martes, 14 de abril de 2015

La leyenda de los tres reyes



― ¡Hijos míos!― Exclamó el Rey con su voz paternal.
El Rey Beraduc se alegró al ver que sus tres hijos habían acudido de inmediato a su llamado. Tres hijos mellizos.
Los jóvenes lo saludaron con una reverencia:
― ¡Padre!, ¿Nos has convocado?― Preguntó uno.
―Si ― Dijo solemnemente ― Ustedes tres nacieron el mismo día, por infortunio no sabemos cuál de ustedes es el primogénito, ya que la Reina, su madre que en paz descanse, murió luego dar a luz y la parteriza dice haber perdido la conciencia y no recordar quien de ustedes nació primero― Dio un largo suspiro ―Uno de ustedes tres deberá heredar el trono, ¿Quién será?― Dijo mirando a sus hijos con ojos inquisidores.   
Los hermanos intercambiaron miradas dudosas. Unos de ellos será el próximo Rey:
―Christope, es valiente como león, algo sumamente importante en un rey. Dominique, tiene un gran corazón, digno de un soberano justo. Y Gérard, tiene una mente hábil, la inteligencia para dirigir un reino― Dijo escrudiñando a sus hijos con la mirada ― Estoy completamente seguro que los tres serían excelentes monarcas, pero por desdicha solo uno podrá ascender― Le hizo seña a un sirviente el cual desplegó de inmediato un pergamino muy antiguo donde en su semblante se dibujaba una armadura brillante que parecía arder envuelta en fuego ―Esta es la armadura del dios Volcano, según la leyenda forjada del fuego del volcán que es su hogar― Se levantó de su trono y caminó acercándose a sus hijos ― Solo hay una forma de saber quién de ustedes es verdaderamente digno de la corona― Dijo llevando su mano hacia arriba de su cabeza para señalar una corona de oro solido con picos que terminaban en valiosos diamantes ― Él que me traiga la armadura de Volcano recibirá el reino.             
Al día siguiente, cuando el sol comenzó a asomarse por el horizonte, los príncipes se calzaron brillantes armaduras. Empuñaron filosas espadas y cubrieron sus antebrazos con pesados escudos. Se preparaban para emprender una cruzada que desembocaba en el volcán del dios.    
El Rey no se había equivocado cuando dijo que Christope era valiente, tampoco cuando dijo que Dominique tiene un gran corazón, y mucho menos cuando dijo que Gérard era inteligente. Pero no había dicho que Christope era valiente pero descuidado, actuaba de forma impulsiva sin meditar las consecuencias. Tampoco dijo que Dominique era cobarde, temeroso de aventurarse. Y que Gérard era un embustero, utilizaba su inteligencia para el engaño.
No lo había dicho por qué no lo supiera, porque lo sabía muy bien. Era un Rey inteligente. Esperaba que esta cruzada les sirviera de escarmiento, flotaran a la superficie sus defectos y fueran capaces de superarlos. El que redimiera sus imperfecciones sería digno de regir desde el trono.
Se despidieron de su padre, el cual les deseo la mejor de las suertes.
Cabalgaron por el camino pedregoso alejándose del castillo que los había cuidado y criado por años.
Gérard se rascó su prominente barba y dijo:
― Existen muchas leyendas sobre el dios Volcano― Dijo haciendo alarde de su amplia sabiduría sobre la cultura popular ―Dicen que en el volcán se esconden muchas cosas de diferentes valores. Incluso su propia hija maltratada está encerrada en un calabozo por desobedecer a su padre.
― ¿En que lo desobedeció?― Preguntó Dominique con su pequeña y sumisa voz.
― Según cuentan que al ser hija de un dios su belleza es sobrehumana, podría decirse que tiene una hermosura sublime, por aquella razón su padre celoso no la dejaba salir del volcán temiendo que algún hombre la haga su ferviente esposa y perdiera su compañía. Pero ella añoraba salir a la superficie. Imagínense que debe ser terriblemente aburrido vivir en un volcán― Lanzó una pequeña carcajada donde sus hermanos lo acompañaron ― En fin, la muchacha no lo soportó y se escapó del volcán. Su padre la descubrió y la encerró de por vida para que no pudiera volver a escaparse. Algunos viajeros afirman que si te adentras en el volcán a veces se hoyen llantos femeninos que provienen de las profundas cavernas. Pero nadie se atreve a bajar para ayudarla, ya que eso significaría tentar la ira del dios― Dijo riendo de forma irónica.
― ¡Yo descenderé a liberarla!― Exclamó Christope extendiendo su brazo y blandiendo su espada al aire de forma victoriosa mientras sus cabellos rubios se agitaban al viento.  
― ¡No!, podrías despertar la furia de su padre― Dijo Dominique intentando ocultar su cobardía detrás de un tono grave.    
― ¡Qué ilusos son!― Dijo su inteligente hermano riendo ― No existe tal dios, por lo tanto no existe tal hija. Son solo ridículos cuentos de hadas― Gérard lanzó una carcajada que se perdió en el aire. Era un escéptico, pero sus hermanos no.   
― ¿Se la puede liberar de alguna manera?― Preguntó Dominique cautelosamente.
Gérard lo miró incrédulo, su hermano era muy cobarde para atreverse incluso a contradecir alguno de sus hermanos, mucho menos a un dios:
