martes, 5 de abril de 2016

Retrospección


                Un manojo de papeles, artículos de revista, notas, incluso cuentos folklóricos, se desparramaban ante mi escritorio. Yo los inspeccionaba uno por uno, y todo lo que me era relevante lo anotaba en el pizarrón que se situaba a mi espalda.
Me giré encarando al pizarrón, para darle una mirada antes de continuar, había algo que faltaba, un eslabón, una pieza de este rompecabezas. 
Con el dedo índice recorrí la secuencia de noticias, ordenas cronológicamente:
“20 de Julio de 1930: Michael Spencer, de veinticuatro años, despareció en el Bosque Lightstress, sólo se encontró su chamarra azul reconocida por su prometida y madre.” ― Leí en voz alta, aunque no había nadie en la habitación para escucharme además de mí mismo ― “7 de agosto de 1947: Un grupo de jóvenes, que había ido a acampar al Bosque Lightstress, nunca regresaron, sólo se encontraron sus tiendas vacías”― Era aterrador, todos desaparecían sin dejar rastro alguno, tomé una respiración profunda y continúe leyendo ― “11 de Julio de 1958: Camile Vain, una niña de ocho años, fue vista por última vez  entrando al Bosque Lightstress por su hermano menor,luego de varios meses de búsqueda extensiva, nunca se la encontró”
Volví al escritorio y tomé el recorté de diario, tan viejo que temía que se me rompiera entre manos, y lo agregué a la cronología, colgándolo con un alfiler.
“30 de Septiembre de 1922: Una niña caminó desde Bosque Lightstress hasta una casa cercana en el pueblo diciendo que esa era su casa, pero allí no encontró a su madre, y los dueños de la casa admitían nunca haber visto a esa niña en sus vidas. La niña fue llevada a un orfanato, porque sus padres no pudieron ser ubicados.” 
No era la primera vez que leía esa noticia, pero mi piel se erizó de la misma manera que la primera vez que lo hice. Comparé la imagen de la noticia de 1958 con la de 1922, en ambos salía una niña de labios delgados, cabelló azabache y ojos grandes como los de una lechuza. Ambas aparentaban la misma edad, y sus rostros eran idénticos. No cabía duda, era la misma niña, Camile Vain desaparecida el 11 de Julio de 1958 y encontrada treinta y seis años antes.
Era una teoría loca, descabellada e irreal, pero no cabía dudas, era la misma niña. 
Desde la muerte de mi mujer, me ha obsesionado con el bosque, tan oscuro y misterioso, parecía engullirse a todos los que en él se aventuraban. La policía daba siempre las mismas respuestas, o se perdieron o un animal los mató, el bosque no era lo suficiente grande como para perderse, todos en el pueblo lo conocíamos de memoria, y no había animales en él, además de algunas aves de colores y ardillas escapistas. Otros más creativos aseguraban que una bestia mágica vivía en el bosque, que sólo aparecía a algunas personas para devorarlas en su cueva oculta en algún lugar secreto.  Yo no creía en nada de eso. Tenía mi propia postura.
Había algo en el bosque, no estaba seguro de que forma tenía ni porque algunos eran afectados y otros no, pero yo tenía pruebas, Camile Vain, ella era la prueba viviente de que el bosque era un vértice en el cronológico, y que los viajes en el tiempo eran posibles.     
Hoy, 5 de Enero de 1992, si Camile Vain sigue viva, tendría setenta y ocho años. Sólo debía encontrarla.
Seguí leyendo diarios posteriores a que la niña fue encontrada en el bosque. Había sido una celebridad en esa época al parecer, habían varios artículos que hablaban de ella, como no había registros de su nacimiento, y que el nombre que ella aseguraba tener no existía en ningún registro civil, ella seguía insistiendo que su casa era habitada por otras personas, siempre preguntando donde estaba su madre y de porque se había ido dejándola a ella sola. Dos años después la niña fue adoptada por una familia adinerada, de un apellido distinguido, ella había dejado su apellido Vain por el de Blackvalley. Y esa era la última noticia que encontré sobre Camile. 
Me tomé un momento de descanso, y las imágenes del pasado llenaron mi mente: Un teléfono sonando con una alarma que daría la peor de las noticias. Mi mujer había tenido un accidente, su auto había sido encontrado en la ruta que bordeaba el bosque, destruido. Fue un trágico accidente, un camión que venía en contramano la chocó de frente. Desde su muerte una pregunta rondaba en mi cabeza, ¿Qué hacía Érica en el bosque?      
