domingo, 31 de enero de 2016

¡Estamos de cumpleaños!

Hola lectores…

            Hoy les traigo una entrada muy especial, no se me dan  muy bien los discursos, pero voy a hacer un esfuerzo:
            Nuestro blog, “Libros, puente a otros mundos”, cumple su primer añito. Recuerdo cuando recién comencé y tenía menos de diez miembros. Hoy, un año después, el blog cuenta con 117 miembros, 2493 seguidores en Google+, 518 por twitter y 627 por wattpad; y con más de 50 mil visitas. Estos resultados has sobrepasado mis expectativas, nunca pensé doce meses atrás que tantas personas me leerían. Por eso mismo voy a estar infinitamente agradecida con cada uno de los lectores, algunos más recurrentes que otros, pero todos igual de importantes para mí. ¡MIL GRACIAS!
            Además de agradecerles por todo el apoyo que me brindan, quise agasajarlos con un par de sorpresas, revelándoles mis siguientes proyectos.  

            En primer lugar les presento una trilogía que trata de aquella infinita dicotomía entre el bien y el mal, entre las sombras y la luz. Estas son solo primicias, un pequeño adelanto de lo que podría ser, ya que el primer libro lo comenzaré a subir dentro de unos meses, me gusta tener una idea clara y bien formada de lo que quiero escribir antes de comenzar.
Aquí tiene la ficha del primer tomo:
PORTADA:

SINOPSIS:
            Yo era de aquellas personas que no creen en nada, y se sienten orgullosas de llamarse a sí mismas como ateas, descreyendo en la existencia de un cielo o un infierno, diciendo que los ángeles y demonios no son más que producto de la imaginación humana, pero mi perspectiva de la vida cambio cuando lo conocí, él vino a alterar todo lo que yo creía hasta ese entonces, a enseñarme que existe un mundo espiritual que convive con nosotros, sin que muchos de nosotros siquiera lo supiéramos. Pero lo peor es la duda que carcome mi mente, desde que él llegó a mi vida ¿Yo pertenezco a ese mundo?, ¿Mi sangre esta bañada de luz o de sombras?          


La segunda sorpresa no es una trilogía, sino una pequeña novela sumamente cursi, pero divertida. Posiblemente está salga antes que la Daemonium, porque ya la he comenzado.
Ahí les va la información para hacerse la idea de que va la cosa.
PORTADA:

SINOPSIS
¿Cómo fue para ti la primera vez que nos conocimos?, ¿Qué sentiste en ese segundo que intercambiamos nuestras miradas?, y ¿La primera vez que tomaste mi mano?
¿Cuándo fue que caí rendida a tus pies?
Estoy enrollada en un grave dilema, estoy enamorada de mi mejor amigo, pero él parece no notarlo, mi cabeza da vueltas como loca, ¿Qué debo hacer?, ¿Continuar con mi vida?, o ¿Hacer que se entere de mi amor?  
Todo comienza a los seis años, cuando lo conocí, y desde entonces nunca nos separamos, somos los mejores amigos, pero ¿Él también querrá traspasar la barrera de la frienzone tanto como yo?    


He dejado lo más importante para lo último ¡Lo bueno se hace esperar! Debo acotar que la obra que les presento a continuación, es un proyecto que comencé un día de mayo de 2013 y todos estos años lo he ido nutriendo y alimentado con una buena dosis de fantasía y aventura. Debo aclarar que mi imaginación nunca ha volado tanto como en este libro, y espero que disfruten su lectura tanto como yo disfrute su escritura. Así que estén pendientes porque no tardo en subirlo en pdf y por wattpad, sólo debo hacerle unos ligeros ajustes estéticos.
*Redoblen tambores*
PORTADA:

SINOPSIS:
Imhara Stheel es una joven que se embarca en una larga odisea en busca del secreto más grande de su vida, sólo hay alguien que puede develar ese secreto y ella ira hasta el fin del mundo en su búsqueda. Pero Imhara no viajara sola, un grupo de amigos la acompañaran. La amistad y el amor surgirán por el camino, siendo benevolente o en algunos casos un obstáculo en su cruzada.  
¿Podrá Imhara llegar a su destino?, acompáñala a cruzar el mundo para develar este secreto, enfréntate a los peligros que esconden las páginas de esta historia de aventura épica.         
  
Nuevamente agradezco a cada lector que me sigue, yo escribo para ustedes. Un escritor se hace de lectores.



martes, 26 de enero de 2016

¿Qué fue del maletín?



