lunes, 28 de diciembre de 2015

Los hilos que me esclavizan



Como una muerta marioneta,
tiras del cordel,
moviendo los miembros de madera.

Piensas: Muñeca sin voluntad,
de pensamientos vacios,
esperando que la hagan actuar.

Cortaré,  romperé las cuerdas,
que me esclavizan,
no soy una de tus marionetas.   

Los hilos que me esclavizan,
son los puentes,
entre lo poco que valorizas.    

Ya no más espero,    
ya no seré lo que quieres,
seré lo que yo quiero.



lunes, 21 de diciembre de 2015

Inmortal



                Nació como cualquier persona, en una sala de hospital, llorando, rodeado de médicos.
                — Es un niño — Informó el doctor, mientras su madre abrazaba al pequeño por primera vez, escurriendo lágrimas de felicidad.
                Creció como cualquier niño, jugando con una pelota, viendo películas de superhéroes. Tenía un amigo, confidente, juntos hicieron las más grandes travesuras de su vida.  
                — Maxi, ¿Estás seguro de hacer esto? — Le preguntaba a su amigo, mientras le echaba una mirada desconfiada a la caja de cartón que traía entre manos.   
— Ya no hay vuelta a atrás — Decía con una sonrisa decisiva, para luego lanzar la caja por la ventana de la sala de profesores, y al tocar el suelo ésta se abrió liberando decenas de grillos que revolotearon por la habitación, enredándose en el cabello de las profesoras asustadizas, que gritaban y corrían despavoridas.   
Se enamoró como cualquier persona, sintiendo que una mujer por primera vez se ganaba un lugar especial en su corazón.
— Es hermosa — Exclamaba en un susurro, mirando a una joven esbelta de cabellera cenicienta.
— ¿Carol? — Preguntaba Maxi sorprendido — No te conviene — Le advertía su amigo.
— ¡A ti nadie te cae bien! —Se defendió frunciendo el ceño enojado.
Le rompieron el corazón por primera vez como a cualquier persona, sintió aquella amarga daga invisible que se clava en el corazón para infligir uno de los más horribles dolores.   
— ¿Quieres salir conmigo, Carol?, eres una chica muy linda y creo que…
— ¿Acaso crees que una chica como yo saldría con alguien como tú? — Le interrumpió con una de las preguntas más dolorosas que le habían hecho en la vida.
— Pensé que tal vez si me conocías mejor…
— Pensaste mal — Lo volvió a interrumpir, dándose media vuelta para marcharse, dejándolo allí, con el corazón en la mano hecho trizas como si fuera de frágil porcelana.  Rechazarlo porque ella era muy hermosa para él, le hizo sentirse feo, horrible e indeseable.
El tiempo curó su corazón como cualquier enamorado, cicatrizando las heridas infringidas por amor.
— Olvídate de ella — Le aconsejaba Maxi — Y la próxima elige a una chica no tan soberbia — Ambos lanzaron a reír, su amigo lo ayudó a superarla con sus chistes, y su siempre buen humor de siempre.  
Como cualquier hombre se enamoró por segunda vez, llenó aquel vacio que creyó que nunca podría llenar con otra persona.
— Ella es Helena — Le presentó Maxi, intentando hacerse oír por encima de la música — Una amiga de la universidad.
Saludó a Helena con una enorme sonrisa en su rostro, admirando la belleza inusual de la chica, que batía glacialmente su cabello castaño al compas de la música.     
Disfrutó de un noviazgo lleno de color rosa y momentos inolvidables que quedaron grabados en un lugar especial en su memoria.
— ¿Helena?
— ¿Sí?
