jueves, 10 de marzo de 2016

La Sirena de Fiji


                Era de madrugada cuando un bullicio escandaloso lo despertó en su litera. Los graznidos de los elefantes y los rugidos de los leones se mesclaban con los vítores humanos. Ewdrin se levantó exaltado y sorprendido al mismo tiempo. Tomó su chamarra violeta y salió de su carro, con la intención de averiguar qué era lo que sucedía afuera.  Se encontró con un tumulto de personas, las bailarinas danesas, el mago Oscar, Dane, el encantador de leones, y el presentador Barnum. Todos eran sus compañeros de circo.   
                — ¿Oscar, que sucede?— Le preguntó Ewdrin al mago. Este se rascó la barba puntiaguda, y hablando en un tono casi imperceptible intentó contarle lo poco que sabía.
                — Hay una nueva atracción — Dijo, en su voz pudo oír algo de miedo, cada vez que alguien nuevo aparecía los otros temían perder fama y más tarde prestigió, eso significaba menos paga y menos números en el circo.  
                — ¿Qué es? — Preguntó intentando ver algo en la multitud, pero no veía a nadie nuevo — ¿Un lanza cuchillos?, ¿Trapecistas?, ¿Contorsionistas?   
                — No, no — El mago tragó fuerte, intentando serenarse — Dicen que nunca antes se vio algo como esto.  
                De repente Barnum apareció en la multitud de cirqueros, seguido por cuatro hombres desconocidos, a simple vista parecían marineros. Piratas. Se los veía sucios y fortachones, y de muy mal carácter. Estos piratas cargaban un enorme tanque por medio de gruesas sogas, el tanque estaba cubierto por una cortina negra, ocultando lo que escondía en su interior.
                Barnum pasó una mano por su frac rojo, entallando las arrugas de vuelta a su lugar. Tenía una torcida y macabra sonrisa en su rostro, y sus ojos brillaban como dos antorchas encendidas. Ante su presencia el bullicio se acalló.  
— Queridos compañeros, en estos últimos meses nuestro circo ambulante ha perdido fama, muchos de nuestros compañeros nos han abandonados, y más de uno veíamos el cierre del circo inminentemente imposible de detener, pero yo les traigo la esperanza, y les aseguro nuestro futuro — El presentador de circo tiró de la cortina negra, y ésta calló como una cascada oscura, deslizándose sobre el vidrio del tanque. Cuando los ojos descubrieron lo que veían, varios suspiros y gemidos asombrados se escaparon de los cirqueros. Una mujer yacía dentro del tanque de agua, tenía una cabellera negra, que ondeaba junto con el agua, y en lugar de pies, se hallaba una cola de pescado, con escamas y una aleta membranosa al final — Les presento a la Sirena de Fiji, traída desde las mismas islas de Feejee, sólo posible gracias a un crédito de un millón de libras pude comprarla al contrabando ingles. Vale la pena, en un par de funciones recuperaremos el dinero y pagaremos la deuda. Eso no es lo más importante, ¡Nos convertiremos en el mejor y más prestigioso circo de América!, ¡¿Qué dijo América?!, ¡DEL MUNDO!
Todos los cirqueros aplaudieron con entusiasmo desmedido, incluso algunos rieron con lágrimas en los ojos. Menos el payaso Ewdrin, sus ojos estaban fijos en el rostro de la sirena, no podía apartar la mirada del gesto asustado y triste de la joven acuática, un rostro que denotaba el sufrimiento de una cárcel injusta.
Esa noche el circo estuvo de fiesta, se vaciaron varios barriles de cerveza, los músicos tocaron hasta la mañana, y las bailarinas entretuvieron a sus compañeros con su seductor baile, hasta que el sol se posó sobre el horizonte.
Ewdrin al ver que todos se hallaban dormidos y alcoholizados, no dudó en infiltrarse a la carpa donde estaba escondido el tanque de agua. Se acercó minuciosamente hasta quedar a un metro del enorme estanque. La sirena al verlo se removió nerviosa, pero cuando comprendió que no corría peligro dejó de agitarse y se quedó quieta, mirando al payaso con sus ojos negros, estudiándolo detenidamente, decidiendo interiormente si tenía a su frente un enemigo o amigo.  
