lunes, 22 de febrero de 2016

Fuga en la Prisión


            — ¿Qué es eso que quería mostrarme, agente Johnson?
— No sea impaciente, Miller — Le respondió Mark con una sonrisa en su rostro, mientras guiaba a su compañera por el laboratorio.
La agente Natalia Miller conocía muy bien el laboratorio donde trabajaba su compañero, y se preguntaba qué era lo que le quería mostrar que todavía no haya visto, algo en su interior le decía que tenía que ver con la unidad especial.
— ¿Recuerdas que este laboratorio antes tenía una división destinada a la  experimentación en animales?
— Sí, eso fue antes de que se aprobara la Ley 45-54, en protección de los derechos animales — Agregó Natalia informada en el tema.
— Antes de eso, el sótano del laboratorio era un recinto para contener a los animales que se experimentaban — Mark sacó de su bolsillo un manojo de llaves, y tomando una color bronce, abrió una puerta de metal, la cual yacía clausurada desde años.
La puerta descubrió una escalera que descendía a la oscuridad. Mark rebuscó en la pared interior hasta hallar el interruptor de luz, cuando lo accionó la escalera y el sótano se iluminó gracias a los potentes focos que descansaban sobre el techo y paredes.  
Cuando bajaron la escalera descubrieron que era una amplia habitación sin ventanas, enterrada en el suelo, que constaba de celdas individuales, posiblemente unas cincuenta, algunas eran de barrotes de hierro, y otras parecían mucho más aisladas y seguras, de vidrios blindados.
— Son tan seguras que ni un elefante podría escapar — Decía Mark mientras golpeaba un vidrio con su puño cerrado, para corroborar su hipótesis.
La agente Miller miró a su alrededor, había una razón por la cual Mark le mostraba todo esto, ella tenía una idea, pero antes de arriesgarse quería escucharlo por la boca del mismo agente Johnson.         
— ¿Por qué me muestra todo esto, agente Johnson?— Le preguntó cautelosamente.
— Con todo lo que nos ha sucedido, el vampiro, la araña gigante, tú dijiste que eran personas, que a pesar de lo que les había sucedido, nunca dejaron de ser personas, y tenias razón. Podemos mantenerlos aquí hasta que encontremos la causa de su mutación.
— ¿Crees que es posible una cura? — Le pregunto Natalia, intentando no hacerse falsas esperanzas, pero no podía evitar sentirse con ilusión.
— No lo sé. Primero debemos descubrir su causa de mutación, y a partir de allí es otra historia, eso nos indicara que tan posible es su recuperación. René García ya me aprobó el proyecto para utilizar el recinto como contención de los mutados.
— ¿Tipo una cárcel? — Le preguntó Miller con algo de repugnancia por la idea, esas personas no eran los malos, eran las víctimas.
— Son personas peligrosas. Hasta que descubramos una manera de detener todo esto, los mantendremos aquí — Le respondió Mark Johnson adivinando el desacuerdo que tenía su compañera con respecto a utilizar el recinto, pero esta pareció comprenderlo mejor, eran víctimas, sí, pero también eran monstruos peligrosos, y no se los podía dejar vagando solos por la ciudad.     
El agente Mark sintió que en su pantalón vibraba su teléfono móvil, y tomándolo en un rápido relejo contestó a la llamada.
— El jefe García nos tiene una nueva misión para la unidad especial — le informó Johnson a su compañera luego de cortar la llamada.  
Los agentes caminaban por un pasillo, siendo precedidos por un guardia embutido en un uniforme azul marino.
La agente intentaba ignorar todas las groserías que recibía por parte de los penitenciarios, que la miraban a través de sus celdas con ojos brillosos y pupilas dilatadas.
Una mano masculina invadida por tatuajes de calaveras salió entre dos barrotes, y sin que la agente pudiera antecederse, la mano viajó hasta su cadera de manera grosera. Natalia se sacudió de su agarre, y se giró para decirle lo primero que le viniera a la mente a aquel impertinente preso, pero Mark se le adelantó a sus intenciones. El agente se acercó a la celda, y tomando el cuello de la camisa del penitenciario, con la fuerza de su brazo lo estrelló contra los barrotes, y sosteniéndolo a unos centímetros de él mismo le habló con odio en la voz.
