― ¡Lo
he logrado!― Gritaba de emoción el anciano ― Después de tantos años, ¡Por fin
lo he conseguido!
― ¿De qué estás hablando?― Le
preguntó el muchacho mientras era arrastrado por la emoción del mayor.
Jamie era un muchacho prodigio,
habilidoso en las artes musicales, tocaba el piano como los dioses, cada nota
que tocaba parecía tomar vida, tanto que saldrían volando del pentagrama. Hacía
algunos meses había conocido a Amedeo, un anciano loco, de canas despeinadas y
ojos llenos de fascinaciones. El anciano le había prometido un trabajo muy
importante para él, no le había dicho cual, pero a la espera de la promesa de
aquel trabajo, se habían hecho buenos amigos.
― No te lo diré hasta que lo
veas― El anciano abrió la puerta de par en par, mostrando en su interior lo que
parecía ser el taller de un relojero. Decenas de relojes colgaban del techo y de
la pared, y uno en particular era enorme, y tenía los engranajes por fuera, al
muchacho lo que más le extraño en aquel lugar fue aquel piano de cola, entre
tantos relojes parecía hacer un desentono.
― ¿Qué es este extraño lugar?―
Decía el joven inclinando la cabeza para inspeccionar el lugar más
cuidadosamente, mientras sus mechones rubios se balanceaban en el aire como si
fueran columpios.
― No te asustes hijo― Le dijo
dándole un empujoncito para que se animara a entrar ― Eres muy afortunado al
ser el primero en conocerlo y usarlo.
El joven miró al anciano
perturbado, sus últimas palabras le asustaron, ¿Cómo que él lo usaría primero?,
vaya uno a saber qué cosa loca había creado el científico, y ¿Si era peligroso?
― Lo usaría yo mismo pero no sé de
música, estoy recibiendo clases de una anciana, pero en un mes no aprenderé a tocar
a la perfección, por eso serás tú él primero en probarla mi querido amigo― Amedeo
sonrió graciosamente y guió al muchacho hasta el piano ― ¿No es un hermoso
piano?
― Sí, lo es― Reconoció el chico ―
Pero lo que más me preocupa es lo que podría hacer.
El anciano suspiró, se remangó la
camisa, siempre hacía eso cuando iba a dar una conferencia o explicar algo
complicado:
― Tienes toda la razón, no es un
piano de cola corriente― Levantó la tapa que guardaba las teclas y lo invitó a
sentarse, Jamie accedió, no muy conformé. En el atril el muchacho vio unas
partituras que reconoció de inmediato ― Antes que digas algo, sí, son para
violines, pero se pueden tocar igual en el piano, incluso las he visto tocar a
cuatro manos.
Jamie conocía muy bien aquella
partitura, la tenía grabadas en su memoria, Las Cuatro Estaciones de Vivaldi,
versión para el piano.
― Nunca diría eso, las he tocado
una millonada de veces.
― Perfecto, entonces será pan
comido― Se remangó la camisa aún más ― Lo que tienes aquí es una máquina del
tiempo― Soltó como si se sacara un gran peso de encima.
― ¿Una máquina del tiempo?― El
pianista largó una carcajada ― Eso es de novelas de ciencia ficción.
― No te rías, esto es serio― Lo
retó el científico, procediendo a explicarle cómo funcionaba ― La melodía, la
cual bien conoces, como tú sabes pasa por todas las estaciones del año,
empezando por primavera, solo debes empezar a tocar en la estación que nos
encontramos y repetir la sinfonía una y otra vez, ya sabes cada cuatro
estaciones tienes un años así que…
― Me pasaría horas para hacer una
década― Se quejó el joven sacudiendo sus cabellos con indignación.
― No seas vago, la sinfonía
completa dura un poco más de treinta minutos, es decir que cada media hora
simbolizaría un año. ¡No está mal!
El joven lo miró de reojo,
pensando que debería estar bromeando.
― Y ¿Cómo funciona?― Le preguntó
el muchacho mirando el enorme reloj junto al piano.
― Cuando las teclas comiencen a
ser tocadas, impulsaran mediante un mecanismo que les he inventado las manillas
del reloj, haciendo que el tiempo vuelva o avance, depende en qué dirección
toques la canción…
― ¡¿Qué?!― Le interrumpió sin
entender una palabra.