Caminaba por la vereda rumbo a mi casa luego de un día agotador.
Las calles estaban desiertas y el sol comenzaba a ocultarse por detrás de los geométricos contornos de los edificios. 
Mi mente pensaba sólo en una cosa: ¿Cómo haré para pagar esa deuda?, los últimos meses habían sido muy difíciles, trabajar como burro para ver a la deuda en vez de achicarse, crecer cada día más por los intereses. Parecía lejano el día que quedaría libre de aquel parasito chupa sangre.   
Mis pensamientos fueron interrumpidos cuando mis pies chocharon con un maletín negro que descansaba sobre la vereda.
Miré hacía todas direcciones, estaba solo en la calle, ningún alma rondaba mis alrededores, el único sonido era del viento silbando al pasar por el costado de mis orejas y quedar atrapado en el dobladles de mi sombrero. Me incliné en un ágil movimiento y sentí el maletín pesado cuando lo tome. Lo sacudí pegando el oído al material de cuero oyendo como algo se movía en su interior.  
Recorrí la superficie con la mirada, y no encontré ningún rastro de su dueño, ni nombres ni direcciones. ¿A quién pertenecía este maletín negro?     
Lo tomé por las manijas con fuerza, como si fuera a perderlo, y apretando el paso fui directo a mi casa.
Me encerré con llave, como si estuviera cometiendo un crimen, y de esta forma pudiera impedir que alguien entrara de afuera, o escapara del interior. Dejé el maletín sobre la mesa, y luego de darle varias vueltas observé que estaba bien sellado, y que tenía un candado al cual yo no poseía la llave.        
Corrí hasta mi garaje, y luego de encontrar la caja de las viejas herramientas, troté de vuelta hacía la cocina, con una enorme pinza en la mano.
Con la pinza corté el candado. El aleteó de mi corazón se aceleró cuando comprendí que el contenido del maletín estaba desprotegido, a mi disposición.  
Lentamente levanté la tapa del maletín, y tirándolo hacía atrás dejé el interior descubierto, mostrando su contenido.  
Mis ojos se ensancharon sorprendidos, y puedo jurar que se me hizo agua a la boca cuando vi todos esos fajos de billetes descansando dentro del maletín. Se veían apetitosos, parecían un milagro, enviados para salvarme de mi desgracia. Había tanto dinero que era imposible contarlo a simple vista. 
¡Estaba salvado!, ¡La deuda sería cosa del pasado!
Tomé el maletín entre mis manos, y lo apreté contra mi pecho con fuerza, como si alguien pudiera descubrir mi secreto. Me sentía sucio, pero excitado al mismo tiempo. Con todo este dinero podría cancelar la deuda, y posteriormente con la plata sobrante disfrutar de la vida que me queda. Hacer un tour por Europa, visitar a mis parientes lejanos, comprar una casa bonita, no como este asqueroso antro de los suburbios, y manejar un ostentoso cero kilometro. ¡Sí, mi vida comenzaría a vivirla ahora mismo!          
Con el maletín todavía aprisionado contra mi pecho, caminé hasta mi habitación. Ahora mismo era muy tarde para hacer cualquier cosa. Mañana por la mañana comenzaría un nuevo día, una nueva vida. Sólo por hoy, debía pasar una noche más como el infeliz pobretón que era. 
Escondí mi tesoro debajo de la cama, y con el corazón avivado me metí en la cama, imaginando en la mente todas las cosas que haría a partir de ahora. 
Un extraño sonido proveniente del placar me despertó. ¿Acaso alguien venía por el maletín? Encendiendo la luz del velador, me encaminé hasta el placar, y sin miedo y totalmente dispuesto a enfrentarme a lo que sea abrí la puerta para descubrir que no había nada, el placar estaba vacío. ¡Tal vez estaba siendo un paranoico!, seguramente todo era producto de mi imaginación.
Volví a dormirme, sin ninguna interrupción durante la noche.
Tuve un sueño en el que bailaba debajo de una lluvia de billetes, y yo reía y bailaba.
Me desperté con una enorme sonrisa en el rostro, convencido de que hoy sería un nuevo día. ¡Adiós al viejo y pobre yo!, ¡Denle la bienvenida a mi nueva y adinerada persona!
Salté de la cama cayendo de cuclillas, e inclinándome sobre el suelo metí la mano debajo de la cama, buscando mi tan valioso tesoro. El corazón se me aceleró cuando mis dedos no alcanzaban el maletín. Me incliné aun mucho más, hasta que mi sien tocó el polvoriento suelo, y agudizando la vista mientras entrecerraba los parpados miré debajo de la cama. Vacio.       
Corrí por la casa, saqué cada cajón, revisé cada placar, detrás de cada cortina, debajo de cada silla y mueble, en cada rincón, incluso dentro del espejo del baño. “No pudo haber sido un sueño” me repetí convencido, “Era real”, todavía recordaba su color carbón, y la textura áspera del cuero que lo recubría.      
¿Qué fue del maletín? 
      

lunes, 18 de enero de 2016

Un secreto en el bosque


— Nunca cruces esa parte del bosque — Le dijo el anciano. Su nieta lo miraba con vergüenza en los ojos, pero sin poder ocultar la curiosidad.
— ¿Por qué? — Le reclamó saber la razón, hizo la pregunta con un hilo de voz, temerosa de recibir una reprimenda por ser tan insistente con el tema.
— Niña impertinente — Se quejó el anciano llevándose una mano a su barba, mientras con la otra tomaba el hombro de la niña — ¡Escucha bien! — Instó con voz gruesa — Nunca pases más allá del gran abeto. ¡¿Me escuchaste?!
— Sí, abuelo — Respondió la niña mirando hacia el suelo, para nada conforme con lo que le hacía prometer.  
Esa conversación sucedió seis años atrás, antes que el abuelo de la niña muriera, y desde entonces nunca había vuelto a intentar desobedecerlo, pero ahora las cosas eran diferentes.
La niña se había convertido en adolescente, con un vestido negro como la noche y lúgubre como una lápida, se hallaba callada, sentada sin decir nada sobre la silla de madera, mirando hacía el cajón con los ojos confusos. Allí yacía su abuelo, tieso y pálido. Muerto.    