― Ya te dije que son solo cuentos de hadas― Suspiró divertido ― Pero según dicen que la única forma de romper la cárcel es agradando al dios. Si el te cree digno para su hija dejara que se vaya. Hay una prueba que superar, si la superas, eres digno de ella.
Dominique meditó en su mente. Le atemorizaba aquella prueba. Pero al pensar que una jovencita estaba encerrada en una cárcel, su enorme corazón se encogía de pena al especular su sufrimiento.     
Cabalgaron sin detenerse hasta el pie del enorme volcán. Hacía siglos que no entraba en erupción. Se veía apagado y solitario, incluso tenía aspecto lúgubre y misterioso. Digno del hogar de un dios iracundo. 
    Ataron los caballos al tronco del árbol más cercano y descendieron por la boca del volcán. Dentro se abría una enorme sala rocosa de robustas paredes de lava solidificada. Solo había dos caminos por tomar, uno que apuntaba al norte y otro que miraba al sur.
Dudaron cual tomar. Creyeron que uno llevaría a la armadura y el otro a la prisión. Pero no sabían cual era cual.
De repente unos suaves alaridos los sorprendió haciéndolos estremecerse por el susto. Era un llanto de mujer. Lo escucharon una sola vez y muy débil, pero fue suficiente para saber que el túnel que apuntaba al sur llevaba a la prisión.
Gérard no dudó cual tomar, inmediatamente comenzó a descender hacía el norte:
― ¿La dejaremos allí?― Preguntó Dominique sintiendo como su interior se llenaba de pena al pensar en la maltratada joven.
Gérard lo miró sin expresión alguna, su intención era ir directamente hacía la armadura, tomarla y regresar sin perder tiempo. Rescatar una damisela en apuros no era parte de su plan:
― Por supuesto que no, eso no es de caballeros― Exclamó Christope desfundando su espada preparándose así para descender por el sur.
―No somos caballeros. Somos príncipes― Le dijo Gérard todavía incrédulo, no podía creer que sus hermanos creyeran más importante la liberación de la joven antes que la corona.
Gérard recapacitó unos segundos, podría sacar ventaja en esto. Mientras sus hermanos iban al rescate de la chica, él se adelantaría y tomaría la armadura convirtiéndose así en el indiscutible rey. Pensó un plan unos momentos y dijo:   
― Pero tienen razón, pobre niña, no podemos abandonarla. Me encantaría acompañarlos a liberarla pero se ha corrido el rumor de nuestra cruzada por el reino y muchos creen que si nos ganan en recuperar la armadura ellos podrían ser reyes también― Mintió ― Y sería lo justo, nuestro padre dijo que el que le llevara la armadura sería digno del trono― Volvió a mentir. Ningún plebeyo se atrevería a competir contra sus príncipes, era una acción de deslealtad y deshonor. Pero sus hermanos se lo creyeron― Entonces, repito, lamento no acompañarlos. Pero deberían ir ustedes dos a liberarla. Yo mientras tanto bajare en busca de la armadura para evitar que ningún plebeyo se nos adelante. ¡Se imaginan la desilusión de nuestro padre si fracasamos!―Fingió pesadumbre, luego inventó una nueva leyenda ― Se dice que la armadura te elige, no cualquiera la puede usar. Dice que si la usa alguien digno de ella se enciende en fuego sublime― La verdadera leyenda decía que cualquier hombre podía usar la armadura, tanto para el bien o como para el mal―Entonces cuando la recupere esperare a que los tres nos reunamos, allí veremos quién es digno. Nos la probaremos y ella decidirá quien es el próximo rey― También mintió en aquello, nunca dejaría que el azar decidiera cual de los hermanos debiera llevar la corona. Intentaría conseguirla a toda costa. Incluso si debía engañar a sus hermanos.            
Dominique y Christope se miraron. Les pareció justo. No podían desilusionar a su padre, ni tampoco abandonar a la joven:
― Eres un buen hombre― Le dijo Christope a Gérard ―Inteligente también, piensas en todo.
Gérard sonrió. Sus hermanos no lo percibieron, pero era una sonrisa de macabra satisfacción. Su plan marchaba a la perfección.
Dominique y Christope descendieron por el túnel del sur, y Gérard por el del norte.
Mientras caminaban adentrándose a las profundidades, Dominique le confesó a su hermano uno de sus más profundos secretos:
― Esta cruzada no es para mí. No tengo manera de rey―  De su garganta se escapó un apenado gemido― Tú eres valiente, y Gérard inteligente. Yo no soy más que un cobarde― Dijo bajando el rostro.
― No, eres justo. Serías un excelente rey― Le dijo su hermano.
― Pero yo no quiero ser rey― Levantó la mirada nuevamente ― Enserio no deseo la corona, es mucha responsabilidad.
Christope lo entendió. Si no quería luchar por la corona no lo haría. Ahora la disputa se reducía a él y a Gerard.
Llegaron hasta el final del túnel, donde se abría frente a ellos un enorme precipicio.
Había una extraña columna vertical que se paraba frente al precipicio sostenido por lo que parecía ser una precaria bisagra de piedra. 
Christope empujó con todas sus fuerzas la columna haciendo que la bisagra girara. Lo cual provocó que la columna callera sobre el precipicio creando un puente hacia el otro lado.
