viernes, 3 de julio de 2015

La Puerta de Luz


Hace quince años atrás:
― Una montaña existe oculta entre la arena, el aventurero la verá a la distancia por su puerta de luz. Dicen que en su interior, un gran secreto guarda,  cualquier deseo cumplirá, mientras no sea un deseo egoísta…  
― ¡¿Qué?!― Preguntó el niño interrumpiendo la lectura de su padre. El hombre de un poco más de cuarenta años retiró la vista del libro para mirar a su hijo.
― ¿Qué es lo que no entiendes?― Le preguntó con paciencia y amor.
― ¿Qué quiere decir con egoísta?― Le preguntó su hijo, que probablemente no tendría más de diez años.   
― Quiere decir que el deseo no debe ser para uno mismo sino para otra persona.
― ¿Es decir que no podría pedir dinero?― Le preguntó el niño sentándose en su cama muy perplejo.
― No.
― Y ¿Convertirme en el rey del mundo?
― Tampoco― Le contestó el padre riendo ―Todos esos deseos son egoístas, a la montaña solo entraría una persona que ama a alguien y quiere hacer algo bueno por esa persona.
― Eso no tiene mucho sentido, si la montaña no puede hacerme rico o poderoso es inservible― Dijo volviéndose acostar tapándose con las sabanas hasta el cuello.
El padre volvió a reír cerrando el viejo libro entre sus manos. Le besó la frente a su hijo, y deseándole unas buenas noches cerró la puerta de la habitación.
En la actualidad:
A esteban le temblaban las rodillas, no podía mantenerlas quietas en su lugar, las manos le sudaban y su mente navegaba por una laguna de sentimientos preocupantes. Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando la puerta de la habitación de su padre se abrió, y de ella salió el doctor cargando con una mano un pesado maletín negro:  
― Tu padre está muy delicado― Dijo el doctor sacándose los anteojos para guardarlos en el bolsillo de su camisa ― Tuvo un paro cardiaco, y es probable que sufra otro― El doctor se aclaró la voz, y poniendo su mejor cara compasiva le dijo ―Es un hombre muy viejo, si se somete a una operación podría morir, pero…
― Pero si no lo operan también morirá― Lo interrumpió Esteban.
― Si, es mejor que no lo operemos, eso complicaría aun peor las cosas― El doctor tomó el hombro de Esteban de forma consoladora ― No hay nada más que hacer― Le dijo lentamente.
Esteban asintió con su cabeza y acompañó al doctor hasta la puerta, cuando este se fue, Esteban agregó para sí mismo:
― Tal vez si haya algo por hacer― Dijo y salió corriendo hacía su pequeña biblioteca de cuando era niño, del tercer estante sacó un libro muy viejo, con tapa cocida en cuero.
Miró el interior del viejo libro, sus hojas estaban amarillentas como el maíz, era el libro que estaba buscando. 
Antes de irse, se despediría de su padre, por si no llegaba a tiempo.
Tocó a la puerta y la enfermera le abrió. Su padre estaba inmóvil sobre la tierna superficie de su cama, una maquina le ayudaba a respirar. Estaba dormido o inconsciente, Esteban no podía decirlo con certeza:
― Está inconsciente ― Le respondió la enfermera a una pregunta que nunca había formulado, pero si pensado ― El doctor dice que está muy agotado por el paro cardiaco, pero dentro de unas horas o incluso días puede despertar.  
Esteban le agradeció por la información y le pidió por favor que espere afuera en el pasillo un momento, quería hablar a solas con su padre, la enfermera lo entendió, era un momento muy difícil.
Esteban acercó una silla a la cama, vió el lento respirar artificial de su padre, sino fuera por aquella maquina su padre estaría muerto:
― Lo siento mucho― Le dijo mientras su voz se quebraba ― Fuiste un buen padre, no te mereces este final― Dijo y tocó la fría mano de su padre, fría como el invierno se hallaba. Un escalofrió recorrió a Esteban, su padre estaba muriendo, y parecía que no había vuelta a tras, a no ser que hiciera lo imposible por impedirlo― Lo intentaré. No te mueras… hare hasta lo increíble por salvarte― Dijo mirando el libro, de niño nunca le había gustado, porque aquella leyenda no podía darle lo que deseaba, dinero y poder, pero ahora era diferente, no quería nada para él mismo, quería todo para su padre.    