Todo era muy extraño, un día estaba vivo, y al otro ya no. Se fue a dormir, y ya nunca despertó. La madre le había dicho que había muerto de viejo, una de las mejores muertes que alguien puede tener, cuando tu corazón ya dio su último latido, mueres suavemente, sin sentir ningún dolor.   
Pasaron unos días luego del funeral del abuelo, y una idea rondaba en la mente de Camila, como un remolino viajaba por su cabeza dejándola intranquila, removiendo su curiosidad.
Hacía seis años el abuelo le había prohibido cruzar más allá del gran abeto, esa parte del bosque tenía algo extraño, algo que llamaba, y su curiosidad era fuerte. Su abuelo ya no estaba, ya no podía prohibirle cruzar esa parte del bosque.
Esa misma noche, Camila esperó que todos en la casa se quedaran dormidos. Cuando su hogar se quedó en silencio y oscura, con todas las luces y la radio apagada, fue el momento que estaba esperando.
Abrió su ventana lentamente, procurando hacer el menor ruido. Y así se escapó de su cuarto, se sentó en el marco de la ventana y con los pies descalzos saltó al tejado, una enredadera en la pared le sirvió para bajar al suelo. Corrió, adentrándose en la noche, por las profundidades del bosque, las sombras cayeron sobre ella y la luna llena brilló sobre su cabeza, marcándole el camino que debía recorrer.
Cuando vio al gran abeto se detuvo quedándose inmóvil, mirando aquella parte del bosque, que a simple vista no tenía nada de especial, pero ella sabía que si su abuelo no quería que fuera por ese lado, algo debía ocultar, y ella lo descubriría.        
Tomó aire, y la atmosfera fresca llenó sus pulmones ensanchando su pecho, tomando valentía, tardó seis años, pero había llegado el momento.
Dio un paso, luego otro y nada sucedió, siguió avanzando, con precaución pero con el corazón acelerado de la emoción, estaba segura que esta noche haría un descubrimiento muy importante.
Caminó varios metros más y de repente chocó contra algo, pero ante sus ojos no había nada allí, pero si extendía la mano podía sentir una superficie resbalosa y semisólida. Presionó con fuerza y los contornos de su mano se encendieron iluminando una pared invisible. Era como traspasar una gelatina, la podía sentir móvil alrededor de su cuerpo mientras caminaba dentro de la pared.
Cuando aquella extraña sensación desapareció se dio cuenta que ya no estaba en el bosque, sino que en una habitación de fuertes paredes de concreto, no había puertas ni ventanas, era como una caja oscura sin salida.
Camila sintió el miedo calar por su espina, estaba encerrada en una habitación sin salida, dio una vuelta entera, y tocó la pared, pero esta ya no era transparente, era visible y de concretó, y no era traspasable, por más que intentara, que hiciera fuerza, no podía traspasarla.  
— Puedes entrar, pero no salir. Es una puerta de un sentido único — Habló una voz en la oscuridad, una voz que le resultó familiar. Se le erizó la piel de la impresión, ¿No podía ser él? Se dijo mentalmente, mi abuelo está muerto.       
Se giró lentamente hacia el centro de la habitación, con miedo de lo que podía encontrar, y allí estaba, su abuelo estaba sentado en la oscuridad, tenía la barba y el cabello canoso muy largo, como si no se lo hubiera cortado en mucho, mucho tiempo, su ropa era andrajosa y vieja, como si hubiera pasado mucho tiempo encerrado allí.    
La nieta no supo si avanzar, sus pies se quedaron pegados al suelo, sólo pudo hablar, preguntar por la que veía.
— ¿Abuelo?
El anciano la miró extrañado, y de inmediato en sus ojos brillo el reconocimiento.
— ¿Camila? — Dijo levantándose del suelo, acercándose a ella con una mirada impactada — La última vez que te vi tenias nueve años. Cuanto has crecido, ¿Cuántos años tienes?   
— Quince — Respondió, muy sorprendida para decir algo más.
— ¡¿Quince?! — Preguntó el anciano con una expresión de horror en su rostro — ¡He pasado seis años en esta prisión!
— Entonces, si tú eres mi abuelo, ¿Quién era el anciano que era igual a ti que vivió con nosotros estos últimos seis años? — Dijo con terror en su ojos, produciéndole repulsión haber llamado abuelo a un hombre que no lo era.
— No era yo — Respondió simplemente.
Antes de que la joven pudiera decir algo más, de entre las sombras se movió una figura, que caminando silenciosamente se acercó a ella, era un cuerpo sin rostro ni forma, de su misma altura, ella quiso correr, pero se sintió inútil de mover cualquier músculo de su cuerpo.
— ¡No lo hagas con ella! — Gritó su abuelo, pero él también fue inmovilizado de la misma manera.  
Camila sintió el peor miedo de su vida, ¿Acaso moriría tan joven?, ¿Hasta aquí había llegado su vida, su aventura?, la tristeza y la desesperación la invadieron corriendo por su cuerpo y corazón, pero no había nada que pudiera hacer al respecto, todavía su cuerpo no le pertenecía, no podía tomar control de él y defenderse de lo que esa cosa estaba por hacer a continuación.  
Esa extraña criatura en ningún momento le puso un dedo encima, pero podía sentirla sobre ella, como una entidad poderosa, que la invadía, robándole la identidad. Su piel quemó, como si fuera abrazada por fuego, Camila quiso gritar de dolor, pero su garganta no profirió ningún sonido.     
A la criatura frente a ella comenzó a sucederle algo muy extraño, la piel que la cubría comenzó a moverse como si unos gusanos caminaran en su interior, formando facciones específicas en su rostro, copiando las de ella, era como un espejo, se vio a sí misma, los mismo grandes ojos cafés, el mismo cabello caramelo, los mismos labios sonrosados, incluso su mismo vestido de falda blanca leche.
La criatura, habiendo tomado su nueva forma, salió de la habitación, atravesando la pared como si fuera un fantasma, dejando a Camila y su abuelo encerrados para siempre. La criatura tomó su lugar en el mundo, siendo ella, siendo otra Camila.            

