Él tenía una misión.
Luego de largas horas de viaje,
llegó a los más misteriosos y alejados confines de África. El chamán de la
tribu lo estaba esperando, habían montado un enorme banquete y prendido la
fogata ceremonial, para darle la bienvenida.
El chamán, se presentó ante el
cazador envuelto en un torrencial de colores, cadenas y aros. De su cuello
colgaba un extraño amuleto de madera, tallado por sus propias manos.
― Me protege de la bestia― Le
dijo el chamán en su idioma, el cazador lo entendió perfectamente, porque pasó
años estudiando los distintos idiomas y dialectos de África.
Él tenía una misión por cumplir,
debía cazar a la bestia, la cual hace tiempo que asechaba a las tribus
africanas, por las mañanas encontraban animales muertos, bueyes, gallinas y
carneros, y también desaparecían hombres y niños, los cuales nunca volvían del
interior de la selva. Algo los estaba cazando.
Los nativos lo llamaban Moordenaar, que traducido al español
significa asesino.
Durante el banquete un niño se le acercó con una tabla de madera, el
cazador tomó la tabla entre sus manos, para apreciar el dibujo que estaba
pintado en su superficie.
― Pinté lo que vi aquella noche― Le dijo el niño, uno de los pocos
sobrevivientes que dicen haber visto a la bestia y regresado con vida. El
cazador miró al niño a los ojos, tenía su iris tan oscura como su pupila,
todavía podía mirar el miedo vivido atravez de ellos.
La madera encerraba un dibujo muy extraño, habían algunos arboles negros,
que por detras de ellos se escondía una enorme sombra, con hombros inchados, y
ojos que brillaban. Al cazador se le erizó la piel, nunca había visto un animal
tan grande. Supuso que seguramente sería algun oso parado en sus dos patas
traseras, pero en la selva africana no hay osos, talvez era un simio de gran
tamaño, un gorila talvez.
A mitad de la noche, el chamán comenzó a cantar una canción tribal,
mientras se acercaba al cazador trayendo entre sus manos un amuleto, igual al que
colgaba de su cuello:
― Este es para ti, te protegera de Moordenaar― El cazador tomó entre sus manos el amuleto de forma incredula,
pero por respeto a la hospitalidad que le había brindado la tribu, se colocó el
collar en el cuello.
Cuando el sol se hizo presente,
asomando su quemante faz sobre la copa de los árboles, fue allí cuando el
cazador salió de la tribu, internándose a pasos decididos en la selva. Transportaba
consigo una mochila que guardaba una botella de agua, una bolsa con carne, tres
trampas para osos, una linterna y algunos antisépticos. Al cuello además de
colgarle el amuleto del chamán, también llevaba una cámara, la empresa que lo
había contratado quería muestras de que un nuevo espécimen habitaba en las
regiones del África, si no podía traer una muestra física, le sacaría una foto.
Y lo más importante un Rifle Sauer s303 GTi destinado a la caza mayor, nunca se
debe salir a la selva desarmado. Nunca sabes con que te puedes encontrar.
Caminó durante horas, debía
alejarse de las tribus y adentrarse enteramente en una zona liberada de la mano
del hombre, donde sólo habitara la salvaje naturaleza.
Cayó la noche sobre la selva,
empañando toda la atmosfera de sombras y oscuridad.
Se le hizo imposible al cazador
continuar caminando, sus ojos eran inútiles ante la noche, buscó en su mochila
la linterna y alumbró hacía adelante, en busca de un lugar para descansar, no
quería rondar mucho tiempo por la selva con aquella luz, ya que sabía que
ahuyentaría a los animales.
Sacó de la mochila una de las
trampas para osos, y la colocó en la tierra junto a un enorme secuoya, lo tapó
con tierra y encima puso un pedazo de carne, luego volvió a caminar, sin perder
la cuenta de sus pasos, contó cincuenta pasos hasta que encontró una enorme
piedra cubierta por las ramas de un árbol cercano, formando una especie de
cortina. El cazador movió las ramas e ingreso por aquella cortina hasta
encontrarse con la piedra. Esperaba que las ramas lo cubrieran bien, y que ningún
Moordenaar lo convirtiera en su cena
mientras dormía.
