules, algo extravagante, que resaltaba sobre el resto de las casas de la cuadra. Una anciana los atendió luego de llamar a la puerta, y los invitó a pasar.  
Natalia sostenía la taza entre sus manos, mientras soplaba el té disimuladamente, ya que un minuto atrás se había quemado la lengua cuando había querido probarlo en un sorbo. En cambio Mark había dejado la taza sobre la mesa ratonera, intentando interrogar a la anciana, la cual tan ensimismada en su anécdota charlatana, parecía no escucharlo con la atención debida.   
— ¿Así que vienen de la casa de esa niñita? — preguntó sin esperar siquiera una respuesta, para retomar la palabra un segundo después — Pobre Clotilde, tener una nieta así, vuelve a cualquier hora, falta a la escuela, y tiene unas amistades que ¡Madre mía!, se llenan la cara de aros y se tintan el cabello de… 
— Disculpe, señora, pero me gustaría preguntarle sobre… — Mark intentó interrumpirla, pero la anciana ni siquiera perdía tiempo para probar a que sabía su té.
— Pero yo le echo la culpa a su madre, completamente. El otro día, cuando fui a comprar manzanas a la verdulería para hacer un pastel, ya que mis nietos venían a visitarme…
— Eh, mmm, eh — Natalia intentó interrumpirla, pero siquiera pudo formular una palabra, intentaban ser corteses, pero parecía que no funcionaba.       
— Entonces lo vi, Anna, su madre estaba hablando con el verdulero, no sé qué le decía que se reía muy coquetamente, ¡Esa mujer!, ¿Qué clase de ejemplo le da a su hija?, ¡Pobre Clotilde!, y ¡Pobre su esposo, que de seguro no sabe nada!, en mis tiempos esto no suced…
Natalia ya no lo soportó, realmente no estaban allí para ese chismerío de personas que ni siquiera conocían, y levantándose de su asiento la interrumpió fuertemente. 
— ¡Disculpe señora!, ¡Pero no me interesa la historia de Clotilde y de toda su familia! — Natalia al darse cuenta que estaba parada y que había levantado la voz, sintiendo culpa de inmediato intentó disculparse suavizando la voz — Eh, lo siento, no era mi intención lo que pasa es que…que — no sabía que escusa dar al respecto, por suerte Mark salió a su rescate.
— Lo que mi compañera quiere decir es que estamos cortos de tiempo, si no le es mucha molestia necesitamos hacerle unas preguntas.
La anciana miró a Natalia de reojo, y embozándole una sonrisa coqueta a su compañero, por fin estuvo dispuesta a escucharlo.
— Necesitamos escuchar su testimonio con todos los detalles.  
— Por supuesto, cariño — la anciana hablaba como si su boca estuviera endulzada con miel — El martes a la madrugada, me levanté temprano, como siempre para regar las plantas del jardín de mi casa, entonces fue cuando lo vi, por supuesto había olvidado mis lente adentro, por lo cual no lo vi bien, solo puedo decir que era una enorme masa rosada que se movía como si fuera una gelatina, realmente sentí mucho miedo, por lo cual volví al interior de mi casa y no volví a salir hasta la tarde.    
Mark la escuchó detenidamente, ¿Una masa rosada?, no había nada que se le pudiera ocurrir al respecto. ¿A que se estaban enfrentando esta vez?
Mark se levantó de su asiento y Natalia imitó su acto.
— Muchas gracias ¿Señora?    
— Teresa, pero tú puedes llamarme Teresita, como me llamaban mis novios de joven — la anciana pellizcó los mofletes de Mark sin que él pudiera prevenir su muestra de efecto exagerada.
Natalia intentó reprimir su carcajada, miraba la escena tapándose la boca con la palma de su mano, mientras achinaba los ojos debido a su diversión. Era una ancianita bastante particular.
— Muy bien cualquier cosa que sepa puede llamarnos — dijo Mark una vez que se libró de Teresa.
— ¡Esperen!, no se vayan. Hay una cosa más que podría interesarles, en la carnicería de Amy, su esposo ha desaparecido, ella dice que estaba enfermo, pero yo no le creo, todo parece muy extraño, creo que deberían ir a investigar allí.    
Mark y Natalia, tomando el consejo de Teresa y se dirigieron a “Avenida del Álamo”, no tardaron mucho en encontrar la carnicera a la que se refería la anciana. Entraron empujando una puerta de cristal, dentro se podía oler la sangre fresca mesclada con el aroma del lustra pisos. Una mujer de tez aceitunada atendía el mostrador. Parecía matar el tiempo leyendo una revista ya que el local estaba vacío, pero cuando vio entrar a los agentes guardo la revista y se dispuso a atenderlos con la típica sonrisa brillante de comerciante.   