      

martes, 12 de enero de 2016

La telaraña de Charlotte



                — ¿Qué está haciendo, agente Miller? — Le preguntó su compañero al descubrirla detrás de su escritorio con un libro en la mano. El libro era infantil, tenía una portada colorida, de un vampiro bebiendo sangre en una copa.
— Estoy cerciorándome sobre el caso, la verdad no quiero convertirme en vampiro — Mark la miró con una media sonrisa oculta, no quería reírse delante de ella para que piense que se estaba burlando, cuando en realidad nunca lo haría — Según este cuento infantil, sólo me puedo convertir en vampiro si yo bebo la sangre de un vampiro, parece que tendría que pasar por un ritual o algo así.
— Eso es un cuento, no puedes quedarte tranquila por eso — Dijo Mark agitando una hoja como si intentara espantar moscas invisibles— Pero deberías quedarte tranquila con mi estudio.
— ¿Qué estudio?
—De sangre— Le respondió su compañero alcanzándole la hoja con el informe para que ella misma lo viera — El estudio dio negativo, no parece haber ningún tipo de mutación de ningún tipo. Quédate tranquila.        
Natalia miró las líneas del respecto medico, y sintió un alivio enorme, como si algo que estuviera haciendo presión en su pecho hubiera desaparecido.
El teléfono sonó chillando de forma aguda, taladrando los oídos, la agente Miller dio un salto en la silla por la sorpresa y luego atendió.     
— Sí — Dijo a través del micrófono del teléfono — Sí, es el laboratorio de Mark Johnson. Ah, ya veo. Ahora mismo nos dirigimos hacia allí — Y con eso colgó el tubo del teléfono, miró a Mark quien la observaba de forma expectante — Nos esperan en la oficina del jefe de la policía.
— ¿De García? — Dijo Mark abriendo sus ojos rasgados con sorpresa — Espero que no sea por nada malo.  
Ya en la oficina, los agentes esperaron a que un hombre oscuro, de ojos grandes y cabeza calva los invitara a pasar al interior su oficina, él era René García, el jefe de la policía de Penynton.
— Tomen asiento — Indicó el calvo señalando hacia los sillones que se situaban delante de su escritorio de metal.
Los agentes tomaron asiento, Mark sintió el sillón endemoniadamente incomodo, como si estuviera sentado sobre un almohadón de rosetas de hierro, no sabía si era así de incomodo o su mente le estaba jugando una mala pasada producto de la tensión de ser llamado a la oficina del jefe. Se removió un poco intentando aplacar la tensión, pero nada servía.  
— Los he llamado por que toda la ciudad se ha enterado lo que paso en el Desfiladero del Diablo con el vampiro. Y con eso se han incrementado los casos reportados sobre cosas inexplicables. Como ustedes se desempeñaron de una manera formidable en el caso de Emilia Beltramo, alias la vampiro de Penynton, quiero abrir una nueva unidad de casos especiales, ustedes dos serán asignados de inmediato a esos puestos — El hombre bajó la mirada,  mirándolos con sus ojos negros, como si esperara maravillas de ellos — Aquí tienen su primer caso — Dijo extendiéndoles una carpeta de color marrón madera — Su nombre es Charlotte Teismann, soltera, cuarenta años, desaparecida desde hace dos semanas, un vecino, Rey Ramos, denunció una mascota desaparecida y haber escuchado ruidos extraños en la casa de la señora Teismann.
Natalia tomó la carpeta entre sus manos y abriéndola revisó el informe.
— ¿Y qué tiene de especial este caso? — Preguntó lo más educadamente posible, hasta ahora no había escuchado nada raro digno de la unidad especial.  
— Hoy a la mañana mandé una patrulla a comprobar la casa. Nunca volvieron.   
¿Podría ser un asesino suelto?, pensó Natalia Miller, que nada extraño debe ser, pero sintió un escalofrió subir por su espina dorsal que le hizo creer lo contrario, lo cual le indicaba que seguramente no era algo humano aquello con lo que se encontrarían en la casa de Charlotte.
— Ahora mismo vamos en camino — Dijo Mark levantándose de su sillón, antes de retirarse de la oficina dio un medio giró y miro a René García — Gracias por asignarnos a esta nueva unidad. No lo vamos a defraudar.            
Mark manejó su Chevrolet Impala color plata hasta la dirección señalada. Estacionó su auto detrás de una patrulla, la cual se encontraba en marcha y con la puerta del copiloto abierta. Mark y Natalia caminaron hasta la patrulla, no se veía nada extraño en su interior, parecía que la hubieran dejado así porque pensaban volver pronto, pero la patrulla estaba en la calle desde la mañana. Mark luego de darle una última mirada, y comprobar que no podía sacar más información de ella, apagó el motor y cerró la puerta.   
— Que extraño — Masculló Natalia viendo a Mark acercarse a la casa del vecino, la agente lo siguió por detrás.
Mark tocó a la puerta e inmediatamente detrás de ésta salió un hombre que frecuentaba los cincuenta años, de rostro delgado y con cabello castaño mezclado con alguna que otra cana. Los miró por detrás de sus lentes gruesos, y abriendo las aletas de su nariz habló con voz apagada. 
— ¿Si?, ¿Qué están buscando?
— Somos los agentes Natalia Miller y Mark Johnson — Le indicó el agente mostrándole su placa.
— Ah, ya veo. Vienen por Charlotte.
— Queríamos hacerle algunas preguntas — Le aclaró la agente Miller.
— Charlotte no sale de su casa desde hace semanas — Le explicó éste, con medio cuerpo escondido detrás de su puerta, como si temiera salir al exterior.   
— Creí que estaba desaparecida — Dijo de inmediato Mark.
— No. Nunca salió de su casa. Tobías desapareció el miércoles. La mujer siempre odio a mi perro, seguro lo tiene ella, al igual que los oficiales que vinieron a la mañana. He estado espiando por la ventana todo el día, los vi entrar, pero nunca salir de vuelta. No sé en qué andará Charlotte, pero seguro debe ser algo tan malo como ella — Rey tembló ligeramente cuando le llegó la brisa de afuera— Ahora déjenme solo. Me pone intranquilo salir afuera, con esa loca suelta — Y con eso Rey Ramos cerró la puerta detrás de él, dejando a los agentes solos en su pórtico.             
Mark y Natalia intercambiaron una mirada curiosa, el hombre se veía muy asustado de su vecina.  
