viernes, 20 de marzo de 2015

Flores de fantasía


Las paredes que me rodeaban eran blancas como la nieve, y brillaban como el hielo al reflejo de las lámparas. Pero lo que más me perturbaba siempre de aquel lugar era el aire, de aquellos olores típicos, la mezcla de lo ácido y dulce al mismo tiempo, del alcohol y los antisépticos. Tan familiares para mí.  
Había pasado los últimos cinco años recurriendo con frecuencia al hospital por mi madre. Pero tenía un presentimiento que esta sería la última vez.     
Reposaba sobre una camilla, más delgada de lo habitual. Los pómulos de sus mejillas habían desaparecido y en su lugar se encontraban profundas ojeras. Sus pestañas se mantenían entreabiertas, y las movía con pereza, como si le pesaran los párpados. Era una imagen horrible.   
Mi madre extendió sus dedos lentamente y los posó sobre mi muñeca. Yo la mire expectante a lo que iba a decirme. Abrió lentamente sus labios y voceó cada palabra como si pronunciarlas le quitara todo el aire del pecho:   
―Flor, prométeme que serás feliz. Solo podre morir en paz si estoy segura que tomaras las decisiones correctas.
Sentí que mi garganta se cerraba dificultando el uso de mis cuerdas vocales, pero respire hondo y forcé a las palabras a salir:
― ¿Cómo sabré cuales son las correctas?  
― Son las que dicta el corazón, las que realmente quieres y no las que debes―
Se me nubló la vista con la humedad de las lágrimas que se amontonaron en mis parpados. Parpadee un par de veces para quitarlas de mi visión. Le di un largo abrazo, sabía que era el último y quería que fuera especial. Recordarla así, siempre preocupándose por mí sin importar el dolor que sentía, sin importarle que su vida se estuviera apagando lentamente como la luz de una vela.   
Posando mis labios en su oído le prometí que lo haría, que sería feliz por ella.    
Aquella noche cuando llegue a mi casa en compañía de mi padre, fue la primera vez que lo hicimos sin mi madre.
Quise parecer fuerte ante mi padre, así que me encerré en mi habitación para que no me viera llorar. Llore como nunca lo había hecho. Llore hasta que el cansancio me venció y me fui quedando lentamente dormida.
Cuando desperté no sabía qué hora era, nunca había dormido hasta tan tarde.
Baje las escaleras en dirección a la cocina frotándome los ojos con los puños. Tenía los párpados hinchados, no sabía si era por tanto llorar o por dormir tantas horas. Supongo que era por ambas cosas.
En la cocina había bastante gente, estaba mi abuela, mis tíos y primos, con los cuales existía una relación bastante tensa, por problemas de herencias. Y estaba él, Charley.    
Charley siempre había estado, en las buenas y en las malas. Ni siquiera recuerdo la primera vez que nos vimos. Tenemos pocos meses de diferencia y siempre vivimos en el mismo barrio. Siempre fuimos amigos. Como ambos somos hijos únicos tenemos una relación intima. Diría que somos como hermanos.   
Cuando me vió se pasó nervioso los dedos por su cabellera rubia y corrió a abrazarme. No lo soporte, volví a llorar. Me abrazó muy fuerte y yo le devolví el abrazó. Estuvimos largos minutos sin separarnos. Él siempre fue tan familiar.    
Pasaron varios días y no había salido de mi habitación. Solo lo hacía para ir al baño o para bajar a comer, después volvía a subir la escalera y me encerraba en mi alcoba. Pasaba la mayor parte del tiempo durmiendo, porque si dormía no tenía tiempo para pensar. Y si pensaba recordaría a mi madre y lo triste que me sentía sin ella.
No había vuelto a llorar. Pero eso no significaba que no tuviera ganas de hacerlo.            
No sé cuantos días pasaron, pero sé que fue más de una semana. Y hubiera pasado mucho más si Charley no hubiera irrumpido en mi habitación:
― ¡Flor!― Dijo parándose al costado de mi cama ― Vístete, iremos a cenar.
― No, no, no― Sacudí la cabeza repetidas veces ― No te preocupes por mí, ¡Estoy bien!
― ¡No!, no lo estas― Yo me senté en la cama para enfrentarlo de frente. El me miró de arriba abajo frunciendo el entrecejo ― ¿Cuánto hace que llevas puesto el mismo pijama?    
Hice un mohín de fastidio rodando los ojos. No podía creer que Charley actuara de esta forma. Tan protector y mandón. Pero le respondí su preguntan irónica:
― No hace mucho.
― Lo dudo ― Me dijo revolviendo mi placar, ¡No podía creerlo! 
― ¿Qué haces?
― Ayudándote a volver a incluirte en la sociedad― Dijo mientras tiraba sobre mi cama un pantalón azul y una blusa blanca ― Póntelos, te esperare abajo. 
No podía creer que Charley haya irrumpido en mi habitación y me esté obligando a salir a comer. Aun que debo admitir que fue un gesto muy lindo que me obligo a sonreír mientras me cambiaba.    
Baje a la cocina y sentí la pesada mirada de mi padre sobre mí, estaba muy sorprendido. Y le palmeó el hombro a Charley en forma de agradecimiento. La verdad no supe como sentirme al ver ese gesto de mi padre, pero no tuve tiempo siquiera en planteármelo porque Charley se me acercó extendiéndome un ramo de rosas:
