domingo, 1 de febrero de 2015

La Hija del Cacique

En un tiempo desconocido existía un valeroso cacique que lloraba todas las noches junto a su esposa.
No había nada que deseara más que tener descendencia, pero el destino cruel les había privado de aquel sueño.
Una misteriosa noche la vidente de la tribu, una decrepita anciana que sus ojos veían más allá del mundo carnal, les advirtió que conocía una solución de sus angustias, si la esposa del cacique se bañaba en las lagrimas de la madre tierra quedaría en cinta al instante, pero un día la madre tierra reclamaría lo que le pertenece, no se sabe cuándo será ni cuánto tiempo pasaría, pero al cacique no le importó, haría lo que fuera para tener un hijo.    
Y así se hizo, la mujer del líder se bañó en las lágrimas de la madre tierra, se sumergió en las divinas aguas del sagrado río que desembocaba en un hermoso manantial cuyos rumores decían que era donde moraba la madre naturaleza.       
Transcurrieron nueves meses y la mujer dio a luz a una pequeña niña de piel pálida y mejillas enrojecidas, ojos brillantes, cabellos castaños y con una delgada y larga nariz puntiaguda.
El corazón del cacique se llenó de gozo aquellos años que la niña fue creciendo, era muy inquieta y juguetona, corría velozmente por la pradera oliendo todas las flores de distintos colores. No había nada que amara más que las flores, las contemplaba en sus millares de colores y sentía sus dulces fragancias.     
Aquellos días no pudieron ser más felices, la niña recibió el afectuoso cariño y amor que les brindaban sus padres, y ella a su vez llenaba de dicha las vidas de los que la cuidaban.   
Pero como los días felices llegaron, también llegaron los tristes, a los nueve años de edad sin previo aviso la niña cayó enferma. Pero no era una enfermedad común, que una medicina pudiera curar, su verdadera madre la estaba reclamando.
En ello la vidente volvió a hablar intentando consolar a los padres con sus corazones destruidos por el dolor de una pronta perdida que se avecinaba. Alzando su avejentada voz les indicó: “Como han sido justos lideres de corazones misericordiosos, la gran madre les dará una oportunidad de elegir el destino, pueden dejar que la niña perezca a la enfermedad incurable o pueden devolverla al rió que la concibió y vivirá muchos años más, pero no será la misma de antes”  
El cacique y su mujer no lo pensaron dos veces, no dejarían que su hija muriera.
Llevaron a la niña hasta el río sagrado, y al momento de sumergirla, su cuerpo se redujo, le brotaron brillantes alas, y exhibió en su mirada un largó pico curvado.    
Fue así como de una niña surgió el primer colibrí, que veloz vuela de flor en flor oliendo las distintas dulces fragancias, aquel fue el origen de una pequeña ave colorida que agita violentamente sus alas con una velocidad imperceptible.

Y cada vez que en el jardín del cacique venía un colibrí a oler sus flores, sabía él que era su pequeña hija que volaba a visitarlo. Siempre con esa alegría, y amor por las hermosas flores. Y su corazón se llenaba de regocijo al sentir que su hija aun vivía.    

4 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Muchas gracias por visitar mi blog y comentar uno de mis cuentos.

      Me alegro mucho que le haya gustado mi historia.

      Saludo! :)

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  2. Una linda historia, Cynthia. Has creado una hermosa leyenda del colibrí. Me encantaría leer más leyendas. Tienes una imaginación privilegiada para eso.

    Feliz domingo. ¡Saludos, compañera!

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