La Isla Flotante

Cuentan las lejanas leyendas, que en los anchos océanos nada una enorme ballena de amplia espaldas, llevando sobre su membranoso tegumento unas tierras cubiertas de espesa maleza.    

Un día de un naufragio solo un hombre se salvó, flotó a la deriva sobre un bote de verduscas maderas.

Cuando pensaba que moriría de hambre y sed, diviso a la distancia una enorme isla flotante.

Tomando las fuerzas que le quedaban impulsó los remos en dirección a la isla.

Mientras acortaba la distancia no dejaba de pensar, después de tantos días en alta mar sintió por fin una pisca de esperanza.   

Su mirada captó un extraño movimiento, pero pensó que no debía darle importancia, tantas semanas de naufragio jugarían con la mente de cualquiera.

Ese movimiento lento volvió a aparecer, y no estaba loco, la isla se movía perezosamente.     

Al final de la verde isla se levantaron las olas violentamente y de ellas nació una enorme cola membranosa, que volvió a las aguas impetuosamente impulsando la isla unos metros hacía delante.

El corazón del marinero se detuvo por un instante, reanudando segundos después agitadamente, dando grandes saltos en su pecho como si fuera prisionero de la caja torácica. No podía creer lo que sus ojos acababan de ver. Pensó que sus ojos eran mentirosos, una bestia así no podría existir en realidad.   

La ballena no lo esperó mientras el luchaba en su cerebro con la lógica y la comprensión, siguió impulsándose pesadamente con su cola y sus aletas.

La cola de la bestia partió el bote en cientos de pedazos, por suerte antes del aletazo el marinero pudo huir hundiéndose en lo profundo.

No le quedó otra mejor opción, si no subía inmediatamente a algo solido, su cuerpo se cansaría y moriría ahogado. Entonces en contra de lo que le gritaban sus instintos de supervivencia nadó hasta el lomo de la ballena.  

Pasó varios días sobre la ballena, alimentándose de las frutas que crecían en los arbustos de la maleza de su joroba, mientras aprovechaba la madera de los árboles para construirse una balsa. Tarde o temprano tendría que abandonar al enorme cetáceo.  

Luego de una semana, con la balsa terminada, la ballena comenzó a hundirse lentamente, el marinero supo que era el momento de abandonarla. Se sujeto firmemente a su balsa y espero.

La ballena se impulsó hacía lo profundo de las aguas llevándose con ella la isla en su espalda. En el lugar solo quedó la balsa con el marinero, para su sorpresa la ballena lo había dejado a unos quilómetros de tierra firme, a la distancia sus débiles ojos percibían el contorno de una ciudad costera.

Muchos años después el marinero realizó varias expediciones marinas buscando aquella colosal ballena, pero no la encontró nunca. El mundo lo recibió como un loco, nadie pudo creer lo que él vivió en alta mar.  

Pero su historia quedó como un cuento fantasioso entre la gente de la ciudad que lo rescató, algunos marineros desean no encontrarse con ella temiendo que destruyera sus navíos.

Y, cuando el anochecer baña la ciudad, la historia de la enorme ballena es contada a los niños antes de dormir.