Esteban podría quedarse todo el día hablando con su padre en aquella habitación, pero no tenía tiempo, debía actuar rápido. Se levantó de su silla y llamó a la enfermera:
― Me iré por algunos días. Cuida bien de mi padre― Le dijo a la mujer dándole un abrazo cariñoso, algún tiempo atrás aquella mujer fue su niñera, ahora era la enfermera de su padre, había jugado el papel de madre durante su vida, ya que la suya había muerto hacía mucho tiempo, cuando él todavía era un bebe.      
Armó su maleta lo más rápido posible, colocando en ella lo que le pareció lo más importante. Tomó los ahorros de toda su vida, su intención era comprarse una casa e ir a la universidad, pero le daría otro uso más urgente. No le importaba no ir a la universidad si podía salvar la vida de su padre.  
Llamó a un taxi por el teléfono, y lo esperó en la vereda de su casa:
― Cuanto tarda― Dijo Esteban comenzándose a fastidiar ― Lo llamé hace treinta minutos― Se quejaba consigo mismo.
Pasaron  quince minutos más y un auto negro con amarillo se acercó doblando la esquina parando justo delante de él. Esteban subió al taxi medio enojado por la tardanza sentándose en el asiento de atrás:
― ¿Hacía donde vamos?― Le preguntó el joven conductor dándose vuelta en su asiento.
― Hacía la cordillera― Le dijo acomodando su maleta en el asiento de al lado.
― ¡Uff!― Exclamó el conductor ― Será un largo viaje.
― ¿Si?, no me digas―Dijo irónicamente, pero el conductor no pareció captarlo.
El joven encendió el motor del auto y haciendo algunas peligrosas maniobras, se metió entre el tráfico:
― ¡Qué te pasa!, ¿Sos suicida?― Le preguntó Esteban sintiendo como su corazón intentaba escapar de su pecho por el susto. 
―No, soy Andrés, mucho gusto, y ¿Tu nombre es…? ― Le preguntó doblando en una esquina a toda velocidad, esquivando a una moto por unos centímetros.
― Esteban― Le respondió aferrándose a su maleta, como si ella pudiera protegerlo de un choque― ¡¿Puedes por favor bajar la velocidad?!
― Está bien― Le contestó Andrés riendo mientras su cabello negro semilargo se agitaba al compas de su carcajada.
Fue  un largo viaje, Andrés en ningún momento dejo de hablar y contarle chistes o anécdotas que él consideraba graciosísimas, pero Esteban no tenía tiempo para reírse, fingía escucharlo, pero su mente estaba en otro lado, pensaba en su deseo, y en su padre, y le preocupaba si realmente encontraría la montaña, solo tenía aquel viejo libro como guía.
En un momento Andrés dejo de hablar para bombardear a Esteban con preguntas, lo cual lo puso muy nervioso:
― ¿Por qué quieres ir a las cordilleras?
― Busco una montaña― Todas sus respuestas eran cortas dando poca información.
― Ah, ¿Eres una especie de científico o paleontólogo?
― No, tengo un libro muy antiguo, mi padre dice que se lo regaló una nativa de la cordillera hace algún tiempo, la mujer pasó al español todas las leyendas de su pequeño pueblo ahora extinto. Ella es la última que quedaba, hace cinco años murió.  
― Oh, que lastima― Dijo Andrés.
Pasaron más de veinte horas y el sol comenzaba a salir por el horizonte, el paisaje urbano había sido remplazado por el árido desierto. Sólo habían parado algunas veces en las estaciones de servicio a comer o ir al baño. Esteban se negaba a dormir hasta que llagaran a la cordillera.
El taxi llegó hasta un precario alambrado que indicaba el término de la ruta:
― Hasta aquí te puedo llevar, el resto está prohibido el paso para la gente común, solo científicos pueden entrar al desierto en reserva.
― Te agradezco que me hayas traído hasta aquí― Le dijo Esteban a Andrés entregándole una gran suma de dinero, fue la única forma de convéncelo de llevarlo tan lejos, debió pagarle el doble de lo que en realidad valía el viaje ― Recuerda, mañana a la mañana espérame aquí, no creo que mi celular tenga señal para llamarte.
― Por supuesto, no me olvidare, no te preocupes.
Andrés encendió su taxi y girando en U, volvió por donde había venido.    