— ¿En qué puedo ayudarlos?
— Estamos buscando al dueño de la carnicería — le informó Mark de inmediato.
El rostro de la mujer se transformó de un instante a otro, pero intentó ocultar su compostura detrás de una mueca parecida a una sonrisa.
— Yo soy su esposa, mi esposo en este momento se encuentra enfermo.
— ¿Cree que podamos verlo?, solo será un momento — insistió el agente.
— No lo creo — respondió secamente sin dar una explicación mejor.
— Entonces volveremos cuando se sienta mejor — le aclaró Miller, al ver que Amy no daba el brazo a torcer.  
Antes de dirigirse a la salida, Mark buscó en el interior de su chaqueta y le entregó a Amy una tarjeta de presentación.
— Este es mi número telefónico — le dijo hablándole seriamente, estudiándola con sus ojos de forma almendrada — Confié en nosotros, estamos aquí para ayudarla— Amy recibió la tarjeta con una expresión asombrada, como si sus palabras tuvieran un significado profundo para ella.   
Luego de eso Mark y Natalia volvieron al automóvil, y prendiendo el motor encaminaron el transporte de vuelta al laboratorio.    
— ¿Crees que nos contactara? — le preguntó Natalia a su compañero.
— Eso espero.
De vuelta en el laboratorio Alban los esperaba con las muestras terminadas, totalmente preparadas para ser analizadas por Mark.
— Bien hecho — dijo Mark palpando la espalda de Alban en un gesto amistoso.
Alban Hamill sintió la adrenalina aflorarle en el pecho, era el orgullo embullando en el interior de sus costillas. Esa manía, ese vicio de querer ser elogiado lo había ganado al crecer en una familia noble de cinco hijo, y él siendo el hijo menor, debía esforzarse el triple del resto de sus hermanos si quería algún tipo de reconocimiento, su padre se atenía a las viejas costumbres, y sabía que al estar en el último lugar que le correspondía dependiendo de su nacimiento, era poco lo que su padre dependería de él, a no ser que le demostrara lo contrario, que valía más que el primogénito y el resto de sus hermanos en conjunto. Por eso mismo siempre buscaba la aprobación y la enhorabuena en los demás. Era un defecto que no podía evitar, pero dicho vicio le había llevado a hacer grandes cosas en poco tiempo y recibir un reconocimiento que naturalmente nunca recogería de su familia.       
Mark analizó las muestras en el microscopio, estuvo varias horas sin detenerse, si bien el trabajo ya casi estaba hecho, gracias a Alban, faltaba la parte más difícil, debía sintetizar la proteína correcta, para facilitar la tan esperada cura, que ahora mismo parecía imposible, pero él no perdía las esperanzas.
El gente pasó toda la noche despierto, permitió que Miller y Hamill volvieran a sus casas a descansar, aun que él último se negó al principio, necesitaba estar solo, porque en soledad era cuando mejor se concentraba.   
A la mañana siguiente, Miller llegó una hora antes a trabajar, quería ver a Mark, quien conociéndolo desde tiempo sabía que se había desvelado toda la noche. Cuando abrió la puerta del laboratorio, se encontró con una escena que la dejó absorta.
Mark dormía plácidamente, recostado sobre el escritorio, con la computadora encendida delante de él, mientras un gráfico de proteínas se movía circularmente.
— ¿Mark? — lo llamó en un susurro, mirando su rostro dormido, se veía tan pacifico e hipnotizante que Natalia se quedó viéndolo como si no hubiera nada más alrededor.
Mark se removió en su lugar, y con la voz algo ronca secuela del sueño, preguntó, con los ojos entrecerrados:
— ¿Agente, Miller? — se levantó de repente mirando el reloj en su brazo — ¿Qué hora es?, me quedé dormido.      
Al segundo entró Alban, saludando como lo hacía habitualmente, con una sonrisa enérgica tatuada en su rostro, pero esta vez lo acompañaba el jefe de la policía, René García.  
— ¡Buenos días! — Alban al ver el monitor de la computadora se acercó velozmente al escritorio — ¿Está terminada la cura?
— Es un prototipo, pero no tenemos donde probarla.      
— ¿A qué te refieres, Johnson? — le preguntó Miller algo entusiasmada sobre el tema.