Johnson vio a Natalia abrir sus anchos labios rosados para decir algo, estaban ligeramente húmedos, eran hipnotizante. Pero antes de que su boca profiriera palabras con su dulce voz un ruido proveniente de la casa de Charlotte Teismann la interrumpió, sonaba como a madera cayendo y partiéndose en dos pedazos.    
— Hay alguien en la casa — Dijo finalmente Natalia corriendo hacia el pórtico mientras desfundaba su pistola. Sintió una mano que le apresaba el antebrazo, ella se giró rápidamente, mientras por su mente pensaba lo peor, pero se encontró a su compañero, que la sostenía de forma protectora, mirándola con sus ojos negros orientales, mientras su cabello oscuro bailaba por su frente empujado por la brisa que estaba tomando fuerza. 
— Ten cuidado — Dijo él con una expresión en sus ojos que Natalia no supo interpretar — Si Emilia Beltramo se convirtió en ese monstruoso murciélago, no quiero pensar que puede encontrarse allí dentro.
— Lo de Emilia Beltramo es un caso aislado. La unidad especial a la que fuimos asignados es totalmente irrelevante en nuestra comisaria. Casos como esos no pasan dos veces — Le respondió ella sacudiendo levemente su brazo para que él la soltara, Mark cedió el agarré de su brazo como si estuviera soltando algo de frágil porcelana.        
— Ojala tengas razón, agente Miller — Le respondió Johnson tensando la mandíbula, algo en la casa de Charlotte le inquietaba, temía que algo realmente increíble se encontrara dentro.  
Mark Johnson dio varios pasos adelantándose, creía que si él era el primero en entrar Natalia tendría una oportunidad de salvarse si las cosas se salían de control. Mark miró la puerta de arriba abajo, la superficie estaba rajada, como si algo la hubiera golpeado desde el otro lado. Realmente no le gustaba nada esta casa. Tomó valentía y golpeando sobre la callosa madera esperó a una respuesta, que nunca vino. Esperó unos segundos y volvió a llamar a la puerta con tres golpes, pero de nuevo no hubo contestación. Ese fue el momento de desfundar su arma, el metal negro brillo al reflejo del sol de la tarde. Giró el picaporte lentamente, esperando que esté cerrado, pero para su sorpresa, la puerta estaba sin llave.
Mark empujó la puerta y ésta se movió rechinando, como si estuviera quejándose de ser abierta. El interior de la casa estaba oscuro. Los agentes avanzaron entre sombras, sintiendo el peso de la pistola en sus manos, y la respiración de su compañero.  
En un momento Mark sintió algo parecido al algodón pegarse en su rostro, cuando intentó sacárselo se dio cuenta que se estaba enredando en algo que lo inmovilizaba.
— Miller, ¿Traes la linterna?, necesito un poco de luz aquí. 
Natalia rebuscó en su campera hasta encontrar la linterna, con ella alumbró las paredes y el piso hasta encontrar a su compañero, al verlo su corazón se agitó nerviosamente, nunca había visto nada igual. ¿Qué era esa cosa?           
Mark Johnson se había enredado en lo que parecía ser una enorme tela de araña con gruesos cordeles blancos que bajaban desde el techo. Se encontraban por todos lados, techo, paredes, en los sillones, lámparas, escaleras. La agente, con algo de repugnancia ayudó a su compañero a salir de las telarañas, rasgando los pegajosos cordeles con sus manos.    
— Debes admitir que esto es muy raro — Le dijo su compañero una vez que estuvo liberado — Charlotte es un caso para la unidad especial.
Natalia lo miró, con un gesto vergonzoso pero al mismo tiempo arrogante, era lo bastante orgullosa como para retractarse. Sabía muy bien que este no era un caso normal, pero se resistía a admitirlo hasta último momento.
— Son sólo telarañas — Dijo ella, y Mark escondió una sonrisa interpretando la mentira en sus palabras, ni ella misma estaba convencida de lo que decía.  
— ¿Qué es eso?, parece un… — Capullo de araña quiso decir Mark, pero se detuvo, como si la frase tuviera vida propia, era mucho para procesar.
Una enorme bolsa blanca descansaba sobre la pared, hecha de los mismos cordeles pegajosos de las telarañas. Mark caminó hasta ella, y hundiendo los dedos sobre su superficie algodonera lo partió en dos, develando el secreto que escondía en su interior.     
Natalia escondió un gritito ahogado detrás de su garganta al ver lo que su compañero había descubierto.
— ¿Tobías? — Preguntó Miller al ver el perro de Rey Ramos dentro de la bolsa, éste indudablemente estaba muerto, incluso podría decirse que parecía petrificado, como si su piel y músculos se hubieran secado mediante un extraño proceso.   
Mark quiso decir algo, pero sus palabras fueron interrumpidas por un sonido a pesadas pisadas en el piso superior, como si un enorme animal corriera por el piso de madera.  
Johnson y Miller se dirigieron hacía la escalera, la cual estaba inundada de telas de araña que iban y venían, intentando esquivarlas fueron subiendo escalón por escalón, evitando hacer el menor ruido posible.
Ya en el piso de arriba, las telarañas se multiplicaban, volviéndose mucho más espesas, se encontraban por todos lados, las paredes desaparecían detrás de una capa blanca de redes gruesas.
Una sombra colosal se arrastró por la pared de enfrente, ocultándose dentro de una habitación, los agentes no pudieron ver que era, porque la casa estaba a oscuras, pero pareció ser un enorme animal, posiblemente un oso, por su tamaño.    
Los agentes, caminaron uno detrás del otro en dirección a la habitación donde pareció ocultarse el animal.  
Dentro de la habitación, la agente Miller iluminó con la luz de su linterna sobre las sombras de la penumbra, intentando encontrar aquello que habían visto. Otra bolsa se hallaba colgada en la pared más próxima, y Mark igual que con la anterior la abrió para ver que ocultaba en su interior.
— Agente Laiker — Murmuró el agente Johnson casi sin voz, mientras Miller sintió la bilis ascender por su garganta, amenazando con salir al exterior, intentó evitar las nauseas y volvió a concentrarse en el caso.  
El agente Laiker era un hombre pasado los treinta años, en la comisaria todos lo conocían por su buen humor. Ahora mismo se encontraba muerto en una bolsa de telaraña, igual que el perro Tobías, sólo que se lo veía más fresco, como si hubiera sido encerrado en el capullo sólo hace un par de horas.   