— Creo que llega un momento en la vida del hombre que lo hace detenerse y pensar, pensar que ha encontrado al amor de su vida, que la persona que está a su lado es tan importante que nunca quisiera dejarla ir, entonces un hombre lo sabe…
— ¿Qué sabe? — Se preguntó la chica emocionada por sus palabras.
— Que quiere casarse con ella — Le respondió mostrándole un anillo brillante en belleza, pero que cuyo brillo se opacaba ante la hermosura de Helena.   
Su corazón sintió lo que todo hombre siente cuando tiene en brazos a su primer hijo, fragmento de vida de su propia sangre.
— Es nuestro hijo — Dijo orgulloso sosteniendo con una mano al recién llegado, y con la otra la mano de su mujer, que yacía agotada sobre la camilla.  
— Se parece a su padre — Dijo ésta embozando una sonrisa grande.
Pensó vivir la vida como cualquier persona lo haría, ver a sus hijos crecer, caminar por la senda de la vida de la mano de su esposa, ver a su madre envejecer rodeada de nietos cariñosos, volverse ancianos con Helena.
Esperó aquella vida, pero no todo sucedió como esperaba.
Su pelo se mantuvo colorido y brillante, mientras el de Helena se plagaba de canas. Su piel nunca perdió la elasticidad joven y ninguna arruga hizo aparición en su cuerpo, mientras la figura de su esposa se volvía arrugada, dejando atrás la hermosura de la adolescencia. Nunca perdió la fuerza, nunca se enfermó, en cambio Helena envejeció.
La muerte paso por delante de él, pero nunca se detuvo, a no ser que fuera para llevarse algún ser querido.
La muerte de Maxi fue la primera, mientras en el cajón se hallaba su amigo de la misma edad, no lo parecía, el anciano que estaba en el cajón tenía el cabello blanquecino, el cuerpo delgado y arrugado, mientras el rebosaba de juventud. Los familiares se preguntaban quien era aquel chico, no era el hijo de nadie, tampoco era un sobrino de Maxi. No sabían que era un anciano al igual que el fallecido, y que juntos habían caminado los mismos años, pero uno había comenzado a extinguirse lentamente, como todo el mundo, con cada año se volvía mayor, su rostro cambiaba, pero para él era como si los años no pasaran. Su cuerpo no tenía secuelas del tiempo.     
Estuvo en el velatorio de su esposa, viendo como se hundía el cajón que guardaba su cuerpo sin vida en la tierra, separándolo de él para siempre. Su corazón lloró amargura, se estrujó en dolor, aceptando la peor de las perdidas.
Luego llegaron las muertes de sus hijos, y si creyó que perder a tu esposa era el peor dolor que se podía sentir, se había equivocado, nada se compara con presenciar la muerte de tus hijos. Eso no es natural, se supone que los hijos entierran a sus padres, no en viceversa.    
El hombre llenó de dolor, comprendió que no moriría, que vería eternamente fallecer a sus seres queridos una y otra vez. Era un castigo que no comprendió porque merecía, pensó pero no supo que era lo que había hecho para merecer tal tortuosa eternidad. Si existe algo más allá de la vida, un cielo y un infierno, él nunca lo sabría.          
Se alejó de todo, se internó en la selva, solo, para vivir solo y no tener que perder a nadie más.      
Pasó los años, los siglos y milenios en soledad absoluta, ya no tenía con quien hablar, por quien sentir, sólo le quedaban los buenos momentos vividos, para recordar por el resto de su infinita vida.       


