En aquel pequeño pueblo,
el invierno estaba llegando perezosamente a su culminación. Por la ventana se
podía entrever la nieve que se derretía sobre la rama de los árboles.
Jhenny despertó
sintiendo su rostro húmedo, cuando abrió los ojos encontró a su fiel amigo que
le pasaba enérgicamente la lengua por toda su cara. Ese era su despertador
todos los días.
Jhenny era una delgada
niña de piel trigueña y unos enormes ojos que brillaban curiosamente en su
rostro.
Jhenny recibió a Boolo
en un abrazo y luego lo inundó de tiernas caricias y besos.
Boolo era un golden, su
espeso pelaje dorado parecían soles, su cuerpo era musculoso para correr y
juguetear por el bosque por horas sin parar. Lucía en su cuello un brillante collar
que Jhenny había confeccionado.
Aquella mañana compartió
junto a su abuelo un exquisito desayuno, comieron un budín de chocolate que con
mucho cariño el anciano había preparado.
Desayunaban sin dejar de
reír mientras su nieta recordaba todas las travesuras que Boolo había cometido.
Como esa vez que luego de un largo y complicado baño al canino, no habían
pasado ni media hora que Boolo había caído en un charco de sucio barro,
haciendo que todo el laborioso trabajo de Jhenny fuera vano, en el momento
sintió mucho enojo, pero pasadas varias semanas no podía parar de reír al
recordarlo.
Luego del desayuno Jhenny
se abrigó bien, con una campera floreada, que tenía los puños de las mangas mordisqueadas.
Tomó una pelota roja, la
favorita de Boolo y antes de salir por la puerta escuchó que sonaba el
teléfono.
Su abuelo se adelantó y
tomó el teléfono antes que ella, pero al ver el gesto del rostro de su abuelo,
de inmediato supo con quien estaba hablando, cuya persona siempre logra plasmar
en su abuelo aquella amarga y triste expresión en su semblante.
Era su madre, que al
nacer no quiso hacerse cargo de ella, la había abandonado, y la única persona
que quiso cuidar de Jhenny fue su viejito abuelo.
Cuando la madre de
Jhenny llamaba a la casa del anciano, no era para preguntar por su hija, ni para
saludarlos, sino para pedirle un favor a su padre, casi siempre le pedía dinero.
Jhenny no se quedó a
escuchar la conversación de su abuelo con su madre, ya que ella siempre lograba
ponerla triste, entonces se fue antes que lograra afectar su pequeño corazón.
Comenzó a correr hacía
el bosque mientras Boolo la perseguía juguetonamente por detrás.
Esquivaba los árboles,
saltaba las rocas, miraba como los pájaros escapaban de entre la maleza al
sentirla correr.
Primero fue hasta el
arroyo, recolectó algunas moras de los arbustos y los repartió con Boolo, no
había nada que le encantara más que aquellas jugosas frutas moradas.
Estuvo un rato sentada riendo
y mirando como su amigo saltaba y corría por la orilla del arroyo ladrándoles a
las aves que bajaban a beber.
Comenzó a tirar piedras
al arroyo, intentando hacer sapito con las piedras planas, pero no pudo hacer
ninguno, le faltaba mucha práctica.
Frustrada por no tener
habilidad con las rocas, continuó el paseo.
Acompañaba su caminata
cantando una canción infantil sobre un jardín de flores:
“Rojas, son las rosas
en el jardín las vi
todas.
Blancas bailan las
margaritas,
mientras los jazmines
hacen sus coqueterías.
La regadera los baña,
aun que los cactus le
temen al agua.
Llora el sauce
melancólico,
porque perdió unos
botones.”
Perdida así con aquella
poesía infantil, siguió alegre y saltarina por las sendas del bosque.
Cuando encontró un claro
pensó que era el lugar perfecto para jugar con Boolo a la pelota.
Jhenny volteó buscando a
su amigo, pero sus ojos no lo encontraban por ningún lado.
Lo llamó una decena de
veces, pero el perro no respondía.
Primero sintió
extrañeza, luego tristeza y al final la embargó la preocupación.
