— Nunca cruces esa parte del
bosque — Le dijo el anciano. Su nieta lo miraba con vergüenza en los ojos, pero
sin poder ocultar la curiosidad.
— ¿Por qué? — Le reclamó saber la
razón, hizo la pregunta con un hilo de voz, temerosa de recibir una reprimenda
por ser tan insistente con el tema.
— Niña impertinente — Se quejó el
anciano llevándose una mano a su barba, mientras con la otra tomaba el hombro
de la niña — ¡Escucha bien! — Instó con voz gruesa — Nunca pases más allá del
gran abeto. ¡¿Me escuchaste?!
— Sí, abuelo — Respondió la niña
mirando hacia el suelo, para nada conforme con lo que le hacía prometer.
Esa conversación sucedió seis años
atrás, antes que el abuelo de la niña muriera, y desde entonces nunca había
vuelto a intentar desobedecerlo, pero ahora las cosas eran diferentes.
La niña se había convertido en
adolescente, con un vestido negro como la noche y lúgubre como una lápida, se
hallaba callada, sentada sin decir nada sobre la silla de madera, mirando hacía
el cajón con los ojos confusos. Allí yacía su abuelo, tieso y pálido. Muerto.
Todo era muy extraño, un día
estaba vivo, y al otro ya no. Se fue a dormir, y ya nunca despertó. La madre le
había dicho que había muerto de viejo, una de las mejores muertes que alguien
puede tener, cuando tu corazón ya dio su último latido, mueres suavemente, sin
sentir ningún dolor.
Pasaron unos días luego del
funeral del abuelo, y una idea rondaba en la mente de Camila, como un remolino
viajaba por su cabeza dejándola intranquila, removiendo su curiosidad.
Hacía seis años el abuelo le
había prohibido cruzar más allá del gran abeto, esa parte del bosque tenía algo
extraño, algo que llamaba, y su curiosidad era fuerte. Su abuelo ya no estaba,
ya no podía prohibirle cruzar esa parte del bosque.
Esa misma noche, Camila esperó
que todos en la casa se quedaran dormidos. Cuando su hogar se quedó en silencio
y oscura, con todas las luces y la radio apagada, fue el momento que estaba
esperando.
Abrió su ventana lentamente,
procurando hacer el menor ruido. Y así se escapó de su cuarto, se sentó en el
marco de la ventana y con los pies descalzos saltó al tejado, una enredadera en
la pared le sirvió para bajar al suelo. Corrió, adentrándose en la noche, por
las profundidades del bosque, las sombras cayeron sobre ella y la luna llena
brilló sobre su cabeza, marcándole el camino que debía recorrer.
Cuando vio al gran abeto se
detuvo quedándose inmóvil, mirando aquella parte del bosque, que a simple vista
no tenía nada de especial, pero ella sabía que si su abuelo no quería que fuera
por ese lado, algo debía ocultar, y ella lo descubriría.
Tomó aire, y la atmosfera fresca
llenó sus pulmones ensanchando su pecho, tomando valentía, tardó seis años,
pero había llegado el momento.
Dio un paso, luego otro y nada
sucedió, siguió avanzando, con precaución pero con el corazón acelerado de la
emoción, estaba segura que esta noche haría un descubrimiento muy importante.
Caminó varios metros más y de
repente chocó contra algo, pero ante sus ojos no había nada allí, pero si
extendía la mano podía sentir una superficie resbalosa y semisólida. Presionó
con fuerza y los contornos de su mano se encendieron iluminando una pared
invisible. Era como traspasar una gelatina, la podía sentir móvil alrededor de
su cuerpo mientras caminaba dentro de la pared.
Cuando aquella extraña sensación
desapareció se dio cuenta que ya no estaba en el bosque, sino que en una habitación
de fuertes paredes de concreto, no había puertas ni ventanas, era como una caja
oscura sin salida.
Camila sintió el miedo calar por
su espina, estaba encerrada en una habitación sin salida, dio una vuelta
entera, y tocó la pared, pero esta ya no era transparente, era visible y de
concretó, y no era traspasable, por más que intentara, que hiciera fuerza, no
podía traspasarla.
— Puedes entrar, pero no salir.
Es una puerta de un sentido único — Habló una voz en la oscuridad, una voz que
le resultó familiar. Se le erizó la piel de la impresión, ¿No podía ser él? Se
dijo mentalmente, mi abuelo está muerto.
Se giró lentamente hacia el
centro de la habitación, con miedo de lo que podía encontrar, y allí estaba, su
abuelo estaba sentado en la oscuridad, tenía la barba y el cabello canoso muy
largo, como si no se lo hubiera cortado en mucho, mucho tiempo, su ropa era
andrajosa y vieja, como si hubiera pasado mucho tiempo encerrado allí.
