Tecleaba en mi computadora, aquellas cuentas bancarias.
Siempre el mismo trabajo monótono todos los días, siempre el mismo trabajo de
contaduría. Pero no me quejaba, ganaba tanto para darle a mi hija todo lo que
se merecía. Solo eso importaba.
Espere hasta que la impresora terminara de imprimir todos
los formularios. El jefe debería firmarlos lo cuanto antes.
Tome los formularios toda apresurada y me encamine hacía la
oficina de mi jefe. Mi jefe era un hombre muy serio, era muy difícil percibir
alguna emoción detrás de su traje y corbata.
Abrí la puerta lentamente y dando unos pasos hacia delante
ya me encontré frente al escritorio.
Allí estaba sentado rígido en su silla, mirándome por encima
de sus anteojos de marco metálico.
No espere a que me dijera nada, le entregaría los
formularios y saldría de la oficina lo más rápido posible, no era un hombre que
inspirara confianza:
_ He terminado de imprimir los formularios, solo falta su
firma…_
_ Si, ya se cual es mi trabajo_ Me interrumpió _ Debo
reconocer que tu también haces un buen trabajo_ Ese alago en verdad me
sorprendió, y más proviniendo de él _Pero…_ ¡Oh cielos!, ¿Qué me diría ahora? _
Pero la empresa está a un pie de caer en quiebra, y no puedo darme el lujo de
tener más empleados de los que mi bolsillo pueda cubrir_
Quede paralizada, ¿Me estaba despidiendo?:
_ ¿Me está despidiendo?_
_ Efectivamente, lo siento mucho_ Suspiró hondo y continuó
despidiéndome _Y, la indemnización que seguramente esperas no es la que
recibirás, el presupuesto de la empresa ha decaído en picada y no podrá cubrir
tu siguiente sueldo, por favor junta tus cosas_ Y así perdí mi empleo, a unos
días de navidad.
La indemnización no tardo mucho en llegar, cuando la vi creí
que era una broma, ¿Doscientos pesos?, ¿Cómo podría vivir con doscientos pesos
hasta que encontrara un nuevo trabajo?, definitivamente este año no tendríamos
navidad. Me angustiaba en solo pensarlo, en solo imaginarme la cara de mi niña
cuando se enterara que no festejaríamos su fiesta favorita.
Volví a mi antiguo lugar de trabajo, exigiría un poco más de
respeto:
_ ¡¿Doscientos pesos?! ¿Qué se supone que haga con
doscientos pesos?_
_ Eres una buena contadora, seguro sabrás invertirlos bien_
Definitivamente se estaba burlando de mi.
_ Es bastante denigrante despedirme, pero ¿Tenía que
burlarse de mí?_
_ ¿Cómo se atreve a pensar qué soy capaz de tal cosa?, pero
si se siente ofendida está en su libertad de rechazar el dinero_
No pude evitar reírme, no venía a rechazar el dinero, venía
a exigir lo que me merecía. Siempre fui una buena y respetuosa empleada, ¿No me
merecía aun que sea conservar mi dignidad? Por eso decidí marcharme de esa
oficina con la poca que me quedaba.
Me di media vuelta y encamine mis pasos hacia la salida,
pero antes mi antiguo jefe me paró en seco con su imponente voz:
_ Porque siempre me caíste bien, te daré un plus en tu
indemnización_ No supe si reírme o no, solo espere a saber que se proponía.
El hombre abrió un cajón en su escritorio y me entregó una
pequeña caja roja que sacó del interior del cajón.
Salí de la oficina despidiéndome por cortesía, aun que en
verdad no se merecía que lo saludara o le dirigiera la mirada nuevamente.
Detestaba aquel hombre.
Cuando llegue a mi casa mi niña me recibió en un abrazó y me
preguntó emocionada por la caja que traía entre manos:
_ No sé que es _
_ Entonces ábrelo_ Dijo toda entusiasmada, pobre niña, era
tan fácil contentarla y tan fácil desilusionarla al mismo tiempo.
Abrí lentamente la caja y mis ojos encontraron el contenido.
Me quede boquiabierta, viejo mezquino, me había dado un juego de luces navideñas.
Definitivamente detestaba aquel hombre.
A diferencia de mi, mi hija reaccionó encantada, con un
dilatado “Waaauuuu” y un entusiasmado “Me encantaaaan” .
Teníamos las luces, pero ni siquiera teníamos un árbol al
que decorar, en mi mente dos pensamientos batallaban por ganar mi decisión,
debía desperdiciar los doscientos en un árbol que alimentara la ilusión de una
niña, o utilizarlos para la cena de navidad y alimentar mejor su cuerpo.
Sabía bien cuál era la opción correcta, el alimento es más
importante que un simple árbol.
Ingresamos al centro comercial más cercano, y lo primero que
hizo mi hija fue salir corriendo de mi lado para ver los árboles de navidad.
Eso me partió el corazón ya que no podía comprarle uno:
_ ¿Cuál llevaremos mami?_ No podía ser, se me resecó la
garganta y mis manos comenzaron a traspirar, no quería hacerla sentir triste,
pero tenía que saber la verdad.
_ Ninguno_
_ ¿Qué?, ¿Por qué?_ Preguntó mientras sus ojitos se tornaban
confusos y dejaban asomarse la desilusión por detrás_ ¿No tendremos árbol de
navidad?_
_ No dije que no tendríamos uno, solo que no lo compraríamos_
¡O por Dios!, era incapaz de mentirle.
_ ¿Eso qué significa?_ Preguntó con ojos esperanzadores.
_ Que tendremos un árbol poco común, uno muy especial_ Algo
ya se me ocurriría, o eso esperaba, le había prometido un árbol que no
tenía.