― Una flor para otra Flor― La verdad fue gracioso porque mi nombre era Flor, pero mi sonrisa desapareció de inmediato cuando comprendí lo que tenía entre manos. Alguien había cortado las flores y de esa forma las había matado. ¿Para qué cortarlas y verlas lentamente morir si pueden vivir mucho más y más hermosas en la planta que nacen?
Y eso me hizo pensar en mi mamá, ella pudo tener una larga vida por delante al igual que aquellas flores.   
Sentí mucha rabia pero se desvaneció de inmediato cuando vi el rostro de Charley. No podía enojarme con él, él lo había hecho con una buena causa. Nunca podía enojarme con él.    
Puse las flores en un jarrón con agua. Quise agradecerle por las flores, pero no pude. Ni siquiera pude pronunciar la palabra “gracias”.
Fuimos a un restorán. Era mi favorito por qué no era ni muy mediocre ni muy lujoso. Era perfecto.      
Charley me miró fijamente. Fruncía los parpados pensativo, como estudiándome. Lo conocía bien y sabía que estaba dudando si preguntarme algo o no, así que cansada de ese jueguito lo anime:
― ¡Esta bien!, dilo ya de una vez.
Él asintió y me preguntó:
― ¿No te gustaron las flores?, ¿Te ofendieron? es que… quiero decir, como hemos sido tanto tiempos amigos pensé que no se mal entenderían… ― Dijo y luego desvió la mirada, como si aquellas preguntas lo avergonzaran.   
― No, no me molestaron las flores, me encantan tus regalos, pero…― Suspire ― No me gusta que me regalen flores, ¿Para qué cortarlas si pueden seguir viviendo?, es como asesinarlas.
Mi amigo se quedó un momento callado, reflexionando:
― Lo siento― Dijo por lo bajo ― No quería hacerte sentir de esa manera.
― No hay problema, no lo sabías― Dije sonriendo.    
Estuvimos toda la cena charlando, y en varias ocasiones volvió a mirarme con aquellos ojos llenos de dudas, pero ahora dude en animarlo a hablar. Pensaba que lo que me diría esta vez podría cambiar las cosas entre nosotros. Y yo no sabía si quería cambiarlas después de tantos años.   
Me acompañó hasta mi casa y antes de despedirse me dio un largo abrazó. Pero esté abrazo no fue como ninguno de los anteriores, fue diferente. Lo sentí más cerca y personal. No supe porque se sintió así. Tal vez si lo sabía pero no quería admitirlo.        
Pasaron varios días y decidí que debía encontrar trabajo. Tenía varias razones para hacerlo. En primer lugar ya que no estaba mamá un ingreso más ayudaría a papá a mantener nuestras vidas, ya que prácticamente estábamos en banca rota por las deudas medicas. Y en segundo lugar, y el más importante, no podía depender de Charley para que me distrajera de mis pensamientos. Él tenía trabajo y una familia. Debía hallar una forma de ocupar el tiempo de ocio de otra manera y no volver a encerrarme deprimida en mi habitación.   
No fue difícil encontrar un empleo. Dos días de búsqueda laboral después, ya me encontraba con un delicado traje gris a rayas detrás de un reluciente teléfono celeste recibiendo llamadas.
Me habían contratado como recepcionista en un restaurante, muy lujoso para mi gusto, pero pagaban bien. Me encargaba de atender el teléfono y registrar los turnos y reservaciones. Además debía recibir a los clientes y tomar sus órdenes. Eran muchas tareas al mismo tiempo, pero me encantaba mi trabajo. Así que no me estresaba o sentía el cansancio hasta llegar a mi casa.    
Además tenía otro incentivo en el trabajo que me impedía parecer débil. El jefe. No era un jefe como todos los jefes habituales, intimidador y explotador, si no que era todo lo contrario. Muy accesible, y justo. Además de muy buen mozo. Tenía un cabello castaño brillante y unos ojos cautivadores. ¡Por dios!, ¡Era un sueño!
No quería admitirlo, pero también me llamó en él su posición económica. Era propietario de varios restaurantes tan o más lujosos que este. Y eso me hizo pensar en todo el dinero que necesitábamos, teníamos grandes deudas que saldar.      
Me sentía sucia e indecente al pensar de esa manera, pero lo veía necesario, que era lo que debía hacer. Además no estaba tan mal, era un hombre atractivo. O eso me repetía para disminuir las otras causas.  
Pude notar de inmediato que mi jefe, Andrés, estaba interesado en mí. Seguramente era la razón por la que conseguí empleo tan rápidamente.
No tardó mucho Andrés en invitarme a salir.
Pasó antes del anochecer a buscarme a mi casa. Yo me había vestido con un elegante vestido blanco. Uno que a mi madre le fascinaba. Sobre todo por sus mangas abultadas.  
Me llevó en su auto caro, no estaba segura que marca era, pero estaba segura que de una marca muy importante y reconocida.       
Paseamos por un parque. Era hermoso, tenía bellísimos estanques con cisnes y peces de colores. Nunca había visto este magnífico lugar.
Me encantó el paseo, pero no disfrute mucho de su compañía, aun que me esforcé enormemente en hacerlo. Solo pensaba “Ojala estuviera Charley aquí para ver este hermoso cisne”, “Este helado de chocolate le encantaría a Charley”.
¿Pero que me sucedía?, me pase todo el paseo pensando en Charley.    