— No podemos probar la muestra en humanos, pero no tenemos animales al que podamos probarlo. Solo hemos encontrado humanos mutados, ningún animal mutado, y por más de que los hemos expuesto a radiación, todas las ratas han muerto.
— ¿Hay alguna manera de probarlo en los mutantes humanos? — le preguntó Miller al jefe de policía.
René García se aclaró la voz mientras presionaba su barbilla, era un signo de que estaba considerando sus palabras.
— Tal vez podríamos pedir autorización de sus familias, hacerles que firmen un comodato, donde no nos hacemos responsable de los resultados y que ellos están conformes a que se lleve a cabo el procedimiento.
— ¿Podrías hacer eso por nosotros? — le preguntó Mark en confianza.
— Ahora mismo vuelvo a la oficina para llamar a las familias, cuando tenga noticias les comunicaré al respecto — René García volvió por donde había venido, después de despedirse de los agentes y del aprendiz.
Los agentes tuvieron que esperar un día más para recibir la aprobación por parte de René García para utilizar las muestras en los mutantes que mantenían prisioneros en las celdas del sótano.       
Bajaron al recinto con una jeringa en mano, habían obtenido la autorización por parte de la familia del hombre-alacrán, sus padres habían firmado la autorización del ex convicto. Por parte del segundo espécimen, el hombre-lagarto, no tenía familia, solo una hermana quien había muerto hacía una década. Por lo tanto optaron por probar la muestra en él último, el anciano que vivía junto a una laguna.  
Le inyectaron el líquido amarillento a través de la ventanilla de la celda de vidrio blindado, el enorme lagarto se agitó furioso, reaccionando al pinchazo de la jeringa, se estrelló contra las paredes de la celda, una y otra vez, mientras rugía nasalmente, sacando la lengua bífida de manera amenazante.     
Con cada segundo que pasaba, la droga comenzaba a hacer su efecto en el cuerpo del anfitrión, la bestia se fue calmando de a poco, mientras que iba perdiendo sus escamas gradualmente, y en su lugar lo reemplazaba piel rosada y brillante, propia de un humano. Emilio Díaz volvía a su forma anterior, al humano que una vez fue. Delante de ellos aparecía un hombre anciano, sin cabello en su cuerpo, ni escamas, solo un cuerpo de piel rosada. Pero sus ojos seguían siendo los de antes, como gemas verdes, reptilianos, y su comportamiento sin razón, como un animal, había cambiado su aspecto, pero en su mente seguía siendo un mutante, un hombre-lagarto.
— ¿Funcionó? — preguntó Miller mirando al anciano quien se encontraba encorvado sobre el suelo de la celda, ocultando su mirada asustado, temblando ligeramente.
De un momento al otro, el mutante comenzó a gritar, con voz humana, pero de una manera animal, como si estuviera sufriendo. Se retorcía de un lado al otro, de su boca surgió espuma blanca y de a poco, el espécimen perdió fuerza y se quedó inmóvil en el suelo.
— ¿Qué ha sucedido? — Preguntó Alban preocupado.
Mark tomó la llave de su bolsillo y abrió la celda adentrándose en ella.
— ¿Qué haces Johnson?, es peligroso — por más de que Miller intentó detenerlo, Mark ya había llegado al anciano.
— Está muerto — informó después de tomarle el pulso. El rostro de Mark se oscureció, asimilando lo que la “cura” había hecho en el mutante, no lo había curado, lo había matado, y no podía evitar sentirse culpable al respecto.                
Miller recargó su brazo sobre el hombro de su compañero, de manera reconfortante, no necesitaba que dijera ninguna palabra para saber qué era lo que rondaba sobre su cabeza. 
— No hay que deprimirse, por lo menos hemos hecho un gran avance — dijo Alban, mirando al cuerpo del viejo quien yacía muerto.
— ¿Un gran avance?, ¡Está muerto! — exclamó Mark levantándose del suelo de un tirón, sonando molesto — No hemos avanzado nada, hemos retrocedido, no es una cura, sino que es un arma mortal.   
— Yo estoy viendo a un anciano HUMANO — dijo el joven enfatizando en la última palabra — no un lagarto gigante.
Mark sacudió la cabeza con fastidio incapaz de responder algo más, no quería discutir al respecto, le parecía una falta de respeto hacía el muerto. Aunque lo que decía podía tener un grado de verdad, de esta versión podrían mejorar hasta llegar a una verdadera cura, ¿Pero cuántos hombres morirían en el camino hasta llegar a la correcta?, no dejaba de asquearle la idea.