La sombra volvió a desplazarse por la pared contraria, Johnson de inmediato se colocó frente a su compañera, apuntando con la boca de la pistola hacía adelante, esperando que algo apareciera en su visión nuevamente, pero nada volvió.
El agente comenzó a avanzar donde vio moverse al animal por última vez, un enorme tumulto viscoso y sólido se levantó ante sus ojos, con largas patas peludas, con un abdomen y rostro humano de mujer, pero con el  trasero y patas de una enorme y horrible tarántula, entre sus patas delanteras sostenía a un agente, dándolo vuelta mientras con la ayuda de sus pedipalpos le iba tejiendo una telaraña a su alrededor. El agente, quien Mark y Natalia reconocieron al instante, se llamaba David Brooks, se lo veía inconsciente, dejándose entretejer por la monstruosa araña.
Cuando la enorme araña vio a los agentes, tiró a Brooks al suelo, y saltó hacía Mark, quien descargó un par de tiros sobre el abdomen del arácnido. La araña retrocedió asustada, las balas la hirieron, pero no de muerte. La araña caminó sobre la pared saliendo por la puerta de la habitación.
Natalia corrió hasta el agente, y con sus manos retiró la telaraña que cubría su rostro.
— Está vivo — Aseguró después de comprobar su pulso en el cuello del hombre inconsciente.   
Los agentes luego de asegurarse que el agente Brooks estaba con vida, salieron por la puerta, detrás de la enorme araña. En una habitación vecina se escucharon ruidos de movimiento. Mark entró de manera agazapada, intentando ser lo más sigiloso posible. Cuando Miller le siguió se encontró sola dentro de la habitación, no veía a su compañero por ningún lado.
— ¿Agente Johnson? — Dijo — ¿Dónde está? — Dijo con algo de preocupación en su voz, mientras su mente era invadida por la peor de las suposiciones.
Fue arrastrando los pies por la madera del suelo en dirección al interior de la habitación, donde se hallaba una enorme araña de cristal colgada del techo, sintió un repentino estremecimiento, los muebles del cuarto estaban cubiertos por una seda blanca, el olor era horrible, a putrefacción.  
Un grito, el cual reconoció que provenía de Mark, cortó por la habitación, ella apresuró el paso, intentando mantener el miedo a raya, ella sabía que si uno se deja llevar por el miedo no se puede actuar racionalmente, su compañero podía estar en peligro y ella no podía permitirse caer en el temor.   
Sus pasos la llevaron hasta una escena horrible, la araña había clavado sus quelíceros sobre la cintura de su compañero, inyectándole así una buena cantidad de veneno a su organismo, Natalia podía ver como su compañero iba cayendo lentamente en la inconsciencia, no importara que quisiera luchar, iba perdiendo las fuerzas de manera procesual.          
Natalia apuntó su pistola hacía el insecto, pero temió en apretar el gatillo y herir a Johnson. Entonces optó por disparar hacía la pared contraria.
Presionó el gatillo y la bala salió despedida produciendo un estruendo sonoro, cortó por el aire, hasta alojarse en la pared que se interpuso en su camino, la araña se asustó por el estruendo y soltó al agente, quien cayó al suelo haciendo un  ruido seco, Natalia se estremeció al escuchar el ruido que hizo el cuerpo de su compañero al chocar contra el suelo.   
Una vez que Mark ya no estaba estorbando en la mira, le disparó nuevamente a la araña, la cual se estremeció al recibir el disparo pero siguió con vida, casi sin parecer herida. Natalia Miller comprendió que era en vano dispararle al insecto, sus pequeñas balas parecían inútiles contra la enorme y peluda bestia frente a ella, en cambio optó por tirar la última bala que le quedaba en dirección a la araña de cristal que colgaba del techo, está se descolgó del techo y cayó en picada sobre el insecto, aplastándolo y cortándolo con los cristales rotos. La araña movió las patas unos segundos y después se contrajo quedándose inmóvil. Muerta.  
Natalia corrió y se arrodilló frente a su compañero quien estaba pálido como un muerto, pero podía notar a través de su ropa su pesada respiración. Le acarició la mejilla y la sien, sintiendo su alta temperatura, su corazón se estrujó al comprender que se encontraba en muy mal estado.          
Un par de días después, Natalia abrió la puerta de la sala, sintiéndose cegada ante tanto blanco, paredes blancas, piso brilloso, cortinas como la nieve, y un perfume de ambiente que le recordaba al invierno. En la habitación había dos camas de sabanas blancas, en una descansaba Mark Johnson y en la otra David Brooks.
— ¡Ah!, ¡Nuestra salvadora! — Exclamó David al verla atravesar por la puerta.
Mark no pudo ocultar la sonrisa en su rostro al ver la presencia de su compañera en la sala, que parecía resaltar con su cabello dorado sobre la pared blanca marfil.
— No soy la salvadora ni héroe de nadie, sólo hice mi trabajo, cosa que ustedes también hubieran hecho en mi lugar— Respondió Natalia, más que segura que había hecho su trabajo como se debía.  
— Bueno, pero si yo hubiera matado a una araña gigante no me molestaría que me llamen héroe — Dijo David incorporándose en la cama hasta quedar sentado, Mark hizo lo mismo.   
— El agente Johnson mató un murciélago gigante y él tampoco se jactó de ser un héroe — Dijo la agente mirando a su compañero, mirándolo con orgullo escondido detrás de sus ojos, hasta la fecha la había salvado de un vampiro y se había curado del veneno de una araña mutante, ya que había estado al borde de la muerte.   
— Como dijiste antes, es nuestro trabajo — Dijo Mark — Además no era una araña, era Charlotte Teismann. No sé cuáles son el conjunto de circunstancia que la llevaron a convertirse en esa cosa, pero no dejó de ser una persona.
— No podemos jactarnos por haber matado personas que eran inconscientes de lo que hacían — Agregó Natalia.   
David miró a los agentes, de forma pensativa, como si una idea se estuviera formando en su mente, y les habló convencido de lo que decía.  
— Tienen razón. Eran personas después de todo, pero algo las llevó a convertirse en lo que eran. Algo, no sé qué, pero algo sucede en Penynton.   