Tomé una chaqueta que colgaba de la pared y salí por la puerta rumbo a la calle. Debía encontrar a la única persona que podría explicarme lo que sucedía en ese bosque. La primera idea que tuve fue visitar el asilo de ancianos, Camile debería ser una anciana de avanzada edad. No era ilógico buscarla en un lugar así para comenzar.    
— ¿Se encuentra Camile Blackvalley? — Pregunté sin querer hacerme demasiadas esperanzas, existía la posibilidad de que no estuviera aquí.
— Sí — Me respondió la recepcionista amablemente, y yo pude sentir la adrenalina alimentar mi entusiasmo, cada vez estaba más cerca de mi cometido. Cada vez más cerca de volver a ver a Érica — Su habitación es la veintisiete. 
Le di las gracias a la joven por la información y comencé a caminar por un pasillo blanco alumbrado por luces. Me detuve frente a una puerta que estaba marcada con números de metal. Golpeé suavemente y esperé a una respuesta.
— Adelante — Dijo una voz del otro lado.
Abrí la puerta y entré a la habitación dando una rápida mirada a lo que me rodeaba. Un escritorio y un armario descolorido. Una televisión encendida en un canal de noticias. Una cama de sabanas blanco estéril, y una anciana recostada dentro de esas sabanas, que al verme vi la confusión en sus ojos al no saber quién era yo.
— Hola, joven — Dijo amablemente sentándose en la cama.
— Buenos días, Camile… — Dije sentándome en la silla que estaba junto a su cama — Vain — Agregué y la mujer hizo un gesto sorprendido al escuchar su apellido verdadero.
— Hacía mucho tiempo que nadie me llamaba de esa forma — Dijo mirándome como si yo guardara una verdad que ella hacía décadas estaba buscando — En más de cincuenta años probablemente.
Metí la mano en mi bolsillo y saqué dos recortes de diarios, los desdoble y se los mostré.
— Son la misma niña — Le dije, ella gimió al reconocer los artículos de diarios — ¿Es usted?
— Porque me preguntas, si ya sabes la respuesta — Su voz sonó rasposa y débil, extendió su mano envuelta en arrugada piel para devolverme los recortes.
La miré un segundo estupefacto, sonó en mi mente lo que esto se significaba, la importancia que tenía, estaba hablando con una mujer que había viajado en el tiempo. Ella podía darme la clave para recuperar lo que perdí en el pasado.
— ¿Qué sucedió esa noche? — Le pregunté acomodándome en mi silla, esperando que me relatara su historia.
— Tenía ocho años, estaba jugando con mi hermano, David, y le reté a escaparnos al bosque a acampar, él no quiso, entonces le llamé cobarde y me dispuse a internarme sola en el bosque. Quería demostrarle a mi hermanito que yo era valiente. Qué gran error — Dijo sacudiendo su rostro en negación, podía ver cuánto se arrepentía de haber ido esa noche al bosque —Nada era como lo recordaba, el bosque de la noche parecía ser otro de día. Es difícil de creer, pero estaba perdida, no sabía hacía donde iba, ni tampoco como volver, todo lo que me rodeaba me era desconocido. Luego asó algo aun más extraño, caminé hasta un claro, donde había una vieja y despintada puerta plantada en la tierra, la puerta estaba sola, no pertenecía a ninguna casa, no estaba sobre ninguna pared. Estaba extrañamente sola en medio del claro — Camile se detuvo, como dudando, me miró pensando que la trataría de loca o mentirosa, pero por supuesto que no lo haría.
— Continúa con la historia.
Camile asintió y siguió con su relato, podía percibir la emoción en su voz, y una pizca de incredulidad, como si le fuera difícil aceptar lo que había vivido.       
— Giré el picaporte, y para mi sorpresa la puerta se abrió. Era una niña que intentaba mostrarle al mundo que era aventurera y que no le temía a nada, y que obviamente el hecho de haber encontrado una puerta en medio del bosque no le atemorizaba para nada. Me parecía un juego. Como esos pasadizos mágicos que te llevan otra dimensión. Pero era un juego, esa puerta no podía llevarme a ningún lado, por más que lo deseara, era solo un juego. Entonces la atravesé, cerrando la puerta del otro lado. El bosque no había cambiado en lo más mínimo, pero la temperatura sí, era como si de repente hubiera saltado al invierno. Caminé hasta perder la puerta de vista, caminé y en un momento, no se explicarlo, pero es como si de repente ante mis ojos el bosque hubiera cambiado, y volviera a ser el mismo de antes, ya lo reconocía, ya sabía cómo volver a mí casa — La anciana movió su mano en un gesto rápido — Y el resto de la historia ya la conoces, en mi casa todavía no vivían mis padres. Faltaban veinte años para que se mudaran todavía.