— Después de todo tenemos la aprobación de René García — Alban volvió a argumentar, no era que la muerte no le afectara, los fracasos siempre afectan de una manera u otra, solo intentaba ver el lado positivo.
Mark lo ignoró y comenzó a subir la escalera para volver a su laboratorio.
— Alban, encárgate del cuerpo, y Miller, de organizar el funeral — y con eso desapareció por la puerta.  

A la mañana del día siguiente Mark recibió una llamada a su teléfono celular, cuando reconoció la voz al otro lado de la línea se sorprendió un poco, pero se alegró de inmediato, era lo que necesitaban para resolver este caso.
Miller, Johnson y Hamill, se dirigieron en dirección a la carnicería, Amy tenía algo muy importante que hablar, o por lo menos eso había dicho por el teléfono.
Amy los recibió en la carnicería algo nerviosa, se podía ver en sus ojos inquietos que estaba dudando si lo que hacía era lo correcto.
— ¿Quería hablar con nosotros, Amy?, ¿Es sobre su esposo? — le preguntó  Miller amablemente intentando entrar en confianza para tranquilizarla.  
— Sí, pero deben verlo por ustedes mismos, yo ni siquiera sé cómo explicarlo con palabras.
Los agentes siguieron a Amy hacía una puerta que tenía un cartel que indicaba: “Solo personal autorizado”, donde los llevaba al interior de la tienda, ese lugar donde se preparaban los cortes de carne o se guardaban las reces, fuera de la vista de la clientela. Y allí estaba, Mark al verlo se olvidó de respirar por un segundo, la impresión era muy grande, Alban sintió un frio helado recorrerle el cuerpo, mientras Natalia miraba la escena sorprendida, con los ojos bien abiertos y el pulso algo acelerado.
Los testimonios habían estado en lo correcto en su mayoría, delante de ellos se encontraba una enorme bola de piel rosada, con orejas gachas, nariz gorda y respingada, y un cigarrillo encendido que colgaba de dos labios gruesos. Era un mutante, en eso cualquiera podía verlo, pero era el primero que veían de esta clase, si bien tenía medio aspecto de cerdo y su otra mitad de humano, se lo podía ver actuando con el raciocinio propio de un hombre. Llevaba ropa de trabajo mientras dejaba caer el cuchillo afilado sobre la carne, cortando una chuleta detrás de la otra. Sus ojos se movieron asustados cuando se percató de la presencia de los extraños. Dejó el cuchillo sobre la mesa de metal y luego hizo algo aun más extraño, habló.   
— ¿Amy?, ¿Quiénes son ellos? — el mutante se removió detrás de la mesa nervioso, seguramente los peores escenarios se reproducían en su mente todavía humana.
— Cálmate, Cesar, ellos pueden ayudarte — dijo Amy llegando hasta el mutante.
Los agentes estaban anonadados, ninguno había dicho nada hasta que Amy había tratado de tranquilizar a su esposo.
— Cesar, mi nombre es Mark Johnson, pertenezco a la unidad de casos especiales, mis compañeros y yo estamos aquí para ayudarlo — Mark hablaba intentando que no se notara en su voz que todavía no había salido del shock de haber encontrado semejante mutante. Tal vez era lo que necesitaba para su cura.
— De un día para el otro Cesar se descompuso y comenzó a sufrir físicamente, su cuerpo cambio, se transformó en…— Amy se detuvo, no quería decir algo hiriente.
— En un monstruo. No puedo atender a los clientes, ni tampoco salir a la calle, nuestro hijo se asusta y llora cuando me ve. Un monstruo, en eso me he convertido — Terminó la frase su marido.
— Tú no eres un monstruo, sigues siendo el mismo Cesar de siempre, solo cambio tu aspecto, no sé porque… — su mujer intentó consolarlo, pero la situación se había tornado algo tensa.    
—Por eso mismo estamos aquí— Natalia Miller se acercó a Cesar sin mostrar una pizca de miedo, porque podía ver la humanidad en los ojos del mutante, no tenía nada que temer.
La agente colocó su mano sobre el hombro del hombre-cerdo, y esbozando un gesto de confianza le habló nuevamente. Alban al ver su confianza en el monstruo se removió en su lugar nervioso, es cierto que todavía era humano, pero sin embargo no podía deshacerse del miedo que su imagen de mutante causaba en él y en la mayoría que lo mirara.  
— Confié en nosotros. Vinimos a ayudarlo.