Esteban respiró hondo, y trepó el alambrado saltando hacía el otro lado. Caminó varios quilómetros durante varias horas, no tenía forma de medir cuando había caminado, pero le dolían los pies, sentía todo su cuerpo agotado, y la garganta pedía a gritos una gota de agua.
Caminó, caminó y caminó.    
Al final, cuando la noche comenzó a caer, su energía también decayó con la noche, pero se resistió, presentía que la montaña estaba cerca, y así era. Cuando la noche lo cubrió, una luz surgió a lo lejos, parecía una línea brillante que quería cortar el desierto en dos hemisferios.    
Tardó un poco más de una hora en llegar a la fuente de la luz, para su sorpresa era lo que buscaba, su corazón saltó en su pecho ante tal espectacular imagen, sus muñecas temblaron ante tal inmensidad. Una enorme montaña de solida roca se partía por el medio, como si fuera filosa, una luz brillante la dividía creando una entrada a su interior. Esteban no lo dudó, ingresó por aquella luz.
Dentro la luz lo cegaba, no lo dejaba ver, sus ojos eran obligados a cerrarse. Esteban se arrodilló en medio de la montaña tapándose los ojos con sus manos, se encorvó e intentó gritar entre aquella divina confusión:
― ¡Montaña!― Le gritó, la cual no pareció escucharlo o contestarle, pero si lo hacía ― ¡Concédeme este deseo!, un hombre muy anciano, ¡Un muy buen hombre!, está muriendo, no merece aquella muerte, merece la vida― Esteban comenzó a llorar, quería que funcionara, su padre no merecía tan horrenda muerte, tan horrendo sufrimiento ― Si es necesario que tomes mi vida en lugar de la suya ¡Hazlo!― Dijo levantando su cabeza, mirando hacia el techo abrió su pecho con valentía esperando su final, esperando su muerte a cambio de la vida de su padre.   
Lo que sucedió a continuación fue muy distinto a lo que Esteban se imaginó que sucedería. La luz del interior de la montaña se intensificó, tanto que además de cegar sus ojos, quemaba levemente la piel de Esteban, lo supo, la montaña estaba cumpliendo su deseo, tomaría su vida en lugar de otra, y  espero aquel final con orgullo y fortaleza, extendiendo sus manos al aire y gritando, como si su vida se escapara por su garganta con aquel grito. Pero la luz de apoco comenzó a decaer, su intensidad disminuyó, al igual que su calor, tanto que desapareció por completo. La montaña quedó vacía de luz, Esteban había tomado su deseo.    
Esteban se levantó del suelo y se dirigió a la salida de la montaña muy confundido por todo lo ocurrido. Seguía con vida. ¿Su padre?, ¿Qué habrá sucedido con él?
Estaba tan preocupado si su deseo se había cumplido, que olvidado su dolor de pies y su tremenda sed, corrió todo el trayecto de vuelta a la ruta sin detenerse una sola vez.  
Cuando llegó a la ruta era de mañana, el sol posaba su antaña cara sobre el horizonte, bañando así su hija, la tierra. El taxi estaba donde había prometido, Andrés lo estaba esperando.
Fue el viaje más largo que había una vez hecho en su vida, parecía nunca acabar, no se preocupaba si Andrés pasaba los límites de velocidad, no había nada que deseara más que llegar a su casa lo cuanto antes.  
Cuando llegó a su casa entró por la puerta sin golpear y se dirigió directamente a la habitación de su padre, pero la encontró vacía, sólo estaba el respirados artificial apagado a un lado de la cama. Su corazón se aceleró, el peor de los pensamientos pasó por su cabeza, ¿Dónde estaba su padre?, ¿Estaba en el hospital?, o aun peor ¿Había muerto mientras él estaba ausente?
Se sentó en el borde de la cama tomándose las sienes con preocupación, no podía pensar con claridad. Si su padre estaba muerto, había desperdiciado sus últimas horas juntos, buscando una leyenda antigua, que poco probable era.    
Sus pensamientos fueron irrumpidos bruscamente por un sonido musical, alguien estaba tocando el piano de su padre. Se levantó de la cama hecho una furia para ver quién era el irrespetuoso que osaba meter sus dedos en el sagrado piano de su adorado padre. Cruzó el pasillo echando humo, a la misma vez que intentaba mantener sus lágrimas al margen de su rostro.