Un horrendo olor fétido lo despertó a la mitad de la noche, era tan fuerte
que le picaba la nariz y le costaba respirar, nunca había olido nada igual.
El cazador llevó la lente de su rifle hasta su ojo, intentando captar en la
oscuridad alguna forma. En sus oidos retumbaban los ecos de fuertes pisadas,
que parecían machacar hojas y ramas distantes.
A la distancia lo vió, una enorme sombra erguida, tenía el aspecto de un
oso, pero de un enorme simio al mismo tiempo, caminaba agilmente entre los
arboles, parecía estar cubierto por una espesa capa de pelos.
El cazador sintió una parálisis en su corazón, cuando la bestia giró y
enfocó sus brillosos ojos, que parecía salidos del infierno, en dirección a él.
No lo dudó, apretó el gatillo y la bala salió corriendo en dirección al Moordenaar. La bestia gimió y comenzó a huir
en dirección a la trampa de oso.
Un sonido metálico cortó el viento, la trampa había sido accionada.
El cazador salió de su escondite, y con la linterna en la mano contó
cincuenta pasos. La trampa estaba cerrada, rociada en sangre. Se acercó
cuidadosamente y vió que entre los dientes de la trampa habían pelos negros,
cubiertos de sangre. La bestia había escapado.
Despues de esa noche, no volvió a ver a la bestia, estuvo semanas viajando
por la selva, en busca de pistas o huellas, pero no encontró nada. Porvencido volvió
a su pais, con las únicas muestras conseguidas, la sangre y los pelos negruscos.
Esperó semanas para que el laboratorió le diera el resultado del análisis de
ADN, pero el científico a cargo, había dicho que se habian perdido las muestras.
El cazador creía que le estaba mintiendo, y no se equivocaba.
Pasaron los años, y el cazador nunca recibió noticias de las muetras.
Enfadado y desepcionado volvió a África en varias oportunidades, pero nunca
volvió a ver a Moordenaar. La
bestía sólo sobrevivía en su memoría y en los recurdos de los africanos que lo
habían visto alguna vez.
Interesante cuento. Tal vez Moordenaar nunca existió, sólo era un mito y que lo que vio el cazador no fue otra cosa que una ilusión, una broma que le jugó su mente. O bien algún espíritu antiguo africano... Moraleja: no hay que pasar las vacaciones en África o te volverás loco. Je, je, je, je, je.
ResponderEliminarPor cierto, hay dos errores: "Durante el banquete un niño se le asercó con una tabla de madera...", el "acercó" con "c"; y "Pasaron los años, y el cazador nunca recibió noticias de las muetras." Te faltó la "s". Estás como los santafesinos. Nos comemos las "s". Ja, ja, ja, ja.
Ojalá que las réplicas del terremoto de anoche no te hayan causado problemas. (Un poco tarde, lo sé, je, je, je) Que tengas un bonito día. ¡Saludos!
Hola Nahuel, gracias por leer.
EliminarMe gusto la moraleja jaja
Ahora arreglo esas faltitas. :)
Se sintió muy fuerte aca en Mendoza, pero por suerte no paso nada grave más que un temblor. Gracias por preocuparte.
Un saludo.
Me da la sensación de que el científico deliberadamente perdió las pruebas, para que ese ser siga siendo mítico. Tal vez lo vea como un protector de la naturaleza.
ResponderEliminarBuen relato.
Hola, muchas gracias por leer y comentar.
EliminarEs posible, que el cientifico sea un protector.
Un saludo
Hola, interesante relato me dejó un gustito a quiero un poco más. Y bueh! tal vez haya una segunda parte.
ResponderEliminarQue tengas un excelente fin de semana.
Hola Roberto, me alegro mucho que te haya gustado mi cuento.
EliminarBuen fin de semana para ti tambien. SALUDOS
excelente.. de verdad espero continúes. tienes absolutamente TODA una trama ahí, quizás por falta de tiempo no la desarrolles, pero se impone la continuación.
ResponderEliminarMuchas gracias por leer y comentar. Me alegra mucho saber que te ha gustado el cuento.
EliminarNunca pensé en hacer una continuación, pero lo tendré en cuenta. Un saludo.