Ewdrin sintió una sacudida a su corazón. Ella era distinta a cualquier cosa antes vista, y tenía una belleza inusual. La sirena se impulsó con su cola y sacó la cabeza sobre el agua, abrió sus grisáceos labios para proferir una melodía almidonada y deleitosa, suave como una nube, y dulce como la miel. Pero no era una canción feliz, sino una triste, en la cual estaba cargada su sufrimiento y anhelo de libertad.
Tal vez había una forma de liberarla, pensó el payaso, pero lo que tenía en mente arruinaría su trabajo en el circo. Debería huir, desaparecer. Pero cuando volvió sus ojos al rostro de la sirena, y la vio sentada en el fondo del estanque, acurrucada contra la pared de vidrio, tan sola y triste, supo lo que debía hacer, sin importar nada, debía sacarla de allí.
Tomó uno de los candelabros que iluminaban la carpa, y golpeando con su base de metal repetidas veces sobre la pared de vidrio, consiguió agrietarla hasta que estalló una abertura, dejando que por ella se escapara el agua que contenía junto con la sirena.
La mujer marina se hallaba sobre el suelo, removiéndose de un lado para el otro, sus ojos de terror buscaban agua, pero no lo encontraban.
Ewdrin se agachó junto a la sirena, y tomándola de las muñecas la sacudió suavemente para que se tranquilizara. Los ojos de la sirena se clavaron en el payaso, comprendiendo que él la había liberado de su prisión. Sintió las escamas de su cola escocerles en dolor, volvió a retorcerse, pero esta vez gritando con lágrimas en los ojos. A falta de agua, la piel de su cola se estaba secando hasta quedar como el papel arrugado.
Ewdrin ante la visión, intentó levantar a la sirena en brazos para llevarla a un lugar húmedo, pensó en meterla en la tina de su carro, pero la sirena lo detuvo sin palabras, sus ojos le dijeron que esperara. 
Unos segundos después, cuando estuvo completamente seca, sin un rastro de humedad en su cuerpo, la sirena se irguió en su lugar hasta quedar sentada, y con los dedos comenzó a retirar las escamas secas, descubriendo debajo de su tegumento grisáceo dos piernas humanas.   
La sirena intentó pararse con sus dos nuevas piernas, pero por falta de práctica no tenía la fuerza o habilidad requerida para mantenerse en pie, sino fuera por el payaso que la sostuvo de los codos hubiera caído al suelo.
Ewdrin, aun impactado por lo sucedido, se quedó uno segundos en silencio, hasta que luego de procesar el hecho de que la sirena se había convertido en humana, la tomó entre brazos, levantándola hasta su pecho. Y con la criatura en brazos salió de la carpa y se perdió lejos del circo. Sus compañeros cirqueros nunca supieron que fue de él o de la sirena. 
Barnum al ver que había perdido lo que sería su mayor atracción, se cayó de bruces con el corazón envenenado en rabia. Por mandato del presentador, las bailarinas confeccionaron un muñeco, mitad humana y mitad cola de pescado para mostrar en la primera función, las entradas habían sido vendidas y miles de personas esperaban la presentación de la Sirena de Fiji.
La primera función de la sirena fue un fiasco, no era lo que la propaganda decía. Los espectadores esperaban una mujer viva nadando en un estanque de agua, no lo que parecía ser un cuerpo putrefacto, obviamente falso. Fue la ruina de Taylor Barnum y de su circo. Pero lo que nadie supo es que la Sirena de Fiji existió, sólo que un día desapareció dejando en su lugar un estanque destrozado, no podía contar la verdad, nadie le creería, pero la muñeca falsa fue aun mucho peor. Nunca recuperó su honor a causa de la vergüenza ocasionada por uno de los llamados más grandes y ridículos engaños del siglo diecinueve.