Sus pasos se detuvieron al tocar el umbral del living, la persona que tocaba el piano de su padre, era nada más ni menos que su mismísimo padre, se lo veía despierto, saludable y feliz, cantaba y reía junto con María, la enfermera. Esteban no pudo contener más las lágrimas y dejó que corrieran por su rostro de forma desenfrenada, estaba emocionado, podía sentir como su corazón bailaba frenético y sus dedos temblaban como si entraran en hipotermia. Corrió y abrazó a su padre, encerrándolo entre sus brazos. Lo amaba, por eso mismo buscó la montaña, para pedir un deseo desinteresado, dedicado a una persona especial, una persona que amaba, por eso mismo la montaña cumplió su deseo.         

6 comentarios:

  1. Por alguna razón, me hiciste acordar a La historia sin fin, la novela especificamente.
    Está el tema de los deseos.
    Saludos.

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    1. Muchas gracias por leer y comentar. Puede ser que en eso se parezcan.
      Un saludo y buen fin de semana. :)

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  2. Precioso cuento, Cynthia. De niño, Esteban creía que esa montaña sólo permitía un deseo "inservible", ya de adulto era la única forma de salvar a su padre del guadañazo de la Parca. Lo que de niño no comprendió, porque todavía era pequeño, es que los deseos buenos del corazón más importantes y tienden a cumplirse, a veces de la forma que uno espera y otras veces de una manera inesperada.

    Muy lindo, pero hay detallecitos para mejorar. En el siguiente fragmento hay dos:

    "Lo que sucedió a continuación fue muy distinto a lo que Esteban se imaginó que sucedería. La luz del interior de la montaña se intensificó, tanto que además de cegar sus ojos, quemaba levemente la piel de Esteban. Esteban lo supo, la montaña estaba cumpliendo su deseo, tomaría su vida en lugar de otra, (...)"

    Puedes omitir los dos últimos "Esteban" ya que se sobreentiende que es a él que experimenta lo que sucede, pero hay que modificar las oraciones: "...tanto que además de cegar sus ojos, quemaba levemente su piel. Lo supo, la montaña..."

    Lo mismo podría aplicarse al siguiente párrafo: "Esteban se levantó del suelo y se dirigió a la salida de la montaña..." Pero como ya se ha omitido los otros dos puede que este quede (me entró la duda, je, je, je)

    Ya no te quito más tiempo. Ji, ji, ji. Que tengas un lindo fin de semana. ¡Saludos!

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  3. Jejeje muchas gracias Nahuel!!! ya arregle ese error... me alegro que te haya gustado el cuento.
    Buen fin de semana:)

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  4. Genial cuento Cynthia. Me alegro de haberlo leído. Pasa un buen día, un saludo :)

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    1. Muchisimas gracias Fran Lorenzo por leer mi cuento y comentarlo.
      Me alegra saber que te ha gustado.
      Un saludo :)

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