Caminamos lentamente hasta la entrada de mi puerta, sabía lo que Andrés intentaría hacer, pero yo no estaba tan segura si quería que lo intentara. Aun que mi mente decía que era lo correcto:
― La pase muy bien― Dijo Andrés embozando una enorme sonrisa. Yo lo mire irónica.
― Si… ― Dude un momento lo que iba a decir ― Yo también.
Andrés se inclinó levemente. Me puse muy nerviosa. ¿Qué debía hacer?, lo pensé aquel segundo que me quedaba de distancia hasta que llegara a mi boca. Tal vez si me besaba mis sentimientos cambiarían, tal vez podría llegar a quererlo. Así que deje que me besara.      
El beso fue muy superficial. Lo sentí frio y vacio. Si tendría que resumirlo lo calificaría como el peor beso que me habían dado en mi vida. No porque Andrés besara mal, porque lo hacía muy bien. Pero el problema era otro muy diferente.
Andrés se separó de mí, y lo note satisfecho. Pero él notó que yo no me sentía igual que él. Se despidió muy confundido y se marchó.
Yo también estaba muy confundida.        
Pase él resto del día siguiente encerrada en mi habitación. Pero esta vez era por una causa diferente. No estaba triste, estaba confundida.  
Andrés era un hombre muy atractivo, era muy educado y muy inteligente también. Era la clase de hombre que me gustaba. Entonces ¿Cuál era el problema?
Tal vez el problema no era Andrés, él era perfecto. Tal vez el problema era yo. Tal vez no me estaba esforzando lo suficiente. ¿De qué estaba hablando?, ¿Acaso uno debe esforzarse para enamorarse?, ¡Era ridículo!
En verdad sabía lo que me sucedía pero no quería admitirlo. Ya que si lo admitía echaría por la borda todo mi plan de casarme con un hombre rico para saldar la deuda de la familia.
Quería aclarar mi mente. Y para hacer eso siempre recordaba a mi madre. Ella siempre me daba consejos. Solo debía recordar el que me sirviera para esta ocasión.        
Entonces recordé lo que necesitaba recordar. La última vez que hable con ella. 
Mi madre, tendida en una blanca camilla, mientras su vida de consumía lenta y dolorosamente, tomando sus últimas fuerzas me dijo “Flor, prométeme que serás feliz. Solo podre morir en paz si estoy segura que tomaras las decisiones correctas. Las que dicta el corazón, las que realmente quieres y no las que debes” 
Comprendí todo. No estaba tomando la decisión que dictaba mi corazón.  
Se me llenaron los ojos de lágrimas. Mi madre aun estando ausente seguía cuidando de mí. Me había dado un montón de consejos en vida para que me sirvieran cuando ella ya no estuviera.  
Me levante de la cama baje las escaleras corriendo. Y no pare de correr hasta encontrarme en la vereda.
Aspire el aire de afuera. Sabía lo que quería, pero lo había estado ocultando por lo que según yo se suponía que debía hacer.   
Comencé a caminar por la vereda a paso apresurado. Y vi a Charley a la distancia. El venía caminando en mi dirección.
Al verlo inmediatamente se me aceleró el corazón. ¿Estaba segura de lo que iba a hacer a continuación?   
Él se me acercó y yo lo recibí en un efusivo abrazo. Fue un abrazo tierno, placentero, que necesitaba desde hacía mucho tiempo.    
Charley me sonrió mostrando su blanca dentadura y me ofreció una rosa de brillante color diciendo:
 ―Una flor para otra flor― 
Yo la tome consternada. Haciendo que desapareciera de mi todos los sentimientos y emociones que sentía hasta ese momento.    
Sentí que se estaba burlando de mí. ¿Acaso no le había dicho que odiaba que me regalen rosas? Me sentí muy enojada, mi garganta se anudaba de bronca. Era horrible.  
Iba a lanzarle la rosa en el rostro y a insultarlo con todas mis fuerzas. No había elegido un buen momento para jugarme esta broma. ¡Esta cruel broma!  
Pero algo me detuvo de hacerlo. Accidentalmente roce con mis dedos los pétalos de la rosa. Tenían una textura extraña. Los volví a tocar muy impresionada, ni siquiera sabía que sentir en aquel momento. Era una rosa de tela. 
Lo mire impactada, no sabía que decirle. Y me sentía terrible por haber pensado que él sería capaz de jugarme semejante broma, pero Charley ignoró mi silencio y señaló la rosa diciendo:
― Esta rosa no es como las anteriores, esta nunca morirá.  
No podía creerlo. ¿Me había comprado una rosa de fantasía?, no importaba el valor, se que seguramente se gastó menos de cinco en esa rosa, pero tenía otro valor. Tenía un significado.
Mi corazón volvió a inundarse de distintas emociones, emociones mucho más fuertes que alguna vez pude sentir. Eran tales emociones que provocaron en mí el llanto. Pero no era llanto de tristeza.
Hacía mucho tiempo que no lloraba de felicidad.  
No pude contenerme más. Di un pequeño saltó y abrace fuertemente a Charley agradeciéndole por la rosa. Era el mejor regalo que había recibido alguna vez. No dejaba de llorar y reír al mismo tiempo.  
Luego hice algo sin pensarlo. Lo bese. Y debo decir que fue un beso como ninguno y si tendría que resumirlo lo calificaría como el mejor beso que me habían dado en mi vida.       
   



