Una mujer vanidosa y materialista, que no deseaba nada más
que el poder, no tenía lugar en su corazón más que para ella misma.
Todas las mañanas luego de un suculento desayuno, de salir a
correr y hacer ejercicio al enorme parque de la ciudad, volvía a su casa, se
bañaba y usaba ropa de estreno, nunca usaba una prenda por segunda vez.
Una cálida mañana, donde el sol quemaba el aire, la mujer,
cuyo nombre era Margaret, comenzó su rutina de menoría.
Desayuno, se vistió con su cara ropa deportiva, y saliendo
de su enorme casa penetró el verde parque.
Pero esta vez quiso cambiar el rumbo para variar el paisaje.
Corría mientras pensaba en la última novela que leyó. Se
trataba de una poderosa reina que vivía en el Medioevo, una mujer tan imponente
que solo al escuchar su voz o al ver solo su sombra era intimidante.
Fantaseó durante media hora viéndose a ella misma sentada en
un sólido trono brillante vistiendo un amplio vestido bordo, mientras en su
cabeza hacía equilibrio con una enorme peluca que parecía una torre de tan alta
que era. Y en sus delgados brazos elevaba altiva un cetro real de oro macizo de
incontables quilates.
La fantasía de esta mujer era interminable, al igual que su
ego y temperamento.
Cuando salió de sus alocadas fantasías de poder se vió en
medio del parque, en una zona que no conocía.
Intentó volver, pero no lo consiguió, solo lograba perderse
más.
Mientras cruzaba un puente de madera para evitar mojarse en
el arroyo, divisó del otro lado un tumulto brilloso, como la luz de una
estrella, que colgaba de un árbol.
Cuando se acercó a aquello que brillaba tanto, sus ojos
descubrieron algo que creía solo propio de los cuentos de hadas, porque era un
hada, y lo que brillaban eran sus alas.
El hada estaba atrapada en una red que colgaba del árbol, parecía
ser una trampa de un cazador.
El hada le suplicó:
_ Por favor libérame, te puedo compensar, ya que estamos
obligadas a concederle un deseo a cualquier humano que descubriera nuestras
alas _ Le decía mientras agitaba sus alas enérgicamente, pero era en vano, no
podía volar estando atrapada en la red.
Margaret liberó a la criatura mágica, estando segura que
cuando lo hiciera se haría volando y no cumpliría su promesa de concederle un
deseo, pero no fue así, el hada se lo agradeció dándole un fuerte abrazo:
_ Veo que estas perdida, si quieres podrías desear ya no
estarlo_ Le dijo el hada.
_ No desperdiciare mi deseo es algo tan simple_ Margaret no necesito
pensar en un deseo, porque sabía muy bien lo que quería _ Deseo vivir en un
enorme castillo de la época medieval_ Deseaba sintiéndose muy entusiasmada.
El hada le tocó la frente con su varita mágica y todo el
parque fue tragado con una brillante luz enceguecedora.
Cuando despertó, un fuerte hedor penetró su nariz, cuando
sus ojos se acostumbraron a la luz pudo ver el lugar en el que estaba, era un
establo de animales.
Luego se vió las ropas, y no tenía un enorme vestido de
reina, sino que tenía un pobre vestido de sirvienta, lo supo al instante por su
facha.
No pudo evitar llorar, hondamente angustiada dejó escapar
amargas lagrimas que recorrieron su sucio rostro de sirvienta.
Una mujer adulta la interrumpió de sus lamentos, diciéndole que
debía estar en la cocina con los demás sirvientes preparando todo para el baile
real.
Margaret entró al castillo acompañada por la anciana, quedó estupefacta
al ver los lujos que la rodeaban, pero no eran de ellos, el hada había
concedido mal el deseo, ella era una simple sirvienta del castillo donde se
suponía que era donde debía gobernar.
Nunca en su vida había trabajado tanto en unas pocas horas,
había limpiado cientos de decenas de cubiertos y trastos carísimos.