Me quedé en silencio un momento, procesando la historia, los detalles y su magia. Una puerta en un claro, ¿Ese era el puente al pasado?
— Cuando pasaron los años, ¿Volviste a tu casa?, ¿Le dijiste a tus padres quien eras?
— Sí lo hice — Me contestó bajando la mirada tristemente —Dijeron que dejara de burlarme de ellos, que su hija estaba muerta. Yo tenía cuarenta y cinco años cuando desaparecí de pequeña. Ellos no me creyeron, y lo entiendo, es ridículo. Luego de eso se mudaron lejos, nunca más lo volví a ver. 
— Lo siento mucho — Le dije sinceramente.
— No te preocupes chico, fue hace muchos años — Dijo intentado restarle importancia, aunque yo sabía que aunque quisiera ocultarlo, sufría por ello, y eso me hizo preguntarme cuales serían las consecuencia de cruzar esa puerta, ¿Realmente encontraré a Érica como tanto deseo?
— Camile — Dije levantándome de mi asiento — Gracias por su ayuda, pero debo marcharme. Tengo unos asuntos pendientes que arreglar. 
— Vas por esa puerta ¿No es cierto? — Me dijo antes de que saliera de su habitación.
— Debo evitar algo de mi pasado, debo cambiarlo.
— Te puedo asegurar que la puerta lo cambiara, pero a mí no me cambio para mejor, es como si estuviera atrapada en un mundo al que no pertenezco, para siempre.
— Si es por Érica, vale la pena.    
No me respondí nada, y con una rápida despedida salí de su habitación.  
Tenía mi camino marcado, mis pasos no se detuvieron hasta llegar al borde del Bosque Lightstress, delante de mí se alzaba un cordón de árboles altos y oscuros, que separaban la civilización de la misteriosa naturaleza. Sin miedo que me hiciera vacilar, puse a andar mis pies, uno a la vez ingresó en el bosque, un paso a la vez me adentré entre el vientre del bosque, lleno de las sombras de la noche. Camile tenía razón el bosque de la noche no era el mismo durante el día. Nada me era familiar.
Tomé la linterna que guardaba en el bolsillo interior de mi chaqueta, y con su haz de luz iluminé la tierra que se abría a mi frente y los contornos de los altos árboles que se escurrían a mis alrededor.
Me sentía perdido, era como caminar en un laberinto, volviendo por el mismo lugar una y otra vez, caminando sin saber a dónde te diriges con exactitud. Ni siquiera me era posible volver, a pesar de que había dado unos pasos parecía como si hubieran sido quilómetros de caminata. Obviamente aquí pasaba algo extraño.     
Sentí una leve inclinación en la tierra, cosa que antes no había sentido, como si estuviera sobre una pequeña sierra, la subí encontrando en su cima un claro, que dejaba una ventana entre las ramas al cielo, en medio se dibujaba una redonda luna llena, platina y radiante, rodeada por estrellas parpadeantes. Sobre la granulada tierra oscura, se hallaba una puerta, que como Camile la había descripto, lucía vieja y despintada, y verla allí solitaria y cerrada, producía que un aire helado me recorriera todo el cuerpo, una sensación de extrañeza se alojó en mi piel, erizándola salvajemente.
Estuve unos segundos inmóvil, ¿La había encontrado?, al fin, podría regresar aquel momento y detener el accidente, recuperar a Érica ya no parecía un sueño imposible, el puente al pasado se hallaba ante mis ojos, esperando cerrada a que yo la usara como transporte.
Anduve hasta posicionarme frente a la puerta, miré su despintada pintura celeste, y el oxido alojado en las bisagras de metal. Era una puerta simple, ni siquiera era muy vistosa, era difícil creer que esta puerta me llevaría a un viaje cronológico.
Mis dedos se encerraron alrededor del frio picaporte, y girándolo sentí aquel cliqueo que indicaba que estaba abierta. La madera giró rechinando sobre los goznes que la sostenían, del otro lado podía ver el bosque enmarcado alrededor del recuadro de la puerta, pero era el mismo bosque, no había cambiado nada. Una brisa distinta provino del otro lado de la puerta, aquí olía a invierno, del otro lado se percibía una perfume a primavera dulzona.        
Caminé por debajo del marco de madera, y detrás de mí cerré la puerta, dejando el presente en el pasado, y haciendo del pasado mi nuevo presente.