10 comentarios:

  1. Genial el cuento, Cynthia. Bien el consejo de la madre. La salvó de cometer un grave error del que tarde o temprano se arrepentiría y tal vez sería bastante tarde para enmendarlo.

    Creo que hasta ahora, y omitiendo las entradas de "Sin memoria" que son varios capítulos juntos, es el cuento más largo y no me pareció así. Y el final estuvo genial. La flor falsa, esta vez, resultó ser la más bella de todas para Flor. (vaya juego de palabras accidental, jue, je, je). ¡Sigue así!

    Que tengas un gran fin de semana largo. Nos vemos. ¡Saludos!

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  2. Gracias por leer.

    Tengo otros cuentos más largos, como el secreto que guarda y la obra de Jennifer. jaja

    Vos tambien ten un gran fin de semana.

    SALUDO :)





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    1. ¡Ah! ¡Cierto! ¡Qué torpeza la mía! Te pido perdón. Pero... se ve que no las contemplé porque me entretuvo tanto con ellas que ni me di cuenta de su extensión. Je, je, je. ¡Saludos!

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  3. Respuestas
    1. Gracias por leer y comentar. Me alegra que le haya gustado.

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  4. Genial, genial el cuento. Me atrapó enseguida, y es muy emotivo. Saludos, Cynthia.

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    1. Muchas gracias por leer y comentar.

      Me alegra mucho tu comentario.

      Un saludo!!

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  5. Muy emotivo y dramático; eres una Virginia Woolf en potencia, Cynthia: besos y a seguir así :)

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  6. Me alegro que te haya gustado mi relato....Gracias por el alago pero estoy muy lejos de Virginia Woolf, pero gracias igual jiji...

    Un saludo

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