— Es un delito federal faltarle el respeto a un agente policial — Le dijo de manera amenazante.
— ¿Qué van a hacerme?, tengo que cumplir quince cadenas perpetuas todavía. No creo que puedan hacerme nada más — Le respondió el penitenciario de manera mordaz, burlándose del agente, que lo miraba entrecerrando sus ojos orientales con repugnancia.
El agente Johnson entrecerró aun más sus ojos, podía verse en su expresión lo furioso que estaba, y la repugnancia que le causaba dicho encarcelado. Sin tardar un segundo más, el agente introdujo su otra mano por entre los barrotes, y cerrándola en un puño la descargó sobre la quijada del malviviente repetidas veces.   
El penitenciario cayó sentado al suelo cuando Mark Johnson lo soltó, y tocándose su rostro magullado y bañado de sangre, miró a la agente de manera lasciva mientras balbuceaba sus siguientes palabras.             
— Valió la pena — Y lanzó una carcajada mirando sus dedos empapados de su propia sangre.   
— ¿Estás bien? — Le preguntó Mark a su compañera — Si te sientes incomoda puedes esperarme afuera.
— No. Somos un equipo — Le respondió la agente seriamente, aunque le escocían las comisuras de sus labios en un reflejo por sonreír, pero se resistió, a pesar de que se sentía alagada por su compañero que la había defendido, se obligó a mantener su cara seria, libre de cualquier expresión.   
El guardia de la cárcel los llevó a una alejada celda.
— Oh por Dios — Barbulló Mark cuando vio en qué condiciones se encontraba la pequeña habitación.
Los barrotes de metal habían sido cortados limpiamente y curvados hacia afuera abriendo una abertura enorme.  Esos barrotes eran de hierro macizo, no había forma de que un penitenciario, por más fornido que fuera, pudiera cortar los metales y doblarlos de aquella forma para escapar de su prisión.  
— Mira esto, Johnson — Mark se acercó a Natalia, quien le mostraba una abolladura en el suelo y otras tres en las paredes dentro de la celda— ¿Golpes de piedras?
— No — Negó Mark — Es más bien un golpe puntiagudo y punzante— Dijo mirando los pequeños agujeros, que parecían pequeños cráteres sobre el concreto y la piedra de la celda — Posiblemente de alguna lanza — Dijo, aunque no muy convencido.
Los ojos de Mark encontraron una pequeña escama azul negruzca entre aquel cráter en el suelo, lo miró, a simple vista parecía  muda de piel de algún insecto, pero era muy grande y grueso para ser de un animal de dicho tamaño, con pinzas lo sustrajo del suelo y lo metió dentro de una bolsa transparente. Más tarde en su laboratorio haría los estudios correspondientes que develarían su procedencia.   
— ¿Cómo se llamaba el prisionero? — Miller se dirigió al guardia.
— Finn Ciofi — Le respondió el guardia tendiéndole un archivador a la agente — Veintiocho años, acusado de asesinar a su mujer por infidelidad. Fue a juicio para ganarse la tenencia de su hija, pero obviamente cuando se comprobó que él era el asesino de la madre, la niña quedó a cargo de una tía.  
Miller hojeó el informe, viendo la foto del prófugo, tenía ojos grandes y celestes, y cabello negro como el carbón, tenía un gesto impasible y masculino.
— Violento, desacatado — Agregó Mark al ojear el informe sobre el hombro de su compañera. 
— Era uno de los presos más problemáticos — Le informó el guardia.
Luego de inspeccionar la escena de la fuga, volvieron al laboratorio del agente Johnson, mientras Mark trabajaba en la muestra recogida del suelo, Miller se ocupaba de revisar el prontuario del criminal, posiblemente este sería uno de los casos más difíciles que tendrían que enfrentar, el mutado era un criminal violento.
— ¿Has descubierto de que trata la muestra? — Le preguntó Miller desde la pared opuesta, sentada en una silla de manera relajada.
— El examen dio como resultado que se trata de material orgánico, exoesqueleto de insecto para ser más exacto. Con la particularidad que el conteo cromosómico no es concluyente.
— ¿Qué quieres decir? 
— Se trata de un humano, pero los eslabones del ADN no están en orden, es como si estuvieran combinados con otra especie.     