Debió trapear junto a otras cuatro sirvientas el enorme y
amplio piso de la sala donde se llevaría a cabo el baile.
Nunca había estado tan agotada en su vida.
Cuando volvió a la cocina, sacando fuerzas de lugares que no
conocía que tenía, una delgada cocinera de cabellos negros estaba preparando
decenas de platos en compañía de una docena de sirvientas.
Tubo que decorar con frutas y golosinas decenas de pasteles,
y si quedaban feos la regañaban.
Margaret vió algo que brilló en la espalda de la cocinera,
al principio pensó que fue su imaginación, pero lo volvió a ver.
Esperó el momento justo, y cuando la cocinera bajo a la
despensa sola, ella la siguió por detrás, y abalanzándose sobre ella descubrió su
espalda viendo como se desplegaban dos brillantes alas.
La cocinera era un hada, no era la misma que había visto en
el parque, era otra distinta, había tenido suerte de descubrirla, ahora usaría
el deseo para arreglar todo esto:
_ Un hada como tú me hizo esto, yo desee vivir en un
castillo y me convirtió en una sirvienta, yo quería ser rica y poderosa, no
servirle a nadie_ Decía Margaret muy enfadada.
_ Estas son las consecuencias de los malos deseos, del egoísmo
y de la vanidad, no deberías desear más de lo que necesitas_ Le respondió el
hada comprendiendo lo que le había sucedido _ Esperó que esta vez hayas
aprendido tu lección y no desees cosas incorrectas_
Margaret pensó por un momento en sus palabras, el hada tenía
razón, era muy egoísta, toda su vida había tenido los intereses equivocados. No
pudo más que sentir una vergüenza terrible de si misma.
Entonces dijo:
_ Deseo volver a mi anterior vida_
Cuando Margaret despertó estaba recostada sobre su enorme
cama en su antigua habitación, su corazón se lleno de felicidad. Había vuelto a
su casa.
Pero desde ese día Margaret no fue la misma de antes.
Ya no desprecio más a las personas que eran inferiores económicamente
a ella, tuvo amigos y visito a su familia, hacía años que no veía a sus padres.
Y ya no deseaba tener más poder sobre la gente, solo deseaba servirles y
ayudarlos.
Por suerte Margaret aprendió la lección. Hay personas que aunque les suceda algo así no cambian ni un poquito.
ResponderEliminarUn cuento excelente. Muy bueno. Espero seguir leyendo textos así. ¡Saludos!
Gracias por leer mis relatos. Me alegro que le hayan gustado
EliminarMuy buen relato!!! Conozco una mujer tan similar a la de la historia que temo por ella.....
ResponderEliminarGracias por visitar mi blog y comentar...Tengamos esperanza que al igual que Margaret pueda abrir los ojos a tiempo. saludos
EliminarInteresante relato, Margaret pudo aprender su lección.
ResponderEliminarGracias por visitar mi blog y leer mi relato. SALUDO
EliminarMe gusta como escribes amiga,felicitaciones.
ResponderEliminarMuchas gracias por la visita al blog y por comentar. SALUDO
EliminarYo diría que la conclusión es ser especifico con los deseos que se le piden a las hadas. Lo deseos ambiciosos dan, también podría añadir, más probabilidades de cometer un error de consecuencias drásticas.
ResponderEliminarMuchas gracias por comentar. Es verdad, las ambiciones son errores, que solo dan placeres temporales. Es un gusto tenerlo por mi blog. Un Saludo
EliminarCinthya pienso cada ser humano tiene algo de margaret en su vida, me refiero a las imperfeciones, mas es aliviador saber que estamos en contante transformación. Saludos, guste leerte.
ResponderEliminarGracias por la reflexión, es cierto, el hombre cambia constantemene, pero muchas veces cambia para peor, lo importante es hallar un buen camino para dicho cambio. SALUDO
EliminarMuito lindo seu blog amei.
ResponderEliminarMuchas gracias por la visita al blog. Me alegro mucho que le haya gustado.
EliminarUn saludo :)