viernes, 11 de diciembre de 2015

Miles de caminos, una finalidad


Existió un hombre, que buscaba caminos que los demás ignoraban, parecía perdido, caminando sin un rumbo fijo, pero no era así, su mirada privilegiada veía lo que el resto no podía percibir, porque él no miraba con los ojos, él mira con el corazón.
Cada vez que en su camino se interponía una piedra, sea grande o pequeña, la guardaba en su mochila haciéndola cada vez más pesada, y le dificultara caminar.         

Pasó mucho tiempo, hasta que entendió que era aquello que sus ojos veían, todos aquellos caminos que se levantaban ante sus ojos, los cuales podían cambiar deliberadamente según nuestro accionar. No importara que camino tomemos, sea liso o escarpado, angosto o ancho, largo o corto, todos llevan al mismo destino, a la muerte. Al entender esto decidió tomar el camino más largo sin importarle que se encuentre en él, fue dejando las piedras que guardaba en su mochilas, las fue descartando una por una, aligerando el peso de su espalda, y por último tomó la mano de la mujer que lo esperaba a la entrada de este camino, porque no pensaba transitarlo sólo.  

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