El anciano giró las hojas de las
partituras hasta llegar a la última, señaló con su dedo arrugado la última nota
de la sinfonía ― Cuando quieres retroceder en el tiempo comienzas a tocar desde
aquí pero en sentido contrario― Dijo marcando el curso de la partitura en
dirección a la izquierda.
― Ah, ah, entiendo, es como si la
rebobinara. ¿Y si estoy en el futuro debo empezar a rebobinar desde donde la
deje o desde el final?
― No, desde donde dejaste de
tocar, porque ese representa tu presente, donde fue tocada la última nota.
― Entonces quiero comenzar
viajando al pasado― Dijo emocionado, preparando los dedos para comenzar a
tocar, pero el anciano lo interrumpió.
― Sería aconsejable primero al
futuro.
― ¿Por qué?
― Porque como te he dicho,
siempre tú serás el presente, si adelantas el tiempo envejecerás y si lo
atrasas te rejuvenecerás, no queremos que te encuentres a ti mismo siendo un
bebé, incapaz de tocar el piano para volver.
― Sí tiene mucho sentido. ¡Podría
fijarme los números que saldrán mañana en la lotería, así lo jugaríamos hoy!,
es una buena forma de probarlo, y de paso nos volveríamos ricos.
―Ah― El anciano frunció el
entrecejo, preguntándose que era correcto y que no, pero el dinero es tentador
― Sí― Dijo finalmente ― Es una buena idea, sería una buena prueba de que el tiempo
se puede manipular. ¡Sería todo por un simple ensayo científico!
― Sí claro, claro― Se rió el
joven.
― Bueno― Dijo anotando en su
diario ― La primera prueba será el día miércoles primero de marzo de mil
novecientos veintidós a las diecisiete horas.
El joven enfocó su mirada verde
sobre las primeras notas, colocó sus dedos en posición, y cuando se sintió
preparado, presionó la primera tecla. El tiempo se materializó a su alrededor,
se volvió visible, móvil y manipulable. Las manecillas del reloj comenzaron a
moverse, en la caja del piano apareció un rallón sobre su fina madera. Jamie no
dejaba de sorprenderse, al ver como el tiempo transcurría velozmente delante de
sus ojos, al compas de la melodía de Vivaldi. Cuando las manillas dieron veinticuatro
vueltas, el joven dejó de tocar. Si las cosas habían funcionado bien era el día
de mañana a la misma hora. El salón estaba vació y oscuro.
Jamie se levantó del piano muy
confundido. Salió de la casa del anciano y fue directo a comprar un diario.
El diario tenía la siguiente
fecha: jueves 2/03/1922, definitivamente era el día de mañana.
Jamie festejó con un sonoro:
¡SÍÍÍ!, y todos los de la tienda lo vieron extrañado. Pero no le importó,
estaba muy emocionado. La maquina había funcionado, este debe ser el mayor
invento que se haya creado en toda la historia humana.
El mismo diario tenía los números
de lotería: 26 – 30 – 05 – 12 – 44 – 33
Jamie memorizó los números por si
el diario desaparecía al llevarlo al pasado.
Se sentó en el taburete, dejó el
diario sobre el piano y se dispuso a tocar la canción en sentido contrario. El
tiempo se volvió visible, y caminaba hacia atrás. La tinta del diario
desapareció, al igual que el rallón en la caja del piano.
Cuando tocó la última nota, la
cual era la primera de la partitura, el tiempo dejó de andar, para estancarse
en el presente.
Amedeo todavía estaba a su lado,
con el diario en la mano:
― Y ¿Bien?, ¿No piensas tocar el
piano así lo probamos?
Jamie miró al anciano extrañado,
¿De qué estaba hablando?
― ¡Ya lo he hecho!― El anciano lo
miró extrañado, e incrédulo al mismo tiempo, creyendo que el chico se estaba
burlando de él.
Jamie tomó el diario que había
traído, el cual ahora estaba blanco.
― He comprado un diario, pero al
volver sus noticias desaparecieron ― Al decir esto el anciano le creyó, pegó un
grito alegre y comenzó a correr desesperado, en su torpeza golpeó a uno de los
relojes que estaban colgados en la pared, haciendo que este cayera sobre el
piano y lo rayara en la caja de resonancia.
― Oh, mierda, el piano.