Los hermanos miraron el fondo del precipicio, pero no lo percibieron. La columna se veía inestable y precaria. No parecía tan solida como para cruzarla a pie. Pero la valentía de Christope lo impulsó a intentar cruzarla sin percatarse de los peligros.
El hermano valiente avanzó decidido sobre la columna. Pero dio algunos pasos y la columna giró haciendo que perdiera el equilibrio. Si no fuera por Dominique que lo sujetó hubiera caído al vacio:
― No te arriesgues― Le dijo dándole la mano y ayudándolo a subir de vuelta ― Yo iré, tú debes ser rey― Le dijo enternecido. Ya que creía que él se merecía la corona.
Dominique trabó la bisagra giratoria con su escudo y tomando profundo aire se paró frente a la columna. Cuando más la miraba le encontraba más grietas y más miedo sentía:
―No es necesario que lo hagas― Le dijo su hermano sujetándolo por el antebrazo.
― Si, si lo es. No podre seguir viviendo sin un cargo de conciencia sabiendo que dejamos abandonada a la joven.          
Tomó una amplia bocanada de aire y colocó el primer pie sobre la columna. Esta no giró. El escudo había trabado la bisagra a la perfección. Christope estaba atentó a que el escudo no se saliera de su lugar y activara la bisagra nuevamente. 
El hermano de buen corazón fue dando pequeños pasos mesurados. Su corazón latía violento por temor a caer al vacío. Pero había algo que lo impulsaba a seguir y no volver. Era su sed de justicia. No permitiría que una joven inocente pasara el resto de su vida encerrada en un calabozo.
El miedo en momentos lo paralizaba o le hacía entrar en vértigo y marearse, pero intentó ignorar su cobardía y terminar el trayecto de columna que le faltaba. Y así lo hizo.
Del otro lado se encontró con una puerta metálica, de esas que solo se abren desde afuera.
Respiró hondo y giró la manilla de la puerta. Encontrando en su interior una hermosa joven de belleza inusual. Extraños ojos color obsidiana. Anchos labios morados y cabello de oro. Su rostro poseía perfectas líneas de facciones celestiales.  
La joven salió del calabozo y echándose sobre los brazos de Dominique lloró de felicidad. Había sido liberada.      
Gérard al final del túnel encontró un elevado monolito donde descansaba una brillante armadura de preciosas grebas y crines de transparentes hebras. Su metal relucía al desenfoque de una misteriosa luz que proyectaba la caverna.
Gérard no era tonto, sabía que no sería tan fácil llegar a la armadura. Estaba seguro que se escondía alguna trampa en algún lado.
Tomó una roca y la arrojó en su dirección. La roca cayó al suelo rebotando hasta que se detuvo. No sucedió nada.
Tal vez no había ninguna trampa. Comenzó a avanzar en dirección al monolito despreocupadamente.
No se percató, pero cuando piso una de las piedras del suelo esta se hundió activando algo a su alrededor produciendo ruidos de cadenas y poleas. Gérard giró sobre su eje buscando el origen de aquel sonido.
Una jaula descendió encerrando en su interior a la armadura, volviéndola así inalcanzable. En una de las paredes de la caverna comenzó a levantarse una puerta de piedra muy lentamente.
En ese momento venían llegando por el túnel sus dos hermanos y la joven. Pero llegaron tarde. La puerta de la pared de la caverna se abrió por completo liberando de su interior una enorme bestia de espalda curvada que mostraba una acorazada joroba, que lucía  filosos y torcidos dientes en su cuadrada mandíbula. Era un horrendo orco de azulada piel. Un orco que comía carne humana.   
Gérard sacó su espada y luchó contra la bestia. Pero ningún hombre era rival para un orco. La bestia lo golpeó con su pesado brazo haciendo que se golpeara contra la pared. El orco arrastró a Gérard por los pies hasta el interior de su cueva mientras este gritaba y se retorcía en vano intentado liberarse de su agarre. Detrás de si se cerró la puerta que al principio lo aprisionaba. 
Por más que sus hermanos intentaron abrir la puerta, esta no se volvió a levantar. No pudieron evitar que su hermano se convirtiera en la cena del orco.
La joven conocía la caverna a la perfección. Tocó una piedra del suelo y esta produjo que la jaula volviera hacía el techo desaprisionando la armadura.
La joven les explicó que su hermano Gérard ya estaba muerto. No tendría sentido volver a liberar al orco. Ellos aceptaron la verdad con tristeza. Habían perdido a su hermano.  
Ambos hermanos miraron la armadura, pero no compitieron por ella. Dominique le dijo:
― Es tuya. Yo no la quiero― Le dijo con sinceridad mientras embozaba una sonrisa fraternal― Serás un buen rey.
Christope tomó la armadura, cuando se la calzó esta se encendió mágicamente en un  fuego que no quemaba. Era un fuego mágico.
Christope se convirtió en un sabio rey. Siempre tuvo a su lado a Dominique como su consejero personal ayudándolo a obrar con justicia. Dominique se casó con la hermosa joven rescatada, de la cual se enamoro desde el primer momento que la vió saliendo de su prisión.
Siempre lamentaron la pérdida de su hermano Gérard a pesar de que supieron que los había engañado para hacerse con la corona.  