   


miércoles, 6 de enero de 2016

Crímenes de Penynton

Hola lectores…
Varios me han dicho en “Muerte en el Desfiladero” que quieren más de Mark Johnson y Natalia Miller, pues si quieren más, les voy a dar más!!
En verdad lo había pensado desde antes, hacer cuentos independientes entre sí, pero que conserven un hilo conductor, y con eso me refiero a los personajes, el lugar, etc. (Al estilo Sherlock Holmes) 
No se preocupen seguiré escribiendo poesías y cuentos como antes, sólo que cada tanto (no hay un día especifico) subiré sobre estos personajes.


Sinopsis
Penynton es una ciudad donde suceden cosas extrañas. Mark Johnson y Natalia Miller conforman una unidad especial  de policía científica donde tendrán casos que resolver, uno más delirante que otro. Algo pasa en Penynton, ¿Podrán los agentes develar el misterio de su ciudad?


O por el mismo blog:

      

   

lunes, 4 de enero de 2016

Muerte en el desfiladero



— Creo que debería ver esto, agente Miller — Decía el agente Mark Johnson haciéndole señas a la joven mujer para que se acercara.   
— ¿Qué has encontrado? — Dijo ésta poniéndose en cuclillas a su lado, mientras algunos mechones dorados se escapaban de su coleta, bailando indiscretamente por entre sus ojos de color ámbar.    
— La víctima parece que ha muerto por la caída, de eso no hay duda, — Dijo Mark mirando hacia arriba, al final del desfiladero, entornando sus ojos negros con duda — presenta varios politraumatismos, varios huesos rotos producto de la caída.     
— Sí, eso pasa si te caes de más de diez metros de altura — Agregó Natalia Miller de forma mordaz, como si su compañero de trabajo dijera nada más que lo obvio — Creo que nuestro caso está resuelto.
Mark le echó una mirada de soslayo, y ella lo miró estudiándolo disimuladamente, siempre le habían fascinado sus leves facciones orientales, heredadas de su madre coreana, pero mitigadas por su padre de sangre europea. Mark carraspeó al notar su mirada, solía mirarlo de aquella manera, pero nunca se preguntó el porqué, se inclinó un poco más hacía la víctima, dejando que su cabello azabache le tapara las sienes.      
— ¿No te parece raro? — Dijo Mark Johnson — ¿Que el cadáver haya chocado sobre las rocas puntiagudas y no se haya desangrado?, mira su espalda — Dijo volteando el cadáver — Tiene la piel abierta por las rocas, y sin embargo ni una gota de sangre. 
— Entonces lo mejor será que lo llevemos a tu laboratorio, para mirarlo más detenidamente.
Ya en el laboratorio Mark le dictaba a su compañera parte del informe, mientras ésta tomaba nota en una libreta.  
— Jesica Martínez, veintiún años, caucásica, presenta fractura de cinco costillas, y en la quinta y sesta vertebra, perforación en el pulmón derecho, y… — Mark se quedó en silencio, con sus dedos enguantados sobre el cuello de la muerta, su expresión era perpleja, podía decirse que su cara estaba blanca, como si la sangre se hubiera drenado de su rostro.
— ¿Qué sucede, Johnson? — Dijo ésta dando tres pasos hasta igualarlo a su compañero. 
Natalia enfocó la vista donde descansaban los dedos de Mark, ella también se sintió palidecer, en el cuello de la muchacha descansaban dos marcas, parecían ser dos pequeñas incisiones, como de espinas o ajugas.
— ¿Qué es eso?, parecen… — Y se detuvo, antes de decir una estupidez, eran profesionales, no podía arriesgarse a decir fantasías.  
Mark tomó su computadora y buscó una imagen, en la pantalla apareció una picadura similar, con las dos incisiones. 
— Estas son picaduras de un murciélago.
— Se parecen — Confirmó Natalia — A excepción de que estas son a una escala mayor, posiblemente el doble, o triple.
— Como a una dentadura humana — Agregó el agente, con algo de miedo en su voz, esperando al mismo tiempo recibir las palabras de rechazó por parte de su compañera.
— No existe un murciélago tan grande.  
— El acantilado es zona de murciélagos vampiros. Eso explicaría el hecho de porque no sangró — Mark tomó un bisturí y comenzó a cortar por encima de la yugular, ésta se encontraba vacía, completamente seca — No tiene sangre en su cuerpo.
— Un murciélago nunca pudo haberse tomado toda la sangre de una mujer adulta, es científicamente imposible.
— Lo sé, pero la evidencia muestra lo contrario. Velo por ti misma, sus venas están completamente secas — Mark caminó hasta el escritorio, y tomando una carpeta de la pila que descansaba sobre la madera, la abrió leyendo el informe — Le pedí al capitán de la policía los archivos sobre todas las muertes registradas hasta el momento en el acantilado, Y ¿Adivina qué?, todas presentan estas picaduras en el cuello.
Natalia caminó hasta el escritorio, y sobre él dejó su libreta para tomar una de las carpetas, la inspeccionó diciéndose mentalmente que todo esto debe ser una broma.
— Menos ésta — Dijo Natalia releyendo las líneas escritas.  
— ¿Qué quieres decir?
— Ésta habla de una excursión escolar, una niña se perdió, la buscaron por el acantilado y los alrededores durante meses, pero nunca la encontraron. Esto pasó hace veinte años.   
Mark tomó la carpeta de las manos de su compañera para inspeccionarla con sus propios ojos.    
— Abrígate, afuera hace frio. Iremos a darle una visita a la madre.
— ¿Qué insinúas?
— Nada. Sólo estoy haciendo mi trabajo. Investigar.
Mark tocó a la puerta de madera, y cuando nada pasó, volvió a insistir, sintiendo el áspero y frio metal de la puerta golpear contra sus nudillos. La puerta se abrió lentamente, y del otro lado se hallaba una mujer delgada, con el cabello canoso y los ojos hundidos en su rostro.              
— Señora Beltramo, somos de la policía científica, ¿No le molestaría responder a algunas preguntas? — La mujer asintió con su cabeza, y abriendo la puerta de par en par los invitó a pasar a su casa. 
Natalia y Mark se sentaron en un sillón y frente a ellos se sentó la anciana, encogida en su silla, como si se sintiera débil o con frio.
La agente miró a la mujer con pena, había perdido a su hija, y luego de veinte años ellos venían a escarbarle un dolor viejo, a tocar una vieja herida.
— Necesitamos que nos cuente sobre su hija, Emilia Beltramo — Le dijo Mark de la forma más amable que pudo. 
— Ella era una buena niña — Dijo la anciana, hablando por primera vez — Cuando tenía diez años, ella y su curso salió de excursión, era una caminata por el desfiladero, era un trabajo de biología, estudiarían el ecosistema. Mi hija se perdió durante la excursión. Nunca más la encontraron — Dijo con ensoñación en su mirada, la cual cayó al suelo, admirando la madera, como si esta pudiera apartar los malos recuerdos — Nunca se la encontró, ni viva, ni muerta.
— ¿Tiene una foto de ella? — Le preguntó Natalia.
— Si — Dijo y tomando un cuadro de la chimenea se lo extendió — Es la última foto tomada antes de que sucediera lo que sucedió.    
Miller tomó el cuadro entre sus manos y miró a la niña, era una niña pequeña, de cabello castaño, con pómulos anchos y boca delgada. 
Cuando caminaban a la puerta la anciana tomó a Natalia del brazo, ésta con el corazón en la boca palpitando violentamente se giró, encarando cara a cara a la anciana.  
— Ella no está muerta — Dijo la anciana apretando su agarre en el antebrazo de la agente — A veces viene a visitarme en las noches, nunca se deja ver, pero sé que es ella. 
El agente Johnson colocó sus manos sobre los hombros de su compañera, de forma instintiva y protectora, mirando a la anciana de forma amenazante, ésta se vio obligada a soltar a la joven.  
— Espero que la encuentre. No quiero que mi hija siga siendo un monstruo — Luego de decir aquello cerró la puerta, ocultándose en el interior de su casa.  
— Eso ha sido muy, muy raro— Dijo Natalia casi en un susurro.  
— Sí, ni que me lo digas — Mark al notar que todavía tenía las manos sobre los hombros de su compañera la soltó rápidamente, caminando hacia el interior de la calle, y evitando su mirada se metió en el auto con ella.  
Esa misma tarde en el laboratorio, mientras Mark Johnson le echaba una última mirada al cuerpo, recibió una llamada de su compañera.    
— Johnson, se ha reportado a la comisaria el caso de un joven desaparecido. Adivina donde desapareció.
— ¿En el desfiladero?
— Exactamente.
