lunes, 5 de octubre de 2015

El veneno de una flor

   
     Tomó un lápiz y papel, y se puso a escribir:
                ― La lluvia caía como ríos, corriendo por sus abultados labios rojos de flor. Las gotas saltaban sobre su cabello de oro. Y ella parpadeaba seductoramente, mostrando sus cielos celestes. Era una mujer hermosa, pero con un corazón marchito, que gustaba de jugar con los hombres por el simple placer de hacerlos sufrir.― Escribió y leyó en voz alta al mismo tiempo.   
                Polilla, así es como lo llamaban, miró su producción con una sonrisa, le estaba gustando. No quería admitirlo, pero estaba escribiendo para vengarse, su anterior mujer lo engañó, jugó con su corazón, nunca había sentido tanto dolor en la vida. Creyó que una buena forma de vengarse sería escribiendo un cuento que la criticara, la idea era crear un personaje malicioso al igual que ella, manipuladora y fría, al final del cuento se quedaría sola, sería consumida por la soledad que ella misma había creado de su maldad. De aspecto no se parecía en nada a su antigua mujer, pero no le importaba, él estaba seguro que ambas tendrían el mismo destino, la terrible y oscura soledad.      
                Polilla siguió escribiendo, la nombró Adelfa, porque era hermosa y delicada como una flor, pero era venenosa también. Casi al terminar su cuento se vió en un apuro, no podía hacerle eso a su personaje, no podía darle su merecido, que terminara en soledad. Él se encontraba solo y le dolía desearle lo mismo a otro. Luego de estar un largo tiempo pensando que hacer, dejó el cuento inconcluso, y se decidió por ir a dormir, ya lo terminaría por la mañana.     
                Sus sueños fueron agitados, las pesadillas lo embriagaron, sentía como un puñal penetraba su corazón una y otra vez. Sólo hay un lugar donde se vuelven a vivir los momentos pasados, los sueños.   
                Despertó a la mitad de la noche, todavía con la pesadilla calcada en su retina, reviviendo todo otra vez. Creyó ver un cabello dorado que se paseó por delante de él, pero el sueño era poderoso y no le dejó vislumbrar bien aquella figura, lo obligó a caer nuevamente dormido, preguntándose inconscientemente si aquello que había visto era real o no.  
                Por la mañana abrió los ojos lentamente, recordando lo que creyó ver, con miedo a que fuera real, pero estaba solo en su habitación.
                Se vistió y se dirigió a la cocina, tenía pensado desayunar rápido y luego dedicarse cien por cien a terminar aquel cuento, y darle a Adelfa lo que se merecía, un castigo doloroso.
Sus ojos se inflaron de la sorpresa al chocar contra el umbral de la cocina, había alguien en su casa, una mujer delgada y hermosa que estaba rebuscando en el interior de su nevera. La mujer lo vió y sonrió mientras cerraba la puerta:
― Quería prepararte el desayuno, pero tienes la heladera vacía― Rió aquella joven de cabello rubio, que le habló como si lo conociera de toda la vida.   
Polilla no podía creer nada de esto, sabía muy bien quien era aquella mujer, la había imaginado en su mente, y ahora extrañamente estaba ante sus ojos. Era Adelfa, la flor venenosa de su cuento. ¿Cómo había salido de las hojas en donde la había escrito?
― Debo estar soñando todavía― Dijo Polilla en voz alta, todavía incrédulo.
― ¿De qué estás hablando, amor?― Preguntó Adelfa acercándose a él, para darle un delicado beso sobre sus labios.
Ese besó selló su duda, sintió sus suaves labios sobre los de él, la sintió real, de carne y hueso. ¿Cómo es posible algo así?, ayer estaba descripta en una hoja de papel, hoy estaba en alma y cuerpo delante de él.
No pudo responder a su pregunta, ¿Qué podía decirle?, ¿Qué era producto de su imaginación?
Adelfa caminó hacía el baño y prendió la ducha, para luego cerrar la puerta tras ella mientras lanzaba un beso al aire, destinado para Polilla. Él le sonrió, simulando que todo estaba bien.  
Pasaron unos segundos y seguía escuchando como la lluvia chocaba contra los azulejos del baño, Adelfa comenzó a tararear, con su suave voz una melódica canción de amor. Fue allí cuando Polilla traspasó velozmente la distancia que lo separaba de su teléfono, buscó en la agenda un número y llamó:
― Vamos, vamos, atiende― Decía impaciente ― ¿Jefe?, ¡Soy yo, Polilla!― Dijo a través de su celular ―Necesito que vengas, ahora mismo ― Y colgó, impaciente se retorció las muñecas.    
A los minutos alguien tocó a la puerta, era Jefe, así lo llamaban porque era muy mandón. Polilla abrió la puerta y lo invitó a pasar haciéndole señas que guardara silencio.  
― ¿Qué sucede?― Le preguntó Jefe muy extrañado por la actitud de Polilla.
― Hay una chica en mi ducha…
― Ah, que bien, veo que ya superaste a tu ex― Le dijo Jefe palmeándole el hombro con una sonrisa picarona en su rostro.  
― ¡No!― Negó Polilla ― No entiendes, esa chica no existe, es de uno de mis cuentos, no sé cómo diantres salió de mi cabeza.
