Caminaba por la vereda rumbo a mi
casa luego de un día agotador.
Las calles estaban desiertas y el
sol comenzaba a ocultarse por detrás de los geométricos contornos de los
edificios.
Mi mente pensaba sólo en una
cosa: ¿Cómo haré para pagar esa deuda?, los últimos meses habían sido muy
difíciles, trabajar como burro para ver a la deuda en vez de achicarse, crecer
cada día más por los intereses. Parecía lejano el día que quedaría libre de
aquel parasito chupa sangre.
Mis pensamientos fueron
interrumpidos cuando mis pies chocharon con un maletín negro que descansaba
sobre la vereda.
Miré hacía todas direcciones,
estaba solo en la calle, ningún alma rondaba mis alrededores, el único sonido
era del viento silbando al pasar por el costado de mis orejas y quedar atrapado
en el dobladles de mi sombrero. Me incliné en un ágil movimiento y sentí el
maletín pesado cuando lo tome. Lo sacudí pegando el oído al material de cuero
oyendo como algo se movía en su interior.
Recorrí la superficie con la mirada,
y no encontré ningún rastro de su dueño, ni nombres ni direcciones. ¿A quién
pertenecía este maletín negro?
Lo tomé por las manijas con
fuerza, como si fuera a perderlo, y apretando el paso fui directo a mi casa.
Me encerré con llave, como si
estuviera cometiendo un crimen, y de esta forma pudiera impedir que alguien
entrara de afuera, o escapara del interior. Dejé el maletín sobre la mesa, y
luego de darle varias vueltas observé que estaba bien sellado, y que tenía un
candado al cual yo no poseía la llave.
Corrí hasta mi garaje, y luego de
encontrar la caja de las viejas herramientas, troté de vuelta hacía la cocina,
con una enorme pinza en la mano.
Con la pinza corté el candado. El
aleteó de mi corazón se aceleró cuando comprendí que el contenido del maletín
estaba desprotegido, a mi disposición.
Lentamente levanté la tapa del
maletín, y tirándolo hacía atrás dejé el interior descubierto, mostrando su
contenido.
Mis ojos se ensancharon
sorprendidos, y puedo jurar que se me hizo agua a la boca cuando vi todos esos
fajos de billetes descansando dentro del maletín. Se veían apetitosos, parecían
un milagro, enviados para salvarme de mi desgracia. Había tanto dinero que era
imposible contarlo a simple vista.
¡Estaba salvado!, ¡La deuda sería
cosa del pasado!
Tomé el maletín entre mis manos,
y lo apreté contra mi pecho con fuerza, como si alguien pudiera descubrir mi
secreto. Me sentía sucio, pero excitado al mismo tiempo. Con todo este dinero
podría cancelar la deuda, y posteriormente con la plata sobrante disfrutar de
la vida que me queda. Hacer un tour por Europa, visitar a mis parientes
lejanos, comprar una casa bonita, no como este asqueroso antro de los
suburbios, y manejar un ostentoso cero kilometro. ¡Sí, mi vida comenzaría a
vivirla ahora mismo!
Con el maletín todavía
aprisionado contra mi pecho, caminé hasta mi habitación. Ahora mismo era muy
tarde para hacer cualquier cosa. Mañana por la mañana comenzaría un nuevo día,
una nueva vida. Sólo por hoy, debía pasar una noche más como el infeliz
pobretón que era.
Escondí mi tesoro debajo de la
cama, y con el corazón avivado me metí en la cama, imaginando en la mente todas
las cosas que haría a partir de ahora.
Un extraño sonido proveniente del
placar me despertó. ¿Acaso alguien venía por el maletín? Encendiendo la luz del
velador, me encaminé hasta el placar, y sin miedo y totalmente dispuesto a
enfrentarme a lo que sea abrí la puerta para descubrir que no había nada, el
placar estaba vacío. ¡Tal vez estaba siendo un paranoico!, seguramente todo era
producto de mi imaginación.
Volví a dormirme, sin ninguna
interrupción durante la noche.
Tuve un sueño en el que bailaba
debajo de una lluvia de billetes, y yo reía y bailaba.
Me desperté con una enorme
sonrisa en el rostro, convencido de que hoy sería un nuevo día. ¡Adiós al viejo
y pobre yo!, ¡Denle la bienvenida a mi nueva y adinerada persona!
Salté de la cama cayendo de
cuclillas, e inclinándome sobre el suelo metí la mano debajo de la cama,
buscando mi tan valioso tesoro. El corazón se me aceleró cuando mis dedos no
alcanzaban el maletín. Me incliné aun mucho más, hasta que mi sien tocó el
polvoriento suelo, y agudizando la vista mientras entrecerraba los parpados miré
debajo de la cama. Vacio.
Corrí por la casa, saqué cada
cajón, revisé cada placar, detrás de cada cortina, debajo de cada silla y
mueble, en cada rincón, incluso dentro del espejo del baño. “No pudo haber sido un sueño” me repetí
convencido, “Era real”, todavía
recordaba su color carbón, y la textura áspera del cuero que lo recubría.
¿Qué fue del maletín?
Como siempre genial el relato, aprendo mucho de tu forma de narrar las historias, Felicitaciones y no dejes dedeleitarnos con tu arte.
ResponderEliminarMuchas gracias Javier por leer y comentar. Me gusta saber que te agrade mi escritos. Un saludo.
Eliminar¿Qué fue del maletín? Pues le salieron patas y se marchó. Da bum tsssss...
ResponderEliminarQuizá su mente deseaba tanto el dinero que "materializó" un maletín con dinero tal vez para relajarse un poco. Cuando despertó, ya más relajado, la ilusión se rompió. Menos mal que no fue un auto, porque si hubiera andando en él... me hubiera vuelto loco. Je, je, je, je.
Que tengas un estupendo día. ¡Saludos!
jaja suerte que no fue un auto jaja
EliminarMe alegro que te haya gustado el cuento, gracias por leer y comentar.
Un saludo.