Mark manejó su auto por la carretera, y lo detuvo frente al enorme cartel de madera, que mostraba en letras azules: “Desfiladero del Diablo”, “Un buen nombre para una escena de crimen” pensó Mark mentalmente. Natalia bajó del auto detrás de él, sacando su pistola de su funda. Tenía la extraña sensación de que la necesitaría.
— La novia dijo que estaban acampando en el lugar, y que ella salió a la noche a admirar las estrellas, y cuando volvió a su tienda él ya no estaba. Escuchó un grito y salió corriendo.
Mark escuchó la historia y luego él también desfundó su arma. Tomó la delantera y Natalia siguiéndolo por detrás ingresaron a las montañas en dirección al desfiladero.        
Un grito de hombre cortó por el aire, llegando a los oídos de Mark y Natalia.
— ¡Por aquí! — Dijo el agente Mark Johnson apuntando la boca de su arma hacia el suelo, mientras sus pies trotaban hacia donde creyó escuchar el sonido. Natalia lo siguió por detrás, atenta a si volvía a escuchar algo.  
Caminaron por un pendiente, subiendo la montaña en dirección a lo que parecía ser una cueva.  Dentro el techo estaba plagado de murciélagos, que al notar presencia humana remontaron vuelo, escapando por la entrada de la cueva, dejándola vacía. Natalia se sacudió con temor a que uno se prendiera de su cabello, pero eso no sucedió. La cueva estaba vacía y oscura.
Cuando se dieron media vuelta para salir de la cueva escucharon un ruido en la oscuridad, parecía un aleteo y luego un par de rocas rodaron hasta ellos. Mark le dio una rápida mirada a su compañera, siempre hacía eso para asegurarse que estuviera bien. Ella se veía decidida, siempre era valiente, sin importar nada.     
El aleteó se volvió a escuchar, pero esta vez acompañado de un gemido humano, como si un joven estuviera sufriendo.
Mark apuntó el arma hacia el frente.
— ¡Salga con las manos en alto!, ¡O abriremos fuego! — Gritó con autoridad en su voz, pero aquello que se ocultaba en las sombras no pareció intimidarse.   
El seguro hizo eco en las paredes de la cueva al ser quitado del arma del agente. Mark estuvo a punto de dar un paso al frente, pero algo lo detuvo, una masa oscura cayó frente a él, deteniendo su paso. Mark giró su rostro para mirar en una mejor perspectiva, cuando pudo enfocar la vista vio que aquello que descansaba frente a él era un joven completamente pálido, y que en su garganta se abrían dos fisuras redondas. El chico estaba muerto.
Un segundo después, otra figura se alzó sobre ellos, pero ésta estaba viva, aleteó sobre sus cabezas, produciendo un sonido tan agudo que quemó los tímpanos del agente, confundiéndolo por unos segundos.
El arma de la agente Miller cayó al suelo cuando la bestia la tomó por los hombros, y con el impulso de sus alas la levantó del suelo sacándola de la cueva. Mark vio a su compañera alejarse y no dudó en levantar su arma y disparar a aquello que no tenía explicación. El enorme animal chilló cuando la bala le atravesó el ala. El murciélago perdió el equilibrio en el aire, pero a pesar de eso no soltó a su presa, aunque ésta se retorcía y lo golpeaba intentando librarse de sus garras constrictoras. La bestia se sujetó de las rocas que sobresalían sobre el techo de la cueva, y trepando por éstas se ocultó de la vista del agente, llevándose con ella a Natalia Miller.   
Mark, con el corazón palpitándole en la garganta salió de la cueva corriendo, guardándose miles de maldiciones que le vinieron a la mente. Cuando subió la vista vio al enorme murciélago desaparecer detrás de una roca. Corrió subiendo la empinada, hacia donde había visto desaparecer al extraño animal.    
El enorme murciélago lanzó a la agente Miller contra una roca, haciendo que ésta se sintiera aturdida durante unos segundos, intentó ponerse de pie, pero sentía la cabeza pesada por el fuerte golpe. De inmediato sintió un punzante dolor en el cuello, y fue cuando se dio cuenta que la criatura había clavado sus dientes en su garganta, se sacudió intentando defenderse, pero de inmediato sintió una extraña pesadez mental, como si le hubieran administrado una enorme dosis de sedante. Sin éxito intentó gritar, pero sólo se escapó un débil gemido de sus labios, podía sentir como su sangre era drenada por su garganta, sintiéndose cada vez más vacía, más débil, con más sueño. Un fuerte disparo la sacó de su ensoñación, pero todavía estaba muy débil para saber qué era lo que sucedía a su exterior.    
Cuando Mark saltó la enorme roca se encontró con la peor imagen que en su vida había visto, un enorme murciélago de aspecto extraño, podría decirse casi humano, estaba mordiendo el cuello de Natalia, sus ojos humanos carecían de chista inteligente, eran completamente animales, terroríficos, llenos de un hambre incomprensible. La bestia desprendió sus colmillos de la yugular de la joven cuando vio a Johnson, extendió sus alas membranosas y con un salto se lanzó sobre el agente, pero éste en un rápido reflejo accionó su pistola. La bala navegó por el aire, hasta alojarse en el pecho del murciélago, justo sobre su corazón, creando una fuente de sangre donde la bala entró. La bestia cayó sobre el agente y ambos chocaron contra el suelo.
Mark respiraba pesadamente, el pesado cuerpo presionaba contra sus costillas, cortándole la entrada  del oxigeno. Con toda la fuerza que pudo rescatar de sus brazos rodó al cuerpo hacía un costado, y luego se arrastró hacía su compañera, gimiendo preocupado al ver en el cuadro que se encontraba. Estaba completamente pálida, y por las hendiduras de su garganta crecían dos pequeños hilos rojos, donde antes habían estado succionando su sangre como un parásito. Comprobó su pulso. Al darse cuenta que seguía viva dejó escapar un suspiro de alivio. Buscó en el interior de su campera el celular, donde llamó a emergencias.  
Mientras esperaban a los paramédicos revisó los bolsillos de su compañera. En ellos encontró una fotografía. Comparó a la niña de la foto con la bestia muerta a un costado. A pesar de que ya no lucía exactamente igual, era obvio que era la misma persona, sólo que veinte años después, y con una extraña nueva imagen, alas de murciélago, garras afiladas y dos orejas protuberantes y amplias. “¿Cómo le sucedió esto?”, pensó Mark creyendo que estaba viviendo en un sueño, aunque sabía muy bien que estaba despierto.
Pasó una semana, y Mark caminaba apresuradamente hasta la sala ocho, lo había estado haciendo todos los días sin excepción, aunque su compañera le había dicho que no era necesario. El agente se preocupaba por ella.
— ¿Cómo estás hoy? — Dijo sentándose junto a la cama.
— Me llevara algunos días reponer toda la sangre perdida. Pero estoy mejor — Y era cierto, Mark podía notar como el color rosado había vuelto a las mejillas de Natalia, acercándose sigilosamente por debajo de su piel, y la expresión viva en sus ojos volvía a su lugar, remplazando la mirada soñolienta y débil de hace unos días.
— Me alegro que estés mejor — Dijo éste con una sonrisa sincera en su rostro.  
— ¿Cómo está la señora Beltramo?
— Bien. No puedo decir que feliz, pero se siente aliviada, decía que su hija era un monstruo, y tenía razón, ya no le hará daño a nadie más.               
— Mark — Le dijo. El agente se sobresaltó al escuchar su nombre de pila en boca de su compañera, eso era poco profesional, siempre se trataban por los apellidos, pero el gesto en el rostro de Natalia le dijo que tenía algo muy importante que decirle, por eso lo dejo pasar — Esto, lo que nos ha sucedido no es nada parecido a lo que hemos vivido antes. No dejo de pensar en eso. En ese monstruo, propio de un cuento de hadas. Me ha hecho ver el mundo de otra manera. No sé porque Emilia Beltramo se convirtió en eso, no se cual es la razón, pero lo único que sé es que todo lo que creía hasta entonces no se compara con lo que ahora comprendo. El mundo está loco — Concluyó escondiendo una sonrisa detrás de la comisura de sus labios, no quería reír, la realidad le parecía ridícula.             
Mark levantó su mano y la detuvo a medio camino, vaciló unos momentos, pero terminó el trayecto hasta el rostro de su compañera. “Sí, sólo compañera”, se reprendió. Le acarició la mejilla, y con una media sonrisa le habló en un susurro.
— Porque comprendamos que el mundo está loco, no significa que nosotros hayamos enloquecido. Ahora descansa, necesitas recomponerte.        
                     
        
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