Jefe lo miró abriendo los ojos de par en par, muy sorprendido por sus palabras,                  en un momento pensó que se estaba burlando de él.
― ¿Eres comediante ahora?
― Sólo necesito que te fijes si tú también la vez― Le rogó Polilla.
― ¿Me estas pidiendo que me meta en la ducha mientras una chica se está bañando?, ¿Qué cosas locas me pides?― Le dijo pero luego se sintió tentado por la propuesta, le lanzó una sonrisa maliciosa ― Está bien, lo hare, pero si la chica me intenta golpear le diré que tu eres el pervertido que invita a sus amigos a espiar a sus novias mientras se bañan.
― Sí, sí, ¡Sólo hazlo de una vez!― Se impacientó Polilla.
Jefe caminó hasta el baño y lentamente abrió la puerta para espiar:
― Buena broma me has jugado, has prendido la ducha y todo como para engañarme, la verdad es que casi me la creó― Dijo Jefe riendo.
― ¿De qué estás hablando?― Polilla se adentró al baño muy preocupado por su salud mental.
Adelfa se estaba bañando debajo de la ducha y cuando notó que dos hombres habían entrado al baño comenzó a gritar:
― ¡¿Qué haces Polilla, cómo te atreves a traer a alguien mientras me baño?!― Se tapó velozmente con una toalla y salió corriendo en dirección a la habitación principal, muy enfadada.
― ¡Adelfa!
― ¿Quién es Adelfa?
― ¡¿No la has visto correr?!
― En serio, no sé de qué me hablas, ¿Puedes cerrar la ducha y dejar de desperdiciar agua sin sentido?, ¡El chiste ya paso!
― No era un chiste― A Polilla le comenzó a doler la cabeza, todo era muy irreal y complicado ― ¿No la escuchas llorar en la habitación?
Jefe abrió la puerta de la habitación de Polilla, esperando encontrar algo, pero no había nada que sus ojos pudieran ver:         
― ¡Otra vez!― Adelfa salió de la habitación muy enojada, todavía envuelta en la toalla, sus mejillas estallaban de fuego.  
Polilla los veía a los dos, uno al lado del otro, pero Jefe no parecía notar su presencia:
― ¡Allí esta!, ¿No la vez? ― La señaló, pero Jefe ni siquiera le respondió con un sí o no.  
― Creo que te has vuelto loco desde que tu mujer te dejo― Jefe miró a Polilla con pena.
― Espero que esto no sea una broma de ustedes dos, porque no es gracioso― Dijo Polilla y luego se cruzó de brazos muy ofendido, creyendo que todo esto era un chiste de muy mal sabor.  
― Creo que me iré― Dijo Jefe, su rostro trasmitía preocupación, creía que su amigo estaba loco de verdad, que la tristeza había despertado la demencia en él.
Jefe se fue, y sólo quedo Polilla y el rostro enfadado de Adelfa:
― ¡Qué sea la última vez que metes a alguien en el baño mientras me estoy duchando!― Polilla no pudo decir nada, Adelfa salió caminando a paso veloz y se encerró en su habitación, azotando la puerta con rabia.
Al día siguiente, Polilla y Adelfa estaban sentados en el living desayunando, ella no paraba de hablar y mimar a su novio, había preferido olvidar lo que pasó ayer y darle otra oportunidad a Polilla, aunque ni siquiera se la haya pedido.
Polilla intentaba escuchar todo lo que decía, prestarle atención, pero su mente volaba por miles de dudas, todo lo que estaba viendo era una incertidumbre, ya no sabía que era real y que no.  
La puerta fue golpeada interrumpiendo así la conversación que era sostenida en el living. Polilla se levantó a abrirla, allí encontró a Jefe acompañado por un médico con su blanco delantal.
― Hola― Dijo Polilla invitándolos a pasar a su casa, los miró extrañado, ¿Por qué Jefe había traído un doctor con él?   
― Cuéntame Polilla― Le dijo el doctor sentándose en el sillón junto a Adelfa, pero sin ni siquiera mirarla ― ¿Cómo es esa Adelfa de la qué me ha contado tu amigo Jefe?
― Está sentado junto a ella― Le dijo señalándola.  
El doctor giró su cabeza, sus ojos no vieron más que vacio:  
― Sí, ya veo― Dijo anotando en una cartilla que traía entre manos ― Cuéntame un poco de ella.
― Apareció ayer, es igual a un personaje de un cuento mío, no entiendo cómo se salió de ahí― Dijo mirando a la joven, la cual le giñó el ojo seductoramente.  
― Ah, ah― Se levantó del sillón y caminó hacia la puerta ― Bueno señor Polilla no necesito saber más― El doctor abrió la puerta y dejó entrar a otros doctores más, se los veía fuerte y grandotes, parecían enfermeros que por las noches eran de seguridad en los boliches.     
Polilla sabía muy bien que se proponían estas personas, pero no iba a resistirte, tal vez realmente necesitaba ayuda, tal vez realmente se había vuelto loco.    
Polilla pasó el resto de los días encerrado en una habitación acolchada, aislado del mundo, como nadie le creyó se volvió agresivo, creyó que se burlaban de él, sintió vergüenza y bronca. Se volvió loco porque no le creyeron lo que veía. Cualquiera diría que Polilla vivió solo el resto de su vida, pero en realidad no fue así, Adelfa lo acompañó todos aquellos años de locura, ella nunca se fue de su lado.       