viernes, 11 de diciembre de 2015

Miles de caminos, una finalidad


Existió un hombre, que buscaba caminos que los demás ignoraban, parecía perdido, caminando sin un rumbo fijo, pero no era así, su mirada privilegiada veía lo que el resto no podía percibir, porque él no miraba con los ojos, él mira con el corazón.
Cada vez que en su camino se interponía una piedra, sea grande o pequeña, la guardaba en su mochila haciéndola cada vez más pesada, y le dificultara caminar.         

Pasó mucho tiempo, hasta que entendió que era aquello que sus ojos veían, todos aquellos caminos que se levantaban ante sus ojos, los cuales podían cambiar deliberadamente según nuestro accionar. No importara que camino tomemos, sea liso o escarpado, angosto o ancho, largo o corto, todos llevan al mismo destino, a la muerte. Al entender esto decidió tomar el camino más largo sin importarle que se encuentre en él, fue dejando las piedras que guardaba en su mochilas, las fue descartando una por una, aligerando el peso de su espalda, y por último tomó la mano de la mujer que lo esperaba a la entrada de este camino, porque no pensaba transitarlo sólo.  

martes, 8 de diciembre de 2015

Te prefiero platónico


                Siempre lo veía pasar a la misma hora, yo salía a la calle, me sentaba sobre la escalera y lo miraba manejar su Volkswagen blanco por enfrente de mi casa, con la ventanilla baja dejándome ver su hermoso rostro, pintado con dos grandes ojos celestes, y una cabellera castaña que bailaba siendo llevada por el viento.
Esta vez fue diferente, porque hasta ahora nunca me había notado. Esta vez volteó su rostro e hicimos contacto visual, y aun mejor, me sonrió. No les puedo explicar la sensación que sentí en aquel encuentro, no existen las palabras correctas para describir un sentimiento de esta magnitud.          
Al otro día, cuando salí temprano, me encontré con un sobre que descansaba en la alfombra. Lo tomé dudando, sin dejarme de preguntar de quien sería, aun que tenía mis sospechas.

Ola linda. ¿Quieres salir conmijo maniana a la noche a tomar halgo?
Pazo por ti a las 21hs. Ezperame - M”   