Jamie miró el rayón con los ojos
abiertos, su corazón casi se paraliza del estupor:
― Cuando viaje al futuro, vi esa
ralladura, la misma, en el mismo lugar.
El anciano lo escuchó, casi tan
impresionado como el joven.
― ¿Por qué el diario esta vacio?
― Porque aun no ha sido impreso,
este es el diario de mañana― Le respondió el anciano.
Esa misma tarde fueron a sacar un
boleto de lotería, con los números que Jamie había memorizado: 26 – 30 – 05 –
12 – 44 – 33.
Cuando llegó el día siguiente,
esperaron con mucha ansía que comenzara la lotería, la escucharon por la radio,
sin retirar los ojos del boleto.
― veintiséis ― Comenzó a dictar
el locutor de radio, mientras Jamie y Amedeo se emocionaban al ver que su
primer numero coincidía, estaban seguros que serían ricos ― treinta y cinco…
― ¡¿QUÉ SUCEDE?!― Gritó
sorprendido Amedeo al ver que el segundo número era distinto.
― Cuarenta, dieciocho― Continuó
la voz.
Jamie sacudía su cabello negando
con resignación.
― Esos no eran los números, los
recuerdo bien.
Amadeo rompió el boleto enfadado,
había fracasado.
― Ya no importa― Dijo ― El futuro
es incierto, regido por el azar, estos números― Dijo mostrando el boleto roto―
Fueron parte de un futuro, ahora estamos en otro futuro, esto es prueba de que
existe el libre albedrió, no existe la predestinación, el futuro es aleatorio,
y las decisiones que tomemos igual, ¿Nunca escuchaste a alguien decir me
gustaría volver en el tiempo para deshacer lo que hice?, ¿Tomar otra decisión?,
pues es posible, cada vez que viajemos encontraremos otro futuro, en uno que
hayas decidido casarte, y tal vez otro en el que estés soltero, uno en el que
seas doctor y otro en el que seas carpintero, porque lo que escribe nuestro
futuro no es el destino sino nosotros mismos.
Je, je, je. Cuando el anciano le dice que para regresar al presente debe tocar la pieza al revés me hizo recordar el "Canon del Cangrejo" de J. S. Bach, una pieza única cuya particularidad es que si se toca al derecho o al revés suena igual. El único "palíndromo musical" (si existe otro que alguien me avise cuanto antes, je, je, je).
ResponderEliminarMe pareció curiosa la idea de hacer una máquina del tiempo usando un piano, aunque sería un poco complicado moverlo si aparece en un sitio inadecuado. Je, je, je.
La reflexión final es verdadera. Todo futuro es incierto y aunque se viaje hacia ese tiempo al regresar algo cambiará y será un futuro distinto. Lo mismo pasaría con el presente si se viaja al pasado. Moraleja: si viajan al pasado no toquen NADA ni hagan NADA, sino seremos esclavizados por hormigas gigantes. (?) Ja, ja, ja, ja, ja.
Bonito cuento. Que tengas una bonita semana. ¡Saludos!
PD.: ¡Ah! Antes de que me olvide: cuidado. "La cuatro estaciones" no son una sinfonía. Cada "estación" es un concierto. Las cuatro estaciones son las primeras cuatro de un conjunto de 12 conciertos. Más allá de estas cuatro son conocidas los siguientes dos conciertos puesto a que en las grabaciones se las incluye para ocupar más tiempo en los cd ("las cuatro estaciones" duran treinta minutos, quedando 50 minutos sin usarse [teniendo en cuenta que son discos de 700 mb, el disco estándar, hay otros que tienen más o menos capacidad]). Esos son -si mal no recuerdo- la "Tempestad del Mar" y "El Placer". Ya no te robo más tiempo. ¡Buenas tardes!
Hola Nahuel, gracias por leer y por tu comentario.
EliminarLa verdad tenía entendido que era una sinfonía, es bueno saber que estaba equivocada jeje.
Buen comienzo de semana, SALUDOS!!
Un relato fluido, interesante y con una profunda reflexión sobre el sentido de la vida, esa que sólo nosotros podemos decidir vivirla a nuestro modo. Un placer leerte, y sí, me sumo a tus seguidores. Felicitaciones, besos!!!!
ResponderEliminarBienvenida Myrian a mi blog!! me alegro que te gusten mis textos. UN SALUDO.
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