Anduve hasta salir del claro, desde allí comencé a reconocer el bosque, quien cambiaba radicalmente, colocando los árboles y las rocas familiares, de vuelta a su lugar. 
El umbral de árboles se hizo presente, señalando el final del boscaje, del otro lado se hallaba una vena de alquitrán que recorría con una curva el bosque hasta llegar a la ciudad. Sobre la calle había dos autos estacionados, uno detrás del otro. El blanco me era familiar, era el auto de Érica, ¿Pero el otro a quien le pertenecía?      
Mi corazón se llenó de emociones, volvería a ver a mi esposa, luego de años de su muerte, la tenía frente a mí, debía advertirle que saliera de la ruta, ya que un accidente fatal se acercaba. Pero cuando vi lo que en verdad hacía Érica allí, me detuve en mi lugar, sin traspasar el umbral del bosque, como un espectador presencié la horrenda escena.
Del segundo auto salió Érica acompañada de un hombre, ambos se reían con las mejillas encendidas en rojo fuego. El hombre abrazó a Érica y ambos intercambiaron un beso. Sentí como si un puñal se hundiera en mi pecho, el engaño se hizo presente en mi mente, la ira comenzaba a acumularse como pólvora caliente a punto de estallar.
El acompañante de Érica volvió a su auto, y luego de intercambiar un par de palabras por la ventanilla, encendía el auto y se marchó. Érica camino hasta su vehículo tarareando una canción, que desde mi lugar no alcanzaba a percibir con exactitud.
Mi esposa se subió a su auto y girado la llave hizo al motor rugir.
— ¿Qué has hecho Érica?, ¡¿Por qué me haces esto?! — Le dije corriendo a su ventanilla, ella al verme amplió los ojos en asombro. Le grité enfadado, olvidando la verdadera razón de porque estaba allí.
— No, no es lo que parece — Dijo ella desde el interior del auto mientras las lágrimas comenzaban a bajar por su rostro, la conocía bien y sabía que esas lágrimas eran falsas — Él es un amigo del trabajo, nosotros no estábamos haciendo nada malo — Intentó excusarse sonando lo más sincera posible. 
— ¡¿Qué no es lo que parece?! ¡Te he visto, Érica!, ¡YA DEJA DE MENTIR!       
Una luz me cegó los ojos un instante acabando de aquella manera con nuestra discusión, era un camión que venía en mi dirección, el conductor como acto reflejo intenta esquivarme, pero al hacerlo impacto de frente con el auto de Érica.  
Corrí hasta la ventanilla, donde encontré a mi esposa empapada en un líquido escarlata, en su propia sangre. Le toqué el hombro, pero ella no se movía. 
Camile tenía razón, la puerta iba a cambiar mi pasado, ahora lo comprendía mejor, y el dolor que sentía era mucho mayor, porque con el viaje se respondieron todas las dudas, ¿Qué hacía Érica al costado del bosque a esas horas?, me era infiel, ¿Por qué el camión iba en contra mano?, el camión nunca fue en contra mano, sólo intento esquivarme. Yo había matado a Érica, si nunca hubiera traspasado esa puerta, ella nunca hubiera muerto.   






6 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Muchas gracias Luis por leer y comentar, me alegro que te haya gustado el relato.

      Buen fin de semana. Saludo.

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  2. Excelente cuento. Te deja con un sabor agridulce. Él fue el culpable de la muerte de su esposa, aunque ella fue atrapada in franganti. Si no hubiera atravesado esa puerta, ella estaría viva, pero él nunca se enteraría del engaño, viviría una mentira por un tiempo y tal vez el asunto se resolvería de otra forma... Pero se lo merecía la muy zorra. (Soy muy malo. Muejejejejejeje.)

    ¡Saludos!

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    1. Gracias por leer y comentar.

      Cierto, si el nunca hubiera atravesado la puerta las cosas hubieran resultado diferente, por eso hay que aceptar como suceden las cosas.

      Un saludo.

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  3. No está claro donde se desencadenó la tragedia, cual el factor que la desató. Tal vez hubiera pasado igual. Y hay fuerzas que se encargan de impedir que cambie el pasado a pesar de los viajes en el tiempo.
    Interesante relato.

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    1. Gracias por leer el relato.

      El personaje volvió al pasado intentando cambiar lo sucedido, pero de igual manera sucedio, ya era el destino que ella muriera.

      Un saludo.

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