Sí, definitivamente las letras no eran su fuerte. Si la nota pertenecía a quien yo sospechaba ya me parecía que tanta perfección era imposible, seguramente debe ser un genio matemático, seguro que sí, algún contador de cartas o un experto en computación. Bueno, dejando su ortografía de lado, me invito a salir, me sentí muy contenta, al fin lo conocería, ya dejaría de imaginarme como era, en que trabaja, que estudia, cuáles son sus hobbies, porque lo escucharía por su misma boca, lo conocería al fin.        
A las 20:30hs ya estaba preparada, me bañe, peine, vestí y maquillé. Sólo quedaba sentarse a esperar, pero con cada minuto que se acercaba a la hora acordada me ponía más nerviosa, este día saldría con un chico muy guapo, ¡Ruego que todo salga bien!    
Se hicieron las 21hs, miré expectante a la puerta, pero nadie llamó. Pasaron los minutos, y comencé a preocuparme, ¿Por qué tardaba tanto?, ¿Le había sucedido algo?  
Una hora después tocaron a la puerta, sí, un poco impuntual, me levanté de mi asiento entusiasmada y girando el picaporte abrí la puerta, encontrándome del otro lado con un muchacho vestido con camisa gris y pantalones de jean, que me miraba con una enorme sonrisa. Era el joven del Volkswagen blanco, como yo esperaba, era alto y muy apuesto, pero cuando mis ojos se desviaron hacía la calle me di cuenta que había venido caminando.
— Y ¿Tu auto?
M, por ahora no sabía más que su inicial, suspiró como alguien que recuerda buenos tiempos pero a la vez resentido.
— Lo perdí en una apuesta — Me respondió sin dar más rodeos.
¿Una apuesta?, ¡Oh, no! ¿Tiene un problema con el juego?    
— ¿En el casino? — Le pregunté cautelosamente, recién nos conocíamos, no quería parecer muy entrometida.
— No — De los labios de M se escapó una estúpida carcajada — No, era una apuesta de patineta, unos amigos me retaron a hacer un flip combinado con un frontside boardslide, obviamente perdí.
Lo miré incrédula, tal vez era una broma, pero su mirada me decía que no me estaba mintiendo.  
— Y ¿Tuviste que apostar tu auto? — Le pregunté todavía incrédula.
— Era para hacerlo más interesante — Dijo dándome una enorme sonrisa, para luego cambiar de tema — ¿Estas lista? — Me preguntó.
— Sí — Le respondí cerrando la puerta detrás de mí.
Caminamos varias cuadras, hasta un resto-bar, de amplias ventanas y paredes pintadas de color arándano, el ambiente olía delicioso, haciendo que mi estomago gruñera con lujuria, tenía mucha hambre.     
Nos sentamos en una mesa y de inmediato se nos acercó un mozo.
— ¿Qué van a pedir? — Interrogó sosteniendo una libreta y un lápiz listo para apuntar nuestras ordenes.
Releí el menú un par de veces y me decidí por una lasaña de carne, M, que al final resultó llamarse Marcos pidió lo mismo.  
Mi paladar se degustó por el sabor exquisito del plato que resultó ser una excelente decisión, no pude evitar que de mi garganta se escaparan varios gemidos de placer al saborear mi cena como si fuera una ambrosía celestial brindada por los mismos dioses. Sí que lo estaba disfrutando.
Mis ojos se desviaron hacía Marcos, el cual parecía también degustar de la lasaña, no sólo de eso, sus pupilas estaban clavadas en mi escote, me miraba de forma pervertida y lasciva, seguramente imaginando vaya a saber qué cosa sucia. Me sentí muy incómoda, mis mejillas se tiñeron de un rojo brillante. Me removí un poco para ver si podía despertarlo de su trance, como seguía en su contemplación vulgar me decidí en hablarle.
— ¿Marcos? — Sin respuestas — ¡¿MARCOS?!
El joven sacudió su rostro despertando de un sueño profundo, por fin logré romper su concentración. Me sonrió ampliamente, casi cegándome con la luz que despedía su dentadura completamente blanca. 
— Eres hermosa — Me dijo echándome una rápida mirada examinadora, sin importarle lo que yo podía pensar de sus indiscretos ojos. 
— Gracias— Carraspeé un poco incomoda al ver como se mordía el labio provocativamente.  
Durante toda la cena prácticamente mi participación en la conversación que sosteníamos consistía en asentir ante sus palabras o parecer interesada en sus graciosas anécdotas, que por cierto no eran tan graciosas como él pensaba. Cada vez que abría la boca para decir algo debía cerrarla porque él se me adelantaba a comenzar con otra de sus anécdotas, las cuales siempre rondaban en su grupo de amigos y a todas las fiestas que asistían o de cuando tuvo una doble fractura en el pie por caerse de una rampa al intentar hacer un truco con su patineta.
Cuando el mozo trajo el suculento postre sentía un atisbo de felicidad renacer, la verdad la cita no estaba saliendo como yo esperaba, me era aburrida, y algo monótona, sin ninguna emoción encontrada. Lo único bueno que podía rescatar era el hecho de que frente a mí se sentaba un hermoso joven, digno de admirar sus facciones masculinas bien cinceladas, pero me estaba preguntando si realmente todo esto valía la pena.       