— ¿Con que especie? — Preguntó la agente levantándose de su asiento para acercarse a Mark, dio pasos lentos, con algo de miedo de escuchar la respuesta.
— Con un alacrán — Le respondió el agente escuchando como su compañera se atragantaba en un gemido asombrado — Eso no es lo más extraño, lo comparé con muestras de sangre y tejido de los casos anteriores, la vampiro y la araña, todos tenían estas extrañas mutaciones cromosómicas. Y aun más extraño, hallé rastros de radiación — Mark y Natalia intercambiaron una mirada, el agente hizo silencio unos minutos, estaba esperando que ella procesara toda la información — Eso no es lo más escalofriante, también analicé mi sangre— El agente Johnson le mostró dos hojas con gráficos de cromosomas, ambos eran muy similares, las cadenas de ADN parecían dividirse y romperse de manera extraña. Pero eran diferentes a las cadenas de los mutantes, estas estaban como incompletas, como si les faltara una mitad.  
— ¿Este ADN de quién es?
— Mío — Le respondió Mark.
— ¿Y este?
— De un superviviente de Chernóbil.
— Son idénticos — Dijo, sintiendo como su estomago se anudaba violentamente.
— Y este es de los mutantes — Le mostró tres hojas más, donde los ADN se veían completos, como si tuvieran su otra mitad, sólo que eran como si dos piezas de rompecabezas que nunca pudieran encajar se hubieran fusionado. Mitad humana, mitad araña. Mitad humana, mitad murciélago. Mitad humana, mitad escorpión.       
La agente Miller abrió la boca, quiso decir algo, que era imposible, ¿Porqué su compañero tenía el ADN de aquella manera incompleta?, ¿Ella también lo tendría así?, ¿Qué lo había producido?, ¿Radiación?, pero no pudo formular ninguna de aquellas preguntas en voz alta, por que el timbre del teléfono resonó por todo el laboratorio. La agente se apresuró a contestarlo.
— Llamó una mujer que dice ser la que posee la custodia de la hija de Finn. Temé por ella. Se enteró que Finn Ciofi escapó y cree que irá por su hija — Le informó la joven luego de colgar el teléfono — Se oía muy asustada. 
— Iremos a su casa ahora mismo — Decía el agente tomando su chaqueta del respaldar de su silla.  
Mark Johnson manejó su automóvil hasta la dirección que le dio su compañera. Apagó el motor y ambos bajaron del vehículo.  Era un vecindario residencial  de casas grandes y vistosas. La casa de donde habían recibido la llamada era una casona de paredes blancas y ventanales amplios.  
Caminaron hasta el pórtico y luego de llamar a la puerta una mujer los atendió, tenía una larga cabellera color caramelo, y unos ojos grandes y brillantes, llenos de inteligencia. 
—Gracias por venir — Les dijo antes de que incluso pudieran presentarse, la mujer parecía adivinar quienes eran y a que venían. Les abrió la puerta y los invitó a pasar al interior de su hogar — Necesitamos protección policial.
— Usted me dijo por teléfono que teme que Finn Ciofi venga por ustedes — Habló la agente Miller.   
— Por Nadia — Le corrigió la mujer — Su hija, después de que matara a mi hermana… — La voz de la mujer se volvió triste y dolorosa, el recuerdo de su hermana difunta le hacía doler el corazón — Luché por la tenencia de Nadia, no permitiría que ese monstruo se quede con ella. Así que gané el juicio cuando se comprobó que él era el asesino de su madre.   
Una niña apareció, cruzando el umbral con un peluche de felpa entre manos. La niña era muy parecida a su padre, con ojos celestes y cabello moreno. Pero su rostro no era impasible y problemático como su padre, sino que era tierno y vulnerable.
— ¡Tía! — Fue gritando hasta prenderse de la falda de la mujer, sus ojitos estaban abiertos de par en par y escondían un temor infantil — ¡Hay un monstruo en mi habitación! — Gritó al borde de las lágrimas.
— Ya te dije hija que los monstruos no existen — Dijo esta abrazando a su sobrina. Mark y Natalia se miraron extrañados, algo les decía que lo que había visto la niña no eran simples imaginaciones infantiles.     