— ¿Volveré a ser el mismo de antes?    
— No es seguro, nunca hemos tenido un caso como usted, pero lo que puedo prometerle es que lo intentaremos con todas nuestras fuerzas para volverlo a quien era antes— lo animó Mark, siendo totalmente sincero — Estoy seguro que lo necesitamos a usted para poder desarrollar la cura que devolverá a los mutantes su humanidad. ¿Por favor trabajaría con nosotros?
Cesar miró a Mark con la boca entre abierta, provocando que el cigarro se callera de sus labios apagándose al tocar el frio suelo. Luego asintió con entusiasmo.  
— Si puedo ser útil como para ayudar a los demás, será un honor. Así que espero trabajar con usted — dijo intercambiando un apretón de mano con el agente.
Ya en el laboratorio, Cesar miraba en todas direcciones algo sorprendido y asustado, ¿Qué pruebas le harían en ese lugar?  
— Primero le haremos unos análisis. Necesito recolectar datos sobre su condición, sobre que es aquello que lo hace distinto al resto de mutantes como para conservar su conciencia — Le explicaba Mark mientras que Alban preparaba el brazo del mutante para extraer sangre. 
Cesar siquiera sintió la aguja penetrando su piel, ser mutante tenía ciertas ventajas, había aumentado su fuerza considerablemente, su nariz le hacía oler aromas que nunca antes había sido capaz de percibir, y su grueso tegumento era poco sensible, así que cuando le extrajeron sangre casi no sintió dolor.  
Luego le realizaron una tomografía de cuerpo completo, donde fueron capaz de recoger además de los datos sobre su sistema nervioso, se percataron que todos sus órganos internos habían sufrido una transformación de tamaño, sólo el cerebro era el que se había mantenido en su lugar, exceptuando algunas partes, como por ejemplo el órgano de Jacobson el cual se encontraba más desarrollado de lo normal, seguramente esa era la causa del aumento en la capacidad olfativa de Cesar.  Los casos de mutantes anterior habían tenido cambios drásticos en cuanto al grosor o tamaño del cerebro, inclusive habían cambiado su forma, pero el de Cesar conservaba la mayor parte en su lugar, ¿Esto era lo que lo hacía conservar su humanidad?
Luego de analizar las muestras de sangre y sintetizar las proteínas del ADN, Mark llegó a la conclusión de que había algo en su información genética, una proteína que se había activado a la hora de la mutación y había actuado como anticuerpo, manteniendo el cerebro protegido en su mayor parte. Fue un trabajo que le consumió muchas horas de sueño, estuvo una semana entera encerrado en el laboratorio, durmiendo y comiendo escasamente. Cuando creyó que la cura podría funcionar, que había llegado a resolverlo por fin, llamó a Alban y a su compañera, prefería ver los efectos de la droga con ellos presentes, no sería capaz de enfrentarse a otro fracaso solo.    
Los tres se encontraban frente a la celda del hombre-alacrán, quien mientras era humano, Finn Ciofi, estaba cumpliendo una condena  de veintiocho años por asesinar a su esposa. Tal vez la cura lo volvería humano de vuelta, pero ¿Valía la pena devolverle la conciencia a una persona así?, tal vez sí, todos merecen una segunda oportunidad, una oportunidad para redimirse de sus pecados.     
Mark insertó la aguja por la ventana, y sin que Finn se percatase de ello, le inyectó el nuevo prototipo de la medicina, rogando internamente que esta vez los resultados de la misma no sean calamitosos como la versión anterior.   
El mutante comenzó a actuar de manera agresiva, salvajemente, se había sentido amenazado y como todo animal o insecto había reaccionado de una manera violenta, corría alrededor de la jaula y golpeaba sus tenazas oscuras sobre el vidrio blindado. Sus movimientos se volvieron lentos pasado unos segundos, como si su cuerpo se sintiera anestesiado, se quedó quieto en un  rincón de la celda, experimentando los siguientes efectos de la droga. El caparazón oscuro que tenía por piel, comenzó a desprenderse, liberando la piel humana que se escondía debajo, sus tenazas se desarmaron, dejando dedos rosados en su lugar, y la larga cola con un aguijón venenoso, propia de un alacrán, se desmoronó de su espalda, cayendo al suelo inerte e inútil. El hombre cayó al suelo, inmóvil, sin hacer ningún movimiento, siquiera se lo veía respirar.    