Cuando terminamos de cenar, ya era bastante tarde y en el centro del bar la gente se acercaba a la pista a bailar con sus parejas, los miré atenta ignorando momentáneamente las palabras de Marcos, algunos se veían muy felices y enamorados. Suspiré de forma soñadora.  
— ¿Quieres bailar? — Me dijo levantando las cejas seductoramente al darse cuenta como miraba la pista con anhelo.    
Le asentí entusiasmadamente y dejé que me tomara de la mano para guiarme al centro de la pista. Debo decir que era buen bailarín y que me hacía sentir como una mariposa a punto de arrancar vuelo con cada movimiento que dábamos. Los parlantes cambiaron de una canción enérgica a otra más lenta y melodiosa, y de repente tenía su duro pecho contra mí, y sus fuertes brazos rodeándome, las cosas al fin se ponían un poco más interesantes. Comenzamos a mecernos lentamente al compas del delicado ritmo de la melodía.
Marcos se separó de mí momentáneamente y se fue hasta la barra a pedir dos bebidas. Recibí la mía con una sonrisa y mirando el contenido burbujeante lo lancé por mi garganta sin titubear, sintiendo como quemaba mi carne al descender. Lance un gemido de satisfacción y Marcos sonrió victorioso.          
Bailamos varias piezas sin detenernos, yo tomé dos tragos más y decidí detenerme, no quería emborracharme en nuestra primera cita, siempre es bueno causar una buena primera impresión, en cambio a Marcos no pareció importarle mi primera impresión sobre él, perdí la cuenta en su quinto trago. Lentamente comenzó a arrastrar las palabras y a reírse por cosas sin sentido, al principio me pareció graciosos, pero luego cuando lo vi bailar tambaleándose y tropezando torpemente entre sus propios pies me di cuenta que se había pasado de copas.
Marcos seguía tomando, ignorando mi suplica para que se detuviera, esto no podía acabar bien.
— Marcos — Le dije mirándolo seriamente — Creo que ya es suficiente — Le dije arrebatándole el vaso espumante de entre los dedos, pero él me lanzó una mirada asesina y recuperó su bebida entre mis manos de un brusco manotón, para luego vaciar todo el contenido al lanzarlo por su boca, sin desperdiciar ni una sola gota.
— Ya entiendo que pasa — Me dijo lanzándome una mirada coqueta, mientras intentaba mantener el equilibrio— Te gusto tanto que quieres protegerme hasta de una resaca.     
Me atraganté con una bola de saliva, no puedo creer que haya dicho eso.
Me tomó bruscamente del brazo y, prácticamente, me arrastró de vuelta a la pista de baile, me apresó entre sus brazos y me hizo girar y danzar sin ningún sentido, mientras inclinaba su rostro hacía mi, y sentí una arcada cuando el olor a alcohol llegó hasta mi.    
Sus manos comenzaron a presionar mi espalda y descendieron hasta apresar mi cintura con fuerza, realmente me estaba poniendo nerviosa, intenté zafarme de sus brazos pero él era muy fuerte. Sus manos siguieron vagando por mi espalda, bajando cada vez más, más y más y allí fue cuando realmente me enfadé, cuando sentí que pellizcaba mi trasero, ¡Por Dios, era nuestra primer cita!, ¡No lo podía permitir!
La palma de mi mano voló hasta su mejilla, haciendo un ruido atronador que rebotó por toda la pista, las parejas vecinas miraron la escena extrañados, algunos muchachos parecieron querer interferir, pero ya era tarde porque logré zafarme de los brazos de Marcos.
Caminé golpeado con fuerza los tacos sobre el suelo, mientras mis mejillas despedían humo de la ira que sentía. Abandoné el resto-bar y caminé hasta mi casa maldiciendo en voz baja cosas inaudibles.
Al día siguiente, cerca del mediodía alguien llamó a mi puerta. Giré la perilla encontrándome del otro lado con un muy destruido Marcos, se notaba que tenía una muy fea resaca, con el pelo despeinado, la boca reseca y unas oscuras bolsas que caían por debajo de sus ojos.
— ¿Qué haces aquí? — Le pregunté con despreció en mi voz.   
— Venía a disculparme, ayer me pase de copas, y te toq… — No pudo terminar la frase, se notaba que sentía mucha vergüenza — Lo siento — Dijo finalmente — ¿Podrás perdonarme?, salgamos de vuelta, te demostraré que en verdad soy buen chico, sólo que esta vez…
— Sí, te perdono — Le respondí, y pude ver como en su boca se formó una sonrisa satisfecha.
— Bueno, mañana paso por ti a las…
— No — Lo volví a interrumpir, viendo como se borraba la sonrisa de su rostro — Te perdono pero no volveremos a salir, ya no me interesas de esa forma.
— ¿Cómo que ya no te intereso? — Pude notar algo de dolor en su tono de voz.
— Sí, te prefiero como antes de conocerte, te prefiero platónico.      
Los ojos de Marcos se clavaron sobre los míos, se veían suplicantes, pero no me inmuté, seguí firme en mi posición. Marcos se despidió de mí, pero antes se volvió a disculpar, al final se marchó. A veces lo veo pasar por enfrente de mi casa con un nuevo auto, a veces intercambiamos miradas, y otras veces saludos simples, como un asentimiento de rostro o una pequeña sacudida de mano.