— Creo que lo mejor será que subamos a comprobar — Dijo Mark desfundando su arma, la mujer miró la escena perpleja y con pavor en los ojos, como si tuviera fobia a las armas de fuego. 
Mark Johnson subió la escalera con  Miller pisándole los talones. La habitación de la niña estaba a oscuras, la única luz entraba por la ventana de manera sutil. Una sombra viscosa se escurrió por debajo de la cama de la niña.  
— ¿Tienes los sedantes? — Le preguntó Mark a Natalia casi en un susurro.
Su compañera le respondió mostrándole el interior de su chaqueta donde descansaban dos jeringas con un liquido ámbar y espeso.   
— Sube a la cama de la niña, cuando Finn salga de debajo, le inyectas el sedante — Miller asintió a las palabras de Johnson, y dando pasos mesurados, se subió al colchón de la cama, haciendo el menor ruido posible.  
Mark caminó hasta la pared opuesta y abriendo las cortinas dejó que la luz se infiltrara por la ventana, hasta bañar la cama de la habitación, la criatura que se escondía debajo de esta se sacudió enfurecida, ya que gustaba de ocultarse en la oscuridad. Salió de debajo de la cama arrastrándose con sus patas de insecto.
Cuando Miller vio que algo de piel oscura se movió ante sus ojos, bajó la jeringa con fuerza, esperando hundir la ajuga en el tegumento oscuro, pero lo que sucedió la sorprendió. La ajuga se dobló, sin penetrar la capa gruesa del enorme insecto. Una armadura de piel tosca y dura le recubrí todo el torso y espalda.
El enorme insecto corrió hasta la pared opuesta, dejándose ver por los ojos de los agentes, y Mark Johnson no se había equivocado cuando dijo que era un alacrán. El mismo rostro que habían visto de Finn en la foto de sus antecedentes, se hallaba ante ellos, sólo que sus ojos no eran de humanos, no quedaba ni un solo rastro de razón en sus pupilas, sólo instinto animal. Finn tenía el torso humano, pero de su cintura se desprendía una cola oscura con seis delgadas patas puntiagudas, y una cola terminada en un aguijón venenoso. Sus dos brazos humanos no terminaban en dedos, sino que de sus muñecas crecían dos grandes pinzas oscuras.  
El alacrán gigante levantó su cola, y con ella intentó pinchar a Mark con su aguijón. El agente esquivó sus golpes, y cayó sobre el suelo mientras su arma saltaba fuera de su alcance hasta esconderse debajo de la cama.
La agente Miller tuvo que reaccionar de manera veloz, no podía perder un segundo, porque Mark se encontraba desarmado, con un enorme hombre-alacrán dispuesto a matarlo con su veneno. Corrió velozmente y se interpuso entre su compañero y el insecto, descubriendo ante sus ojos piel expuesta, sin ser cubierta por exoesqueleto. Sólo le quedaba una jeringa, una oportunidad. Hundió la aguja en el pecho de la criatura, mientras esta golpeaba a Miller con sus brazos, cerrando sus pinzas alrededor de sus muñecas, abriendo un surco de sangre donde la cortaban como tijeras en su piel. Si no fuera porque la anestesia estaba surtiendo efecto, Finn hubiera cortado la muñeca de Natalia Miller, pero ahora estaba sin fuerzas, cayendo en un sueño inducido por la droga.       
Luego de que los agentes se aseguraran que la hija de Finn y su tía estuvieran bien, se llevaron a Finn Ciofi a una celda de la cual nunca podría escapar.
— Tienes mi autorización, agente Johnson. Comienza con la investigación de inmediato — Le dijo El jefe de policía García, mientras miraba como el prisionero camina por las paredes y techo intentando escapar de su celda, pero le era imposible — Has todo lo necesario para revertir esto.
René Gracia subió la escalera dejando a Miller y a Johnson solos en el sótano.
— Es como un animal — Dijo Natalia mirando al enorme escorpión, quien la amenazaba grujiendo y golpeando el vidrio blindado con su cola.
— Es como si ya no hubiera humanidad en él — Agregó Mark. 
— ¿Puedes arreglarlo?
Mark miró a Miller a los ojos, dudó un momento en responderle, incluso dudo de sí mismo, ¿Podría curar a los mutantes?, ¿Revertir la mutación?
— Eso espero — Contestó en fin.