Beraduc nunca estuvo más orgulloso de sus hijos. Dominique y Christope supieron superar sus defectos.  

6 comentarios:

  1. Dos de los hermanos pudieron superar sus defectos: uno de ellos es rey mientras que el otro es consejero y está desposado con la mujer más bella de todo el reino. Al final obtuvieron su merecida recompensa. El tercero lo dominó la ambición y eso lo llevó a su terrible final. (y qué horrenda muerte le has dado, Cynthia, je, je, je. Me encanta, ja, ja.)

    Un buen cuento como siempre. Es un placer leerte, por si no lo sabías. Je, je, je. Que tengas un lindo día. ¡Saludos!

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    1. Gracias por leer!! me encanta recibir tus comentarios!! me pone muy feliz!!jeje

      No, la verdad no sabia que era un placer leerme (Es que me gusta ser humilde jeje)

      Ha sido un final muy cruel. jaja que suerte que te haya gustado. En otras palbras el que es capaz de redimir sus defectos recibe una recompensa. El embustero recibe al final su castigo (No es que te vaya a comer un orco literalmente, jeje pero las consecuencias pueden ser graves jeje)

      Un saludo!! :3

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  2. Pero objeto la prueba rey, sabiendo que los pondría en peligro, especialmente por sus cualidades. No da motivos para que sus hijos sobrevientes tengan orgullo de él. Aunque hayan rescatado a una damisela en peligro. Que el hermano astuto haya querido engañar a sus hermanos, su muerte fue cruel.

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    1. Acepto tu objeción, porque yo tampoco estoy de acuerdo con la crueldad de aquellos tiempos, pero creí que si escribía un cuento de esa época debía respetar las costumbres contemporáneas también. Las personas en la época de las monarquías eran muy crueles. Sobre todo en el Medioevo. Por ejemplo existe una historia muy conocida del sultán Shahriar que desposaba una virgen cada día y mandaba decapitarla al día siguiente. Incluso antes los padres sentían orgullo de que sus hijos acudieran a las guerras, y era un deshonor rehusarse sabiendo que era seguro que mueran en batalla.

      Además mi intensión al escribir este cuento fue crear un paralelismo entre dos padres distintos, el dios Volcano (superprotector), y el Rey Beraduc (interesado más por la supervivencia de su reino que por la vida de sus hijos). Es solamente un símbolo. Ambos recibieron castigo. Volcano perdió a su hija porque ella se alejó de él. Beraduc perdió un hijo, porque al exponerlos corrían peligro.

      También ha sido muy cruel la muerte del hermano embustero. Mi intención era crear un símbolo o una metáfora. El que es capaz de redimir sus defectos recibe una recompensa. El embustero recibe al final su castigo. Y quise relacionar así el orco (monstruo) con el embustero. Que al final ambos terminan siendo monstruos. No es más que una simbología.

      Desde ya te agradezco por tu comentario y por tu lectura. Es para mí un placer dar a entender por qué escribo a veces de esa forma. Mi intensión en la mayoría de las veces es crear esta llamada “simbología”, pero es muy difícil lograrla.

      UN SALUDO.

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  3. Bonito y entretenido cuento de hadas de siempre. Además, su enseñanza es muy buena.
    Saludos.

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    1. MUchas gracias Jose por leer y comentar. Me alegro que hayas disfrutado de la lectura de mi cuento.
      Un saludo.

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