La nieta no supo si avanzar, sus
pies se quedaron pegados al suelo, sólo pudo hablar, preguntar por la que veía.
— ¿Abuelo?
El anciano la miró extrañado, y
de inmediato en sus ojos brillo el reconocimiento.
— ¿Camila? — Dijo levantándose
del suelo, acercándose a ella con una mirada impactada — La última vez que te
vi tenias nueve años. Cuanto has crecido, ¿Cuántos años tienes?
— Quince — Respondió, muy
sorprendida para decir algo más.
— ¡¿Quince?! — Preguntó el
anciano con una expresión de horror en su rostro — ¡He pasado seis años en esta
prisión!
— Entonces, si tú eres mi abuelo,
¿Quién era el anciano que era igual a ti que vivió con nosotros estos últimos
seis años? — Dijo con terror en su ojos, produciéndole repulsión haber llamado
abuelo a un hombre que no lo era.
— No era yo — Respondió
simplemente.
Antes de que la joven pudiera
decir algo más, de entre las sombras se movió una figura, que caminando
silenciosamente se acercó a ella, era un cuerpo sin rostro ni forma, de su
misma altura, ella quiso correr, pero se sintió inútil de mover cualquier músculo
de su cuerpo.
— ¡No lo hagas con ella! — Gritó
su abuelo, pero él también fue inmovilizado de la misma manera.
Camila sintió el peor miedo de su
vida, ¿Acaso moriría tan joven?, ¿Hasta aquí había llegado su vida, su
aventura?, la tristeza y la desesperación la invadieron corriendo por su cuerpo
y corazón, pero no había nada que pudiera hacer al respecto, todavía su cuerpo
no le pertenecía, no podía tomar control de él y defenderse de lo que esa cosa
estaba por hacer a continuación.
Esa extraña criatura en ningún
momento le puso un dedo encima, pero podía sentirla sobre ella, como una
entidad poderosa, que la invadía, robándole la identidad. Su piel quemó, como
si fuera abrazada por fuego, Camila quiso gritar de dolor, pero su garganta no
profirió ningún sonido.
A la criatura frente a ella
comenzó a sucederle algo muy extraño, la piel que la cubría comenzó a moverse
como si unos gusanos caminaran en su interior, formando facciones específicas
en su rostro, copiando las de ella, era como un espejo, se vio a sí misma, los
mismo grandes ojos cafés, el mismo cabello caramelo, los mismos labios
sonrosados, incluso su mismo vestido de falda blanca leche.
La criatura, habiendo tomado su
nueva forma, salió de la habitación, atravesando la pared como si fuera un
fantasma, dejando a Camila y su abuelo encerrados para siempre. La criatura tomó
su lugar en el mundo, siendo ella, siendo otra Camila.
¡Vaya! Interesante y aterrador. Esa criatura tomó el lugar del abuelo de Camila por un tiempo, pero se puede dilucidar que no puede controlar el funcionamiento del organismo que copia. Aunque como esa "copia" murió, se supone que la entidad volvió a esa "prisión". Además fue una desgraciada al "advertirle" a Camila. No fue una advertencia, sino que puso la semilla de la duda en su cabeza y al final cayó en la trampa. Entidad mala. Je, je, je, je.
ResponderEliminar¿Pero cuál sería el propósito de esa entidad? Quizá la primera víctima fue el abuelo y dado a que él era muy anciano no pudo estar mucho tiempo en esta dimensión (aparentemente) Puede que ahora, con un cuerpo más joven y con más "tiempo de duración", complete con su meta. Que miedo... :-( Je, je, je.
Interesante relato. Te deja con muchas preguntas y con bastante suspenso. :-)
Que pases una gran semana. ¡Saludos!
Un cuento con final abierto, la bestia tiene un proposito que cumplir y parece camuflarse como humano para ello.
EliminarGracias por leer, me alegro que te haya gustado el cuento.
Un saludo.
Que bueno el relato, se "me fue" volando, para i ese es el mejor indicador de qque me gusta lo que leo.
ResponderEliminarSaludos
Me alegro mucho que te haya gustado el relato.
EliminarUn saludo y gracia spor leer y comentar.
ResponderEliminar... realidad y/o ficción; mundos paralelos; somos creadores; la imaginación, fuente de creación ...
Gracias Jorge por leer y comentar.
EliminarUn saludo.
En esas historias de prohibiciones pueden pasar dos cosas. O la curiosidad es castigada o el personaje rebelde vive una aventura, pasando peligro pero haciendo un gran descubrimiento.
ResponderEliminarEsta historia es un poco más dificil de clasificar. El relato está de lo mejor. pero sería mejor si suprimieses "para siempre". Quedaría un final abierto. Es una opinión.
Un abrazo.
Gracias por el consejo lo tomaré en cuenta. Un saludo.
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