— ¡De nuevo!, no funcionó — se quejó Mark golpeando el cristal de la celda con su puño, sentía como un sentimiento de impotencia se apoderaba de sus sentidos. Era inútil, no importaba cuanto lo intentara, cuánto tiempo se desvelara, no había cura posible.  
— Mark — Miller presionó el hombro de su compañero con fuerza, sin darse cuenta que lo había llamado por su nombre de pila, pero no era momento de reparar su falta de profesionalismo, estaba mucho más preocupada por cómo se podía sentir su compañero, podía sentir como su hombro temblaba ligeramente — No te desanimes, ya encontraras la cura, no te des por venci…
— Esperen — los llamó Alban Hamill, quien todavía no retiraba sus ojos del hombre-alacrán — Se está moviendo.
El cuerpo del hombre que yacía tirado en el suelo, comenzó a moverse de manera casi imperceptible, sufriendo leves espasmos en sus miembros.  
— ¡Está convulsionando! — exclamó Miller cuando se percató que los espasmos ya no eran sutiles, sino que su cuerpo entero se sacudía con violencia. 
— Es un paro cardiaco — Mark entró en la celda y le aplicó al mutante sus conocimientos sobre primeros auxilios una vez que su cuerpo se quedó inmóvil nuevamente. Presionó su pecho con ambas palmas una y otra vez, durante un intervalo de cinco segundos.   
Pasaron varios segundos y el cuerpo de Finn Ciofi todavía no reaccionaba. Los segundos se convirtieron en minutos, y el corazón del mutante no reaccionaba.     
— Vamos, por favor — Natalia hizo una petición en voz baja, mirando la escena con las esperanzas a flor de piel, aunque parecía que sus esperanzas terminarían siendo en vano, porque el hombre-alacrán no volvía de la muerte.
— Ya es suficiente — dijo Alban acercándose a Mark, poniéndose de cuclillas junto a él, habían pasado más de quince minutos y el hombre no respiraba, ya no había nada más que hacer. Pero Mark Johnson se oponía a renunciar, no podía evitar sentir que era responsable de la vida del mutante, él le había aplicado la droga, por su culpa se había detenido su corazón.   
Ignoró las palabras de Hamill e intentó otra reanimación, y fue cuando Finn Ciofi abrió su boca de inmediato para tomar una bocanada de aire, llenando sus pulmones, que hacía minutos habían dejado de funcionar. Se removió lentamente, totalmente confundido, gimiendo por lo bajo, gruñendo como si estuviera adolorido.
— Está bien — dijo Mark sorprendido, mirando como el mutante se retorcía debajo de él. Todavía no sabía si conservaba su parte animal o si volvió a ser un humano. Así que actuó con precaución — Salgan de la celda, no sabemos si es peligroso.  
Alban y Natalia, quienes habían ingresado a la celda junto con Mark para intentar asistirlo, pero solo se habían limitado a mirar lo que sucedía, volvieron al pasillo del recinto, mirando desde afuera lo que sucedía. Alban le alcanzó a su superior una jeringa con anestesia, en el caso que el espécimen se volviera violento.
— Finn Ciofi, ¿Puedes entenderme? — le preguntó Mark manteniendo una distancia prudente.
— ¿Dónde estoy? — preguntó el hombre que yacía recostado sobre el suelo, su voz sonó despacio y ronca, casi imperceptible, pero llegó a los oídos de Mark, agitando su pecho con emoción, ¡Estaba consiente!, ¡La cura había funcionado! 
Finn Ciofi volvió a la prisión una vez que se hubo recuperado por completo, volvía a ser el mismo Finn Ciofi de antes, no tenía ninguna secuela sobre él, no había perdido ninguna memoria y su cuerpo funcionaba perfectamente. El siguiente en probar los efectos de la medicina fue Cesar, el carnicero, quien pudo volver a su vida habitual, ya no debía esconderse de la sociedad, ni tampoco su animal figura asustaba más a su hijo pequeño. Y estos resultados hicieron que la satisfacción fluyera en el interior de Mark, estaba verdaderamente feliz, la cura había funcionado, ahora sería capaz de devolverles sus vidas a todos aquellos que fueran afectados por las mutaciones.  
— Lo hiciste bien, Johnson— lo animó Natalia mientras llevaba su cerveza a sus labios para tomar un largo sorbo — Tu también, Hamill, gracias a ustedes podremos devolverle a Penynton sus ciudadanos sanos y salvos.

Había sido un día largo, los tres, después del trabajo, se habían dirigido a un bar a compartir unos tragos, estaban agotados, y necesitaban un momento de paz.