Gaste los doscientos en una cena poco suculenta, esta
navidad comeríamos pizza con jugo de naranja, ¡Me sentía tan miserable!, y de
postre compre unos bombones helados, esos que se sostienen por un palito de
madera, eran ricos, pero no para una fiesta navideña.
A pesar que por la mediocre cena que tendríamos mi niña se
sintió más entusiasmada, era una niña que adoraba la pizza. Pero no pude
sentirme aliviada por eso, ella no entendía, que no sería una cena especial
como ella pensaba que sería. Ni siquiera tendría un regalo.
Estuve todo el día antes de navidad deprimida, aun que
intente disimularlo frente a mi hija, ella no se merecía sentir lo mismo que
yo, era muy pequeña todavía para sufrir mal alguno.
La noche buena, comimos la pizza, que debo admitir, estaba
muy sabrosa, mi hija no dejaba de reírse, decía que era la mejor navidad de
todas, mientras las otras familias compartían aburridas cenas tradicionales,
nosotras disfrutábamos una deliciosa pizza, no la contradije, si la ignorancia
la hacía feliz, yo no le arruinaría su inocencia.
Llegó medianoche y la pequeña me preguntó abriendo sus
brillosos ojitos inocentes:
_ ¿Mi regalo?, apuesto a que es el mejor de todos_ Un nudo
se formó en mi garganta amenazando con salir y hacer estragos en mi rostro con
lagrimas, pero de repente mi mente se aclaró y comprendí.
Comprendí que la felicidad no se siente a base de la
tenencia de lo material, sino de la sincera compañía, que te acompaña porque en
realidad desea hacerlo.
Comprendí que el valor de las cosas no se vale en su precio,
sino en la importancia que nosotros le damos.
Y también comprendí, que una navidad, para ser la mejor
navidad, no debe la mesa rebalsar de elegantes platos, ni tampoco se debe
regalar los más caros regalos, la mejor navidad se da cuando uno la cree la
mejor, porque sabe apreciar lo que verdaderamente tiene valor.
Mire a mi pequeña niña, le di un cariñoso abrazó y le dije:
_ Tu regalo es esta navidad, una navidad como ninguna, la
mejor navidad de todas_ Le di una sonrisa _ ¿En qué otra navidad se comería
pizza?_
Ella rió feliz. Verdaderamente era feliz.
Me devolvió el abrazo y me dijo:
_ ¿Y el árbol?_
Mire hacía todas direcciones en mi living, tendría que
encontrar una solución, le había prometido un árbol, no podía desilusionarla y
arruinar la navidad, entonces vi la solución, mi estantería de libros, de
muchos libros. Amaba la lectura.
Me acerque a la librería y sacando un libro de aventuras le
dije:
_ Una navidad especial, se merece un árbol especial, uno poco
común_ Tome varios libros y los coloque en el suelo cerca del ventanal que daba
al patio _ Ayúdame_ Le dije entregándole un libro de contaduría.
Apilamos todos los libros formando un cono que se elevaba
varios centímetros, era estupendo, y todavía no estaba acabado.
Abrimos la caja roja que me había regalado mi antiguo jefe y
enrollamos las luces alrededor del cono literario.
Cuando terminamos, la pequeña traía entre sus manos una
pequeña estrella de papel que acababa de cortar, estaba media desprolija, pero
no importó, era perfecta para esta ocasión.
Encendimos las luces y nuestro árbol de navidad se encendió
alegremente, era precioso, porque lo habíamos armado con amor verdadero.
Volví a la librería y descubrí que había quedado un libro en
los estantes, cuando lo tome, me sorprendí, era un libro de cuentos de navidad.
Nos sentamos alrededor del árbol y leímos algunos cuentos,
cuando veía la enorme y sincera sonrisa en el rostro de mi hija, mi corazón se
inundaba de regocijo. Era verdaderamente feliz.
Cuando nuestros ojos vencidos por el sueño amenazaban por
cerrarse, mi hija me da un largo abrazó de despedida antes de retirarse a su
habitación, diciéndome al oído:
_ Este ha sido el mejor regalo de todos los que he tenido_
Es una historia muy hermosa y tierna. En los detalles está todo. ¿De qué sirve tener una Navidad suntuosa si no está presente lo más importante para esa fecha? Sin eso no existe la Navidad. En esa fecha nació Cristo y no nació en un palacio, sino en un sitio totalmente contrario. Ahí nació el valor de la humildad y la sencillez.
ResponderEliminarPor cierto, me encanta el árbol de Navidad de la imagen. Je, je, je. Una forma creativa y hermosa de usarlos por un rato en vez de que estén agarrando polvo en una estantería. Ji, ji, ji.
Quizá si esta historia fuera publicada cerca de la fecha más de uno se emocionaría, pero eso no es lo importante si el que lee tiene presente en qué momento se desarrolla la historia.
Felicitaciones. ¡Saludos!
Gracias, cierto, ubiera sido mejor cerca de las fiestas, talvez lo vuelva a publicar para ese entonces. Gracias por comentar. Un abrazo.
EliminarSí, sería lo mejor. Además darías un bello mensaje en una fecha que se ha vuelto bastante comercial. ;-) Nos vemos en la próxima. Un abrazo para ti también.
EliminarEs un relato precioso. Personalmente prefiero las cosas sencillas. Aunque en este caso la protagonista ha tenido que poner todo su coraje. Es lo que nos toca a todos en estos tiempos.
ResponderEliminarUn abrazo !!!!
Gracias por leer y comentar, es cierto que muchas veces las cosas sencillas tienen más valor, pero no nos conformamos con ellas. UN SALUDO
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