Volvió por sus pasos
viendo si Boolo se había quedado detrás, pero no lo veía por ningún lado.
El corazoncito de Jhenny
latía de preocupación, mientras su mente no dejaba de armar conjeturas, ¿Y si
le pasó algo malo?, ¿Habrá caído en alguna trampa de cazador?, ¿Algún oso lo
atacó?, pero en ese bosque no habían osos, ¿Y si se escapó?
Lo volvió a llamar, y el
perro seguía sin contestar.
Jhenny se tragó el nudo
de lágrimas que amenazaba con salir, y conteniendo el llanto comenzó a reanudar
el viaje de vuelta a su casa.
Fue cuando bordeando un
enorme sauce encontró a Boolo, estaba acostado junto al tronco del sauce.
En un principió pensó
que Boolo estaba lastimado, y que algo terrible le había pasado, pero cuando
realmente comprendió lo que estaba haciendo su corazón se detuvo por un
instante.
Boolo estaba dándole
calor a una pequeña gatita atigrada que tenía pocos días de vida.
Jhenny se preguntó qué
hacía solo aquel pequeño minino en el bosque ¿Dónde estaba la madre?
Jhenny esta vez no pudo
evitar que una lágrima le recorriera la mejilla, ella era como aquella gatita,
la habían abandonado. Su madre la había dejado sola.
Era un dolor muy grande para
que una niña muy pequeña lo sienta en su frágil corazón.
Jhenny no pudo evitar
sentir tristeza agravada por la bronca y el odio. ¿Qué ser malvado abandonaría
a una criatura indefensa?
Pero luego comprendió
también que su abuelo era como Boolo, que la había protegido cuando estaba sola
y abandonada.
Su abuelo le había
mostrado lo que es simplemente el amor verdadero, sin condiciones y sin esperar
nada a cambio. Fue allí cuando su corazón se enterneció, ya no sentía bronca ni
odio, sentía felicidad y amor por el cariño que estos años le había brindado su
abuelo.
Jhenny tomó a la gatita
entre sus pequeñas manos, y la miró, era muy hermosa y frágil. La abrazó contra
su pecho y retomó el camino hacía su casa. Boolo las seguía protectoramente por
detrás.
Jhenny no podía esperar
para llegar a su casa y darle un fuerte abrazo a su abuelo para agradecerle
todo lo que había hecho por ella.
Cuando leia Tus escritos, puede extraer muchas lecciones .. La Manera de como delegamos responsabilidades , sin asumirlos.. La gratitud en medio de las tempestades . y el amor no siendo fingido, sino demostrado en todo momento..
ResponderEliminarMuchas gracias por leer mi blog. me alegra que las personas puedan percibir lo que uno, como escritor, intenta transmitir. .........saludo
EliminarUna historia preciosa, Cynthia. Me ha gustado mucho el paralelismo que estableces entre ambas circunstancias de abandono y cuidados, me parece muy tierno y también inteligento. Me ha gustado mucho!
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias por leer mi relato y comentar. Me alegro mucho que le haya gustado. Un abrazo para usted tambien. Saludo
EliminarPermíteme aplaudir.
ResponderEliminarmuchisimas gracias por leer mi pequeño cuento
EliminarQuerida Cynthia:
ResponderEliminarEn este hermoso texto, tu nos ofrece la satisfacción de la lectura de una escritora que, aunque joven, produce historias de excepcional contenido literario, tanto en su aspecto formal como en su ennoblecedor propósito conceptual.
Ya desde el título, se esboza la riqueza del mensaje, lleno de lídimo sentimiento, en un cresciendo que nos mueve al clímax, cuando se despliega en todo su esplendor la vitalidad cognitiva e estilística de una autora de gran valor.
Me encantas.
Muchas gracias por la apreciación literaria y los elogios. Es un gusto para mi compartir mis relatos y poesías con la gente.
EliminarNunca dejo de alegrarme cada vez que me llegan comentarios como este.
Desde ya muchisimas gracias por el interes y la lectura en mi blog. UN SALUDO.