8 comentarios:

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    1. Muchas gracias Ana por leer, me alegro que te haya gustado el cuento.

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  2. Estimada +Cyntia Soriano, me gusta cómo mezclas la ficción con la realidad, además de darle una mayor interés al relato, complace las ansias de ficción que pueda tener el lector , pero manteniendo unas siempre necesarios anclajes con la realidad, lo que no implica que puedas hacer ficción pura, si así te apetece.

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    1. Muchas gracias Kairos, por leer y comentar. Es cierto lo que dices, el relato no es completamente fantasioso.

      Un saludo.

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  3. En realidad me parece que no se interna a alguien por tener alucinaciones, salvo que sea peligroso para otro. Sí, ya sé es una ficción.
    Tal vez su error fue tratar de que le creyeron, en lugar de dejarse llevar por la situación.

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    1. Gracias por leer.

      Es cierto, en la realidad no se internaría a una persona como ésta, pero es ficción como bien dijiste.

      Me alegro que le haya gustado el cuento. Un saludo.

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  4. ¡Me ha gustado tu relato! Leí también el del tercer piso y aunque creo que tu forma de escribir tal vez es un poco rápida, me gusta lo que cuentas. Ya sigo tu blog y te metí en mis círculos, si gustas haz lo mismo, aún estoy empezando a crecer respecto a mi blog :)

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    1. Muchas gracias Aida por visistar mi blog, me alegro que te gusten mis textos, un saludo.

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